jueves, 3 de noviembre de 2011

La "casa vieja" de la hacienda de Arroyozarco

Entrada principal a la "casa vieja" de Arroyozarco.

Una de las construcciones cuya pérdida más lamentarán los aculquenses del futuro -suponiendo que ellos tengan un poco más de sentido común que los de nuestros días- es la "casa vieja" de la hacienda de Arroyozarco. Actualmente se le puede ver todavía, destechada y en parte ya arruinada, justo al lado sur de la capilla de la hacienda (ahora parroquia). A pesar de su estado de conservación, la solidez de sus muros, la integridad de la distribución de los espacios (sin construcciones parásitas ni posteriores en su mayoría al siglo XVIII) y la existencia de los planos de la casa en 1768 permitirían con relativa facilidad su recuperación, siempre y cuando hubiera interés y dinero (lo que no creo llegue asuceder). Pero antes de que desaparezca dejemos por lo menos constancia de lo que habrá de perderse.

Vista general de la "casa vieja" como se encontraba en 1985.
Vista general de la "casa vieja" de la hacienda de Arroyozarco, en su estado actual.

Como ya lo he comentado en ocasiones anteriores, el casco de la hacienda de Arroyozarco no constituía un conjunto integrado, sino que estaba formado por una serie de edificios independientes y dispersos: el edificio de "El Despacho", el Molino, el Hotel de Diligencias, el corral de las mulas y la "casa vieja" o hacienda jesuita, de la que formaba parte la capilla de la finca. En esta ocasión omitiré hablar de la capilla pues ya me he referido a ella ampliamente en otro post.

Esta casa formaba un gran bloque rectangular de aproximadamente 50 por 120 metros, orientado de norte a sur y ubicado en las faldas de una loma que se eleva al norte del edificio. Solamente la fachada de la capilla, su atrio o cementerio y los escalones para acceder a él se prolongaban más allá del plano que forma la fachada principal, hacia el oriente.

La disposición interior era en cambio mucho más compleja: se articulaba alrededor de tres grandes espacios abiertos que correspondían, de norte a sur, al patio principal, el patio de la matanza y los corrales, según nos lo muestran los planos levantados en 1768.

Plano de 1768 de la escuadra que formaba la planta alta de la "casa vieja". El norte está a la derecha.

Plano de 1768 de la planta baja de la casa. El norte está abajo donde se levanta, según indica el plano, la capilla.

Levantamiento general de la casa, de acuerdo con los planos y los vestigios existentes.

El patio principal se adornaba en su planta baja con escasos vanos correspondientes a puertas y ventanas y un corredor de cuatro arcos sobre pilastras sin capitel al lado poniente. Alrededor de él se ubicaban el cubo del zaguán, el escritorio y varios cuartos con diverso uso. Al poniente existían los cuartos de aparejo y el sillero y detrás de ellos, alrededor de un pequeño patio, sitios tan disímiles como el gallinero, el almacén de tequesquite y dos calabozos (de hecho en los inventarios aparecen dos pares de grilletes que suponemos se usarían en este lugar). El extremo norte de esta ala estaba ocupado por la nave de la capilla, su atrio y una troje de dos naves sobre columnas cilíndricas.

El patio principal. En la troje que lo separaba del patio de la matanza, destaca el escudo jesuita.

Dos salas y una recámara en la planta alta del patio principal.

Vista del patio del gallinero. El torreón del fondo era un palomar.

Vista del patio del gallinero. La construcción de la izquierda eran las letrinas.

Esta área era la única que contaba con una planta alta, que rodeaba al patio sólo por los lados norte y poniente, y al que se accedía por una escalera de piedra en el lado norte del patio. Ese piso contaba con dos soleados corredores, que miraban hacia el sur y oriente, soportados por pilastras de cantería. Debe haber sido el lugar habitado por los jesuitas administradores y residentes en la hacienda. Contaba con tres salas, dos recámaras, una sala de huéspedes (adornada con una bella portada de tezontle con la característica forma de H y con su clave en forma de róleo, ricamente esculpida), despensa, palomar, cocina, letrinas y almacén además de varios cuartos.

