miércoles, 25 de febrero de 2009

La Charra



El pintor costumbrista Ernesto Icaza no sólo dejó en Aculco la maravillosa serie de pinturas murales de la hacienda de Cofradía de la que ya hemos hablado extensamente. También realizó, para el mismo don Macario Pérez Jr., propietario de esa finca, una serie de pinturas de caballete que lamentablemente se dispersó poco tiempo después de la muerte de sr. Pérez, acaecida en la década de 1950.

Según se nos ha asegurado, los cuadros de Icaza de la serie propiedad de don Macario Pérez eran distinguibles por alguna marca con sus iniciales (MP), no sabemos si en las propias pinturas, en sus marcos, o al reverso de las obras. De vez en cuando, dicen, alguno de los óleos de esa colección llega a aparecer en las subastas que organiza la casa Lois C. Morton, y aún las casas de subasta extranjeras como Sotheby's.

Pero, por fortuna, en Aculco se conservó uno de los cuadros de esa serie, quizá debido a que por sus pequeñas dimensiones no fue considerado de gran valor. Su conservación en el pueblo también puede deberse a que se posiblemente se encontraba originalmente no en la hacienda de Cofradía, como el resto, sino en la casa de la familia Pérez en el pueblo de Aculco, conocida como casa del Quisquémel. Una vez que los Pérez vendieron esa casa (lo que debe haber sucedido hacia 1940), todo su menaje fue almacenado en las trojes de la casa de don Urbano Correa, antiguo empleado suyo, situada en la calle de Iturbide. Los Pérez nunca regresaron a Aculco y sus muebles, ropas, pinturas y otros objetos permanecieron en esa casa, deteriorándose hasta perderse casi todos ellos.

El cuadro de Icaza al que nos referimos se conservó colgado en un muro del corredor de la casa de don Urbano, con la intención quizá de imitar el efecto de los murales de los corredores de la hacienda de Cofradía. Sin embargo, expuesto así prácticamente a la intemperie, sufrió daños por el sol, por los insectos y por el agua. Muchos años después, los custodios de las posesiones de los Pérez obsequiaron el cuadro a una de las personas que más estima podían tenerle: la srita. Esther Lara Rodríguez, hija de don Juan Lara Alva, administrador de la hacienda de Cofradía desde 1921 (año en que fue pintado el cuadro) hasta su muerte en 1927.

Este cuadro es, ya lo hemos dicho, de pequeño formato, por lo que casi podría caracterizársele como miniatura. Representa a una yegua colorada, cara blanca, unalba delantera de la mala, con una silla de montar de cantinas cuadradas, fuste buchón, enrreatados blancos (tan del gusto de Icaza), rozadera, sarape negro tras la teja y machete bajo la arción. La yegua, sin jinete, se encuentra atada a una argolla de hierro empotrada en la pared. Es sorprendente el detalle, el preciosismo con el que Icaza ejecutó los arreos y su apego estricto a las normas de la charrería. El cuadro se encuentra firmado en la esquina inferior izquierda y fechado en 1921.

La yegua, asegura la tradición, se llamaba "La Charra" y era una de las favoritas de don Macario Pérez. En efecto, en las cartas de don Macario, conservadas en un copiador en el archivo particular del Dr. Juan Lara Mondragón (propietario actual de esta interesate pintura), aparece con alguna frecuencia el nombre de la yegua, sobre todo cuando su dueño pedía que se la llevaran a la estación del ferrocarril en Dañú para hacer en ella el camino hasta Cofradía, al regreso de sus viajes a la ciudad de México.