lunes, 16 de diciembre de 2013

Don Gumersindo Mendoza: un aculquense olvidado

Quizá una de las más difíciles y cuestionadas tareas para el historiador serio es la de conformar listas de personas notables, ya sea de su país o, en el caso del microhistoriador, de su localidad. Siempre faltarán y sobrarán nombres de acuerdo con las opiniones de otros. Invariablemente se olvidará considerar algún campo del actuar humano para hallar a quienes destacaron en él. Y quedarán siempre olvidados quienes llevaron a cabo a lo largo de su vida una labor generosa, grande, pero callada: los que según el consejo evangélico dan con la mano derecha sin que se entere la mano izquierda.

En el caso de Gumersindo Mendoza, el olvido por su nombre y labor viene principalmente de tres razones: la lejanía de su tierra natal desde edad temprana, su dedicación a la ciencia -que en las nóminas de los personajes notables de nuestros pueblos suele soslayarse para incluir políticos, revolucionarios y comparsas-, y la humildad que aún ocupando cargos destacados no abandonó. Pero, sobre todo, Gumersindo Mendoza es desconocido por los aculquenses porque a pocos les importa saber de aquellos que les precedieron en la vida; la mayoría prefiere ver a Aculco como un bonito escenario de diversión, y no como lo que también es (y por lo que ha sido reconocido como sitio del Patrimonio Mundial de la UNESCO): una construcción material y espiritual de siglos.

Poco se sabe del origen de Gumersindo Mendoza. Algunos autores dan como fecha de su nacimiento la de 1829 y otros 1834. Mis esfuerzos por encontrar su partida de bautismo en esos años en los libros parroquiales de Aculco han sido hasta el momento infructuosos. Pero existe una breve semblanza que pronunció en 1896 uno de sus más cercanos colaboradores, el botánico y académico Alfonso Herrera (1838-1901), la que viene a llenar esos huecos en su historia que no conocemos por otros medios:

D. Gumersindo E. Mendoza

En medio de la animación que reinaba, casi nadie se fijó en un grupo de jóvenes que rodeaban y escuchaban con a tención a un hombre casi anciano que con cariño les decía:

"Voy a daros algunas noticias de quién fue el fundador de la Sociedad Farmacéutica Mexicana.

"Había en Aculco, hace muchos años, un niño de humilde cuna que hasta la edad de diez años no conoció más que el idioma paternal: el otomí. Su madre, que era una aldeana, pero de algún criterio, viendo que aquel niño todo lo observaba y que con insistencia se informaba de muchas cosas que no le podía explicar, confió la educación de su hijo al Cura del lugar, con quien aprendió la instrucción primaria y algunas nociones de Gramática Latina. De ahí pasó el referido niño a la Huasteca, donde lo conoció un doctor de apellido Medina, con quien perfeccionó sus conocimientos en el lenguaje de Cicerón. Comprendiendo el Doctor el talento de aquel niñoy lo mucho que se conseguiría dándole una educación conveniente, solicító y obtuvo del gobierno de Toluca una pensión con cuyo auxilio pudo, en la referida ciudad, ampliar sus conocimientos, descollando en todas aquellas materias que en relación estaban con las Ciencias Naturales. En su sed insaciable de ilustrarse, paso entomnces joven a esta capital, rodeado de pobreza tal, que con frecuencia se asociaba conmigo para oir lo que yo estudiaba.

"Después de penalidades mil que sería largo relatar, logró obtener honrosamente su título de Farmacéutico, no cesando por esto en su afán siempre creciente, de arrebatar sus misterios a la ciencia.

"Por oposición fue profesor en la Escuela Nacional de Medicina y en la de Agricultura. Con motivo de haber sido nombrado Director del Museo Nacional se dedicó con notable provecho a la Arqueología y al estudio del Sánscrito, encontrando idéntica significación en muchos vocablos de ese idioma , con muchos del idioma mexicano.

"Además de los idiomas que entonces poseía, logró hablar francés, inglés, alemán y conocía a fondo el griego y el latín. Tal fue el hombre que fundó, secundado por otros hombres de ciencia, la Sociedad de Farmacia y que hoy se yergue altiva, gracias a los desvelos y sacrificios de sus pósteros.

"Brindemos, pues, hijos, a la memoria de D. Gumersindo Mendoza, éste es el nombre de mi biografiado, y aprended de él a ser empeñosos y constantes en el estudio".

Así terminó aquella narración el sabio y modesto profesor D. Alfonso Herrera, pues no otro era aquel hombre, casi anciano, que en un grupo separado de la reunión hablaba cariñosamente a sus discípulos.

Fuente: La Farmacia. Periódico de la Sociedad Farmacéutica Mexicana. Tomo V, México, 15 de septiembre de 1896, núm. 9, pp. 14-16.

