domingo, 22 de junio de 2014

La "gavilla de Encinillas", ¿bandidaje o simple venganza?

Hacia 1890, cuando el régimen porfiriano estaba consolidado, la seguridad de los caminos y en campo se había restablecido gracias a la presencia de la Policía Rural -conocidos por todos simplemente como los "Rurales"-, cuerpo al que desde su creación en tiempos del gobierno de Benito Juárez se le había concedido la facultad de ejecutar sumariamente y sin juicio a cualquier salteador capturado en flagrante delito. Pese a ello, justo en aquel año comenzaron a aparecer en los periódicos de la capital del país noticias alarmantes que señalaban la presencia de un grupo de bandoleros, al que se le bautizó como la "gavilla" o la "cuadrilla" de Encinillas por ser esta ranchería, situada en los límites entre los municipios de Aculco y Polotitlán, el centro de sus actividades delictivas.

Así, el 11 de febrero de 1890, en la primera plana de El Diario del Hogar se publicó una nota acerca de cierto "Asesinato frustrado", que tenía que ver con uno de los personajes más influyentes de la región en esa época, don Macario Pérez Sr.:

Asesinato frustrado

-Excitativa a las autoridades del Estado de México-

Hay en Encinillas, población del municipio de Polotitlán, Estado de México, un individuo llamado Manuel Romero, contra cuya conducta protestarán los vecinos por ver amagadas así su tranquilidad como las garantías que merecen ver aseguradas todos los hombres de bien que sólo aspiran a vivir tranquilos en sus labores.

El deseo de disfrutar de esas garantías es el que hace alzar la voz contra la existencia en dicha población del individuo citado, quien tuvo una cuestión judicial con una familia, en la que el fallo no fue favorable a Romero, por no asistirle razón ni justicia.

Esto enojó a Romero, quien buscó la venganza. Poco después resultó incendiada la casa de aquella familia.

El sr. Macario Pérez, avecindado en Aculco, donde posee algunas propiedades, es persona cuya reputación es generalmente reconocida, y bien conocidos sus antecedentes, pues el Estado todo conoce a dicho señor y lo ha juzgado. El día 12 del próximo pasado enero, en la noche, hallándose el sr. Pérez en su residencia de San Rafael, rancho de su propiedad, acercóse a su casa inesperadamente un grupo de ocho individuos.

Inquiridos por el sr. Pérez sobre visita tan inesperada, fue uno de ellos presentado de entre el grupo a Cándido Calleja, dependiente del sr. Pérez, diciendo que lo presentaba acusándolo de haber lastimado un caballo de Romero que se hallaba haciendo daño en terrenos de San Rafael.

Parece que esto no fue más que un pretexto para introducirse en la casa, y cerciorado el sr. Pérez de la verdad de las cosas, procuró que cada quien quedara en su lugar, y dada por terminada la entrevista, los visitantes se retiraron y todo quedaba al parecer en calma.

Esto, no obstante, el sr. Pérez, temiendo alguna celada, quiso dejar las cosas en su lugar, y al efecto se dirigió a casa del sr. Romero, a fin de cerciorarse si en efecto el caballo estaba lastimado.

Se le dijo que el mal lo tenía el caballo en una pata, y al inclinarse el sr. Pérez a reconocer al animal, oyó un disparo tras de sí; se puso en pie y vio a un hombre que le apuntaba a boca de jarro con una pistola, el cual de inmediato hizo fuego disparándole tres tiros, de los cuales uno le tocó la oreja izquierda y los otros dos le atravesaron la ropa rozando el costado izquierdo.

Dominando el sr. Pérez aquella situación de un solo golpe de vista, se arrojó a luchar a brazo partido y cuerpo a cuerpo con el asesino, al que derribó por tierra desarmándolo, mientras el desarmado gritaba "¡Quítenmelo, que me mata!" Y muy bien que pudo el sr. Pérez darle muerte inmediata; pero no fue así; noble siempre y siempre todo un hombre, perdonó la vida al asesino, dejándolo en libertad para que se uniera con sus demás compañeros.

Aquí terminó el incidente. El sr. Pérez como tenía que ser, informó a la autoridad superior de lo acontecido, quedando bajo la acción de la justicia la averiguación y persecución del responsable de ese delito.

Esto coincide con la ausencia de Romero de dicha población. Nos permitimos recomendar muy especialmente a las dignas cuanto honorables autoridades superiores del Estado de México, no omitan fijar su atención en el acontecimiento a que hemos hecho referencia, esperando que con su reconocida rectitud y energía, pongan coto a los desmanes de la canalla que infesta a Encinillas, dando a los hombres honrados y laboriosos, como el Sr. Pérez, las garantías consiguientes, evitándoles que tengan que hacerse justicia por su mano. (1)

Otros periódicos de la ciudad de México hicieron eco de aquella noticia: el 15 de febrero, el periódico católico El Tiempo publicó una nota en la que resumía el suceso, añadiendo que el agresor estaba ya en manos de la justicia:

Intentona.- Refiere el Diario del Hogar que el 12 del pasado, el Sr. Macario Pérez, vecino de Aculco (Estado de México) estuvo a punto de ser asesinado por unos individuos que, valiéndose del pretexto de la reclamación de un caballo herido, se introdujeron a la casa del Sr. Pérez no siendo en realidad sino con el fin de prepararle una celada infame. Parece que en los momentos de estar reconociendo el caballo del Sr. Pérez, uno de los asaltantes le disparó a quemarropa varios tiros de una pistola; pero con tan mala puntería, que sólo una bala vino a herirlo ligeramente en una oreja. La policía, que ha aprehendido al infame agresor, ya aclarará los hechos. (2)

Por su parte, el periódico de la comunidad metodista de México (a la que pertencía don Macario), llamado El Abogado Cristiano Ilustrado, publicó en su sección "Crónica religiosa" un texto que decía:

El Sr. Macario Pérez, buen amigo y hermano nuestro que residió por muchos años en Arroyozarco, estuvo a punto de ser proditoria y alevosamente asesinado por unos facinerosos de San Rafael, rancho de su propiedad, el día 12 del próximo pasado enero. Sentimos el lance y nos alegramos que ninguna de las heridas que recibió el Sr. Pérez reviste gravedad alguna. Que Dios conserve su vida y castigue a los culpables (3).

