
Hasta los años de 1940 ó 1950, el molino tenía el aspecto de un viejo y destartalado caserón de dos plantas y cubiertas de teja a dos aguas. Frente a él, aprovechando un desnivel del arrroyo en el que se formaba una pequeña cascada natural, se había construido una represa (cuya cortina subsiste) de la que partía un pequeño acueducto con arcos que conducía el agua hasta la gran rueda hidráulica que movía la maquinaria. Pero en aquellos años su nuevo propietario, don Mateo Espinosa (hermano de don Ignacio Espinosa, filántropo y epónimo de la cabecera municipal) realizó en él importantes reformas para que, sin perder su rusticidad y encanto, sirviera de cómoda residencia. De esa época data la gran entrada principal y su portón casetonado de cedro, los corredores interiores con columnas de madera (al estilo de los porches de la arquitectura sureña de los Estados Unidos), el arreglo del jardín y las grandes huertas de peras, manzanas y otros frutos en las tierras vecinas al edificio.

De las manos de los Espinosa, el "Molino Viejo" pasó a las de don Alfonso Díaz de la Vega y, de las suyas, a unos inversionistas que le compraron esa y muchas otras fincas que le pertenecían en Aculco, en los años 80. Desde entonces, "El Molino" ha estado alternativamente ocupado por arrendatarios o en el abandono, lo que ha provocado el deterioro que ya acusa en muchos de sus rincones.
Para mayor daño, el arroyo comenzó a ser utilizado formalmente para el desalojo de aguas negras en 1974, cuando se construyó el drenaje de la cabecera municipal y todos los desechos fueron conducidos hacia esa corriente, que los llevaba a cielo abierto. Hace muy pocos años intentó corregirse esta situación, grave por la contaminación y malos olores que producía -especialmente en tiempo de secas-: se construyó un nuevo drenaje cerrado, que corre paralelo al arroyo y que lleva las aguas negras hasta una planta de tratamiento construida en un terreno aledaño a "La Ceja". Lo lamentable es que esta planta se encuentra parada y a partir de ella las aguas contaminadas vuelven a correr a cielo abierto desde ese punto hasta llegar a la presa de Cofradía.
Como sea, para todos aquellos que pudimos ver todavía correr esas aguas limpias y precipitarse formando una cascada frente al Molino, en aquel rincón hermoso por su fronda y por el histórico edificio asentado a su vera, el abandono actual no puede ser más deprimente. Sin duda es uno de los puntos de Aculco que fueron más hermosos hasta hace poco más de treinta años, y que hoy se encuentran más degradados.
Como casi cada rincón del pueblo, el "Molino Viejo" tiene su leyenda: para evitar que los niños entraran a las huertas a comer la fruta, don Mateo Espinosa propagó el cuento de que en esa zona habitaba un extraño ser, al que yo imagino como un fauno, llamado "El patas de burro". No sólo los niños se creyeron la historia, sino aún muchos adultos, que pensaban que el grito de los pavorreales que vagaban por sus jardines era el reclamo de aquella criatura.
Desafortunadamente, no cuento con imágenes actuales del "Molino Viejo", pero van algunas fotos viejas que seguramente les parecerán interesantes.


