lunes, 26 de febrero de 2024

"Que el diablo la había engañado": La historia de una bruja que quizá no existió

Hace tiempo les platiqué en este blog acerca de los casos de tres mujeres y un hombre que fueron acusados de practicar la brujería en Aculco en tiempos coloniales. En ese entonces el temor hacia los brujos era real -aunque sus maleficios no lo fueran- y la creencia influía en la vida cotidiana de muchas personas, lo mismo de quienes buscaban con su intervención el arreglo de algún asunto, como de los que sin buscarla se creían sus víctimas. Y, por supuesto también, de quienes pretendían ser hechiceros o eran acusados falsamente de serlo. Ese miedo tardó siglos en agotarse y quizá subsiste aún. Todavía en la década de 1970, una pobre mujer fue asesinada en su casa y en presencia de una de sus hijas cerca de Ñadó, pues sus vecinos la consideraban bruja.

Hoy les traigo un relato algo distinto: el de una bruja que probablemente nunca existió, pero que quedó registrada en documentos del siglo XVII relacionados con Aculco.

La historia inicia el 13 de abril de 1650, cuando una mujer llamada Josefa de la Serna se presentó "por descargo de su conciencia" ante don Diego de Alarcón Fajardo, cura del pueblo de Chapa de Mota. Quería referirle lo que Salvador García, "vecino del pueblo y partido de San Jerónimo Aculco", le había contado a ella cosa de año y medio atrás, su fortuito y pavoroso encuentro con una bruja:

Dijo el dicho Salvador García que pasando el susodicho una noche por el cementerio de la iglesia del pueblo de Huichapan vio un bulto con una candela encendida en el dicho cementerio, y que llegando a reconocer lo que era, vio que era una mujer que esta declarante no se acuerda cómo la nombró el susodicho, y que estaba desenterrando un difunto. El cual habiéndola reñido, dijo la dicha mujer que por amor de Dios no la descubriese, que el diablo la había engañado, y que esto mismo oyó referir segunda vez al dicho Salvador García, habrá nueve meses poco más o menos.

Del relato del aculquense había sido testigo otra mujer, Isabel de Robles, hijastra de Josefa, que interrogada por el mismo sacerdote sólo agregó que la conversación había tenido lugar en la hacienda de Santa Cruz de don Francisco de Monroy y que Salvador García había situado el encuentro con la bruja en el cementerio de Huichapan "a deshoras". El cura decidió entonces llamar al propio Salvador García de la Mejorada para que le refiriera de primera mano su historia. El 16 de abril, Sábado Santo, y ya de noche, García fue interrogado. Aseguró primero que era de calidad español (es decir, criollo), casado, de 44 años, labrador y vecino como ya sabemos del pueblo de Aculco. Luego se le preguntó si sabía la razón por la qué había sido llamado:

Siendo preguntado si sabe o presume la causa por la que es llamado, dijo que no la sabe ni la presume. Fue exhortado que por reverencia de Dios recorra su memoria y diga si ha visto u oído decir a alguna o algunas personas alguna cosa que sea, o parezca ser, contra la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, o contra el recto y libre ejercicio del Santo Oficio. Dijo que no ha dicho cosa alguna, ni menos ha visto ni oído cosa alguna a ninguna persona contra nuestra Santa Fe Católica y lo más referido,ni nada de lo que se le pregunta. Y habiéndosele apercibido que ciertas personas le citan por testigo en un caso que el susodicho vio a deshora de la noche en un cementerio de una iglesia a una mujer que con una luz encendida estaba desenterrando un difunto y que declare enteramente la verdad, dijo que no se acordaba de tal cosa, y que tales personas debían de haberse equivocado en el nombre, y que esta es la verdad por el juramento que tiene hecho.

¿Había inventado todo aquello Salvador García?, ¿había sido su historia sólo un cuento para asustar en alguna noche oscura a aquel par de mujeres? Dos meses después se le llamó nuevamente para que ratificara lo dicho y se mantuviera en su negativa de reconocer como suya aquella historia o bien para que aportara nueva información. La respuesta de nuestro paisano fue la siguiente:

Que habiendo recorrido sus memorias, se acuerda que el caso que fue preguntado en su dicho no le sucedió al declarante, sino que un hermano suyo llamado ¿? Sánchez, vecino de la dicha provincia de Xilotepec, que le contó que habiendo encontrado una india con un caminante pasajero, al cual no reconoció, ni sabe de dónde es, que el dicho caminante refirió el caso contado en su dicho y declaración, que sucedió cerca de la ciudad de Guadalajara, pero que ni él ni el dicho su hermano saben en qué parte, ni conocen las personas, y que el dicho su hermano lo refirió en diferentes partes, por donde es cierto que las personas que le citaron por testigo se equivocaron en el nombre, y que esto es la verdad, so cargo del juramento que tiene hecho.

Al parecer el cura de Chapa de Mota consideró con esto que no valía la pena hacer más averiguaciones y dio por terminado el caso. Todo había sido una historia escuchada por los caminos de la Nueva España y de la que no existían testigos directos a los que se pudiera interrogar.

A pesar de este final tan soso, el relato nos revela los temores de la gente de nuestra región hace 374 años y la forma en que entendían o imaginaban las prácticas de brujería. Y quizá también, oculto entre las brumas de la leyenda, la realidad de alguna bruja y sus hechizos.

 

NOTAS

Toda esta historia procede del Archivo General de la Nación, Fondo Inquisición, expediente 19, fojas 33-35v.

lunes, 19 de febrero de 2024

Shirgo

Si eres de Aculco o tus padres o abuelos son de aquí, seguramente alguna vez habrás oído la palabra "shirgo". Se trata de uno de los pocos vocablos de origen otomí que se usan en el habla cotidiana en lengua castellana de esta región. Actualmente se emplea invariablemente con el significado de desaliñado, sucio, descuidado, andrajoso, incluso enfermizo o desmejorado. Muchos de ustedes seguramente habrán oído a un padre decirle a su hijo ¡estás todo shirgo! cuando el niño aparece despeinado o mal vestido. Pero quizá no todos saben que en su origen este vocablo se refería a otra cosa: una prenda de vestir.

El shirgo en su acepción original es lo que en otros lugares se conoce como capisayo: una capa o capote que se coloca sobre los hombros y se ata al cuello, formado por capas de hojas de palma tejida que evitan que quien lo porta se moje con la lluvia. Se trata, pues, de un impermeable o manga primitiva. El nombre parece que deriva de la palabra otomí xingu, que significa "vello" o "velloso". Su uso estuvo muy extendido en el campo mexicano durante el virreinato y hasta mediados del siglo XX, pero al volverse comunes otras prendas modernas con mejores características de protección se fueron olvidando, y hoy sólo unas cuantas personas de Aculco serían capaces de recordar cómo eran.

Muchos viejos grabados, litografías e incluso esculturas nos muestran a personas que portan sus shirgos y es evidente que la prenda llamaba la atención por su originalidad a los artistas citadinos. Sin duda era una indumentaria pintoresca, aunque evidentemente le daba a su portador una apariencia desmelenada, desordenada, como el de una palapa andante. De ahí que shirgo terminara por convertirse también en adjetivo aplicado a quien en su cabello o ropa pareciera por su descuido llevar uno encima.

jueves, 15 de febrero de 2024

La rendición del coronel Nicolás Torres en Aculco (1856)

A principios de octubre de 1855, los rebeldes sublevados contra Antonio López de Santa Anna en marzo del año anterior ocuparon la Ciudad de México, mientras el dictador partía al exilio. La revolución iniciada en Ayutla había triunfado y el bando liberal tomaba el poder. Muy ponto, el 25 de noviembre de 1855, el nuevo gobierno promulgaba la primera de las normas que más tarde serían conocidas como Leyes de Reforma: la llamada Ley Juárez, que sumprimía los tribunales especiales y los fueros eclesiásticos y militares.