A pesar de los buenos deseos y de la noticia de la aprehensión del atacante, las agresiones, según publicó la prensa, no se detuvieron allí: el 21 de mayo de 1890 El Diario del Hogar dio cuenta del asesinato del administrador de los ranchos de don Macario Pérez:

Un asesinato alevoso

El 13 del corriente fue asesinado de la manera más vil e inicua el administrador y encargado de la hacienda de Cofradía y rancho de San Rafael, perteneciente a la Municipalidad de Polotitlán, Distrito de Jilotepec, en el Estado de México. Los asesinos pertenecen a una conocida familia de la Ranchería de Encinillas, y no parece sino que se han propuesto ser el azote de aquellos rumbos, pues ni perdonan medio de saciar su sed de sangre y exterminio, al grado de que las familias empiezan a emigrar, buscando en otra población la garantías que pongan a salvo su vida e intereses.

Como consecuencia del último crimen queda una familia en la miseria, y unos huérfanos abandonados, esperando correr también la suerte de su infeliz padre.

Nos permitimos excitar, una vez más, al Gobernador del Estado de México, a fin de que las autoridades del Distrito de Jilotepec, cumpla con sus deberes, aplicando a los delincuentes todo el rigor de la ley.

Se nos ofrecen mayores informes, por lo cual más adelante, volveremos a tratar este asunto; agregando que ya el Sr. Gobernador tiene conocimiento de este escandaloso suceso y que a los quejosos ha ofrecido proceder en la órbita de sus facultades con toda la energía y actividad que los caracterizan.

Tendremos al tanto a nuestros lectores de lo que sobre el particular ocurra. (4)

Sin embargo, hay evidencias de que esta muerte pudo no haberse dado exactamente en esos términos. De hecho, la partida de defunción del supuesto administrador, Jesús Romero Almaraz, parece contradecir varios puntos de la noticia anterior. El compareciente, Federico Romero, labrador de 24 años, originario y vecino de Encinillas, testificó:

... el martes trece del corriente como a las ocho de la mañana en una riña que tuvo lugar en aquella Ranchería fue muerto por mano homicida su hermano Jesús Romero Almaraz, no indígena casado que fue civil, zapatero y de 38 años de edad del mismo origen y vecindad del compareciente, quedando viuda la señora Guadalupe Romero, no indígena y de 24 años de edad, originaria de Nopala y residente en la misma Ranchería de Encinillas... (5)

Así, su muerte no parece haberse debido a un ataque, sino sólo a una riña. No se trataba además del administrador de don Macario, sino de un zapatero. Y, para remate, su esposa y él tenían el mismo apellido Romero de los presuntos atacantes(que hasta aquí el diario no menciona, pero lo haría en los meses siguientes). ¿Podría tratarse más bien de una venganza familiar (recordemos que don Macario estaba también relacionado familiarmente con esa familia: sus hijos Manuel y Sara los había tenido con doña Velina Romero, y a Macario con doña Rosaura Romero), o por lo menos personal en curso que de agresiones de un verdadero grupo de bandoleros? Muy probablemente sí.

El 19 de agosto de 1890, El Diario del Hogar volvió sobre el asunto. Fue entonces cuando se atrevió incluso a bautizar al real o imaginario grupo delictivo como "La gavilla de Encinillas":

La gavilla de Encinillas

En enero y mayo de este año ocurrieron, y de ello hicimos mención, ataques en las personas de los Sres. D. Macario Pérez, hacendado del Estado de México y su administrador D. Jesús Romero respectivamente.

La agresión de este último le produjo la muerte; fue un asesinato proditorio, ambos hechos llevados a término por un grupo de foragidos [sic] vecinos de Encinillas, apellidados Romero, que han venido siendo un amago para las personas y los intereses.

De esos hechos ha dado cuenta la prensa excitando a las autoridades del Estado de México a cortar de raíz el mal. El resultado de tales excitativas fue que el Sr. Gobernador Villada tomara providencias, que por desgracia no han sido eficazmente secundadas por las autoridades de Jilotepec y especialmente por la de Encinillas.

Prueba de ello es que los Romero y sus compañeros no cesan en sus ataques emprendidos contra los intereses y servidores del Sr. Pérez.

Al asesinato del [...] administrador Jesús Romero, hay que agregar un hecho que acaba de pasar y es el siguiente:

Marchando por el camino real junto a la ranchería de Encinillas, el encargado del Tinacal de San Rafael, de nombre Magín Romero, fue insultado por un vecino de Jilotepec Florencio Yera, perteneciente al grupo de los Romero; este individuo insultó y provocó a una riña al encargado del Tinacal; pero éste, apercibiéndose de que al lugar en que se hallaban se aproximaba el grupo de aquellos bandoleros de Encinillas y recordando la suerte del administrador asesinado por los mismos, se retiró.

Dio parte al Juez de Encinillas, pero éste en lugar de conjurar el peligro, se agrupó al insultador Yera y sus colegas los Romero, y se dirigieron a embriagar, haciendo aquel Juez alarde de amistad con éstos.

