martes, 14 de marzo de 2023

Profanación

Debo comenzar por decir que no tengo nada en contra del dueño del nuevo bar El Aguaje, situado en la Avenida Manuel del Mazo de Aculco. Es más, como en todo emprendimiento en el que alguien arriesga su capital para crear valor y riqueza, mi deseo sincero es que prospere y vea crecer su inversión.

Dicho esto, quiero expresar mi indignación porque precisamente ese bar ocupe el predio en el que se levanta desde hace 50 años la capilla de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Este pequeño templo fue construido por la señora María de Lourdes Mondragón de Lara a principios de la década de 1970 y su intención fue mantenerla abierta siempre al culto público. Pero como pasa siempre que las cosas se dejan sin concretar y quedan finalmente al arbitrio de otros, al fallecer su dueña la capillita entró en un largo periodo de abandono del que hablé en este blog, cuando la llamé Nuestra Señora de la Desolación. Ahora, del abandono ha pasado al uso como bar a cielo abierto, con muros de pintados de colorinches, figuras tales como calaveras y luces de neón. Un uso que su antigua dueña difícilmente habría imaginado y que menos aún habría aprobado.

No estoy en contra de que los inmuebles, incluso los que tienen un mayor valor patrimonial o simbólico, se "ganen la vida" con usos que permitan su aprovechamiento y conservación. Pero como en todo, creo que hay excepciones y límites que en este caso considero que se rebasaron.

María Mondragón era mi abuela y por eso me duele tanto que su capilla haya terminado de esa manera, incumpliendo sus deseos y mercantilizando lo que ella sólo quiso como lugar de culto religioso. No sé quién entre mis parientes posee el terreno, o si ya lo vendió y pertenece a otras personas. Pero sin duda hay un responsable moral de este despropósito, alguien que en última instancia simplemente decidió que había que ignorar los deseos de la fundadora de la capilla y hacerle ganar pesos al terrenito, sin importar el carácter del edificio y sin tocarse mucho el corazón sobre el negocio que podía instalarse ahí.

A esa persona, a ese responsable moral (que, repito para evitar malentendidos, no es el dueño del bar) sólo puedo decirle una cosa: maldito seas por propiciar esta profanación.