Al fondo, los corredores altos y bajos del patio principal. Sólo el último de los pilares de la planta alta permanece en pie. En primer plano, el corredor que fue anexado a la casa cural.

El pilar que permanece en pie en el corredor alto.

Un inventario levantado en 1776 describe ampliamente el contenido de la “Sala del Administrador”, que seguramente es una de las que los planos detallan en esta área, la cual estaba adornada con varias imágenes de bulto, como un San José con el niño, con potencias, diadema y vara de plata, una Virgen de Loreto con corona de plata y un Santo Cristo pequeño de madera con su baldaquino. Los muros estaban cubiertos por grandes pinturas, como las de Santa María Magdalena y Santa Bárbara, de dos varas de alto, y una de los Cinco Señores, de dos varas y media. Los muebles eran de lo más variado: un reloj despertador con su caja dorada y encarnada, una mesa de dos y media varas de largo con cajón, dos bancas con respaldo, una de ellas servía además de cajón, un par de escritorios, un de ellos de madera de sabino con dos cajoncitos y seis huecos para libros, un baulito viejo, una caja de madera de sabino con chapa, un armero, cuatro pequeñas pilas de agua bendita de estaño, dos escopetas viejas cortas “para caminar” y dos bacinicas de cobre. Cubría el suelo una alfombra grande de colores blanco, encarnado y verde, y los vanos un par de cortinas azules de bayeta.

Tiro de una chimenea en una habitación anexada a la casa cural.

Portada de tezontle de la "sala del administrador" con el característico alargamiento de las jambas, típico de la arquitectura de la capital novohispana en els siglo XVIII.

Detalle del escudo jesuita sobre la clave adornada de la "sala del administrador", actualmente anexa a la casa cural.

El patio principal y el patio de la matanza quedaban separados por una troje de dos naves sobre pilares cuadrados, que ostenta todavía sobre su acceso un róleo en la clave y sobre él un hermoso escudo jesuita de rojo tezontle que lleva la cifra del año 1723. Junto a la troje se hallaba un pasadizo que comunicaba los dos espacios abiertos.

Escudo jesuita en tezontle, en el patio principal. Lleva la fecha de 1723.

El "patio de la matanza", donde debe haberse efectuado la trasquila y sacrificio de borregos, se hallaba rodeado por corredores arcados en tres de sus lados y servía de centro a las áreas propias del trabajo de la lana, que se abrían a un pequeño patio ubicado hacia el poniente. Ahí estaban el cuarto de telares, la bodega de cardadores, la bodega de lana, el cuarto de tinte, el cuarto de tornos y el cuarto del “maestro”. El área de caballerizas separaba este patio de los corrales. En el obraje de Arroyozarco se tejía no solamente la lana producida en la misma hacienda, sino la de las fincas que el Fondo Piadoso tenía en el norte del país, pues consta que el ganado y la lana de las trasquilas de aquellas haciendas era concentrada en este lugar a fin de tener estas mercancías más cerca de la ciudad de México. Sin embargo, en 1767 solamente uno de los seis telares existentes en Arroyozarco era propiedad de la hacienda y estaba desbaratado, el resto pertenecía a un maestro tejedor que los había traído de San Juan del Río y que se ocupaba de fabricar en ellos frazadas, mantas, sayal de mangas, terga y otros textiles. La hacienda le proporcionaba la lana y el algodón, a precio de 2 pesos y 20 reales por arroba respectivamente, y la propia finca compraba su producción (no sabemos si todo o parte), a precio de 6 reales por cada frazada de tres libras y a 8 reales por libra las mantas de dos tercias. Para 1790, el área del obraje en la casa principal de Arroyozarco estaba abandonada y maltratada.

Patio de la matanza. Al fondo existía una arquería parecida a la del lado derecho que ya desapareció. Fotografía cortesía de Benjamín Arredondo.

