domingo, 28 de diciembre de 2014

Lo que la Nao de China trajo a Aculco

Desde mediados del siglo XVI, tras la conquista de las islas Filipinas por los españoles y el descubrimiento de la ruta en la que los vientos permitían a los buques retornar desde ahí a la Nueva España, atravesando el Océano Pacífico, se estableció un importante intercambio comercial entre Oriente y Occidente que tuvo como centro al puerto de Acapulco. Ahí se celebraba anualmente una gran feria a la llegada del Galeón de Manila o "Nao de China", en la que se recibían productos como sedas, porcelanas, marfiles, especias, muebles, objetos de concha, carey, etcétera, que eran intercambiados por plata mexicana. Este comercio duró tres siglos e influyó de manera notable en el arte y la artesanía de nuestro país en tiempos del Virreinato. Algunas de estas influencias orientales pueden verse todavía en las cerámicas tradicionales, en las lacas de Olinalá e incluso en los rebozos.

Muchas de esas mercancías, especialmente los objetos suntuarios, se llevaban en recuas de mulas al puerto de Veracruz y de ahí se les embarcaba nuevamente con rumbo a España. Pero también muchas se quedaban en nuestro país, especialmente en las grandes ciudades como México y Puebla. Aquí, esos objetos formaban parte del ajuar de las casas más ricas de la época, así como de los templos que se engalanaban con esculturas de santos de marfil talladas en China o en Filipinas, tibores chinos o japoneses, biombos, rejas, alfombras, ornamentos y lámparas.

De aquellos lujos exóticos, tan apreciados por los novohispanos, quedaron algunas evidencias documentales y un solo objeto material conocido en nuestro Aculco. Sobre las primeras, provienen de los inventarios de la Hacienda de Arroyozarco en 1768 y 1776, por los que sabemos que en la capilla de la finca se encontraba "dos tibores grandes de China" de poco más de media vara (quizá unos 50 centímetros) de altura. Ahí mismo, en el altar mayor, existieron un Cristo de marfil con su cruz engastada en latón y con peana dorada, así como una imagen de la Virgen de la Soledad también de marfil. Estos dos objetos ya habían desparecido del lugar en 1790. En su sacristía se guardaban varios juegos de ornamentos con aplicaciones de seda (que bien pudo venir de Asia), como uno con flores blancas de ese material sobre tela de oro, y otro con flores de seda encarnadas sobre tela de oro y plata. También se guardaba ahí un frontal para el altar bordado en seda. En la tienda que se hallaba instalada en el mesón de Arroyozarco, se comerciaba entre muchos otros efectos con "peines de china" e hilo de seda en el último cuarto del siglo XVIII. (1)

En cuanto al objeto material que sobrevive, sin duda los lectores ya lo habrán observado a estas alturas en las fotografías que acompañan al texto: es una cabecita de marfil y madera de la Virgen María, que por sus características parece ser obra china del siglo XVII inspirada en alguna escultura gótica o renacentista europea. De muy fina factura, esta pieza de unos 15 x 18 centímetros es en realidad sólo un fragmento de una escultura mayor, de cuerpo entero, que pudo haber sido reconstruida varias veces a lo largo de su vida. En su origen, pienso, la imagen era quizá completamente de marfil y pudo corresponder a una Purísima Concepción. Pero en algún momento, seguramente todavía en tiempos virreinales, aquella escultura, quizá a causa de alguna ruptura o deterioro, fue posiblemente cortada en varias partes para reutilizar su material. El fragmento principal habría sido esta cabecita, pero incluso su parte posterior, la menos visible, le habría sido cortada y sustituida, como puede verse, con madera que conserva todavía rastros de dorado, pero con menor calidad en su talla. En esa misma época el cuerpo se le habría reemplazado también por una talla nueva de madera, siendo los restos de cola de la parte inferior evidencias de aquel remiendo.

Más allá del dorado de la cabellera, la escultura guarda todavía restos de policromía en el iris de los ojos y en sus labios que estuvieron pintados de carmín. La corona que luce hoy en día es moderna y de ningún valor, pero la imagen conserva los anclajes metálicos que indican que en efecto lució en cierto momento una corona, seguramente de plata.

