domingo, 22 de marzo de 2015

Avenida Hidalgo número 6

A pesar de tantos años de estar interesado en la historia y arquitectura de Aculco, el pasado es tan extenso e inabarcable, son tantas las experiencias particulares ligadas a él, que sin duda sólo he llegado a conocer una mínima parte de todo ello. Contemplar así este interés por Aculco resulta a veces, por lo mismo, frustrante: es una tarea interminable, poco reconocida y cuestionable en sus resultados, que siempre pueden llegar a cambiar a causa de algún nuevo hallazgo. Con todo, y aunque parezca contradictorio, la propia emoción del descubrimiento lleva a continuar y perseverar, a tratar de profundizar más en los temas, a encontrar respuestas aunque uno sepa que serán parciales y llevarán a nuevas preguntas quizá sin solución. Hoy quiero escribir acerca de uno de estos hallazgos, el más reciente para mí.

Los últimos días del año pasado recorría las calles de Aculco, como suelo hacer siempre que piso aquellas tierras, sin rumbo ni plan fijo. Enfilé por la calle Hidalgo y noté una accesoria que nunca había visto abierta -o si la había visto jamás me había asomado a ella- a la que me acerqué con curiosidad. El negocio instalado ahí es un taller de motocicletas, aparentemente sin atractivo alguno. Pero allá en el fondo del cubo del zaguán, medio cubierto el vano por una cortina, se levantaba una maravilla: un precioso arco de cantera rosa cuya existencia en ese sitio preciso ni siquiera hubiera alcanzado a imaginar. Es una lástima que las fotos que tomé, con autorización pero apresuradamente, le hagan poco favor.

La casa del hallazgo es la marcada con el número 6 de la Avenida Hidalgo, que originalmente formaba una sola propiedad con la que hoy lleva el número 8 (donde está al restaurante Camino Real de las Carretas). Es muy poco lo que sé en realidad de este inmueble, por lo que ofrezco una disculpa si me equivoco al tratar de recordar algunos detalles de su historia. Según el censo de 1930, vivían en ese lugar Lorenzo González y su esposa Modesta Correa, con una hija de tres años llamada Petra (las casas de ese lado de la calle, curiosamente, llevaban entonces los números impares y le correspondía el 5). Entiendo que fue propiedad hacia la primera mitad del siglo XX de don Ismael Martínez Arciniega, quien la intercambió con la familia Andrade por su pequeña casita que se encontraba en la esquina de la Plaza de la Constitución y Rivapalacio, sitio que don Ismael aprovechó para levantar su moderna vivienda que hoy casi todos recuerdan más bien como la casa de don Alfonso Díaz. La casa de la Avenida Hidalgo, aunque dividida como ya he dicho, se conserva en manos de los descendientes de aquella familia.

Tampoco es mucho lo que las fotos antiguas dicen de aquella propiedad, pues en las dos que he podido revisar la casa aparece muy alejada y oculta parcialmente por postes de luz. Sin embargo, parece ser que contaba con cubiertas de teja a dos aguas, y en la fachada se abrían con cierto desorden un balcón de cantera en alto (que todavía existe), otro balcón que quizá corresponde a la entrada actual al restaurante y una estrecha entrada en la planta baja.

En su aspecto actual, y sin considerar la casa vecina ya definitivamente separada, la fachada de la casa podría pasar casi desapercibida por el transeúnte, a no ser por aquel balcón en alto que mencionaba antes y que a primera vista parece ser el único resto de antigüedad que le queda, ya reemplazadas sus cubiertas de teja por losas de concreto, abiertas en su fachada otro par de ventanas horizontalmente alargadas, colocadas a diferente altura (lo que produce una sensación de desorden), y con dos accesorias que cierran con cortinas metálicas. Sin embargo, con un poco más de cuidado se verá que a la izquierda, donde hoy se halla una puerta, queda marcado en el muro el trazo de un arco escarzano tapiado de evidente antigüedad también. A pesar de estos detalles, nada anticipa la existencia del arco de cantera al que me he referido al principio de este texto, sobre todo al considerar que por su estilo pertenece al tipo de labrado que se realizó en algunas de las casas más lujosas de Aculco a principios del siglo XX, como la muy cercana casa de don Abraham Ruiz o la hacienda de Cofradía. El arco de esta casa se asemeja mucho por cierto a la arquería del patio de la primera de estas construcciones, que fue desmontada y vuelta a armar en una propiedad cercana al santuario de Nenthé.

Arriba, detalle del arco de la casa de Hidalgo no. 6, elaborada en cantera blanca y no rosa como el resto del arco. Esta combinación de canteras de distinto color se puede observar también en el portal de la hacienda de Cofradía, labrado al parecer por la misma mano en 1917 (abajo).

