martes, 3 de abril de 2018

Seis campanas

Hace mucho tiempo que quiería escribir algo sobre las campanas de la torre de la parroquia de Aculco. Campanas que en su mayor parte ya no suenan, ignoro si debido a las reparación de la torre que lleva ya ocho meses, a la falta de alguien que sepa tocarlas o al simple desinterés. Hace unos días pude subir a la torre, tomar algunas fotografías y revisar sus inscripciones, que nunca había tenido oportunidad de leer por completo. Me encontré con algunas sorpresas: la campana más antigua no se encuentra en el campanario, ninguna de ellas se remonta a la época en que el edificio fue convento franciscano y la campana mayor (que yo creía de 1788, debido a lo asentado en algunas publicaciones) es más reciente, de 1822. Enseguida les reseñaré una a una estas campanas.

Vayamos a la primera de las seis campanas de la parroquia. Ésta no se encuentra en la torre, como las otras, sino en la espadaña de ladrillo que se yergue al lado de la cúpula del templo, hacia el sur. Es la más pequeña de todas, la más antigua y me parece a mí que la más hermosa. En el tercio lleva su nombre: "SEÑORA SANTA ANA", mientras que en el medio pie muestra algunos datos de su fabricación "S[IEND]O CURA D[O]N LO[REN]ZO DIAZ COSTERO ° AÑO 1769". (Don Lorenzo Díaz del Costero, de quien se conserva un retrato al óleo en la sacristía del templo, fue el primer cura párroco de Aculco tras la secularización de 1759, en que dejó de ser convento franciscano.) La parte media de la campana está adornada con una cruz formada por rombos que se yergue sobre una peana dibujada del mismo modo y flanqueada por dos pares de ornamentos en forma de palma. Este tipo de adorno en relieve lo veremos repetirse de manera muy parecida en otra de las campanas.

Continuemos hacia la torre donde nos esperan las otras cinco campanas. Detengámonos primero en la más grande, que se ubica justo al centro del primer cuerpo del campanario, sostenida de su recio yugo de madera por toscos lazos de cuero. El agrietamiento de parte de su cuerpo y una rajadura en su pie sugieren algún defecto de fundición. "NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES" es su nombre y data de 1822.

En ese mismo cuerpo hay un par de campanas menores más. La primera de ellas cuelga del arco norte y está dedicada a SAN JUAN NEPOMUCENO. Su fundición en 1788 indica que pertenece a la etapa de reedificación del templo llevada a cabo por el cura don Luis Carrillo en aquellos años, de la que he escrito antes en este blog. El medio de la campana está ornamentado también con una cruz formada por rombos y un par de "palmas".

La segunda campana menor de este cuerpo asoma al oriente. Su factura es mucho más burda que el resto, y da la impresión de no estar fundida en bronce como todas las demás, sino en hierro (por el óxido rojizco en el borde). Incluso las letras de sus inscripciones son toscas y es difícil descifrar si data del año 1834 o 1854. Su nombre es "SAN LUIS GONZAGA".

Subamos al segundo cuerpo de la torre. Ahí encontraremos un par de esquilones o campanas de volteo que, como su nombre indica, giran alrededor del eje de su yugo y requieren especial destreza para su repique pues su movimiento es peligroso. Parecen ser ambas todavía funcionales en su mecanismo de volteo, aunque estoy casi seguro que nadie las ha hecho sonar en décadas. La que mira al poniente es del año de 1788 y está dedicada a "SANTA BÁRBARA", abogada contra rayos y centellas, lo que hace posible que esta campana se tañera precisamente cuando las circunstancias meteorológicas amenazaban tormenta. Carece de badajo, ignoro si simplemente porque lo perdió o acaso porque se trata de una campana "castigada" por haber ocasionado la muerte de un campanero. La del oriente es del mismo año y está dedicada a "SANTA PRISCA".

Ojalá algún día vuelvan a sonar todas las campanas de la parroquia, porque si materialmente son un patrimonio que se conserva en buen estado, su repicar tradicional es un patrimonio inmaterial ya en vías de perderse.

Una nota histórica a este texto: naturalmente existieron campanas anteriores a las que hoy existen. En 1685, por ejemplo, se recibió al arzobispo Aguiar y Seijas em Aculco con repique de campanas en su visita pastoral. Cuarenta y cuatro años después, en 1729, don Diego Felipe García de la Cruz indicó en su testamento que se había comprado una campana: "cuarenta y tres pesos en dinero que valió la campana que compramos todos en veinte y un pesos y puse veinte y dos más que pusieron los naturales, que hacen cuarenta y tres pesos". Este testamento se encuentra anexo al libro de Informaciones Matrimoniales 1712-1808 del Archivo Parroquial de San Jerónimo Aculco.