Esta bella escultura de marfil, vestigio único en Aculco de las riquezas que venían del Lejano Oriente, se conserva en una colección particular. Aunque en buen estado general, sería deseable que un especialista la revise para evitar su deterioro, pues las uniones entre madera y marfil, hechas con clavos de estos mismos dos materiales, se hallan flojas y el dorado de la madera se está perdiendo. Ojalá su propietario, que tan amablemente me permitió hacer estas fotografías, asegure su conservación por otros siglos más poniéndola en manos de un buen restaurador.

(1) Lara Bayón, Javier, Arroyozarco, puerta de Tierra Adentro, México, Instituto Mexiquense de Cultura, 2003, pp. 73, 75, 98, 105, 359 y 361.

domingo, 14 de diciembre de 2014

De paso por Arroyozarco en 1850

Muchas son las crónicas de viajeros que, desde fines del siglo XVIII y hasta fines del XIX, dejaron constancia de su paso por Arroyozarco en narraciones sueltas, cartas o libros que hoy nos permiten conocer, fragmento por fragmento, diversos aspectos de esta antigua hacienda aculquense. Entre estas crónicas hay una que hallé hace muy poco tiempo, la que se debe a la pluma de Bayard Taylor: un poeta, crítico literario, traductor y escritor de viajes estadounidense que hizo un viaje a California en 1849 (poco tiempo después de que ese territorio pasara a dominio de Estados Unidos tras la guerra con México) y de ahí continuó su travesía hacia nuestro país. Sobre su experiencia escribió un libro, Eldorado, or Adventures in the Path of Empire (Londres, 1857).

En su libro, Taylor narra su breve estancia en la hacienda de Arroyozarco, paso obligado de los viajeros que transitaban por el Camino Real de Tierra Adentro en dirección a la ciudad de México. A diferencia de muchos otros viajeros que dejaron apenas escuetas descripciones del lugar, y que al describir sus edificios se concentraban, si acaso, en el Hotel de Diligencias en el que pasaban la noche, este autor escribió unos interesantes párrafos sobre otra construcción que le pareció interesante: el Despacho, o "bodega principal", como él la llama. Vayamos pues al texto de Taylor:

[Tras salir de Querétaro] Viajamos en coche hasta el pueblo de San Juan del Río, a once leguas de distancia, para el desayuno. En cada puesto de vigilancia del camino se nos dio una escolta fresca, para lo que se nos impuso una nueva contribución de dos reales por cada pasajero. Hacia la tarde, dejando el Bajío, nos encontramos con un amplio y árido llano, plano como una mesa, situado a los pies del monte de Calpulalpan. Una recua de mulas, que acarreaba piedra de las montañas, se extendía a través del valle hasta casi perderse en la perspectiva. Una a una retornaban de la distancia, después de descargar las piedras que habían transportado sobre sus espaldas en toscos marcos de mimbre, para repetir el viaje. La recua pertenecía a la finca del señor Zurutuza, [Arroyozarco] propietario de las líneas de la Diligencia de México, que muestra tanto su prudencia y habilidad en el cultivo de sus tierras como en la disposición de sus puntos de remuda y hoteles. La finca que compró al gobierno mexicano, a un costo de 300,000 dólares, contiene treinta y siete leguas cuadradas, casi todas las cuales son tierra cultivable. Los edificios se levantan en un pequeño valle, a nueve mil pies sobre el mar. La bodega principal [el Despacho] es un cuadrado de 200 pies de lado y sólido como una fortaleza. Una entrada arcada, cerrada por puertas grandes, conduce a un patio empedrado, alrededor de la cual corre una galería elevada con pilares de madera de roble que descansan en bloques de lava [tezontle]. Bajo su protección se almacenan pilas inmensas de trigo y paja picada. En el exterior, un grupo de personas se ocupaban de limpiar los granos en una gran piso circular de mampostería [una era], donde había sido trillado por las mulas y se le separaba de la paja arrojándolo con fuerza al viento. El hotel para el alojamiento de los viajeros [el Hotel de Diligencias], es nuevo y elegante, y una mejora decidida respecto a otros edificios de su tipo en México.