Semejante conducta de esta autoridad ha envalentonado a esos individuos constituidos en un verdadero peligro para la gente honrada, al grado de que en el distrito de Jilotepec no se vive con tranquilidad.

En ese concepto, debemos llamar la atención del Sr. Gobernador del Estado de México a fin de que, con energía, ordene la persecución de esos individuos y que las autoridades secunden sus acuerdos encaminados a dar garantías a los gobernados.

Por otra parte, debemos llamar la atención del Inspector de Rurales acerca del deficiente servicio que presta el destacamento situado en Arroyozarco, así en el reciente caso que referimos como en los anteriores acaecidos, pues poca o ninguna ayuda han prestado, como no contribuye en general a poner a raya a los malhechores tantas veces citados y cuyo centro es Encinillas.

Muy probablemente al tomarse nota de estos datos, nos informará la Gaceta del Estado de México de las medidas que dicte el Sr. Villada: quedamos pues, esperando esa noticia. (6)

Esta narración me convence aún más de que tal gavilla no existía. No se trataba de ladrones que atacaran indiscriminadamente a la población, sino de un grupo específicamente antagónico a Macario Pérez. Incluso la manera de buscar el enfrentamiento con los empleados de éste no parece el de delincuentes gratuitos. Aun la falta de acción de los rurales de Arroyozarco mueve a preguntarse si en realidad existía una razón para que ellos actuaran y no la autoridad común. Fue el comentario sobre el "deficiente servicio" de los rurales en la nota anterior lo que movió a una respuesta precisamente en ese sentido por parte del Inspector de Fuerzas Rurales, Francisco M. Ramírez:

Sobre la cuadrilla de Encinillas

Carta del Inspector de Fuerzas Rurales

Oficina, agosto 19 de 1890.- Señor Director del Diario del Hogar.- Presente.

Muy señor mío:

[...]

A reserva de lo que el periódico oficial del Estado de México diga, respecto a la existencia de esa gavilla, de que el que suscribe no tiene conocimiento alguno, creo de mi deber manifestar a vd. que, en ningún caso, puede la policía rural obrar en oposición a las autoridades locales, ya del orden político, ya del judicial, y, del caso de que se habla, de la riña a que provocaba un vecino de Jilotepec al encargado del tinacal de San Rafael, tomó conocimiento el juez de Encinillas y no se dice que los quejosos recurrieran al auxilio de la fuerza rural, que, seguramente, lo habría prestado, como lo presta en todos los casos en que se le pide.

Por otra parte, sabedor el que suscribe de que, por cuestiones que no es el caso señalar aquí, el Sr. Macario Pérez, el hacendado de que el articulista habla, o sus dependientes pudieran ser agredidos, he dado al primero, a fines del año próximo pasado o principios del presente, una carta para que el encargado del destacamento de Arroyozarco, una carta en la que prevenía a este jefe que le prestase los auxilios que necesitara, única cosa que él solicitó de mí y que era lo que estaba en mis facultades otorgar; pues las fuerzas de la federación no pueden intervenir en los detalles de la administración interior de los Estados.

Por causas muy locales no es raro que se formen grupos, en las poblaciones pequeñas, para hostilizar a determinadas personas o a determinados intereses y, acaso, a este móvil haya obedecido la formación del grupo, si es que existe, de los Romeró [...]; pero, mientras estos no recurran a las vías de hecho, las fuerzas rurales no pueden proceder contra ellos, como, acaso, podría proceder la autoridad judicial [...].

Desde el momento en el que proveí a dicho Sr. Pérez del documento de que he hablado, a él tocaba, como a interesado, graduar la oportunidad del momento y la gravedad del peligro que podría ocurrir para solicitar el auxilio de la fuerza rural, y si así no lo ha hecho, seguramente que de ello no es responsable ni esta Inspección ni el destacamento de Arroyozarco, que, como todos los de rurales, está listo para hacer el servicio que se le ordena [...]. (7)

Unos cuantos días después El Diario del Hogar regresó por última vez al asunto. Pero entonces el tono de alarma había disminuido notoriamente, había cesado en su cuestionamiento a la autoridad (excepto al juez de Encinillas) y aceptaba que no existía tal "cuadrilla de Romero". Incluso parecía darse por satisfecho con la aprehensión de sólo dos de los antes llamados "forajidos":

La seguridad en Jilotepec

La Gaceta del Estado de México, después de reproducir nuestro escrito referente a una agresión frustrada con el encargado del Tinacal de San Rafael por un compañero de los Romero, familia pendenciar y peligrosa radicada en Encinillas, del Distrito de Jilotepec, nos ha informado que en aquella Ranchería no existe cuadrilla alguna de bandoleros, que hay absoluta seguridad y por parte de las autoridades empeño en conservar el orden.

No nos sorprende esto último, cuando los primeros hemos reconocido el empeño del Sr. Gobernador Villada y principales funcionarios del Estado porque en él se disfrute de garantías; precisamente por eso nos pareció desusada la lenidad del Juez de Encinillas en el último suceso, motivo de estas líneas.

Ahora bien, nadie ha asegurado que existe la cuadrilla de Romero recorriendo cierta zona en armas; lo que aseguramos fue que radicada esa peligrosa familia en Encinillas, constituye un amago para la gente honrada y que por ello urge tenerla a raya. A ese fin excitamos a las autoridades del Estado de México y al Jefe de la Fuerza Rural de Arroyozarco, cuyo Comandante radicado en San Juan del Río a lo que parece ha sentídose molesto porque dijimos que era deficiente la vigilancia de aquella sección.