¿Quién mandó colocar aquel arco? ¿Por qué empleó al cantero más valorado de la época en una casa aparentemente tan humilde? ¿Guarda esta casa otros interesantes secretos, como parecía atisbarse tras la cortina, acaso otros pilares del mismo estilo? Preguntas que quizá algún día, con un poco de suerte, pueda responder.

domingo, 15 de marzo de 2015

La torre que nadie ve

Si dijera así, de golpe y sin mayor explicación, que la parroquia de Aculco tiene dos torres, seguramente quienes conocen este templo y lo ven todos los días pensarían que estoy bromeando. Sin embargo, con un poco de observación y las indicaciones adecuadas, cualquiera puede darse cuenta de que esa segunda torre existe, aunque casi nadie la ve.

¿Pero dónde está esa invisible segunda torre? Pues donde debe estar: al lado derecho de la portada de la parroquia -la torre que todos conocemos está del lado izquierdo- y en un plano retrasado respecto de aquella, lo mismo que su par. La diferencia está en que sus dimensiones son ciertamente menores que las de la torre principal (excepto por su longitud este-oeste, ligeramente mayor), también que carece de un campanario de tres cuerpos como el de la torre mayor, y que se encuentra prácticamente embutida en el cuerpo del curato. Es por ello que resulta muy difícil distinguirla y menos fácil interpretarla precisamente como una torre.

Esta torre tan desconocida parece ser además uno de los más antiguos vestigios del convento de Aculco. De ello da fe la portadilla al estilo del siglo XVI que se halla en su interior y da acceso al coro de la parroquia. Se trata de un prisma rectangular con cubierta plana con su lado menor hacia la fachada (poniente) y cuya altura llega a un nivel intermedio entre las azoteas del convento y la cota más baja de la bóveda del templo. Es complicado interpretar su estructura interior original, pero en su estado actual tiene dos entradas desde el claustro: por la de la planta baja se accede a una bodega (que no conozco porque nunca he entrado en ella), mientras que por la de la planta superior se puede entrar al coro de la iglesia, como dijimos antes, y subir por una escalerilla hasta las azoteas.

La torre se distingue fácilmente en la ilustración más antigua que existe de la parroquia de Aculco: el dibujo de 1838 que varias veces hemos utilizado en este blog. Entonces era más fácil advertirla ya que no se habían construido todavía las viejas oficinas de la notaría parroquial al fondo del portal de peregrinos, como advertí ya en un texto anterior, dedicado al bautisterio viejo. Curiosamente, la torrecilla muestra una cubierta de teja a dos aguas que ya no existe y, aparentemente, una ventila o mirilla en su paramento oeste.

Algunas fotografías a partir de la década de 1950 nos muestran que en esos años se le construyó una espadaña para sostener una campana, parecida a la que existe todavía a un lado de la cúpula de la parroquia. Intencionalmente o no, con ello la torre recuperó notoriedad y es muy probable que en quienes la conocieron con ese añadido advirtieran más fácilmente que hoy en día que se trataba de una construcción con carácter propio. Esta espadaña desapareció en las obras de remodelación de 1974.

Aunque en su uso actual como acceso al coro y subida a las cubiertas del templo y del curato, su presencia se puede explicar fácilmente, creo yo que la construcción de esta torre tuvo otros motivos. Regresemos al dibujo de 1838 y a lo que he empezado ya a esbozar en el texto sobre el bautisterio viejo: la parte baja del actual portal de peregrinos parece haber tenido un uso ritual previo del que, tanto dicho bautisterio como la torre que ahora señalamos, debieron ser parte integral y que limitaban este espacio en sus extremos. Me refiero, como algunos de ustedes ya lo habrán comprendido, a una capilla abierta. En un texto próximo hablaré con más detalle y claridad de esta idea.

domingo, 1 de marzo de 2015

La casa de don Juan García o "Casa del Agujero"

La calle que se llamó de "La Estación" o de "La Estación Mayor" (nombre que la relaciona con perdidas tradiciones religiosas, especialmente las de la Semana Santa), que se extiende apenas una cuadra y hoy lleva el nombre de Allende, es una de las más maltratadas en su patrimonio arquitectónico en el área histórica de Aculco. Tal vez a ello lo condenó el que daban a ella las fachadas posteriores de las tres casas que conforman el lienzo sur de la Plaza de la Constitución, lo que significó que todo ese costado careciera de interés arquitectónico y fuera en su origen sólo una sucesión de gruesos muros sin apenas puertas o ventanas, hasta que ya en la segunda mitad del siglo XX la construcción de la casa de don Ismael Martínez Arciniega (después de don Alfonso Díaz de la Vega), la apertura de una serie de ventanas en la casa de Los Arcos y el uso de algunas accesorias en la Casa del Volcán transformaran -caso todo para mal- su antes anodina fisonomía.

El lado sur de la calle, sin embargo, tuvo mucha mayor relevancia. A ella se abrían sucesivamente y de oriente a poniente, la grande y hermosa entrada principal de la Casa de los de la Vega, una entrada secundaria pero de apariencia mucho más antigua de la misma casa (quizá de principios del siglo XVIII), una serie de accesorias muy sencillas, y finalmente las puertas y ventanas de la casa que perteneció a don Juan García, que se conserva en su descendencia, motivo de este post. La calle se cerraba magníficamente al poniente con la bellísima portada de la Casa de don Abraham Ruiz, que fue desmontada en la década de 1980 para levantar en el solar de esa casa nuevas construcciones tan deleznables que me rehúso a describir. Por el oriente, la casa desembocaba hacia la plaza Juárez, si bien el distinto alineamiento de sus casas sugiere que la calle de Allende fue abierta tardíamente, aunque seguramente aún en tiempos virreinales.