La reacción del Ejército contra el gobierno liberal, apoyado por el clero, fue casi inmediata: el 2 de noviembre Tomás Mejía se levantaba contra el gobierno enarbolando el Plan de Sierra Gorda, mientras que el 12 de diciembre el sacerdote Francisco Ortega y García se rebelaba en Zacapoaxtla. A ellos se les sumaron en las semanas siguientes los generales Güitián, Osollo, Olloqui, Miramón, Márquez y Cobos. Todos ellos, junto con sus hombres, representaban una fracción importante del Ejército y dos años después constituirían la base de las fuerzas conservadoras en la Guerra de Reforma (1).

En los estados de Michoacán y México, operaba contra el gobierno surgido de la Revolución de Ayutla el teniente coronel Nicolás de Torres (algunos documentos se refieren a él simplemente como Nicolás Torres). No he podido encontrar datos sobre su origen y carrera, por lo que probablemente era un militar de poca relevancia. De sus acciones antes de la capitulación, se sabe que él y sus hombres formaban parte de las tropas reunidas por los conservadores en Puebla, de donde se había dirigido a Michoacán. En los primeros días de abril de 1856 había salido de Maravatío y después de atravesar el río Lerma y pasar por Molino de Caballeros, había llegado con 700 hombres en Acámbaro. Sin embargo, el día 10 un comisionado suyo se presentó ante el Ministerio de Guerra y Marina para manifestar que el cabecilla estaba dispuesto a someterse a la obediencia del gobierno, por lo que Yáñez pidió a los comandantes militares de la región que no lo batieran en caso de alcanzarlo, pero sin dejar de vigilar sus movimientos (2). Aunque no se trataba de una fuerza importante y posiblemente estaba mal armada, su efectiva rendición en Aculco el 12 de abril de 1856 se difundió como si se tratara de un signo claro de la derrota general de los conservadores:

Su última esperanza, el coronel teniente coronel refractario Nicolás Torres, que hacía la guerra en el Estado de México a sueldo de los clérigos, el 12 de abril citado capituló en el pueblo de Aculco, haciendo entrega de su religiosa brigada, armamento, municiones y monturas al C. general Plutarco González, según aparece en los documentos corrientes en las páginas 159 a 161 del tomo 1o de la predicha Historia del Congreso. (3)

Como menciona esta cita, la Historia del Congreso Extraordinario Constituyente de 1856-1857 escrita por el periodista y diputado Francisco Zarco contiene un padrón de los oficiales que se rindieron con Torres, así como un inventario pormenorizado de sus armas, municiones, cabalgaduras y otros arreos. Las listas, junto con las cartas que envió el general Plutarco González a sus superiores militares, son interesantes, por lo que las copio aquí para los lectores de este blog:

Comandancia general del Departamento de México.- Excmo. Sr.- Ayer, sobre la marcha, entre este pueblo y el de Acambay, tuve una entrevista con D. Nicolás Torres, y convenimos en que las fuerzas que mandaba volverían a la obediencia del supremo gobierno, haciéndome entrega de todo el armamento y demas útiles de guerra, lo cual se verificó anoche.

Convenimos tambien en que los individuos de la clase de tropa quedarían en libertad, expidiéndoles un resguardo para que puedan regresar al seno de sus familias, y que los que se consideraban como jefes y oficiales, quedaban a disposicion del supremo gobierno, y marcharian a esa capital a recibir órdenes; y, por fin, se convino que estos saldrán de este pueblo con un dia de anticipación, verificándolo en seguida la brigada de mi mando por el mismo camino, debiendo ser éste por Acambay, Atlacomulco, Ixtlahuaca, Toluca y Lerma, para la referida capital.

Me apresuré a entrar en este arreglo sin esperar la resolución suprema, a las proposiciones que Torres tenia presentadas, porque las fuerzas disidentes estaban desbandándose de una manera tal, que en veinticuatro horas más se habría perdido todo el armamento, produciendo no solo el perjuicio de los intereses de la nación, sino produciendo pequeñas gavillas de hombres armados que no pudiendo presentarse en sus pueblos, prento se convertirían en ladrones que infestarían los caminos.

Tengo el honor de participarlo a V. E. para conocimiento del Excmo. Sr. presidente de la República, acompañándole, con el mismo objeto, copia de los efectos de guerra recogidos, y relacion nominal de los individuos que, considerados como jefes y oficiales para los efectos de la capitulacion, deben presentarse al supremo gobierno.

Dios y libertad. Aculco, 13 de abril de 1856.-Plutarco Gonzalez.- Excmo. Sr. ministro de la Guerra y Marina.— México.

INVENTARIO que manifiesta el armamento, municiones, monturas y demás que tenía la brigada que mandaba el Sr. coronel D. Nicolás de Torres, al hacer entrega de todo al Excmo. sr. gobernador y comandante general del Estado de México, D. Plutarco Gonzalez.

  • 1 pieza de montaña con su montaje y en completo estado de servicio.
  • 342 fusiles de percusión y chispa, en completo estado de servicio. 36 bayonetas en completo estado de servicio.
  • 26 carabinas en completo estado de servicio.
  • 42 lanzas en completo estado de servicio.
  • 117 cartucheras de infantería y caballería en completo estado de servicio.
  • 3 cajones de parque de fusil de percusión.
  • 3 id. de cañon con metralla y bala rasa. 1 id. de pólvora de cañón en granel. 102 paradas sueltas.
  • 1 bote de hoja de lata con estopines. 1 cartuchera con útiles de artillería.
  • 1 punzón.
  • 4 cañoncitos pequeños pertenecientes a la hacienda de Atenco, de la cual los extrajo por la fuerza.
  • 18 monturas.
  • 7 bridas.
  • 3 cornetas de guerra sin boquilla.
  • 1 clarín de caballería con id.
  • 2 cajas de guerra.
  • 3 monturas mas sin brida.
  • 6 caballos.
  • 2 mulas aparejadas, pertenecientes a las que se tomaron en la accion de Atlacomulco.
  • 50 id. de carga y de silla que se han traído embargadas.
  • 3 cajones cerrados de tabaco labrados.
  • 1 id. chiquito id. id. id.
  • Aculco, 12 de abril de 1856.- Entregué.- Nicolás de Torres.- Recibí.- Juan Vélez.

    Es copia.- Aculco, 13 de abril de 1856.- Román Parres, secretario.

    LISTA nominal de los jefes y oficiales que existen a disposicion del supremo gobierno pertenecientes a la fuerza que mandaba D. Nicolás de Torres.

    Jefes y oficiales permanentes.

    Coronel teniente coronel D. Nicolás de Torres, jefe de la fuerza. Coronel, D. Luis Zamudio, mayor de órdenes. Coronel teniente coronel, D. Nazario González, jefe del Estado Mayor. Coronel teniente coronel, D. Marcelo Álvarez, jefe del 4 batallon ligero. Teniente, D. Ramón González. Capitán teniente, D. Susano Vélez. Teniente, D. Valentín Salazar. Teniente subteniente, D. Faustino Castillo. Teniente Subteniente, D. Ignacio Canseco. Alférez, D. Manuel Álvarez. Subteniente, D. Juan Medrano. Subteniente sargento 1o., D. José María Velázquez. Subteniente sargento 19, D. Miguel Segura. Alférez sargento 1o., D. Guadalupe Canseco.