Afortunadamente el empeño de las autoridades de Jilotepec ha estado ya a la altura de los primeros funcionarios del Estado y así podemos ahora anunciar que dos de los autores del proditorio homicidio perpetrado en la persona del Administrador de una de las haciendas del Sr. D. Macario Pérez y cuyos reos son miembros de la familia Romero, de Encinillas, han sido reducidos a prisión y en breve se les sentenciará. Esto es ya un motivo de tranquilidad, que adjudica un encomio a esas autoridades y una excitativa para que persistan en la tarea de imponer orden a los que pretendan reincidir en sus fechorías. (7)

Hasta aquí, si bien parece haber quedado claro que se trataba simplemente de venganzas locales y no del surgimiento de una auténtica banda armada como en algún momento supusieron los diarios capitalinos (seguramente por influencia del propio Macario Pérez), sólo hemos escuchado las voces que acusaban a los Romero. Pero esta familia tenía su versión de los hechos, misma que publicaron en julio de 1890 en un folleto titulado Proceso de don Macario Pérez ante el tribunal de los hombres honrados (9). En este documento, firmado por José Romero (hermano de Manuel, todavía entonces prófugo), y por el abogado Lic. M. Mejía, se afirma de Pérez que "su vida entera es una larga cadena de asesinatos, plagios estupros, raptos y otros excesos; pero ¿quién se atreve a quejarse de ellos, a denunciarlos a la justicia, a declarar contra el culpable, a ministrar todas las pruebas del delito, cuando vemos la impunidad de que viene gozando desde hace muchos años, unas veces porque las autoridades del Distrito son sus compadres, otras porque le temen y otras por el singular y extraño fenómeno de ver las cosas al revés de como el mundo las ve, tomando por criminales a los ofendidos y por agraviados a los mismos ofensores?". En efecto, la narración de los hechos del 12 de enero de ese año es distinta en términos de culpabilidad a la publicada en los diarios:

Manuel Romero se quejó la tarde de aquel día al Juez auxiliar de la ranchería de Encinillas, de que Cándido Callejas, dependiente de Pérez, le había lastimado un caballo con actos de bárbara crueldad. El Juez hizo comparecer a su presencia a aquel sujeto, y pasada la averiguación puramente verbal relativa al caso, en la que ambas partes convinieron pasarse al siguiente día ante las autoridades de la cabecera, determinó acompañarlo hasta la casa de su amo, la que por pura malicia había dejado sola y abierta, para hacer constar que nada se había extraviado de ella. El respeto y atenciones que ciertos reyezuelos de aldea se hacen tributar de los sencillos labradores movieron al Señor Juez auxiliar a dar a Pérez, que se encontraba ya en su finca, una especie de satisfacción por el llamado de Callejas. Pérez recibió esa satisfacción con su acostumbrada altanería; afeó y censuró la conducta, demasiado prudente y justificada de la autoridad, y dándose por ofendido con los procedimientos empleados con su dependiente, descubrió su mala voluntad hacia mi hermano Manuel, a quien viene persiguiendo de algún tiempo a esta parte, como se verá después, con un odio implacable.

Retirada la autoridad y llegadas las altas horas de la noche [...] Macario Pérez, a caballo y armado, se dirige resueltamente a mi casa en compañía de su cómplice Cándido Callejas; llaman al zaguán que por la sorpresa se les abre irreflexivamente; echa pie a tierra don Macario y penetra al interior del patio sin ser invitado a entrar por ninguna persona de la casa. Como disimulara sus criminales intentos fingiendo y manifestando deseos de ver el caballo lastimado, creyendo yo en la sinceridad de sus intenciones aunque me preocupaba lo inoportuno de tales reconocimientos, vuelvo a las piezas interiores por una linterna, diríjome a mi regreso delante de él hacia la caballeriza creyendo que me seguiría don Macario; pero me sorprende de repente una detonación y luego otra que me deja azorado. Vuelvo la cara hacia atrás y aunque la lámpara apagádose descubro a don Macario y a Manuel rodando por los suelos empeñados en lucha terrible. Corro hacia ellos para apaciguarlos, y entre tanto procuro yo separarlos se acerca Callejas para prestar auxilio a la agresión de su amo; y sin duda habría dado muerte a Manuel si yo no lo hubiera detenido, o él no hubiera temido herir a don Macario que cubría con su cuerpo el de Manuel. Cuando éste siente la presencia de otro enemigo que le arrebató de la mano izquierda su pistola, pues con la otra sujetaba la de Pérez, , hace un esfuerzo supremo, se desprende de Macario, párase violentamente, se arroja sobre Callejas, le arrebata una pistola y echa a correr para salvar su vida ante un peligro inminentísimo. Todavía Pérez le sigue a balazos, pero las sombras de la noche lo protegen [...].

¿Qué pasó entre aquel hombre y mi hermano en el momento de las detonaciones? Sólo Dios y ellos lo deben saber bien, porque nadie presenció el encuentro: ni el mismo Callejas, por impedírselo la oscuridad de la noche. Pero según Manuel, de cuya veracidad no puedo dudar, al oír el tropel de los caballos a horas tan avanzadas en el zaguán de la casa, sospechó que algún peligro amenazaba a la familia y mientras yo salía ver qué sucedía [...] él buscaba una pistola vieja que en la casa tenía. Habiéndola encontrado se dirigió también al patio, pero al ser descubierto por Pérez, que parecía estar esperándolo, éste le disparó un tiro y luego otro. Manuel también disparó sobre él, pero como no dio fuego su pistola tuvo que arrojarse sobre su adversario y emprender con él una lucha muy desventajosa, por cierto, para desarmarlo.