Dormimos profundamente en las varias salas asignadas a nosotros, y al amanecer de la mañana siguiente estábamos en la cumbre del paso de Calpulalpan, cerca de once mil metros sobre el nivel del mar. El aire era delgado y frío; los bosques eran principalmente de roble, de crecimiento lento y madera resistente, y el aspecto general del lugar desolado en el extremo. Aquí, donde las corrientes que bajan hacia los dos océanos se dividen, la primera vista de Popocatépetl, a más de un centenar de millas de distancia, saluda al viajero.

Hasta aquí la narración de Taylor. So quieres saber algo más sobre el edificio de El Despacho, puedes pinchar aquí.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Esto es, precisamente, de lo que no se trata

Desde hace varios meses había pensado en escribir algo acerca de la antigua tienda que a principios del siglo XX se llamó Las Tres Naciones y que fue propiedad del español don Ignacio Zavalla, situada en la esquina de las actuales calles de Allende y Manuel del Mazo, en donde desde hace muchos años se encuentra la primera tortillería que existió en Aculco. La casa que albergaba ese comercio fue habitación del propio Zavalla y tiene las características propias de una construcción aculquense de fines del siglo XIX.

Pese a su importancia arquitectónica, la casa ha sufrido desde décadas atrás diversos daños causados por su antigüedad -como la amenaza de colapso de sus techumbres, que obligó al propietario a incorporar unos desafortunados castillos de concreto en la fachada hacia Allende- pero también por las subdivisiones de su solar, que le arrancaron ya un gran trecho sobre la calle de Manuel del Mazo, en donde se construyeron algunas de las fachadas comerciales más detestables de todo el pueblo.

Fue en la pasada Semana Santa que, planeando escribir el texto del que hablaba al principio, tomé algunas fotografías de esta casa. No adivinaba entonces que sería el último testimonio de como era hasta entonces, pues ahora que volví al pueblo me encontré con que en el extremo sur de la propiedad, e indicando quizá una nueva subdivisión que no era aparente más que quizá en el gran vano que modernamente se había abierto en la planta baja, asomaba una construcción nueva, moderna y lamentable. En la parte en la que existieron las trojes de esta casa, sobre el piso bajo, se abre ahora un balcón de no malas proporciones, pero que simula sus jambas y dintel con cantera laminada.

Esto que le ha sucedido a la casa de Las Tres Naciones es un ejemplo fehaciente de lo que, precisamente, no debería hacerse ni permitirse en las fachadas de nuestro pueblo, presunto "patrimonio de la humanidad", que al parecer nadie respeta ni aprecia, empezando por sus propios habitantes: el partido arquitectónico de una casa antigua ha sido alterado, sobre sus muros asoma una construcción discordante que rompe visualmente el entorno por sus líneas, materiales y color, y se le ha agregado un elemento de falsedad -además de todo fácilmente identificable- a su fachada.

Créanme, por este camino en pocos años mucha gente se preguntará por qué Aculco fue incluido en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO y dentro de algunos años más se le retirará de la lista. Quede constancia aquí de lo que Aculco no supo conservar.

ACTUALIZACIÓN: 11 de octubre de 2014.

Suena raro eso de hacer una actualización cuando aún no he publicado este post, pero no deseo hacer cambios a lo escrito arriba. Solamente mostrarles las fotos que tomé hoy en que se ve la transformación ya consumada. Como verán, el balconcito se cubrió con una puerta de herrería, de diseño semejante a la reja del vano de la planta baja y a éste se le agregó también cantera laminada para simulando su dintel y jambas. Sobre la cornisa se colocó una barandilla que individualmente podría ser hasta agradable, pero que en este contexto sólo aporta un elemento más al caos de las cubiertas de esta casa y un hito de división en lo que es (más bien, fue) uno de los inmuebles históricos de Aculco.