miércoles, 11 de noviembre de 2009

Ñadó, un monte, una hacienda, una historia



Después de varios -demasiados- meses de espera, por fin ha salido a la luz el libro Ñadó, un monte, una hacienda, una historia, obra ganadora de la Convocatoria de Publicación de Obra 2008, escrito por Javier y Víctor Manuel Lara Bayón y publicado en la Colección Mayor de la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario. Este trabajo es un recorrido histórico de cuatro siglos por la hacienda de Ñadó, la segunda en importancia del municipio de Aculco, que incluye mapas, fotografías y otras ilustraciones, así como un interesante apéndice documental.

Pero no puedo ser yo quien hagamos la reseña de esta obra; por ello, aparte de darles la buena nueva de su publicación, copiamos, para abrir apetito entre los interesados en la historia de esta región, el texto introductorio -sin los errores que le introdujo una desafortunada "corrección de estilo" que no hizo sino trastocar o volver confusos algunos párrafos de esta obra-:

Ñadó en perspectiva

La realidad se ofrece en perspectivas individuales. Lo que para uno está en último plano, se halla para otro en primer término. El paisaje ordena sus tamaños y sus distancias de acuerdo con nuestra retina, y nuestro corazón reparte los acentos.

José Ortega y Gasset, El Espectador.

El paisaje no sólo es entorno, sino memoria. Para quien sabe observarlo, el horizonte guarda las huellas del tiempo con enigmática fidelidad, cambiante y permanente. Bajo el acontecer humano, el paisaje ensancha su condición de escenario y se torna causa, circunstancia y efecto, depósito de razones (o de sinrazones) y de consecuencias, fuente, en fin, inestimable para el estudio de la Historia. Con este sentido, lo mismo al otear el paisaje que al estudiar un viejo documento, la exploración de un trozo de la realidad pasada significa, como observaba Ortega y Gasset, percibir prudentemente las escalas y dispensar con cordial sinceridad los acentos.

En Ñadó, un monte, una hacienda, una historia, dimensión y énfasis se revelan desde el nombre mismo del libro: es el cerro de Ñadó quien brinda al panorama la proporción y el límite, mientras que la profundidad le corresponde a la hacienda y su historia. Como todo atisbo a la realidad, esta obra se funda en una perspectiva personal, conciente además de que sólo puede expresar la parte de verdad que nos corresponde observar a nosotros mismos. Haciendo una analogía, Ñadó es bajo esta perspectiva el cerro tal como se le mira desde Aculco: con la peña y el picacho, con sus grandes cañadas que bajan desde la cumbre, con sus oscuros encinares y el sol poniéndose a sus espaldas. Una imagen sin duda discutible para quien, del otro lado del monte, ni siquiera alcanza a avizorar la peña y ve las luces del amanecer clarear a diario detrás de la silueta de Ñadó.



La perspectiva esencialmente aculquense con la que abordamos esta obra se explica por razones de origen, afectos y una clara intención: es una suerte de hija de Aculco histórico, artístico, tradicional y legendario (H. Ayuntamiento Constitucional de Aculco, 1996) y hermana por tanto de Arroyozarco, puerta de Tierra Adentro (Instituto Mexiquense de Cultura, 2003). Se trata, pues, del tercer tomo de una breve serie que ha centrado su estudio en una pequeña región al noroeste del Estado de México, vinculada estrechamente a las zonas vecinas de los estados de Hidalgo y Querétaro, que en esta ocasión se ocupa de relatar la vida varias veces centenaria de una hacienda ligada al monte que le dio nombre.