¿Quién sería, pues, el ofensor y quién el ofendido? A 124 años de distancia de aquellos enfrentamientos, resulta muy difícil averiguar quién tenía razón en la disputa. Es claro que don Macario Pérez tenía bastantes enemigos, producto de su carácter y actos personales, así como de sus creencias religiosas protestantes, pero seguramente también a causa de sus decisiones como administrador de la hacienda de Arroyozarco (puesto que en 1890 ya había abandonado), y todo ello le pudo haber acarreado un ataque como el que describió. Pero también resulta evidente que don Macario no era ninguna "hermana de la caridad", que tenía gran influencia sobre las autoridades así como los editores de El Diario del Hogar y bien pudo ser que los sucesos acaecieran tal como los relató Romero. En todo caso, estos hechos nos permiten abrir una pequeña ventana hacia los tiempos del porfiriato en esta zona, que no fueron tan pacíficos como a veces suponemos. Estas enemistades, acumuladas por décadas, aflorarían con violencia años después, en tiempos de la Revolución y la Reforma Agraria.

NOTAS

(1) El Diario del Hogar, 11 de febrero de 1890, p. 1.

(2) El Tiempo, 13 de febrero de 1890, p. 2.

(3) El Abogado Cristiano Ilustrado, 15 de febrero de 1890, p. 29.

(4) El Diario del Hogar, 21 de mayo de 1890, p. 2.

(5) Registro Civil de Polotitlán, Defunciones, 1890, partida 46, 16 de mayo de 1890.

(6) El Diario del Hogar, 19 de agosto de 1890, p. 1.

(7) El Diario del Hogar, 22 de agosto de 1890, p. 2.

(8) El Diario del Hogar, 5 de septiembre de 1890, p.1.

(9) Romero, José y M. Mejía, Proceso de don Macario Pérez ante el tribunal de los hombres honrados, s.p.i, [1890].

martes, 17 de junio de 2014

Una carta de Miguel Hidalgo firmada en Aculco

Hasta donde he podido averiguar, no se conocen documentos firmados por Miguel Hidalgo y Costilla durante su estancia en Aculco, entre el 5 y 7 de noviembre 1810. O más bien no se conocían, porque hace cuatro años -posiblemente aprovechando los festejos por el Bicentenario de la Independencia- salió a subasta una carta de la que no se tenía noticia y que está firmada por el cura de Dolores en su "Quartel General de Aculco" el 6 de noviembre de aquel año.

Según fue reseñada en el sitio de internet de la casa de subastas Morton, la carta dice así:

Las actuales circunstancias no me permiten decidir sre. el Abito que pretenden los Europeos D. Ramon Gonzalez de Cosio y D. Francisco Gonzalez Rey, por tanto tpo. mas sereno resolvere lo conveniente...

Quartel general de Aculco Noviembre 6 de 1810.

Hidalgo (rúbrica)

M. R. P. Comendador de la Merced., Lagos.

Es muy probable que esta transcripción tenga errores, pero no lo podemos saber con certeza ya que las fotografías que incluye el sitio tienen una resolución sumamente baja, lo que hace prácticamente imposible su lectura. Por ello mismo también es difícil saber a qué se refería exactamente este papel.

Por cierto, en el mismo lote en que fue puesta en subasta esta misiva se encontraba otro documento, incompleto, que también hace referencia a nuestro pueblo. El contenido de éste es el siguiente:

En la que V no recibio le aviso de como el Padre Zuñiga se puso en seguimiento del Cura con peticion nuestra, del cabildo, Clero y Vecinos; pero como la llegada del Padre fue el seis de Noviembre vispera del rezo que le dio el Sor. Gral. Calleja en Aculco nada favorable respondio por V. y Rey á quien pedimos el Yntendente de Zacatecas escapó en avito clerical...".

En el caso de este documento, es evidente que no se trasladó el contenido del último párrafo.

Una de las razones que puede explicar la escasez de documentos firmados por Hidalgo en Aculco es la captura de su archivo y equipajes, que se encontraban en las inmediaciones del cerro del Tixhiñú durante la Batalla del 7 de noviembre en la que resultó derrotado.

Sólo me resta comentar que el precio de salida estimado para este lote de documentos fue de entre $60,000 y $80,000 pesos. En la subasta realizada el día 27 de noviembre de 2010 (dos siglos y veinte días después de escrita la carta), fueron vendidos en $125,000 pesos, o $146,000, con impuestos, según se publicó la noticia en los periódicos.

Espero poder dar en algún momento no muy lejano, teniendo mayores elementos de investigación, alguna interpretación sobre este par de curiosos documentos.

domingo, 8 de junio de 2014

El rancho de Chapala

El rancho de Chapala, situado a poco menos de seis kilómetros al sureste de la cabecera municipal de Aculco y en su territorio municipal, no tuvo vida independiente sino a principios del siglo XX, pues hasta entonces formó parte de la inmensa hacienda de Arroyozarco. Sin embargo, a partir de 1917 la dueña de esta finca decidió -se dice que por consejo del propio presidente Venustiano Carranza- fraccionar y vender a particulares los terrenos que conformaban la orilla de su finca, pretendiendo con ello crear una especie de "escudo" que la protegiera de reclamaciones agrarias y de su reparto en ejidos, como anunciaba ya la nueva Constitución promulgada en aquel año. La estrategia tuvo para los compradores resultados diversos: algunas de esas fracciones terminaron por ser expropiadas y entregadas a los agraristas -lo que, por lo menos en un caso, provocó el suicidio del propietario-, pero muchas otras se convirtieron en efecto en pequeñas propiedades y así subsisten, a veces completas y otras reducidas en extensión, hasta nuestros días. Fue el caso de la fracción 103, que dio origen, precisamente, al rancho de Chapala.