    Oficiales activos.

    Capitán, D. Pedro María Castañeda. Tenientes: D. Francisco González, D. Luis Carrasco, D. Francisco Piña, y D. Carlos Barbosa.

    Jefes y oficiales auxiliares del ejercito.

    Teniente coronel, D. Juan Carmona. Comandante de escuadrón, D. Joaquin Amado Morales. Comandante de batallón, D. Ángel Carmona. Comandante de batallón, D. Felipe N. Campuzano. Comandante de batallón, D. Eufemio Herrera.

    Capitanes: D. José María Beltrán. D. Félix Orive. D. José María Iturria. D. Felipe Escobar. D. Juan Palacios. D. Bartolomé Ortiz, D. José Zerecero. D. Antonio López. D. Jesus Estrada. D. Eulogio Rojas. D. Luis G. Jardón. Teniente permanente, D. José María Iparásal.

    Tenientes: D. Gregorio Gutiérrez. D. Atanasio Muñoz. D. Ramón Sánchez. D. Soledad Vera. D. Isidro Vera. D. Zacarías Navarro. D. Miguel Osorio, D. Octaviano Duarte. D. Vicente Macedo. D. Bernabé Montes. D. José María Pacheco. D. José G. Rebollar. D. Francisco Librado de la Vega.

    Subtenientes y alféreces: D. Lucas Arizmendi. D. Ignacio González. D. Francisco Iparásal. D. Jesús Silva. D. Juan Morales. D. Vicente Cacique. D. José Leguízamo. D. Félix Rico. D. Trinidad Gonzalez. D. Carlos Bermeo. D. Domingo Rosales. D. Tomas Zárate. D. Miguel Izquierdo. D. José Segura. D. Márcos Lopez. D. Manuel Estrada. D. Joaquín Ruiz.

    Aculco, abril 13 de 1856.- Luis Zamudio.- Visto bueno.- Torres. Es copia.- Aculco, Abril 13 de 1856.- Ramón Parres, secretario. (4)

    Ese mismo día, como se puede leer en el documento de arriba, Torres salió de Aculco para presentarse en la Ciudad de México siguiendo un itinerario de cuatro días que lo llevó por Acambay, la hacienda de Niginí, Temoaya, El Mayorazgo y San Joaquín.

    Nicolás de Torres permaneció leal al régimen por casi tres años, colaborando en diversas acciones de guerra contra los sublevados. Sin embargo, el 19 de enero de 1859, cuando había ascendido al grado de coronel del 9o. de caballería y el país estaba ya en plena la Guerra de Reforma, se sumó a la guarnición de Toluca en apoyo al Plan de Tacubaya proclamado por los conservadores, volviéndose así nuevamente en contra del gobierno liberal. (5)

     

    NOTAS

    1. Marta Eugenia García Ugarte. "Reacción social a las Leyes de Reforma (1855-1860), en Estado laico y los derechos humanos en México: 1810-2010, México, UNAM, 2012, p. 360-371.

    2. Partes de la Comandancia general de Michoacán, se da cuenta de operaciones contra fuerzas del coronel Nicolás Torres, Operaciones militares, AHMM, f. 4, Informe del general Plutarco González, sobre el movimiento de fuerzas en los diferentes pueblos del estado de México, Operaciones militares, AHMM, f. 84 y ss.

    3. Gutiérrez, Blas José. Leyes de Reforma. Colección de las disposiciones que se conocen con este nombre, publicadas desde el año de 1855 al de 1868. Tomo I. México, Imprenta de "El Constitucional", 1868, p. 616.

    4. Francisco Zarco. Historia del Congreso Extraordinario Constituyente de 1856-1857. Tomo I, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1857, p. 159-162.

    5. Acta levantada en Toluca la capital del Departamento de México, por la guarnición del mismo, ratificando su reconocimiento al Plan de Tacubaya, 19 de enero de 1859.

    miércoles, 7 de febrero de 2024

    Un exiliado guatemalteco en Arroyozarco (1833)

    Don Manuel Montúfar y Coronado nació en la Antigua Guatemala en 1791. Hijo de un próspero comerciante, desempeñó algunos cargos menores como funcionario del gobierno español antes de la independencia. Tras ésta, fue secretario de Gobierno y primer ministro de la Guerra en 1823. En 1825 fue diputado por Escuintla y presidente de la asamblea constituyente que decretó la primera Constitución de Guatemala, que se dice fue redactada por el propio Montúfar. Fue también periodista y redactor del periódico conservador El Indicador y participó en la redacción de El Editor Constitucional. Se destacó como historiador, su obra más importante se titula Memorias para la historia de la revolución de Centro América, más conocida como Memorias de Jalapa, pues se publicó en Jalapa, Veracruz. Sin embargo, al final de la Primera Guerra Federal Centroamericana (1826-1829) fue encarcelado en El Salvador y tuvo que exiliarse en México con su hermano Juan. No volvería más a Guatemala pues murió aquí en 1844.

    En México, los hermanos Montúfar se emplearon como administradores de la hacienda de Pozo del Carmen y sus anexas en San Luis Potosí. De su primera travesía entre la capital del país y aquellas fincas, don Manuel dejó un curioso diario de viaje en el que describe ciudades, costumbres ypersonajes que compara frecuentemente con los de su país natal (1). Como paso obligado desde la Ciudad de México hacia el norte, naturalmente Montúfar y sus acompañantes pasaron en aquella travesía por Arroyozarco. Su crónica del lugar y sus inmediaciones es muy interesante, no tanto por la descripción de la hacienda y su mesón que es sucinta, sino por los incidentes que sufrió por la reparación del carruaje en que viajaba, los precios, los alimentos y algunas personas que habitaban la hacienda. Ciertos pasajes merecerán un comentario mío entre corchetes, pero en su mayor parte dejo al lector libre para que lea este viejo texto:

     

    Día 1o. de julio de 833. De Tula a la hacienda de Arroyo Zarco, 11 leguas.

    Salimos a las 6 1/2 de la mañana por más que nos levantamos a las 4. Primero que dan vueltas los cocheros, que guarnecen, que atan la carga, y que Ramona da té y chocolates, recoge trastos, etcétera, se pasa una gran parte de la mañana. Aun amanecí con dolor de cabeza. Almorzamos en la hacienda de San Antonio [Tula]; yo tomé caldo de frijoles, me dormí dentro del coche y comencé a aliviarme.

    El camino es fatal desde Tula hasta el puerto de Calpulalpam, (puerto llaman aquí a la abra que forman las pequeñas cordilleras de cerros que dan paso de un valle a otro, por lo regular, estos puertos son pedregosos) es decir, de 9 a 10 leguas: piedras, fango, barranquitos que hacen las corrientes, troncones de árboles, todo era difícil, y en los más de los pasos era preciso sacar el coche a cabeza de silla, es decir, pegando Cobarrubias y Madrid dos reatas a la punta del eje de las ruedas chicas, y halando con la cabeza o manzana de sus sillas: en todos estos pasos José echaba pie a tierra a echar su mano directiva y acompañada de sus interjecciones fuertes de costumbre (ajos y cebollas) y volvía al coche a cabecear. Ramona cabeceaba hasta dar en nuestras rodillas con sus escasas narices.