Así, la calle de Allende tuvo su gracia, de la que sólo sobreviven ya algunos vestigios que, de continuar la actitud de indiferencia de particulares y autoridades hacia el patrimonio aculquense, no tardarán muchos años en desaparecer. Pero vayamos a la casa que nos interesa, la que hoy lleva el número 11 y hace esquina con la calle -o más bien callejón- de Rivapalacio, que antiguamente llevó el nombre de Calle del Biombo. En la década de 1930, esta casa era habitada por el matrimonio formado por don Isauro Padilla y Concepción del Castillo, con sus dos hijos Jaime y Jorge. Fue hasta tiempo después, quizá en los años 40 o 50, cuando don Juan García adquirió el inmueble. Pero poco después vendió una fracción del mismo hacia el oriente, donde se encontraba originalmente su entrada principal, lo que le obligó a abrir una nueva entrada que, no sabemos si por falta de recursos o simple desidia quedó por muchos años sólo como un gran hoyo practicado en el muro de piedra. De ahí que la construcción recibiera el nombre popular de la "Casa del Agujero".

Extraña en realidad que esto fuera así, ya que don Juan García era cantero, y entre otras obras a él se le encargó la reparación del Portal de la Primavera cuando dos de sus pilares y alguna otra de sus partes comenzaron a poner en peligro la estructura. Aunque es difícil de averiguar, sospecho que muchas de las portadas de piedra nuevas y reparaciones a las antiguas realizadas en el pueblo entre 1940 y 1960 se deben a su cincel. Y decía que, siendo cantero, resulta extraño que dejara sin una entrada más digna a su propia casa por muchos años. Más tarde, empero, se labró en cantera rosa -sobria y limpiamente- no sólo la amplia portada de dintel curvo, sino las ventanas, balcones y repisones que hoy luce.

Se me ha dicho que don Juan García fue originario de la zona del Tixhiñú y que su familia poseyó en las cercanías un rancho llamado El Capulín. No he podido confirmar estos datos y antes al contrario, parece que el censo de 1930 ubica a su familia viviendo bastante apartados de aquellos lugares, en la ranchería de Fondó. O por lo menos existe una coincidencia de nombres con los de él y su hermano Margarito García.

Ser cantero en una época en la que Aculco vivía, por una parte, la depresión económica que obligaba a muchos de sus vecinos a emigrar, en la que por otra poco o nada nuevo se construía y que en esas pocas nuevas edificaciones comenzaban a aplicarse técnicas más modernas, no debió ser el más demandado de los oficios. Por eso don Juan se dedicó a trabajar sus tierras y especialmente al ramo de la carnicería, que con el tiempo se convirtió en su principal actividad.

En su momento, decíamos arriba, el agujero en el muro que le dio nombre a la casa de la esquina de Rivapalacio y Allende dio paso a una portada de cantera rosa con dintel curvo, al estilo de las que se construían en este pueblo a principios del siglo XX. A su derecha, un balcón que no sabemos si ya existía fue enmarcado también cantera y se le dotó de un repisón recto, sin moldurar. La propia esquina del inmueble, que es la parte de la casa que más conocemos por fotografías tomadas desde la Plaza de la Constitución (pues se "asoma" a ella debido al distinto alineamiento de la calle de Rivapalacio con el portal de la casa de don Alfonso Díaz), perdió una antigua ventanilla que iluminaba, descentrada, los trojes con cubierta de teja que debieron existir sobre las habitaciones de esa parte de la casa. A cambio se abrió una ventana mayor, casi cuadrada, alineada con el vano de la planta baja que daba entrada a una accesoria (la cual que permaneció por años sin mayores transformaciones). Hacia la calle de Allende se abrieron algunos balcones de sencillo trazo.

Vista general de la fachada de la casa de don Juan García en nuestros días. Obsérvese la desaparición del tejado del cuerpo esquinero; sólo ha quedado el perfil inclinado del muro como señal de lo que ya no existe.

Pero ya en las décadas de 1980 y 1990 el inmueble vivió alteraciones menos afortunadas. Prácticamente todo el interior fue rehecho entonces. El perfil inclinado del cuerpo esquinero se mantuvo pese a que, tras él, su cubierta de teja a un agua fue sustituida por una losa plana de concreto. Luego el vano de la planta baja se amplió -respetando por lo menos su enmarcamiento de cantera- casi al doble de su anchura original. De tal manera, aunque la casa de don Juan García se mantiene en pie como uno de los pocos hitos de la calle de Allende digno de apreciarse, es ya sólo casi una remembranza de la construcción original.