domingo, 27 de diciembre de 2015

El portentoso retablo de La Concepción

Una de las mayores pérdidas para el arte mexicano ocurrió desde poco antes de la independencia hasta mediados del siglo XIX, cuando en el afán de poner el interior de las iglesias "a la moda", cientos, quizá miles de retablos de estilo barroco de los siglos XVII y XVIII fueron convertidos en leña y reemplazados por frías y repetitivas composiciones de tipo neoclásico. Y, más allá del gusto artístico, los nuevos retablos fueron erigidos en épocas de gran penuria económica, mientras que los antiguos altares lo habían sido en tiempos de mayor prosperidad, lo que derivó en que casi siempre las iglesias redecoradas al estilo neoclásico resultaran, por decirlo llanamente, mucho más pobres en todos sentidos.

En la parroquia de Aculco y en las capillas de los pueblos que pertenecían a su jurisdicción sucedió lo mismo y en su interior sólo quedaron vestigios de su pasado barroco: algunas buenas imágenes y cuadros, algún viejo sillón, un desvencijado nicho que perteneció a la parroquia en Santa Ana Matlavat... Pero, por fortuna y casi milagrosamente, el más humilde de los pueblos de Aculco, el que era más pobre y por ello no pudo costear esa renovación a la nueva moda neoclásica, conservó su preciosísimo retablo barroco y por ello el de La Concepción es hoy en día el templo con el interior artística, histórica y materialmente más importante de todo el municipio.

Hace mucho tiempo quería dedicar una entrada en mi blog para hablarles de esta joya colonial. Pero, como las fotografías que poseo son de muy mala calidad, había ido postergando el momento de escribir sobre él. Estas fotografías las tomé un Viernes Santo de hace varios años y por ello el retablo se hallaba cubierto con una cortina morada que colgaba del arco del presbiterio y varias de sus imágenes estaban tapadas con lienzos blancos. Si bien aquella penumbra en la que contemplé por primera vez ese portento le prestaba un especial misterio a lo que para mí era un descubrimiento, desafortunadamente las imágenes que tomé con mi cámara resultaron desenfocadas, mal iluminadas y descoloridas. Pero aún así he decidido mostrárselos de una vez por todas por una razón muy sencilla: en una breve plática que tuve el pasado 9 de diciembre con Aurora González Ledezma, presidente municipal electa, me comentó su intención de que durante su período de gobierno se restaure este valiosísimo retablo. No podría estar más de acuerdo con ella: es, sin duda alguna una de las piezas artísticas más importantes de Aculco. Y quiero yo que lo conozcan ustedes, estimados lectores, con su deterioro actual, para que quizá en unos años pueda volver a mostrarlo aquí mismo ya recuperado.

Pues bien, vayamos al retablo.

En la capilla de La Concepción existen diversas inscripciones que establecen la cronología de su construcción y remodelaciones. Una de ellas, que corre siguiendo la curva del arco que separa la nave del presbiterio, muestra la fecha del 28 de mayo de 1721, que en vista del estilo del altar se puede considerar contemporánea suya, o por lo menos su límite temporal inferior. El retablo es, como ya dije, de estilo barroco en su variedad salomónica y de factura popular. Tiene la característica de que en él la policromía de rojos, verdes y azules compite con los dorados dándole un aire particular, distinto de otros altares de su tiempo. Se organiza en un pedestal o predela sobre el que se yerguen dos cuerpos y un remate, divididos en tres calles, una central y dos laterales. Enmarcan estas calles pares de columnas salomónicas -más bien columnas entorchadas- no idénticas, pues las columnas de cada par difieren en color y relieves. Por ejemplo, en las columnas centrales del primer cuerpo, la de afuera es verdosa y cubierta enteramente con decoración vegetal de forma helicoidal; en cambio, la interior es rojiza, con su decoración vegetal que asciende sin enredarse en el fuste y con un pequeño atlantito labrado casi a la mitad de su altura. O, en las columnas laterales del segundo cuerpo, donde la interior lleva un grueso entorchado y la exterior es tritóstila, con el primer tercio adornado con relieves vegetales y el resto estriado.