    El coche, demasiado cargado con el equipaje, (en que vienen mis penates, como yo llamo a mis papeles de la patria, mis pocos libros, etcétera) no pudo sufrir la aspereza del camino: en Capulalpam se rompió el eje trasero, y cayó sin hacernos mal alguno. Venía un contra eje de reserva, pero mal preparado, y después de mil trabajos para componerlo, se rompió también a pocos pasos. Como distábamos cosa de 3 leguas de Arroyo Zarco, los auxilios se dificultaban y la noche estaba próxima. Resolvimos adelantarnos a caballo, José, Ramona y yo, trayendo las mulas de carga, el tiro de remuda y otros caballos, que fuimos arreando hasta la hacienda, a donde llegamos a las 8 de la noche: por fortuna no llovía y hacía una hermosa luna; yo llegué libre de dolor de cabeza, con buen apetito y buen humor: José lo tenía también y tomamos con buenas ganas un mal chocolate y un mal guisado de pollos que había en la cocina del mesón.

    La hacienda, aunque situada sobre un terreno desigual y pedregoso, tiene hermosa casa. dentro de ella excelente mesón: tienda bien surtida, y oficinas de herreria y carrocería. El amo es un hombre roñoso y muy amigo del dinero; su fisonomía lo previene a favor por una cicatriz en la cara, y no es hombre que ofrece nada ni de cumplimiento.

    Los mozos, viendo la dificultad de arrastrar el coche (que se quebró precisamente al comenzar el buen camino) se trajeron en las mulas todo el equipaje, y Fermín se quedó cuidando con los cocheros.

    Día 2 de Julio.

    Parada en Arroyo Zarco.

    Fue el carrocero a traer el coche, que vino tarde, de consiguiente se perdió mucha parte del día para las composturas.

    Aprovechamos la parada en secar lo mojado: mis penates, mis libros, todo estaba perdido y ya con moho y mal olor. Las copias de la pintura y de la pastorcita de la Tina Arrivillaga, tenían un agujero. Ramona lloraba por unas naguas de gasa y otra de indiana que encontró podridas. José dió disposiciones para el nuevo eje: se fue a la herrería a hacer un eslabón, cuidó las bestias; vió los caballos del huésped, que son buenos, trabó conversación con él, a pesar de su mal gesto, y las tuvo más largas con un pobre muy vivo y de muy buena memoria, que fue a España de criado de un diputado a las cortes extraordinarias [las Cortes de Cádiz], y que daba noticias muy exactas y detalladas del señor Larrazábal [Antonio de Larrazábal y Arrivillaga, diputado en aquellas Cortes] y de su prisión en la cárcel de la Corona. Sus noticias no se limitaron a España y a los diputados: nos hizo conocer al huésped [es decir, al mesonero]; nos dijo que su picador era su primer ministro y favorito, y la mano con que buscaba el dinero de los pasajeros. Por la noche vimos por experiencia que nuestro lépero no nos había dicho más que la verdad.

    Yo comencé hoy este diario. Por la noche se acabó el eje. El palo bruto costó 8 pesos (para el amo) y en México habría sido caro por 2; el carrocero, 10; y herrero por remendar una grafio, 3 pesos. La parada de hoy con este remiendo vale 40 pesos, y el lépero nos había dicho muy bien del primer ministro, que separadamente exigió su gratificación. José estaba para prorrumpir en interjecciones, y yo lo contuve, porque al fin el dinero se había de pagar y si el favorito quedaba descontento, podía atrasarnos el viaje.

    Día 3 de julio.

    De Arroyo Zarco a San Juan del Río, doce leguas.

    Salimos a las 5 3/4 de la mañana, y llegamos a las 2 de la tarde a San Juan del Río, Buen pueblo, muy surtido de todo. buenos mesones.

     

    NOTAS

    1. Manuel Montúfar y José Arzú (compilador). Papeles del ochocientos. Correspondencia y diario de don Manuel de Montúfar, exiliado por la revolución de 1829. Publicaciones de El Imparcial, Guatemala, 1933, p. 28-30.

    miércoles, 10 de enero de 2024

    Un testamento otomí de 1684

    Varias veces les he contado en este blog la manera en que los cambios demográficos, sociales y culturales de Aculco a partir de la segunda mitad del siglo XVIII hicieron que mucho de su pasado se olvidara, debido a que los documentos escritos en lengua otomí en su historia temprana fueron perdiendo inteligibilidad -y con ello relevancia- en una población crecientemente mestiza y de habla española. Pocos documentos otomíes sobrevivieron a ese olvido, pero incluso éstos resultan todavía poco aprovechables hoy en día, debido a las grandes dificultades que encierra la traducción del otomí colonial al castellano.

    Unos cuantos papeles, sin embargo, fueron traducidos del otomí desde tiempos antiguos y por ello podemos conocer su contenido. Es el caso del que hoy les presento: el testamento de doña Juana María, india noble viuda de don Alonso García, redactado en lengua otomí en el año de 1684 y "vuelto al idioma castellano" más tarde, posiblemente ya muy entrado el siglo XVIII (1). Más allá de las disposiciones testamentarias de doña Juana, este interesante documento resulta valioso al proporcionarnos nombres de lugares, indicios de ciertas costumbres y detalles curiosos de la vida social de Aculco en la época. Vayamos primero a la transcripción de este documento y más tarde haré algunos comentarios.

     

    Certifico en cuanto puedo y debo con la orden verbal del señor juez eclesiástico y en mi presencia Ygnacio Carabajal fiscal y alcalde ordinario, volvió al idioma castellano los testamentos cuyos testimonios saco a los originales que mostró el señor juez eclesiástico y es como sigue:

     

    En nombre de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero, creo que es creador de todas las cosas y creo asimismo todo aquello que nos enseña nuestra Santa Madre Iglesia Católica. Yo doña Juana María, viuda de don Alonso García, aunque estoy enferma de la enfermedad que Dios me ha dado, estoy en mi entero juicio y cinco sentidos, y porque deseo que mi alma se salve, hago este mi testamento.

    Lo primero, digo: que entrego mi alma a mi creador que me redimió con su preciosa sangre, la que pongo en sus santísimas manos para que se apiade de mí, y ruego a mi Señora la Virgen María que le pida a su Santísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, me perdone mis pecados.

    Lo segundo, digo: que mi cuerpo lo entrego a la tierra dándole sepultura en la iglesia de San Gerónimo Aculco.

    Lo tercero, confieso que espero morir y por tanto declaro que estoy pobre sin tener bienes ni dinero; y que he pagado mucha dependencia que debía mi difunto esposo. Primeramente pagué a don Bartolo Vicente Metzcual treinta y dos pesos que debía mi difunto esposo. Ytem diez pesos que pagué al secretario Hernández Vázquez. Ytem veinte pesos que pagué al señor don Antonio Navarrete, y esta dependencia no la corrió ni la gastó el difunto mi esposo, ni se gastó ni en mí ni en sus hijos, sino que se gastó en la iglesia, en pagar a los padres los tercios que no había de dónde sacar para enterarlos.

    Ytem, vendí todos los cerdos, vacas y ovejas del difunto mi esposo para poder completar los tercios de los mencionados padres.

    Ytem más cincuenta pesos que enteraba cada año para completar los doscientos pesos que se daban cada año a los referidos padres.

