viernes, 26 de abril de 2024

La escalera del convento de Aculco

Después de mucho tiempo retomo en este texto la descripción de los espacios del antiguo convento franciscano de Aculco, hoy casa cural. Ya antes les he hablado del refectorio, la galería de los novicios, la torre oculta, la sacristía, el bautisterio viejo, la sala de profundis, la loggia de la planta alta de la portería, el claustro, el reloj de sol y algún otro sitio más. Esta vez conoceremos la escalera que permite acceder a la planta alta del edificio. Esta escalera se localiza en un cubo situado hacia el ángulo sureste del claustro, contiguo al salón que fue originalmente el refectorio y a un cuarto que hoy se usa para sanitarios.

Se trata de una escalera de dos tramos con un descansillo entre ellos y otro más en el desembarque. A ella se accede desde un arco escarzano de piedra blanca sin molduras -no muy amplio- que da a la planta baja del claustro, el cual estuvo anteriormente cubierto con aplanados y hoy luce con la piedra aparente después de un reciente y nocivo despellejamiento. La reja de hierro que cierra este acceso es de construcción moderna. La cubierta de la escalera está formada por petatillo y vigas, no es antiguo sino, posiblemente, contemporáneo de la estancia de los frailes agustinos (1951-1964), ya que originalmente debió ser de terrado sobre vigas de madera.

La primera rampa consta de diez peldaños de cantera. La mitad de ellos asciende bajo la bovedita que conforma el descanso superior. A sus costados corre un pasamanos de mampostería de piedra blanca aparente, que en su origen también debió estar cubierto de aplanados de cal y arena. El primer descansillo, con piso de ladrillo, tiene hacia el poniente una puerta que comunica con el refectorio. El muro sur tiene aquí un remetimiento parcial de unos 20-25 cm que no se explica fácilmente, salvo para hacer más ancha dicha entrada al refectorio. En este mismo muro la escalera se ilumina con una ventana semitapiada que anteriormente tuvo un barandal de madera hacia el interior que ya no existe. Esta ventana da hacia los altos de la galería de los novicios.

En el punto de unión del pasamanos de las dos rampas existe una gran piedra labrada que se adosa verticalmente y tiene dos remates a diferente altura. El remate más bajo es curvo, mientras que el alto termina en corte recto y tiene una horadación que quizá sirvió para colocar velas o algún otro tipo de iluminación.

La segunda rampa tiene sólo ocho peldaños de piedra. Sus barandales, a diferencia de los otros, están todavía cubiertos de aplanados. No desemboca este segundo tramo directamente al corredor alto, sino, como hemos dicho ya, a un descansillo que ocupa todo el ancho de la escalera. Desde él, un arco semejante al que da acceso en la planta inferior y colocado a eje con él permite entrar al claustro, sin la reja que estorba al tránsito en la planta baja. Nada más trasponer el arco encontramos, a mano izquierda, una curiosa pila de agua bendita de piedra encalada, forma troncocónica con reborde marcado, alojada en un nicho con cerramiento triangular.

Aunque los aplanados originales de cal y arena de esta escalera han sido removidos parcialmente, es muy importante que los que restan se conserven. No sólo por tratarse de la "piel" que sus constructores le dieron a principios del siglo XVIII, cuando presumiblemente se levantó, sino porque al tratarse de uno de los principales espacios de un convento que estuvo profusamente decorado con pintura mural es probable que conserve aún restos de ella. Y, quizá con un poco de suerte, alguna restauración futura los pondrá a la vista.