jueves, 2 de diciembre de 2021

Algo sobre la arquitectura de la Unidad Jorge Jiménez Cantú

Al viajar por los municipios del Estado de México nos topamos en casi cada cabecera municipal con un conjunto de edificios construidos en lo que hacia finales de la década de 1970 eran sus orillas, bautizados unánimemente como "Unidad Jorge Jiménez Cantú". Se trata de obras levantadas por el gobierno mexiquense durante la administración de este gobernador, las cuales aportaron equipamiento de tipo muy diverso a esas poblaciones: auditorios, teatros, edificios escolares, espacios culturales, mercados...

Muchas de estas unidades siguieron un plan arquitectónico muy parecido: edificios con cubierta de teja a dos aguas, con una sola planta, comunicados por un patio al que rodean arquerías abiertas, y con fachadas que evocan las construcciones tradicionales de la provincia mexicana. La diferencia de un lugar a otro radicaba principalmente en dos cosas: el destino al que se orientaban de los edificios y el uso de ciertos materiales locales (como la piedra, la cantera y el ladrillo) para ajustar su apariencia a la de las poblaciones donde se edificaron. Así son, por ejemplo, la Unidades Jorge Jiménez Cantú, de Polotitlán, Jilotepec, Villa del Carbón, Soyaniquilpan, por mencionar algunas de las más cercanas a nuestro municipio.

Curiosamente, en Aculco los arquitectos del gobierno decidieron apartarse bastante de ese modelo cuando construyeron nuestra Unidad Pública Jorge Jiménez Cantú en 1977-1978 y le dieron un estilo propio que podemos identificar como auténticamente aculquense, pues no se repitió en ningún otro sitio del estado.

Esta arquitectura, de intención neocolonial, se caracteriza por ser casi invariablemente de una sola altura y marcado aspecto horizontal, por el uso de la piedra blanca local en los muros y marcos moldurados de puertas y ventanas, por las almenas que coronan los pretiles, por los rítmicos contrafuertes que se convierten a veces en pilares de sus portales, por las cubiertas de bóveda de ladrillo desaguadas con canales de cantera rosa, por los vanos de dintel ligeramente curvo, por las puertas de madera claveteada, por las guarniciones de piedra de recinto y por los pavimentos de adoquín, algunos de cantera rosa y otros de adocreto.

En cuanto a su urbanismo, el centro del conjunto no es como en otros lugares un simple patio, sino una verdadera plaza totalmente peatonal: la Plaza del Oso Bueno. Plaza que además de haberse adornado con la escultura de un oso, obra del reconocido artista Íker Larrauri que forma parte de una fuente, remata visualmente la calle de Abasolo. Más aún, entre la plaza y la avenida de los Insurgentes se construyó una larga explanada -útil para eventos culturales, cívicos o políticos- que aleja aquel espacio del tránsito y le añade tranquilidad. Los otros tres costados de esta plaza son cerrados y se levantan ahí el viejo mercado (hoy Mercado del Queso), el Auditorio Municipal y el Jardín de Niños Guillermo Servín Menes. Estos fueron sus primeros tres edificios, a los que se sumaban los espacios abiertos ocupados por un gran estacionamiento empedrado y el área del tianguis, dispuesta entonces en desniveles.

Pero las autoridades tuvieron suficiente visión como para darse cuenta de que esta sería un área de desarrollo de más equipamiento que el inicial, los que además permitiría en el futuro evitar congestiones en el centro de Aculco. De tal manera, en los años y décadas siguientes la mayor parte de la gran manzana entre las calles de Insurgentes, Prolongación Hidalgo, Ignacio Espinoza y José Sánchez Lara se fue llenando de nuevos inmuebles de uso público: la Escuela Secundaria Alfredo del Mazo (de 1983), la ampliación del Auditorio Municipal, los locales de las taquerías, la terminal de autobuses y el nuevo mercado (que ocupó en 2009 la superficie anteriormente destinada al tianguis). La secundaria y la ampliación del auditorio se edificaron en el mismo estilo arquitectónico del conjunto inicial. Todavía en 2019 se inauguró un nuevo auditorio para la secundaria en igual estilo. El resto de las construcciones, por lo menos en la mayor parte de los casos, consigue evocar la arquitectura histórica de Aculco.

En años todavía no muy lejanos se remodeló ligeramente la Plaza del Oso Bueno, dotándola de bancas, más jardineras, farolas de fierro colado de diseño muy agradable y bolardos del mismo material en la explanada junto a la avenida de los Insurgentes, que reemplazaron a los anteriores de piedra de recinto en forma de bala, unidos por gruesas cadenas.

Lo que no se pudo evitar fue que las calles aledañas al sitio se desarrollaran con mucha anarquía arquitectónica debido a la presión comercial. Esto sucedió especialmente en la calle de Abasolo, que une al centro de Aculco directamente con la explanada: de ser un sitio solitario, con largos muros de piedra blanca, se ha transformado en la principal avenida comercial del pueblo.

Por cierto, ese estilo de la Unidad Jorge Jiménez Cantú de Aculco tuvo algún éxito usada también por particulares e incluso en contextos religiosos, aunque siempre con ciertos cambios al original. Por ejemplo, en la fachada que se levantó en la esquina de Hidalgo y Nicolás Bravo, donde se encontraba anteriormente el antiguo Portal de la Pechera, y en la capilla del Panteón (levantada también en tiempos de Jiménez Cantú). De hecho, fue gracias a la Unidad Jorge Jiménez Cantú que que se popularizaron en este lugar las bóvedas de ladrillo, que antes no formaban parte de la arquitectura tradicional aculquense. Fuera de Aculco, en el vecino Acambay, el arquitecto Sergio Molina construyó asímismo en 1977 un mercado (convertido en 1999 en Museo Regional) que evoca estas construcciones aculquenes por su estilo y materiales, si bien utilizados de manera menos ornamentada.