    Ytem declaro que siete años estuvo enterando con sus propios bienes, maíz y trigo para la manutención de dichos padres por la necesidad que en todo este tiempo hubo, que bien sabe Dios cómo nos hallábamos y por esto quedamos pobres. Ytem declaro que todas las milpas viejas que sembrábamos, sus cosechas eran para ayuda de todos los gastos mencionados que haría mi difunto marido en la iglesia, y así pido y suplico a todos los señores de República de este pueblo, y también a los venideros, que me ayuden y vean a estos mis hijos, para que a ninguno les quiten las tierras que les quedan.

    Ytem declaro que la tierra de la Piedra Sonadora se la dejo a mi yerno Francisco Miguel para que la mitad de dicha milpa o tierra para Señor San Miguel.

    Ytem la milpa de la Laguna la dejo a mi yerno Francisco Cristóbal para que la mitad de dicha milpa sea para Señor San Miguel.

    Ytem, la milpa de mi difunto hijo Acencio se la dejo a José García y estas mis casas se las dejo a mi hija mayor Gerónima Juana, y una cocina que era por donde sale el sol.

    Ytem, declaro que a la parte del poniente está una milpa de riego, la que dejo a mis dos yernos, en la que caben dos cargas de trigo, la que procuren trabajar para que su fruto sea en culto de Nuestra Señora en todos los años y así se conserve la costumbre que había tenido el difunto mi marido.

    Ytem, declaro que una milpa que está hacia donde se mete el sol, en donde está un capulín, se la di desde cuánto tiempo ha a una hija mía nombrada Petrona.

    Ytem, las casas que están en el pueblo de Aculco que eran del difunto mi esposo se las dejo a todos mis hijos que yo menciono y también a Diego Felipe para que vengan a parar en la cuaresma y días de festividades, pascuas y domingos, y entre todos las habrán de techar y reparar todo lo que se descomponga.

    Ytem, los magueyes que están detrás de la casa los dejo para todos los mencionados hijos, y siempre que quiebren magueyes han de trasponer los hijos para que no se destruyan o acaben, y lo que saliere de los magueyes será para que le digan una misa a mi difunto marido y otra para mi alma, lo que sobrare para que se ayuden todos para su manutención.

    Ytem, una yunta de bueyes la dejo a mis dos hijos para que se sirvan de ella y acarreen leña y también para que siembren las milpas de la Virgen y de Señor San Miguel, para su misas e incienso, y velas, y sirvan mis hijos como sirvió mi difunto marido, pues así lo dejó mandado, y aquí cesa lo que declaro.

    Todo esto que he dicho lo dejo a mi yerno Francisco Cristóbal para que lo cumpla como mi albacea primero, y encargo a estos mis hijos que me sepulten mi cuerpo con misa y responso. Ytem, encargo al mayordomo y diputados de la Cofradía del Santísimo Sacramento que me ayuden o encomienden a Dios.

    Ytem, cuanto he declarado quiero que se guarde y cumpla, y que no lo desbarate nadie, le añada o quite, ni lo tengan por falso. Ytem declaro que mi hijo don Lucas me debe tres pesos que cobrarán para ayuda de mi entierro. Ytem, declaro que todo esto lo oyen mis hijos quienes están de testigos, y sí lo oyó también don Luis Martín Cabrera, Juan de Guzmán y Mercado, y Diego Martín Pérez, quienes lo firmaron en cuatro de abril de mil seiscientos ochenta y cuatro años. = Don Luis Martín Cabrera = Diego Martín Pérez = Juan de Guzmán y Mercado.

    Para empezar a comentar de este documento, hay que señalar que ya he hablado antes en este blog de la familia de la testadora, pues doña Juana María (o Ana María como aparece en otros papeles) y don Alonso García fueron padres de don Diego Felipe García de la Cruz, maestro de capilla del convento de Aculco. Gracias a los detalles que ya conocemos sobre este músico, podemos suponer que la familia, perteneciente a la nobleza otomí (es decir, a los que se solía llamr "caciques" o "principales" y siempre se le anteponía a su nombre el "don" o "doña), era oriunda de Santa María Nativitas (a tres kilómetros al oriente de San Gerónimo Aculco, del que se consideraba entonces barrio y no un pueblo separado), donde estaría la casa en la que habitó y testó Juana María, así como la mayor parte de sus bienes. Esto lo confirma el registro de defunción de la mujer, muerta el 18 de abril de 1684, a la que se califica como "viuda del pueblo de Santa María" (2).

    Era muy frecuente, casi una costumbre o una seña de humildad, que en los testamentos indígenas el testador subrayara su pobreza, tal como lo hizo Juana María. Es difícil aceptar esto fácilmente dado que la mujer dejó a sus herederos casas, milpas, magueyeras y ganados, no obstante, se puede entender esa pobreza relativa en su contexto. Se trataba de una mujer viuda perteneciente a la clase alta indígena que por la muerte de su esposo se había visto en la necesidad de hacer fuertes gastos tanto para cubrir las deudas de éste como para pagar otros conceptos que por costumbre, devoción u obligación del cónyuge tuvo que hacer a la Iglesia. Así, por deudas simples de don Alonso García había pagado sólo 42 pesos, pero por razón de tributos (que es lo que la viuda llama tercios, pues se pagaban a lo largo del año en terceras partes) y manutención de los franciscanos del convento erogó 20 pesos (que había prestado don Antonio Navarrete), todos sus cerdos, vacas y ovejas. Antes había dado 50 pesos anuales (de los 200 que los naturales daban a los religiosos) durante siete años "y por esto quedamos pobres". ¿Por qué don Alonso y luego su viuda cargaban con estas onerosas obligaciones -que correspondían a todo el pueblo, no sólo a ellos- más allá de "la necesidad que en todo este tiempo hubo"?, ¿Qué impedía a otros indígenas, especialmente a otros "caciques" o "principales", cubrir una parte mayor que hiciera menos gravosa la carga para este matrimonio?

    Es curioso también que en esta situación muchos de los bienes que dejó doña Juana María hayan estado destinados a obras piadosas: la mitad de la milpa de la Piedra Sonadora y la mitad de la milpa de la Laguna para el culto del Señor San Miguel; una milpa de riego para el culto de Nuestra Señora; unos magueyes para celebrar una misa anual a ella y su esposo; una yunta para que con parte de su trabajo se sembraran las milpas del Señor San Miguel y de la Virgen, así como misas, incienso y velas. La explicación es que probablemente se trataba de una especie de mandas transmitidas de generación en generación, como dejan entrever las expresiones "se conserve la costumbre que había tenido el difunto mi marido" y "sirvan mis hijos como sirvió mi difunto marido, pues así lo dejó mandado". El testamento de su hijo Diego Felipe García de la Cruz parece confirmar esto, pues él legó también en 1729 "una yunta de bueyes [...] para que le sirva al Señor San Miguel y una milpa que era allá en la Piedra Sonadora [...] como me la dejó el difunto mi señor así se la dejo yo", así como los magueyes del patio de su casa (que quizá eran los mismos de su madre) "a Nuestra Señora de este pueblito [de Santa María Nativitas] para cera e incienso" (3).

    El topónimo Piedra Sonadora muy probablemente es una traducción del otomí, en que se habría escrito, quizá, Zünido. ¿Existirá todavía cerca de Santa María un lugar con ese nombre? El sitio de La Laguna, por otro lado, es un lugar frecuentemente mencionado en documentos antiguos, pero su ubicación es difícil de precisar pues cualquier acumulación natural de agua que haya existido entonces en la zona ha desaparecido. Quizá corresponde al punto en que se construyeron presas más tarde, como la de Taxhingú o incluso la zona de Los Planes, entre Santa María y Aculco, zona sabidamente inundable.

