miércoles, 22 de enero de 2020

La curiosa reparación de la reja de un balcón

Hace precisamente un año, lamentaba en este blog la desaparición de la porción central de uno de los pocos balcones de fierro colado del siglo XIX que existen aún en Aculco. Con mi habitual pesimismo, imaginaba que la pérdida era definitiva y que así, mutilado, quedaría por un buen tiempo, o que terminaría por ser reemplazado en pocos meses por una reja nueva. Con gusto y alguna sorpresa, el pasado mes de diciembre vi que el balcón había sido reparado y, para bien de la imagen tradicional del pueblo, volvía a verse en su sitio como en otros tiempos.

Días después, al revisar las fotografías que había tomado y comparándolas con otras de mi archivo, advertí que en su estado original la reja constaba de seis barrotes verticales, mientras que ahora sólo pueden observarse cinco, habiéndose ampliado la separación entre ellos para mantener el balance. Aún más: al revisar con atención el barrote central, resultaba evidente que no era antiguo, sino una réplica de los otros que difería ligeramente en ciertos detalles, como el tamaño del cículo central y en los follajes de los extremos.

¿Podía considerarse esto una restauración conceptualmente correcta?

En mi opinión, sí lo es. De las viejas fotografías se deduce que algunos de los barrotes tenían pérdidas y rupturas que probablemente hicieron que dos de ellos fueran irrecuperables. Con sólo cuatro barrotes útiles, habría sido imposible rescatar la apariencia y funcionalidad de la reja, mientras que el añadido de un barrote nuevo solucionaría ambas de manera suficiente, alterando mínimamente la proporción. Ahora bien, al fabricar el barrote nuevo semejante a los antiguos, pero algo distinto como para diferenciarlo, se siguó (quizá inconscientemente) un criterio de restauración generalmente aceptado. Así, el balcón conservó la originalidad de sus piezas con añadidos mínimos, mimetizados pero identificables.

Creo que debemos alegrarnos de que el viejo balcón luzca de nuevo en donde ha permanecido quizá por unos 150 años. Por supuesto muestra ahora más huellas (o casi podríamos decir "heridas") del tiempo, pero también están en él las señales de que es apreciado y que alguien que lo estima procuró su recuperación.