Esa fracción era una de las más extensas, pues superaba un poco las 250 hectáreas, y sus linderos eran los siguientes: "de la mojonera junto a la casa de J.M. Sánchez por la orilla de la barranca hasta un encino en línea recta, hasta un fresno en la orilla opuesta de la barranca llamada de Fondó. Se sigue al poniente teniendo por lindero hasta encontrar la cerca del lindero de Arroyozarco, se sigue por la cerca en setenta metros más o menos hasta encontrar una mojonera desde la que se miden, siguiendo la cerca, cuatrocientos noventa metros Norte dicienueve grados, cuarenta y dos minutos Oeste, en seguida una línea de dos mil quinientos treinta metros Sur, veintidós grados tres minutos Este, hasta ese punto se comienza una cerca que en una longitud de doscientos cincuenta metros en dirección sinuosa más o menos al Suroeste encuentra la cerca que limita el potrero de la Ciénega de la Hacienda de Arroyozarco; esa cerca sigue muy sinuosa de Noreste al Suroeste y se termina en el lindero de la Hacienda de la Loma; de ese punto al de partida hay una distancia de seiscientos diez metros, teniendo esa línea el rumbo Norte, dos grados veinticinco minutos Oeste".

El comprador de esta fracción fue el sobrino de la dueña de Arroyozarco, don Macario Pérez Romero (o Macario Pérez Jr., como acostumbraba firmarse para distinguirse de su padre), que como sabemos era hermano de doña Sara Pérez, ya para entonces viuda de don Francisco I. Madero. El precio de venta fue de $3,000 pesos, de los que doña Dolores recibió enseguida 600 y el resto sería pagadero en cuatro anualidades. La operación se formalizó ante el notario Agustín Montes de Oca el 4 de septiembre de 1918. Tiempo después, el 9 de septiembre de 1919, don Macario compró otra propiedad por el rumbo de Fondó que constaba de una casa "con una faja de terreno en forma triangular" en $1,500 pesos a los hermanos Patricio y Epifanio Sánchez y Ruiz, de la que desconocemos su ubicación pero probablemente era inmediata a su otro rancho.

No he podido encontrar indicios de que el nombre de Chapala haya sido anterior a la compra de Macario Pérez. Tampoco que la presa construida dentro de sus terrenos haya existido antes. Y, por cierto, tampoco que el rancho contara con construcciones más antiguas a 1918. Creo que lo más probable, a reserva de encontrar más datos sobre el tema, es que el mismo don Macario eligiera el nombre de Chapala y construyera la porción más antigua de la casa y sus anexos. Su siguiente propietario, don Miguel Valdés Acosta, seguramente mandó edificar también buena parte de las construcciones del rancho.

Esta casa del rancho de Chapala fue levantada en un sitio muy pintoresco, a unos metros de la barranca de Fondó. Tal como estaba principios de la década de 1990, constaba de una casa habitación de dos plantas cubierta de teja a dos aguas que se extendía de norte a sur, con un pequeño anexo de una sola planta adosado en su fachada meridional. Inmediato asimismo a la casa por el lado norte, un cuerpo de construcción alargado también de norte a sur y con techo de teja de dos aguas, más extenso e igualmente de dos plantas pero de menor altura y con muros sin revocar, parecía ser un agregado posterior. A su frente se levantaba un portal sobre columnas de piedra blanca quizá más reciente aún y en la parte posterior existía un corral de no grandes dimensiones. No lejos de la casa se levantaban pequeñas construcciones que quizá habían sido habitación de los empleados, formando vagamente en conjunto el contorno de una plaza. Un pequeño acueducto conducía el agua hasta una fuente circular (o pila, que tanto monta) ubicada precisamente en este sitio. Algo más retirada, ya junto a las milpas, se encontraba una era para trillar el trigo. Las fotografías satelitales recientes parecen confirmar que todo se halla igual hoy en día.

Más que por otras razones, muchos aculquenses saben del rancho de Chapala porque en la década de 1940 el actor y cantante Pedro Infante estuvo muy cerca de comprarlo. Ya para entonces don Macario Pérez lo había vendido, como mencionamos arriba, a don Miguel Valdés y, tras la muerte de este señor, había quedado en manos de su mujer. Además, su extensión se había reducido de 250 a sólo 60 hectáreas, posiblemente por las afectaciones agrarias. Pero dejemos que sea un testigo de los hechos, don Miguel Lara Guerrero, gran amigo de Pedro Infante, quien nos relate esta anécdota:

Al año siguiente, en la primavera de 1947, regresamos a Aculco en varias ocasiones por el interés de Pedro de comprar un rancho cercano. Tenía unas sesenta hectáreas, algunos cultivos, tierras de pasteo, establo con un medio centenar de vacas de ordeña, una casa pequeña tipo hacienda, etc. La dueña, una señora viuda de "no muy malos bigotes" -con quien obviamente el comprador hizo muy buenas migas-, en cada visita para tratar el asunto, nos daba siempre muy buena acogida, invitaciones a comer, a almorzar, y en ocasiones era solamente Pedro, el "interesado" en asistir, y por supuesto lo hacía con plena libertad, poniendo así en práctica lo del "onceavo mandamiento", el de no estorbar. Se llegó en un principio al acuerdo sobre el precio al que Pedro un puso obstáculo alguno. Se fijó en el mismo que la señora había pedido desde un principio, la cantidad de $32,000.00 y aceptó otorgarle un anticipo equivalente a la mitad del precio, mismo que se cubrió a las primeras de cambio, pero la única condición que ponía el "nuevo dueño", era la de que ella permaneciera viviendo ahí, en fin, todo igual y nos recibiera ahí cada vez que llegáramos nosotros y nos atendiera como la primera vez. No se diga si él llegara solo, pues con toda seguridad se trataba ya de otra de sus innumerables conquistas. Hasta ahí aquel trato se seguía cumpliendo adecuadamente, pero la liquidación total de la "compra" del rancho, se alargaba cada vez más y más, aunque a nadie parecía importarle mucho el asunto, sin embargo los recibimientos que tuvimos ahí, al menos las veces que acompañé a Pedro, siempre fueron de lo mejor, pero supongo que no se comparaban con las otras donde únicamente llegaba él solo. [...] Nunca se llevó a cabo la compra total del rancho [...].