    Entre los otros personajes mencionados en el testamento, sobresale un apellido náhuatl: el de Bartolo Vicente Metzcual -es decir Mixcóatl- aunque no sabemos si el traductor leyó en el original su forma otomí Et'axäkak'ëngüi y lo trasladó a aquella lengua o lo usaba ya en esa forma, haya sido o no un indígena nahua. Don Antonio de Navarrete, por su parte, era un español, en algún tiempo dueño de la hacienda de Totó (1733), que solía actuar como testigo en los asuntos de los naturales y que por lo visto servía también como prestamista. Los tres testigos mencionados al final -Don Luis Martín Cabrera, Diego Martín Pérez y Juan de Guzmán y Mercado- eran también seguramente españoles, que por su calidad solían citarse para certificar con mayor peso la veracidad de un documento.

    Finalmente, es interesante la disposición por la cual la casa de su difunto esposo en Aculco la deja a todos sus hijos "para que vengan a parar en la cuaresma y días de festividades, pascuas y domingos", ocasiones en que seguramente dejaban sus casas en Santa María Nativitas para acudir a la parroquia. Una costumbre que posiblemente compartían muchas familias aculquenses de la época.

     

    NOTAS:

    (1) "México, México, registros parroquiales, 1567-1970," database with images, FamilySearch (https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:939X-DB11-V?cc=1837908&wc=MGVW-GP8%3A164300601%2C164305102%2C165872001 : 21 May 2014), Aculco de Espinosa > San Jerónimo > Información matrimonial 1712-1808 > image 37 of 621; parroquias Católicas, Estado de Mexico (Catholic Church parishes, Estado de Mexico).

    (2) "México, México, registros parroquiales, 1567-1970," database with images, FamilySearch (https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:939X-QL4H-W?cc=1837908&wc=MGNZ-PT5%3A164300601%2C164305102%2C165570901 : 21 May 2014), Aculco de Espinosa > San Jerónimo > Defunciones 1679-1762 > image 14 of 1145; parroquias Católicas, Estado de Mexico (Catholic Church parishes, Estado de Mexico).

    (3) "México, México, registros parroquiales, 1567-1970," database with images, FamilySearch (https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:939X-DB9M-7V?cc=1837908&wc=MGVW-GP8%3A164300601%2C164305102%2C165872001 : 21 May 2014), Aculco de Espinosa > San Jerónimo > Información matrimonial 1712-1808 > image 41 of 621; parroquias Católicas, Estado de Mexico (Catholic Church parishes, Estado de Mexico).

    jueves, 14 de diciembre de 2023

    Recuerdos de un prisionero de guerra en Arroyozarco

    Ernest Vigneaux fue un individuo singular: nació en la ciudad de Burdeos, Francia, hacia 1829 y se embarcó con destino a California a los veinte años. Ahí aprendió inglés y español, fue cazador de pieles y se empleó como peón en los ranchos que bajo el dominio estadounidesense comenzaban a formarse en las tierras que hasta 1848 habían pertenecido a México. Tras cinco años en esas labores Vigneaux dio un paso arriesgado: decidió unirse como secretario e intérprete a la expedición que su paisano, el conde Gastón de Raousset-Boulboun, estaba organizando ni más ni menos que para conquistar Sonora y proclamar su independencia. El conde era reincidente: apenas en 1852 había intentado lo mismo y llegó a tomar Hermosillo, pero al cabo había tenido que rendirse. Esta vez esperaban que los liberales se les unieran, descontentos por el gobierno de Antonio López de Santa Anna.

    La expedición partió de San Francisco el 26 de mayo de 1854. Poco más de un mes después, al llegar a Guaymas, los enviados de Raousset se reunieron con el general José María Yáñez, gobernador y comandante general de Sonora, para intentar conseguir su rendición y apoyo. Las negociaciones fracasaron y el día 13 de julio comenzó el ataque de los invasores, que fácilmente fueron derrotados. Entre los 313 prisioneros que se les tomaron estaba precisamente Vigneaux. Después de unos días en que se les obligó a barrer las calles, acarrear la basura y cavar fosas para enterrar a las víctimas del combate, el general Yáñez decidió sólo mantener en Sonora a Raousset y a los heridos, mientras que al resto de los prisioneros se les envió a San Blas. Desde allí emprendieron un viaje por tierra que los llevó por Tepic, Colima y Guadalajara. En esta ciudad, se permitió que Vigneaux permaneciera casi cuatro meses por hallarse enfermo, mientras sus compañeros proseguían su camino hacia la Ciudad de México. Ahí se enteró con pesar del fusilamiento de Raousset el 12 de agosto. Aunque por sus acciones Vigneaux y otros oficiales de la expedición podrían haber tenido el mismo destino, Santa Anna decretó una amnistía a favor del grupo de filibusteros el 29 de noviembre y se le dio libertad para viajar a Veracruz, donde debía embarcarse hacia su patria.

    El 22 de enero de 1855, Vigneaux partió de Guadalajara en dirección a la Ciudad de México. La ruta era la habitual: Zapotlanejo, Tepatitlán, San Miguel, Silao, Guanajuato, Irapuato, Salamanca, Celaya, Apaseo, Querétaro, San Juan del Río, Arroyozarco, Tepeji del Río, Huehuetoca, Cuautitlán, Tlanepantla y Guadalupe Hidalgo, ya a las puertas de la capital. Entre el 6 y el 14 de febrero estuvo en esta ciudad y se dirigió después a Veracruz, desde donde se embarcó hacia Nueva Orleáns. Aunque su propósito allí era viajar a California, terminó por embarcarse nuevamente rumbo a Francia. Allá escribió sus memorias sobre México y las publicó en 1863 con el título Souvenirs d'un prisonnier de guerre au Mexique, 1854-1855. Aunque el libro pretendía ser precisamente una compilación de sus recuerdos, lo cierto es que empleó muchas fuentes conocidas sobre México para "engordar" su relación, desde Hernán Cortés hasta Prescott y Poinsett, lo que reduce su originalidad.

    Pero vayamos al punto: Vigneaux pasó por Arroyozarco el 4 de febrero de 1855 y escribió algunas páginas sobre ello. Tomemos su crónica desde que atravesaba los llanos de Cazadero, que traduzco desde el original en francés:

    El primer rayo de sol finalmente llegó para iluminar el rostro de mi encantadora anfitriona y advertirme que ya había perdido demasiado tiempo. Felizmente habría pasado allí una estancia de por vida. Había que volver a montar a caballo y alejarse.

    Los grupos de árboles esparcidos por la meseta y en las laderas de las montañas circundantes, dan una fisonomía particular del país. La vegetación arbórea siempre es recibida con alegría por el viajero extranjero en México, y éste no puede hacer menos que mencionar su existencia cada vez que la nota. Los españoles han llevado muy lejos su manía por la deforestación. "El despojo de la tierra agradó, se dice, a la imaginación española; le recordó las llanuras de Castilla, esas mesetas de Europa donde la desnudez del paisaje es un texto de lamentaciones para todos los viajeros". Esta explicación de Prescott tiene su valor, pero se alega otra razón que parece más concluyente y que coincide más con el carácter de los conquistadores: donde había árboles en los campos, los indios voluntariamente dormían a su sombra en lugar de trabajar.

    Esta llanura se llama Llano del Cazadero, en recuerdo de una caza pantagruélica en la que participó el primer virrey, a mediados del siglo XVI. Se emplearon mil quinientos indios para derribar la caza que cayó en el matadero.

