
Hasta fines del siglo XIX el límite oriente de la Plaza Mayor de Aculco quedaba señalado únicamente por los muros con arcos invertidos del atrio parroquial, que precisamente ahí alcanzaban su mayor altura y se mostraban imponentes. Sin embargo, para los ayuntamientos de aquella época, utilitarios y mercantilistas, ese espacio vacio frente a la vieja pared colonial desperdiciaba su gran potencial, ya que siendo la corporación propietaria de la plaza podía vender ahí un solar sin que en ello pudiera haber queja de los vecinos y contribuir así aliviar un poco las siempre vacías arcas municipales. Perdido entonces mucho del respeto hacia la Iglesia y sus propiedades por efecto de la Reforma, y recién estrenado un nuevo cementerio junto a la ermita del Calvario para reemplazar al que albergaba el atrio, seguramente no hubo gran oposición para ocultar aquella vista y privatizar un espacio de la plaza, que perdió así cerca de 500 metros cuadrados de superficie divididos en dos solares.
El solar que quedaba hacia el norte de la escalinata del atrio tardaría todavía muchos años en cercarse y terminarían por instalarse en él las carnicerías, acompañadas de su habitual suciedad, grasosos cazos de chicharrones, fuegos encendidos a la intemperie, etcétera. En cambio, el solar del lado sur fue rápidamente edificado con gran esmero, apreciable en sus detalles de cantería, y el resultado fue una nueva e interesante perspectiva de la plaza, así como el que es quizá el más bello de los portales de Aculco (posteriormente imitado en su gemelo, el Portal de las Carnicerías, de 1974, y en el mucho más reciente y burdo portal nuevo de la Casa de Hidalgo, de 2008).

No sabemos quién sería el propietario original de este edificio, pero debió ser él quien bautizó a la tienda ubicada ahí como "La Primavera". Desde entonces, tienda y portal fueron conocidos con ese nombre, que se ha conservado hasta nuestros días.


Originalmente, la Casa y Portal de la Primavera constaban de una sola planta, por lo que el remate del muro atrial debió ser visible todavía desde la plaza y la torre del Reloj Público de 1904 se apreciaba desde ella en toda su altura. En su interior sólo existía espacio suficiente para la tienda, con sus portadas de cantería labrada, y alguna bodega. Lo más interesente era el ya mencionado portal de inspiración clásica, con circo arcos carpaneles al frente y dos en sus costados, apoyados en pilastras de correcto estilo toscano sin pedestal. En los ángulos, sendos machones de gran gosor se prolongaban un poco más arriba de la cornisa formando un pretil. En las enjutas de los arcos y sobre los vanos se apreciaba una sencilla decoración de rombos incisa en los aplanados.

A principios de la década de 1930, la casa fue adquirida por don Evodio Ángeles Morales, uno de los principales propietarios de fincas urbanas en Aculco por aquelllos años. Fue él quien le agregó una segunda planta (resolviendo así el problema del reducido espacio interior) y dejó testimonio del hecho en una lápida colocada en su costado sur. En un principio, esta segunda planta repetía la disposición de la planta original, es decir, habitaciones en la parte posterior y una galería abierta al frente, con dos cuepos laterales cerrados en los que aparecía repetido el trazo de los arcos de los bajos.


Tal disposición no habría de durar mucho tiempo, ya que don Evodio terminó por cerrar la galería dejando la fachada principal en su disposición actual, con balcones alargados por encima de cada uno de los antiguos arcos. Naturalmente estos cambios afectaron también la fachada posterior, donde se abrieron cuatro balcones y una ventana con cerramiento curvo directamente hacia el atrio, lo que lamentablemente cercenó los arcos invertidos de su muro.

Tristemente, esta segunda etapa constructiva del edificio se efectuó con menos recursos que la original y el resultado quedó a al vista: no hubo más detalles de cantería labrada, sino la mampostería simple. Incluso los sillares de los machones del portal se interrumpen en el mismo punto en el que llegaban originalmente y a partir de ahí se edificaron en piedra blanca cubierta de aplanados. A partir de estas transformaciones la tienda recibió el nombre de "La Reforma de la Primavera", aunque en el uso diario todo mundo siguió refiriéndose a ella con su nombre antiguo.

El Portal de la Primavera tuvo gran presencia cívica a lo largo del siglo XX. Fue el sitio elegido por los Ayuntamientos de la décadas de 1940 a 1960 para efectuar el "Baile Popular" con el que se celebraba cada año el aniversario de la Independencia de México (el otro baile, por invitación, se hacía en la Presidencia Municipal). En sus paredes interiores se colocaba el tablón en el que, todavía en nuestros días, se fija el Bando Municipal y otras disposiciones edilicias. La tienda, por su parte, era un caso extraño, siempre llena de clientes y medio vacía de mercancías. El mal surtido era proverbial: se cuenta que alguna vez don Evodio se negó a vender alguno de los efectos a un cliente, y preguntándole este por la razón le respondió "si se lo vendo hoy, ¿qué venderé mañana?".

Aún así sus bancas siempre estaban llenas de hombres tomando refrescos o cervezas y el mostrador lleno de mujeres comprando. Una de las razones era de índole práctica, pues cuando la lengua otomí aún estaba muy difundida y no existían tiendas en los pueblos y comunidades del municipio, los habitantes de esos puntos acudían a la cabecera los domingos para asistir a misa y realizar ahí sus compras. Y era precisamente esta tienda el único sitio donde los indígenas otomíes eran comprendidos, ya que don Evodio y sus hijos hablaban su idioma. De hecho, ellos deben haber sido los últimos mestizos del pueblo que llegaron a aprenderla. Años después, cuando el otomí ya no era una razón de peso, en los tiempos en que yo la conocí, "La Primavera" seguía a pesar de todo tan llena y tan mal surtida como antes. Si alguien sabe las razones, que me lo explique.
La mermada salud de Gustavo Ángeles Pérez, el hijo menor de don Evodio y propietario de la tienda a su muerte, llevó a que el comercio se transformara hace pocos años hacia el formato de autoservicio, sin cambiar por ello su nombre habitual. Pero el cambio parece haber sido poco favorable económicamente, ya que hace apenas unas semanas La Primavera ha cerrado definitivamente. Se ha perdido así una más de las típicas y últimas "tiendas de pueblo" que antaño significaban todo el comercio de Aculco.


Ahora se han abierto de nuevo las viejas puertas con un restaurante, "El Rincón del Viejo" (que se adivina agradable aunque falto todavía del encanto que sólo el tiempo puede dar), que ha iniciado operaciones con gran entusiasmo por parte de sus propietarios y hasta con promoción en las redes sociales como Facebook. Son definitivamente ya otros tiempos. Ojalá "El Rincón del Viejo" tenga éxito y logre al paso de los años crear su propia tradición como la tuvo la antigua tienda. Y hacemos votos para que, por lo menos, el portal nunca pierda su viejo nombre de "La Primavera".
