sábado, 12 de enero de 2019

Había una vez dos balcones...

La antigua casa de la esquina de Hidalgo y Rivapalacio, que a fines del siglo XVIII pertenecía a don Faustino Donato Ruiz Peña, el hombre más rico de Aculco en aquel tiempo, era tan extensa que su superficie se aproximaba a los diez mil metros cuadrados: casi una hectárea en pleno centro del pueblo. Su misma enorme superficie propició, sin embargo, que con el correr de los años se fuera fraccionando.

Primero perdió su huerta y corrales (donde contaba inclusive con una pequeña plaza de toros), y después la parte principal de la casa se dividió en dos porciones: la llamada Casa de don Abraham Ruiz y la Casa de los Terreros. Tan importante era la casa original, que estas otras dos formadas por su división fueron todavía por separado dos de las más importantes casas antiguas de Aculco hasta la década de 1980. Porque precisamente en esos años la casa de don Abraham Ruiz fue estúpidamente demolida, mientras que la Casa de los Terreros comenzó en la década de 1990 su propio proceso de desintegración que nos ha dejado prácticamente sólo la fachada de la propiedad, muy maltratada y dividida en accesorias para negocios de bajo calado. Algunos de los interiores (entre ellos su magnífico horno) fueron adaptados para construir el Hotel Hidalgo.

Aquella antigua casa tenía un par de balcones gemelos hacia la calle de Rivapalacio. Aunque idénticos, cuando la casa se fraccionó cada uno quedó en distinta propiedad. Todavía en 1974, cuando se tomó la fotografía que aparece arriba (del lado derecho), estos dos balcones se mantenían en su sitio. Diez años más tarde, sin embargo, la demolición de la casa de don Abraham Ruiz dejó al balcón de la Casa de los Terreros en solitario, como se ve en la fotografía inferior.

Estos dos balcones eran sobriamente hermosos: sin enmarcamientos de cantera, con un repisón sencillísimo (apenas un caveto), toda su ornamentación se concentraba en sus protecciones de fierro colado, característicos del siglo XIX. Eran, de hecho, los más lujosos entre los escasos ejemplos que existen en Aculco de este tipo de herrería. Las puertas que cerraban estos balcones eran, con todo, mucho más antiguas: sus entablerados nos remitían al Virreinato, seguramente al siglo XVIII. Aquí una foto del balcón sobreviviente:

Hace unos días que estuve en Aculco y pude constatar que, lamentablemente, el balcón sobreviviente ha empezado su propio, quizá imparable camino hacia la ruina. Su mejor ornato, la reja que lo cubría, ha desaparecido y sólo quedan en su sitio los laterales. Podría apostar que en algún tiempo veremos también a éstos desaparecer y en su lugar se colocará una reja nueva sin valor alguno. Porque así sucede casi siempre en Aculco, pese a declaratorias y nombramientos. Quede aquí, por lo menos, su historia.