La existencia del obraje en una zona donde legalmente no se permitía que los indios trabajaran en estos establecimientos, aunada a los grilletes cuya presencia declaran los inventarios, nos hace pensar que bien pudieron ser esclavos de raza negra quienes se empleaban en los telares. En contra de esta posibilidad debe tenerse en cuenta la muy corta cantidad de grillos, apenas dos pares, y el que en los inventarios de 1767 no se mencione ninguna cantidad de esclavos, que generalmente eran numerados en estas listas como si se tratara de cualquier otro objeto o animal perteneciente a las haciendas. Más bien pudiera pensarse que se empleaba ocasionalmente en esta labor a delincuentes que cumplían así sus trabajos forzados, tal como sucedía en muchos obrajes contemporáneos. Lo cierto es que en el año de 1767 todos los operarios eran ya voluntarios, según aseguró el administrador Ecala.

Troje del extremo sur del edificio, modificada en la década de 1920 para servir de casa de máquinas del ferrocarril de la empresa Bucio Timber & Railway Co. De esa época datan sus enormes accesos.

La tercer ala de la casa principal estaba formada por los corrales o macheros, construcción mucho más endeble que las anteriormente descritas, pues aquellas se hallaban construidas de piedra de tezontle y cubiertas con techos planos de viguería y terrado, y estos últimos eran de adobe cubierto por madera y teja (lo cual causó probablemente que no hayan llegado a nuestros días). El amplio espacio de los corrales estaba rodeado por soportales y al centro se encontraban las pilas para que bebiera el ganado. Lo dividía en dos un muro levantado de oriente a poniente.
El exterior de todo el edificio era en extremo sobrio. La fachada principal mira hacia el oriente y por lo que se observa en el plano contaba solamente con cuatro vanos, que correspondían a las entrada al patio de la matanza, al patio principal, a los corrales y la portada de la capilla.

Otra vista de la entrada principal a la "casa vieja" de Arroyozarco.

Adorno de la clave de la entrada principal a la "casa vieja". Muchos de los accesos, arcos y ventanas de la "casa vieja" tenían adornos de tezontle parecidos a éste.

Escudo jesuita en el friso de la entrada principal.

La portada de la entrada principal, tallada en piedra negra de recinto y tezontle, en parte cubierta con aplanado, posee dos gruesas jambas que se prolongan hasta la cornisa, al estilo del siglo XVIII. El espacio sobre el dintel se adorna con un escudo casi ilegible de la Compañía de Jesús en tezontle y dos adornos barrocos del mismo material a los lados. La clave la forma un róleo de rojo tezontle. Por remate contaba con un par de almenas de mampostería, de las que sólo se mantiene la del lado izquierdo en su lugar.

Las demás fachadas carecían casi totalmente de adornos, a no ser los que pudieron ostentar las portadas de algunos vanos y las típicas canales de piedra para desaguar las azoteas.

Patio principal desde el cubo del zaguán.

Este edificio contenía una gran diversidad de objetos según los detalla el inventario de 1767. Para empezar, la biblioteca que hemos descrito en un post previo. Los muebles eran pocos, una caja larga con respaldo, siete mesas, tres papeleras, dos camas de madera, siete sillas de madera y un reloj de sala en los aposentos principales (como la Sala del Administrador, ya descrita). En el almacén había dos mesas y dos sillas. La despensa guardaba un armario, trece bancas, trece sillas, dos equipales y nueve camas. Los inventarios de 1776 añaden algunos objetos ciertamente interesantes: "siete mapas de distintos tamaños en la sala que entra a la sacristía", un mapa más, grande y enmarcado, en el corredor de la casa, un retrato del Marqués de Villapuente, en lienzo de dos varas de altura y sin marco y una imagen de la Virgen de Guadalupe. El inventario de 1790 habla, además, de “dos lienzos historiados” con sus marcos encarnados y dorados de más de dos varas. Para entonces, y seguramente desde tiempo atrás, esta casa contaba también con una huerta en la parte posterior.

Portada con fecha de 1858 que se encuentra en la parte posterior de la "casa vieja". Posiblemente era un acceso a la huerta.

Entrada principal a la casa y un par de ventanas, desde el atrio de la capilla.

Tierras no urbanizadas al sur de la "casa vieja", junto al río.