    Más allá de la hacienda de la Soledad, el país es irregular; por aquí y por allá cruzamos algún pobre pueblo, cuyas chozas de adobe amenazan ruina.

    A unas doce leguas de San Juan del Río, se levanta inesperadamente un edificio cuadrado de un piso y de nobles dimensiones a los ojos del viajero en medio de un país salvaje, y recuerda aquellos palacios encantados que los caballeros andantes no dejaban de encontrar en medio de soledades más duras. Es un hotel de la empresa de diligencias nacionales. Enfrente, al otro lado de la carretera y el turbulento arroyo que da nombre al lugar, aparecen los muros del recinto de la hacienda de Arroyo Zarco. Rocas, unos cerros coronados de magueyes, algunos fresnos y abetos completan la decoración.

    El patio del hotel es amplio, rodeado de corredores que sostienen una galería igualmente cubierta en el primer piso. La planta superior está dedicada a los viajeros de diligencias, la planta baja al común de mártires; abajo, los cuartos ofrecen sólo el mobiliario primitivo de las posadas ordinarias; arriba, poseen una comodidad que me lleva a pensar que tendré la ventura de pasar la noche entre sábanas blancas, cueste lo que cueste. No había contado con mi anfitrión: el mayordomo me dijo, con gran desilusión mía, que para merecer el favor que pedía era necesario haber pasado por el purgatorio de la diligencia.

    A algunas millas al sur de Arroyo Zarco se encuentra el pueblo de Aculco, junto al que se libró, el 7 de noviembre de 1810, la célebre batalla de su nombre, entre los insurgentes comandados por el cura Hidalgo y los españoles bajo las órdenes de Calleja, en la que estos últimos se alzaron vencedores.

    Las noches son frescas en Arroyo Zarco, se siente el influjo de las montañas. La meseta es elevada: desde Salamanca no deja de ascender. Salamanca se encuentra a 1757 metros, Celaya a 1835, Querétaro a 1940, San Juan del Río a 1978, Arroyo Zarco alrededor de 2200. El Valle de México es todavía más elevado (2277 metros). Se puede formar una idea de lo que significaría la altura de estas llanuras en nuestras latitudes pensando que el Plomb du Cantal, la montaña más elevada de la región de Auvernia, no tiene más que 1856 metros. En la zona tórrida, esta elevación es la garantía de una primavera perpetua.

    Arroyo Zarco se encuentra en el Estado de México, vasto territorio de alrededor de 51 mil kilómetros cuadrados, que es la superficie aproximada de Dinamarca. Su población es de un millón 200 mil habitantes. Tiene por capital a Texcoco y no a México que, en su carácter de capital de la unión, forma con sus suburbios un distrito independiente, gozando de una vida administrativa particular: es el Distrito o Partido Federal. El estado por su parte se divide en ocho distritos: Acapulco, Taxco, Cuernavaca, Toluca, México, Tula, Tulancingo y Huejuta.

    Esta provincia es excesivamente montañosa. Las diferencias de nivel de los llanos y valles crean grandes variaciones de temperatura, y uno encuentra sucesivamente todos los climas y productos de tres zonas. Una multitud de cursos de agua, grandes y pequeños, nacen en los flancos de estas alturas y llevan la fertilidad a los valles.

    Un gran número de volcanes extintos, la configuración del sol, la abundancia de basaltos, obsidiana y otros productos eruptivos, en fin, las riquezas metálicas extendidas por el subsuelo, demuestran que esta región ha sido particularmente atormentada antes por la acción del fuego interior. Uno cuenta no menos de diez antiguos cráteres sólo en el perímetro del Valle de México. El Popocatépetl, la montaña que humea, el Iztaccíhuatl, la mujer blanca, son, sin exageración, los más bellos florones de esta formidable corona. El primero mide 5422 metros. Es, al menos hasta ahora, el rey de la cordillera mexicana. El segundo tiene sólo 5081 metros y cede el paso al Pico de Orizaba (provincia de Veracruz).

    Saliendo de Arroyo Zarco se sigue un camino pedregoso y malo que atraviesa una región accidentada, cubierta de grupos de robles pequeños y aislados. Este debe ser un sitio predilecto de los ladrones, y como me habían prevenido en la fonda de un desagradable encuentro en la sierra de Calpulalpan -este es el nombre de esa pequeña cordillera- viajaba "con la barba al hombro".

    De Arroyo Zarco a México, la ruta transitable por carruajes hace un desvío por el valle de Tula. Yo tomé el camino más directo, más montañoso, por Tepeji del Río. Una planicie bastante salvaje sigue a la sierra. De tanto en tanto se halla alguna triste población rodeada de tierras de labor. Los habitantes tienen un aire hostil. Finalmente, entro a las montañas más allá de las cuales se encuentra el Valle de México.

    Hasta aquí la crónica de Vigneaux. Vale la pena hacer unos cuantos comentarios.

    Como se habrán percatado quienes conocen las descripciones del Hotel de Diligencias de Arroyozarco hechas por Guillermo Prieto, el filibustero francés se inspira en gran medida en ellas. También es claro que algunas ideas las toma de William H. Prescott (a quien cita) y su History of the Conquest of Mexico (1843). Hay en su narración algunos errores, principalmente por los datos anacrónicos que recoge, pero también por descuido: no fueron 1500 sino quince mil los indios que participaron en la cacería que dio nombre al Llano del Cazadero; Aculco no se encuentra al sur de Arroyozarco sino al poniente; Arroyozarco está a 2510 metros de altitud y no 2200; la capital del Estado de México ya no era entonces Texcoco (como lo fue por unos meses en 1827), sino Toluca; la división de la misma entidad ya no correspondía a lo que indica, pues desde 1849 había perdido los distritos del sur para la creación del estado de Guerrero y, en fin, no había tal "hacienda de la Soledad", sino la ranchería de ese nombre que luego se convertiría en el pueblo de Polotitlán.

    Con todo y sus errores, el texto de Vigneaux no deja de ser interesante pues contiene varios datos valiosos para la historia de la hacienda y mesón de Arroyozarco. Me gusta especialmente su descripción del hotel como un "palacio encantado en medio de un país salvaje", así como su narración del frustrado intento de dormir con los "lujos" a los que sólo podían acceder los viajeros de las diligencias. Es, en todo caso, un relato muy entretenido.

     

    FUENTES

    Vigneaux, Ernest. Souvenirs d'un prisonnier de guerre au Mexique, 1854-1855, Paris, L. Hachette et cie, 1863, pp. 467-470.

    Vigneaux, Ernest. Viaggio nel Messico (edición italiana de la obra anterior), Milán, Fratelli Trevis, 1874.

    Suárez ArgÚello, Ana Rosa. "Viajando como prisionero de guerra. Ernest Vigneaux y su travesía por el México de Santa Anna", en Estudios de historia moderna y contemporánea de México, no.27, Ciudad de México, enero-junio de 2004.

    viernes, 24 de noviembre de 2023

    Siete infracciones más al reglamento de imagen urbana de Aculco

    Hace varias semanas escribí algunos comentarios a la nueva casa que se levanta en el número 1 de la calle de Iturbide, justamente a espaldas del Palacio Municipal. Una construcción que a algunos les parecerá bonita, pero que en realidad peca de exceso de altura, falta de proporciones en sus puertas y ventanas, y algunos otros defectos. Pero no sólo es eso: un examen detenido de este edificio nos muestra importantes infracciones al Reglamento de imagen urbana de Aculco. Esto resulta muy lamentable pues uno de los mayores valores que tiene el pueblo de Aculco es -o quizá ya debiéramos decir "era"- precisamente su imagen, a la que debe todos sus nombramientos como Pueblo Típico, Pueblo con Encanto, Pueblo Mágico y en parte hasta el de Sitio del Patrimonio Mundial. ¿Por qué nuestras autoridades municipales toleran esto?, ¿por qué se empeñan en que Aculco pierda su belleza y se convierta en un pueblo común, sin la belleza auténtica que lo caracterizaba?