La base o pedestal del retablo es sumamente interesante. En él se aprecia mejor que en otras partes la proporción entre policromía y dorados. Vemos en esta base predelas pintadas, mascarones que emergen entre volutas labradas, y al centro un interesante cuerpo ochavado con tres nichos y un par de columnitas salomónicas, que pudo ser el sagrario original.

Sobre esta base, el primer cuerpo del retablo nuestra tres nichos sobre los que no puedo hablar mucho pues como se puede apreciar se hallaban cubiertos, pero muy probablemente albergan pinturas con escenas de la vida de la Virgen María. El del centro lleva encima un relieve con par de ángeles que portan una palma y una cruz y sostienen una corona con la leyenda AVE MARÍA. A los lados de este nicho, poco visibles en las fotografías, recuerdo haber visto unos relieves de ángeles turiferarios, es decir, que llevan incensarios.

En el segundo cuerpo, el nicho central, bajo una venera que en vez de remitir a una concha lo hace a un decorado de plumas, como algunos nichos de la fachada de la parroquia de san Jerónimo, está ocupado por la hierática imagen de Nuestra Señora de La Concepción, contemporánea del retablo. A sus lados, un par de columnas parecen disolverse en volutas vegetales y sólo su capitel corintio nos recuerda que son eso, columnas. En las calles laterales de este segundo cuerpo hay dos escenas pintadas: la de la izquierda corresponde a la Natividad y la de la derecha a la Adoración de los Reyes. Ambas tan oscurecidas por los siglos que resulta difícil apreciarlas.

El remate es también hermosísimo: al centro está una imagen labrada en madera del Padre Eterno con corona pontificia que sostiene en sus brazos a Cristo muerto, bajo un cielo de ángeles mofletudos. A cada lado existe una pintura en su grueso marco octogonal, imposibles ya de apreciar por lo oscuras.

El presbiterio que aloja este retablo se halla cubierto por una bóveda bastante irregular que intenta parecer una cúpula y que es probablemente un añadido posterior, pues quizá tuvo una hermosa cubierta plana de terrado y viguería sobre canecillos como la de la nave. Por el techo, el coro y el retablo se puede presumir que en otros tiempos abundó en este sitio la madera.

Seguramente muchos de ustedes ya se habrán percatado de la semejanza estilística entre este retablo y la fachada barroca de la parroquia de san Jerónimo. En efecto, coinciden en estilo y época de construcción. Es más, es muy probable que el interior de esta parroquia contara originalmente con un retablo principal y varios laterales de este mismo estilo. Así, al contemplar este retablo de La Concepción podemos tener una idea, remota quizá pero elocuente, de cómo pudo ser el interior de la parroquia de Aculco cuando estuvo lleno de altares como éste; cuando, al gusto del barroco semejaba seguramente una gruta dorada y policromada -como Santa Prisca de Taxco o Tepotzotlán o Santa María Tonantzintla- que de haberse conservado admiraríamos verdaderamente extasiados.

Espero que hayan disfrutado de este artículo y de los poco más de treinta que a lo largo de este 2015 les he ofrecido en el blog Aculco, lo que fue y lo que es. Aprovecho para desearles un feliz año 2016 y espero que nos podamos seguir acompañando con historias sobre nuestro pueblo durante mucho tiempo más.

martes, 22 de diciembre de 2015

¿Pero qué dice allá arriba?

Si el lector pone atención al observar la fotografía de la torre de la parroquia de Aculco que muestro arriba de estas líneas y sigue mis indicaciones, advertirá fácilmente algo que apostaría le ha pasado desapercibido hasta ahora. Se trata de las curiosas inscripciones con letras rojas que aparecen en la cara interior de las pilastras esquineras, la primera justo a la izquierda de la campana y la segunda encima del barandal de hierro. Más difícil le será sin duda comprender lo que está escrito ahí (como ha resultado también para mí) debido a la altura en que se encuentran, el desgaste de los años y lo enredado de la letra que quizá se remonta hasta el siglo XVII.

Estas inscripciones, ejecutadas con pintura roja, se encuentran en por lo menos cuatro de las ocho caras interiores de las jambas de los arcos que forman el primer cuerpo del campanario, bajo el nivel de la imposta. Fueron ejecutadas sin demasiado cuidado, lo que queda de manifiesto por cierta irregularidad en la ubicación pues antes que buscar colocarlas a alturas idénticas el autor prefirió realizarlas ahí donde existía un sillar suficientemente grande para contenerlas.