Miguel Lara Guerrero, Antes de que se me olvide, México, 2013, S.P.I., pág. 85.

En lo que fueron tierras del rancho no sabemos si lo siguen siendo) se construyeron dos presas: la mayor, conocida como presa de Chapala y una de menor capacidad llamada Juanita. La cortina de esta última habría sido comenzada por Valdés y concluida por su viuda. Una derivación de ella conducía el agua hasta la pila frente a la casa.

domingo, 1 de junio de 2014

¿Estuvo aquí un glifo-escudo de Aculco?

Un glifo es un signo labrado, pintado o escrito, que algunas veces puede tener valor fonético individual (es decir, que significa un sonido único), pero habitualmente representa palabras, frases o ideas más complejas. Los pueblos del México antiguo desarrollaron sistemas de escritura basados en glifos que, según señala el investigador David Wright, pudieron haber tenido además una interpretación común, pese a las diferencias de idioma, en la región central del país. Es decir, un códice quizá podría haber sido leído igual por un hablante de otomí que por uno de lengua náhuatl.

En el estudio de estos sistemas de escritura prehispánicos tienen un lugar particular los glifos toponímicos, es decir, aquellos signos que se refieren a los nombres de los lugares. Ya antes en este blog me he referido al caso particular del nombre otomí de Aculco y su verdadero glifo toponímico, que representa una espiral de agua. Como señalé entonces, se conservan dos representaciones de raíz otomí de este glifo: una dibujada en el Códice de Huichapan y otra labrada en piedra que procede de Jilotepec y se encuentra en las bodegas del Museo Nacional de Antropología. Ambas parecen referirse bien a nuestro Aculco o a su "gemelo perdido", el pueblo de San Juan Aculco que se despobló a fines del siglo XVI o en los albores del siglo XVII. Pero, ¿existió también en Aculco una representación de su glifo toponímico? Como veremos en este post, es bastante probable que así fuera.

Contemplada desde nuestros días, a veces nos parece que la Conquista de México representó una ruptura cultural de tal magnitud, tan de tajo, que lo que sobrevivió entonces de las culturas prehispánicas fue puramente residual. Sin embargo en muchos aspectos esto no fue así y sus elementos se mantuvieron a lo largo de siglos. Entre ellos, de manera destacada, el idioma, pues en un principio no se consideró oportuno que los indígenas aprendieran español, sino más bien fueron los frailes encargados de su evangelización quienes se dieron a la tarea de comprender sus lenguas y codificarlas en el alfabeto latino. Es más, en los primeros años de la Colonia, la lengua náhuatl vivió una etapa de expansión al convertirse en una forma de comunicación común entre los diversos pueblos hablantes de una inmensa cantidad de lenguas incorporados al Virreinato de la Nueva España. Todavía en el siglo XIX, después de la Independencia, la mayoría de la población mexicana hablaba su lengua indígena materna y fue más bien el esfuerzo de las autoridades republicanas que el de los reyes españoles el que impuso al español como lengua común.

Empero, una vertiente importante de la comunicación, la escritura glífica, sobrevivió menos tiempo, pues se impuso rápidamente la escritura de las lenguas mesoamericanas en caracteres latinos. A pesar de ello dos tipos de glifos mesoamericanos mantuvieron por mucho más tiempo su vigencia: los glifos toponímicos y los calendáricos. El investigador Constantino Reyes Valerio, en su libro Arte indocristiano, detalla el sentido y localización de estas reminiscencias y algunas de otro tipo en la arquitectura y pintura novohispana.

Así, en los mapas coloniales elaborados por indígenas, por ejemplo, fue sumamente frecuente la utilización de glifos toponímicos. Un caso local es la representación del cerro de Ñadó en un mapa de 1596 que se halla en el Archivo General de la Nación, dibujado como una montaña sobre la que se ve el glifo "piedra" (tetl en náhuatl, do en otomí). En la arquitectura, los glifos toponímicos tuvieron una adaptación singular: de simplemente simbolizar el nombre de un pueblo o ciudad se transformaron prácticamente en escudos de armas a la manera española y, tomando algunas de sus características, aparecen con relativa frecuencia en lsa fachadas de conventos e iglesias del siglo XVI. Entre los mejores ejemplos de esta transformación están los conventos de Acolman e Ixmiquilpan, que muestran en su imafronte los glifos toponímicos de esos pueblos integrados con escudos españoles y de la orden agustina en su hermosa arquitectura plateresca.

Dentro del territorio de la antigua Provincia de Jilotepec, a la que pertenecía Aculco en el Virreinato, sólo existe un ejemplo conocido: se trata de la capilla del pueblo de Santa María Amealco, en el municipio de Chapantongo, hoy Estado de Hidalgo, situado a unos 33 kilómetros en línea recta desde nuestro pueblo (no confundir con el otro Amealco, municipio vecino situado en Querétaro). En la fachada de este pequeño templo existe una extraña lápida que data indudablemente del siglo XVI y reúne de manera singular símbolos prehispánicos y cristianos.