    Este inmueble se localiza en la parte más importante del centro histórico de Aculco, dentro del área núcleo establecida en la declaratoria del pueblo como uno de los 60 sitios del Camino Real de Tierra Adentro (CRTA) como parte del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Hasta el año 2010 existió ahí una casa antigua, que fue desmantelada poco a poco. Hasta el año 2022, se conservaba su fachada que contaba con elementos importantes y rescatables, entre ellos un balcón. Todo fue destruido en agosto de ese año. Incluyo aquí algunas fotos de esa destrucción:

    El nuevo inmueble construido en ese sitio no conserva nada de aquella casa antigua: ni cantidad o disposición de vanos, ni volúmenes, ni tipo de cubiertas. Incluso la placa de numeración del siglo XIX fue desechada. Infringe además el Reglamento de imagen urbana de Aculco (RIU) en los siguientes puntos:

    INFRACCIÓN 1.

    La primera infracción en esta lista ocurre por la ocupación del suelo, ya que el RIU indica en su artículo 23, fracción III que no todo el predio puede ser ocupado por construcciones, sino que se debe dejar una parte como zona verde. El inmueble incumple con ello:

    III. Toda construcción deberá contar con un área verde la cual podrá ser ajardinada, cuyo porcentaje especificado en la tabla de usos de suelo del Plan Municipal de Desarrollo Urbano como área sin construir, para recarga de mantos Acuíferos y conservación del medio ambiente y no deberá ser menor al 10%. En dicha área verde podrá sembrarse con flores, plantas y árboles de la región, a los cuales se les deberá dar mantenimiento y cuidado permanente por parte de los propietarios.

    INFRACCIÓN 2.

    La segunda violación ocurre por las proporciones y dimensiones de sus vanos. El RIU establece en su artículo 44 que:

    I. Las nuevas construcciones deberán de adecuarse en proporción de macizos y vanos, así como al ritmo colindante y en su caso a la tipología de los inmuebles históricos.

    II. La dimensión de los vanos deberá ser similar a la de los vanos de las construcciones históricas de la zona.

    III. En las fachadas deberán de predominar los macizos sobre vanos.

    IV. La proporción de los vanos en las fachadas de los inmuebles, deberán ser en forma vertical (2 a 1) nunca con proporción horizontal.

    VIII. Los marcos perimetrales de los vanos en la construcción pueden o no tener molduras, debe ser de diseño sencillo, que no compita con las construcciones anteriores, pudiendo ser abultados o remitidos al paño del muro.

    En el inmueble en cuestión, los vanos de la planta alta cumplen relativamente bien con estas indicaciones, si bien su proporción no es estrictamente de 2:1. Sin embargo, incumplen con la fracción VIII, pues su diseño no es de ninguna manera sencillo y sí compite con la sobriedad que muestran la mayor parte de los enmarcamientos de cantera de las construcciones civiles históricas del pueblo.

    Lo mismo sucede en la planta baja, donde los marcos carecen también de la sencillez indicada. Pero, además, en esta planta inferior, como se observa claramente hay otras violaciones al RIU: en conjunto, predomina el vano sobre el macizo (fracción III), la proporción de todos los vanos se aleja mucho del 2:1 (ninguna puede considerarse entrada de automóviles, lo que le permitiría una proporción 1:1), y, finalmente, el ritmo que tienen aquí los vanos no se encuentra en los inmuebles históricos de Aculco (fracción I).

    INFRACCIÓN 3.

    Acerca de los medidores de corriente eléctrica y su ubicación en los inmuebles, el RIU de Aculco establece:

    Artículo 43. Las acometidas de alimentación domiciliaria de luz, agua, teléfono y gas deberán estar localizadas de modo que su efecto visual sobre la fachada sea el menor posible, debiendo enviarse la sobre posición o contraposición a elementos arquitectónicos primarios y ser subterráneas u ocultas; los cuadros de medidores, medidores e interruptores correspondientes deberán siempre localizarse ocultas en cajas o nichos que aminoren su presencia visual. Las acometidas de luz, agua y gas deberán ser autorizadas por la Dirección de Obras Públicas y Desarrollo Urbano.

    En este inmueble, antes que mitigar el efecto de los medidores de corriente eléctrica, se les destacó con un enmarcamiento de cantera, como si se tratara de un elemento ornamental:

    INFRACCIÓN 4.

    Este inmueble tiene una tercera planta parcialmente remetida de la que hablaré un poco más adelante. Ahora, sólo señalaré que esa tercera planta tiene ventanas que se abren hacia el predio colindante, hacia el norte. Esto viola el artículo 57 del RIU:

    Artículo 57. En todas las Zonas, las fachadas de colindancias deberán tener el mismo tratamiento y color que la fachada principal. En las fachadas de colindancia, quedan prohibidas las estructuras visibles y las ventanas y vanos en general.

    INFRACCIÓN 5.

    La construcción de una tercera planta en inmuebles del centro histórico está permitida en el RIU, lo que considero un grave error ya que la mayoría de las construcciones históricas de Aculco tienen sólo dos plantas, y debería corregirse en el reglamento. A pesar de esto, el Bando Municipal 2023, que es un ordenamiento legal superior al RIU, establece en su artículo 81:

    ARTÍCULO 81.- Queda prohibido en la Cabecera Municipal, Zona Conurbada y Vías de Acceso Principales:

    I. Construir edificaciones mayores de dos plantas con estilo arquitectónico diferente al estilo típico de la Cabecera Municipal.

    De manera que la construcción de una tercera planta puede ser cuestionada y debería serlo en este caso. Ahora bien, por sus características y bajo el RIU, esta tercera planta, al estar remetida del plano de la fachada, se consideraría una terraza y le aplican por ello las normas correspondientes a estas, de las cuales inclumple las siguientes:

    Artículo 37. En las Zonas I, II y III, las terrazas techadas generadas con remetimientos deberán cumplir con las siguientes

    I.No podrán tener más de 2.50 metros de profundidad respecto del alineamiento de la calle.

    IV.Las terrazas en nivel superior deberán estar sostenidas por morillos o por vigas de madera con pecho de paloma, se prohíbe terminantemente el uso de elementos estructurales de concreto o de cualquier otro material. Los morillos y vigas de madera podrán ser de madera de tonos oscuros al natural, de madera tratada con aceite de linaza o de madera pintada de color negro mate.

    En las presentes fotografías todavía no se conoce el tipo de cubierta que tendrá esta terraza de la tercera planta, pero nada parece indicar que se tratará de un techo de teja como indica la sugerencia de diseño que aparece en el propio RIU:

    Me cuentan ahora que este inmueble estará coronado por un reloj de las dimensiones que tiene nuestro reloj público de 1904, que no está a más de 200 metros de distancia. Me niego a creer que a alguien se le haya ocurrido esta locura, pero en este Aculco que parece decidido a perder su belleza, a abrazar el mal gusto y a convertirse en algo ordinario cuando fue un pueblo particularmente bello, todo es posible.