Mendoza fue, en 1868, uno de los principales promotores y fundadores de la Sociedad Mexicana de Historia Natural. De 1876 a 1883 fue director del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía. En 1882, en ejercicio de su cargo, junto con el profesor de zoología y botánica Jesús Sánchez y el pintor José María Velasco, redescubrieron, describieron y dibujaron la escultura monumental de Tláloc en Coatlinchán que hoy se exhibe al exterior del Museo Nacional de Antropología. Fue muy cercano colaborador de José Fernando Ramírez y a su muerte publicó la segunda parte del Códice Durán, descubierto por aquél. De su trabajo como director del Museo Nacional, Ignacio Manuel Altamirano (que fue alumno de Mendoza en el Instituto de Toluca) escribió:

México tiene un Museo Nacional que antes estaba muy desarreglado, pero que ha tomado buena forma desde que lo dirige el eminente sabio don Gumersindo Mendoza. Hoy, además de sus colecciones de Historia Natural, que ya existían antes de 1877, colocadas en grandes salones, tienen arregaladas su rica colección de antigüedades y está construyéndose un salón amplísimo para colocar en él los grandes ídolos de píedra que se ven hoy en el patio de la antigua casa de moneda.

Fuente: Ida Rodríguez Prampolini. La crítica de arte en México en el siglo XIX: Estudios y documentos III, México, 1997, UNAM-IIE, pp. 159-160.

En efecto, Mendoza emprendió con la ayuda del Dr. Jesús Sánchez la primera catalogación de las colecciones históricas y arqueológicas del Museo. Muchas son las obras particulares sobre temas farmacéuticos, botánicos y arqueológicos de Mendoza como para intentar consignarlas todas aquí. Mencionaremos sólo su Estudio comparativo entre el sánscrito y el náhuatl (1878) o su Disertación (1872) sobre el otomí.Baste señalar, por ejemplo, que fue designado orador en representación del Consejo Nacional de Salubridad para hablar en las honras fúnebres rendidas a Benito Juárez. En aquella ocasión expresó con fervor patriótico-botánico:

Las hierbas del campo nacen en la primavera, florecen y dan frutos para morir en el invierno; es decir, para transformarse y devolver a la tierra lo que era de la tierra, a la atmósfera lo que era de la atmósfera, y que de ambas había tomado para formar a ser uno; una unidad con vida, y desempeñar un papel determinado en el gran teatro del universo; así pasan, pero no se aniquilan, recorren un círculo perpetuo de transformaciones y de ellas algunas dejaron un recuerdo por la belleza de sus flores o por lo sabroso de sus frutos, y por este recuerdo se conservaron sus semillas y se cultivan con esmero.

Las otras mueren desapercibidas; pero como las primeras, van envueltas en la corriente majestuosa de las transformaciones que son el alma del universo, la manifestación de la actividad divina.

Los hombres, como las plantas, nacen y mueren en cumplimiento de la ley de los perpetuos cambios, y como aquéllas, no todos se distinguen, sólo sobresalen entre los demás por las flores de sus brillantes hechos; entre esos pocos está el eminente ciudadano que desaparece ya de entre nosotros, que paga su tributo como todos los héroes; pero que nos deja una memoria imperecedera.

Fuente: Benito Juárez. Documentos, Discursos y Correspondencia. Selección y notas de Jorge L. Tamayo. Edición digital, México, 2006, UAM.

Gravemente enfermo don Gumersindo Mendoza, no se le quiso desposeer de su cargo y le fué confiada la dirección interina del Museo por tres años consecutivos al Dr. Jesús Sánchez. Desafortunadamente no pudo ya recuperarse y falleció en la ciudad de México en 1886.

 

ACTUALIZACIÓN, 1 de agosto de 2022:

No he logrado encontrar el registro de bautismo de Gumersindo Mendoza, pero si hallé su acta de defunción, la que nos proporciona mucha información interesante sobre nuestro personaje, por lo que la transcribo aquí:

176. Mendoza Gumersindo.

En la Ciudad de México, a las dos y treinta minutos del día 7 de febrero de 1886, ante mí, Wenceslao Briseño, juez del Estado Civil, compareció el ciudadano Felipe Godínez, de México, casado, comerciante, vive en la calle de la Mariscala número 3 y dijo: que ayer a las 8 de la mañana en la calle de la Moneda, Museo Nacional, altos, falleció de reblandecimiento cerebral el ciudadano Gumersindo Mendoza, de San Gerónimo Aculco, Estado de México, de 57 años, farmacéutico, casado con la señora Soledad Fernández, de Sombrerete, estado de Zacatecas, hijo de los finados ciudadanos Lorenzo Mendoza y señora Ana María Ledesma. Se dio boleta para el panteón del Tepeyac. Son testigos los ciudadanos Salvador Sandoval y Severiano Enríquez de las generales del compareciente, con él viven. Leída la presente la ratificaron y firmó el que supo. W. Briseño. F. Godínez.

Gracias a este documento encontré alguna otra información, como la fecha de su matrimonio civil: 14 de abril de 1873.