Como se aprecia en la fotografía, un cordón franciscano que simboliza a la orden religiosa que evangelizó esta región rodea al resto de sus elementos. En la parte superior se observan sendos monogramas de Jesús (IHS) y Cristo (XPS) con marcos circulares. Ocupando casi todo el espacio que resta, aparece el glifo toponímico interpretado por los expertos como Coatepec (del náhuatl Coatépetl, de cóatl, serpiente y tépetl, cerro, "cerro de la serpiente"). En mi particular opinión, sin descartar que en su conjunto la interpretación sea válida, me parece que la representación del cerro encierra un significado más amplio. En primer lugar parece tener características de altépetl (palabra náhuatl que significa literalmente agua-cerro y que era utilizada para referirse a los señoríos prehispánicos), pues el glifo de cerro se muestra con un diseño en rejilla semejante al que se integraba a él para simbolizar el agua (aunque ciertamente sin los caracoles o puntos que debía llevar en cada "rombo"). El altépetl de la región era Jilotepec, por lo que estaría aludiendo a él. Esta interpretación se ve reforzada por la planta que nace en la parte superior del cerro, que si bien parece una flor de lis (o incluso el glifo ácatl-caña, o bien, sólo el "rizo" superior que a veces llevaba el glifo tépetl) podría estar simbolizando la mazorca de maíz tierno que individualmente o en par aparece en casi todos los glifos toponímicos de Jilotepec.

El observar por primera vez este relieve me trajo inmediatamente a la memoria una lápida con características similares que se ubica actualmente en la base de la torre de la parroquia de Aculco. Es evidente que a esta lápida aculquense le falta la parte inferior ya que el dibujo de su interior aparece trunco (llega hasta el borde de la lápida y se corta) y carece del enmarcamiento liso que poseen sus otros tres lados. Además, parece tratarse de un elemento reutilizado de alguna construcción anterior, ya que está labrado en un tipo de cantera más oscuro que el que se utilizó en casi todos los demás relieves de la fachada, levantada en 1701. Sin embargo, En su estado actual difícilmente podríamos ver en él la supervivencia de un glifo prehispánico y es sólo la comparación con el relieve de la capilla de Amealco el que nos da algunas pistas de lo que pudo haber en su parte perdida.

De entrada, llama la atención la semejanza en la calidad del labrado de las dos lápidas, lo que nos permite situar a la de Aculco con alguna certeza en el siglo XVI. La disposición de los monogramas es casi idéntica y la cruz, aunque es particular del relieve aculquense, lleva remates flordelisados que recuerdan el símbolo sobre el glifo tépetl de la otra piedra. Y, sobre todo, la base sobre la que se desplanta esta cruz no sólo tiene el perfil curvo de aquel glifo, sino también el mismo patrón en red que cubre su superficie. En vista de la semejanza entre estos relieves y considerando que el de Aculco está trunco, se puede afirmar con razonable seguridad que la parte faltante representaba, en efecto, el glifo tépetl, probablemente en su sentido de altépetl-señorío. Lo más probable es que tanto el relieve de Amealco como el de Aculco no sean copia uno de otro, sino que tuvieron un modelo común a partir del cual fueron elaborados. Este modelo común seguramente se hallaba en alguno de los dos conventos más importantes de la Provincia: Jilotepec o Huichapan. Al realizarse la copia, en Amealco se habría agregado, tal vez, la serpiente, mientras en Aculco se destacó por alguna razón la cruz, recuperando los relieves flordelisados que sin duda llevaba el original aunque no sabemos qué se quiso representar con ellos.

Y bien, ¿podemos suponer qué otros elementos contenía la parte faltante del relieve de Aculco?. Quizá sí: aventuro que, a cada lado del glifo tépetl, podrían haberse visto el par de mazorcas que simbolizaban el altépetl-señorío de Jilotepec, al que pertenecía Aculco. Quizá en la parte central del mismo glifo, o bajo él, habría estado el glifo toponímico de Aculco-Antamehe (su nombre, respectivamente, en náhuatl y otomí), en forma de espiral de agua. A semejanza de los de Acolman e Ixmiquilpan, este relieve seguramente se habría situado un lado de la ventana del coro del desaparecido templo del siglo XVI, o bien en las enjutas del arco de entrada como en Amealco, llevando como pareja para dar simetría a la composición, tal vez, un escudo franciscano.

La pregunta que muchos se estarán haciendo es, ¿qué pasó con el resto del relieve, que habría resuelto su misterio? Tengo dos teorías. La primera es que, al realizarse la reconstrucción de la iglesia entre 1685 y 1701, los franciscanos decidieron conservar la parte de la lápida que incluía solamente símbolos cristianos y desechar los prehispánicos, pues es posible que ya en esa época ninguno de los habitantes del pueblo pudiera interpretar su sentido toponímico y sólo se vieran como una descartable supervivencia prehispánica. La segunda teoría parte de una base contraria: que el simbolismo de la lápida era todavía conocido, y que por ello al reconstruirse el templo se le buscó a la parte en la que estaban los glifos de origen prehispánico un sitio más propicio, ya fuera en el mismo templo o quizá en algún otro edificio importante como las Casas de Cabildo. En todo caso se habría perdido más tarde. O tal vez, reutilizado con sus figuras vueltas hacia el interior o cubierto de aplanados, existe todavía por ahí, empotrado en algún ignoto muro de Aculco.