Porque Ñadó, en efecto, tiene historia, tragedia y leyenda. Situado el monte sobre la línea mal definida que separaba al Imperio Mexica de los nómadas chichimecas, la hacienda constituida a sus pies y extendida hacia las cumbres se desarrolló desde el siglo XVI y hasta bien entrado el XVIII como un latifundio de propiedad indígena. A principios del siglo XIX, la conmoción de la Guerra de Independencia le alcanzó cuando por sus encinares huyeron los hombres de Hidalgo, derrotados por vez primera en Aculco ante el general Calleja. Pocos años más tarde, en sus cimas se peleó nuevamente por la independencia cuando la natural atalaya se transformó por obra del coronel José Rafael Polo en baluarte de la lucha insurgente. Por aquel fuerte de Ñadó pasó el gobierno y la prensa itinerante de la Junta Nacional Americana de Ignacio López Rayón, y en esos mismos bosques Andrés Quintana Roo escribió la proclama de la primera conmemoración del Grito de Dolores, en 1812. Convertidos en vasta explotación forestal al menguar la centuria, de sus bosques salieron en ferrocarril los miles de pilotes sobre los que se erigieron algunos de los edificios más emblemáticos del Porfiriato en la ciudad de México y los durmientes sobre los que se tendieron cientos de kilómetros de vías férreas. Finalmente, más que la violencia de la Revolución de 1910, Ñadó vivió la rabia del agrarismo: hacia 1937, el 80% de sus tierras habían sido ya adjudicadas a los ejidatarios y el último propietario que poseyó la propiedad entera murió, cuenta la conseja, del dolor que le causó su expropiación.

De manera casi espontánea, esta historia es también una evocación de la vieja toponimia de raíz otomí, nahua y española de la zona, que en muchos casos está ya prácticamente perdida y que mucho esfuerzo nos ha costado reconstruir, aunque sea sólo en fragmentos. Intencionalmente, la crónica no se prolonga más allá de los años cuarenta del siglo XX más que para aportar algunos datos que complementan la descripción del fin de Ñadó como gran propiedad rural y para añadir algún suceso anecdótico que aligera la narración. Señalado este límite, han caído fuera de la demarcación temporal y temática varios aspectos de los que en otra ocasión habremos de ocuparnos. Uno de ellos, quizá de los más sensibles, es la supervivencia entre algunos pobladores de Ñadó de prácticas atávicas y supersticiosas que incluso han llegado al crimen: allá todavía se habla de brujas y alguna pobre mujer ha tenido que pagar con su sangre el miedo y la ignorancia de quienes se creyeron afectados por sus supuestas hechicerías. Punto menos que cuatro siglos atrás, Tláloc parecía demandar nuevamente sacrificios hace no más de treinta años, cuando se murmuraba que las obras de la cortina de la presa de Ñadó se habían atrasado porque aún no se arrojaba ningún niño al agua.

Dado que la hacienda de Ñadó no conservó sus archivos (a excepción de un par de libros de contabilidad que guarda cuidadosamente el actual propietario del casco, Arq. Emilio Alemán), las fuentes de las que se nutre esta monografía son por necesidad muy variadas. Por la importancia de la información que aportan, resultaron particularmente valiosos los documentos provenientes del Archivo General de la Nación, del Archivo General de Notarías del Estado de México y del Archivo Histórico del Municipio de Aculco. Algunos documentos existentes en acervos particulares cobraron singular relevancia, como fue el caso de los Libros Diarios de Contabilidad de 1912 a 1919 amablemente facilitados por el Dr. Humberto Mondragón Barragán, que nos permitieron esbozar un análisis de la economía de la hacienda durante la Revolución, y la Reducción del plano de la hacienda de Ñadó (1920), propiedad de la señora Carmen Mondragón Barragán. Especialmente trascendentes resultaron los papeles del archivo particular del Dr. Juan Lara Mondragón, médico a cuya admirable vocación por la historia local debe mucho este libro, así como los que hemos escrito antes y los que esperamos escribir en el futuro. El componente bibliográfico, si bien estimable, no tuvo en el caso de Ñadó la preeminencia que adquirió en nuestro anterior trabajo sobre la hacienda de Arroyozarco. La tradición oral encontró cabida principalmente como una guía para buscar, organizar y dar sentido a las distintas piezas que conforman este gran mosaico.

Finalmente, para concluir con esta pequeña introducción, sólo nos resta comunicarle al lector que hallará mucha información adicional al texto en las notas al pie, por lo que le convendría no evitar su lectura. Para nosotros es esa, de alguna forma, la manera de acompañarle en los pasos difíciles a lo largo del recorrido histórico por Ñado, monte y hacienda.



La distribución de este libro, como ocurre con todas las obras de la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario, es deficiente y se limita a ciertas librerías de la ciudad de Toluca. Sin embargo, próximamente informaremos aquí mismo del sitio en que podrá ser adquirido en Aculco. Mientras tanto, se puede obtener la versión electrónica de Ñadó, un monte, una hacienda, una historia en el sitio de internet del Consejo Editorial de la Administración Pública del Estado de México.