La mas legible se localiza en la pilastra suroeste, viendo hacia el norte. Con claridad de advierte en la primera línea el anagrama de Jesús, IHS, con la H coronada por una pequeña cruz. Abajo, con letras más grandes que mezclan mayúsculas y minúsculas, se lee "S. MAthE.o", alusión al discípulo de Cristo y evangelista que parece empezarnos a revelar el sentido de este grupo de inscripciones.

En efecto, en la inscripción de la pilastra noreste, que mira hacia el poniente, se observa, bajo una cruz muy pequeña, el nombre de otro evangelista, "S. Lucas". Pero, desmintiendo la posibilidad de que cada pilastra haya estado dedicada únicamente a cada uno de los cuatro evangelistas, en la segunda línea parece leerse "y Joceph", es decir, san José escrito al uso antiguo pero además con una falta de ortografía poco frecuente. Hasta ahora, pues, podemos pensar que en las otras pilastras encontraremos una combinación parecida de evangelistas y personas de ls Sagrada Familia.

Pero el problema es que la tercera inscripción es casi ilegible como se advierte arriba. En la primera línea podría estar, quizá, un monograma de la virgen María, y la segunda parece terminar con un "nes" o "nes.o" o quizá "res" que no puedo identificar de otra manera que no sea un dudoso "S. Andrés", lo que complicaría el sentido que creíamos haber encontrado pues este santo fue discípulo de Cristo, pero no es uno de los evangelistas.

La cuarta inscripción no despeja ninguna de las dudas, no por culpa suya pues parece estar en muy buen estado de conservación, pero su ubicación en la pilastra sureste, viendo hacia el norte, dificulta sobremanera fotografiarla desde el suelo y sólo pude conseguir hace unos meses una muy mala fotografía tomada desde lo que fue la capilla de la Tercera Orden. Acaso dice ahí "S. Pabl.o" pero es quizá más imaginación que observación. Si fuera así nuevamente aparecerían las dudas, ya que san Pablo no fue evangelista ni discípulo, pero sí apóstol.

Dado que no hay elementos suficientes para plantear una interpretación precisa de a quiénes entre los santos se quiso dedicar este cuerpo del campanario, permítanme lanzar una hipótesis: creo que las inscripciones que vemos son tan sólo un vestigio de las que existieron originalmente y que posiblemente incluían los ciclos de los doce apóstoles, los cuatro evangelistas, los apóstoles Pablo y Bernabé y la Sagrada Familia. Sin duda alguna la anunciada restauración de la torre de la parroquia, que muy probablemente se realizará el próximo año, ayudará a resolver este pequeño misterio.

sábado, 19 de diciembre de 2015

La restauración del portal de peregrinos del antiguo convento de Aculco

El pasado miércoles 9 de diciembre de 2015, el arquitecto Lázaro González Frutis entregó la segunda etapa de las obras de restauración del templo parroquial de Aculco. Estas obras consistieron principalmente en la conservación del portal de peregrinos -cuyos pilares fueron consolidados y sus maderas originales restauradas cuidadosamente- así como en la restauración del antiguo portón del templo. Se trata de una obra que ejemplifica sin duda el cuidado que debe ponerse en este tipo de trabajos: nada de lo que podía preservarse fue retirado, se mantuvo la originalidad y carácter histórico del inmueble y sus elementos fueron tratados para asegurar su conservación durante muchos años más.

El resultado más patente de esta intervención está en la nueva apariencia de las maderas antiguas, lo que resulta evidente al observar esta selección de fotografías del estado anterior del sitio, otras del proceso de restauración y algunas más de la restauración concluida. Ojalá las disfruten.

El portal visto hacia el norte, arriba en su estado original, abajo tras la restauración.

El exterior del portal en 2009 y el día de la entrega de las obras de restauración.

Conservar la originalidad e historicidad del portal de peregrinos exigía mantener las antiguas vigas alabeadas (curvadas) de sus extremos que, salvo esa deformación (que es muy antigua, anterior incluso a la construcción de la planta alta del portal), se hallaban en buen estado. Para lograrlo sin comprometer su estabilidad, se incorporaron estos refuerzos de acero en su parte anterior.

el portón restaurado.

Como ya es habitual en este blog, quiero agradecer mucho su trabajo al arquitecto González Frutis, a Cristina Artigas de Latapí, directora del FOREMOBA por la gestión de recursos federales, y por supuesto al presidente municipal Salvador del Río quien aportó igual cantidad de recursos municipales para la obra. También quiero informarles que está comprometida una tercera etapa de restauración a realizarse en 2016 en la que se intervendrá la torre del templo y esperamos que los trabajos prosigan después hacia otras áreas del antiguo conjunto.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Plazuela ganada y esquina perdida

Desde hace cerca de medio año, quienes llegan o salen de Aculco por el oriente, en dirección a la ciudad de México, se han percatado de la transformación de la esquina que forman la calle Morelos y la calle del Sol, justamente en el punto en que empieza la carretera que lleva a Santa María Nativitas. Es decir, en el ángulo noroeste de lo que nuestros abuelos llamaban la "milpa de Vidó". Este cambio se debe a la remodelación de las construcciones que se hallan en ese sitio para convertirlas en locales comerciales pero, sobre todo, a la apertura de una zona de estacionamiento frente a ellos al retirar parte de las bardas de piedra blanca que se levantaban como fachadas de esa propiedad hacia las dos calles mencionadas.

Aunque me pesa cada vez que cae una más de las típicas bardas de piedra blanca de Aculco, en este caso particular no se trataba de un muro verdaderamente antiguo y el resultado me parece bien logrado. Con el uso de materiales tradicionales de la arquitectura local (como la propia piedra blanca en las fachadas, la cantera de sus seis columnas, las vigas de madera, la teja y el ladrillo), la disposición de los accesos a los locales no demasiado grandes en relación con los muros y con su dintel curvo, la construcción de un portal proporciones adecuadas, el mismo empedrado del área de estacionamiento y la colocación de farolas de buen gusto, la ausencia casi completa de "estridencias" y un ambiente arquitectónico que todos podemos reconocer como muy aculquense, ha surgido en efecto un nuevo rincón agradable en el pueblo.

Esto no significa, por supuesto, que la intervención quede libre de cuestionamientos y críticas. Por ejemplo, en las poblaciones históricas como Aculco el trazo urbano mismo, la disposición en calles y manzanas es parte de su patrimonio. De tal manera, alterarlo abriendo, cerrando o ensanchando calles, disminuyendo o creando nuevos espacios abiertos como plazas, es un daño directo a dicho patrimonio. En este caso, la apertura del estacionamiento ha creado prácticamente una pequeña plaza y con ello le ha quitado una esquina a la traza histórica de Aculco en la que fue -y de cierta manera todavía es- la última y más oriental de las calles del viejo poblado. De igual manera, han desaparecido las placas de cantera con los nombres de las calles que se hallaban en las paredes demolidas y que son de propiedad municipal. También pudo haberse evitado la vista de los tinacos sobre sus azoteas.

En conclusión, aunque no sea más que la zona de estacionamiento de los negocios que en el sito habrán de abrirse, Aculco ha ganado con esta intervención una bonita plazuela. Con ello también ha perdido una esquina de su traza histórica. Si bien en este caso, por el buen sentido de sus constructores, el resultado es favorecedor para la imagen del pueblo, al Ayuntamiento debe tener un poco más de cuidado al autorizar obras de este tipo. Porque, ni más ni menos que enfrente de este mismo lugar está, por ejemplo, una muestra de lo que puede suceder cuando se permiten construcciones parecidas pero prevalece el mal gusto. Me refiero, por supuesto, a los locales que se encuentran nada más atravesar la calle del Sol, donde se derrumbó también hace varios años la barda de piedra blanca sobre la calle de Morelos para crear un estacionamiento y dar vista a los comercios que se encuentran ahí. En este lamentable caso, la construcción resulta una bofetada a la arquitectura tradicional del pueblo: grandes ventanas acristaladas, vigas metálicas que sobresalen a la construcción en la segunda planta, balconada corrida con un feo barandal sobre marquesinas de concreto... y agregados como un pilar de cantera y recubrimiento laminado del mismo material que no logran enmascarar la fealdad un edificio que podría estar en Neza, o en Atizapán, pero nunca debió construirse en el histórico Aculco.