jueves, 12 de marzo de 2009

La cruz atrial de Santa María Nativitas

Por todo el territorio que antiguamente comprendía la Provincia de Jilotepec -repartida hoy entre los estdos de México, Hidalgo y Querétaro- subsisten innumerables y notables cruces atriales, la mayor parte de ellas poco estudiadas. Ciertamente, las que corresponden a los conventos de las capitales históricas de la Provincia, Jilotepec y Huichapan, son las que han recibido mayor atención de los especialistas y no podría ser de otra forma ya que se cuentan entre las más notables elaboradas en México en el siglo XVI. En este sitio puede leerse un interesante texto que se refiere a la cruz atrial de Huichapan, escrito por Marcela Zapiain.

Sin embargo, al lado de esas obras de primer nivel, existen otras ubicadas en los conventos de segunda categoría, en capillas de los pueblos de indios, en oratorios de ranchos y haciendas, etcétera. Normalmente, sus dimensiones son mucho menores que las de los grandes conventos, la calidad de su escultura denota al aprendiz o al oficial, casi nunca al maestro cantero, su carácter es más popular y sus influencias o relaciones estilísticas más difíciles de hallar. Y no por ello son menos maravillosas.

En el municipio de Aculco existen por lo menos nueve cruces atriales que guardan interés histórico y artístico. De dos de ellas hemos hablado ya en este mismo blog: la cruz atrial de la capilla de Nenthé (posiblemente del siglo XVI y labrada con los símbolos de la pasión), y la que quizá fue cruz atrial en el siglo XVIII en la iglesia de San Jerónimo, ahora empotrada en la torre de ese mismo templo. Hablaremos esta vez de la cruz de la capilla del pueblo de Santa María Nativitas.

Santa María Nativitas, llamado hasta el siglo XVIII en otomí Santa María Ximiní, se localiza a poco más de tres kilómetros hacia el oriente de la cabecera municipal, sobre la carretera que lleva a la Autopista México-Querétaro. Curiosamente, se le consideraba antiguamente barrio de Aculco, y no pueblo como ahora. A Santa María Nativitas se le relaciona frecuentemente con las leyendas de la fundación de Aculco, de las que habremos de hablar algún día, pues se supone que originalmente este pueblo iba a ser establecido ahí. Pero al percatarse de la existencia de los manantiales del Ojo de Agua, los fundadores decidieron trasladarse a aquel punto.

Capilla del pueblo de Santa María Nativitas. Sus volúmenes son muy semejantes a los de la parroquia de Aculco, no así su decoración que muestra una última renovación neoclásica de mediados del siglo XIX.

Menos legendario es otro episodio de su historia ocurrido en 1877, cuando en el contexto de la agitación indígena en todo el Distrito de Jioltepec por la reivindicación de las tierras comunales (privatizadas en 1856) y bajo la influencia socialista de organizaciones como la Sociedad de los Pueblos Unidos y el Congreso Indígena, fue sorprendida una reunión de indígenas en la sacristía de la capilla de Santa María Nativitas. Tanto miedo causó, que el Ayuntamiento de Aculco llamó enseguida a los vecinos a la "defensa de la población en la sublevación que infundadamente están proyectando los indígenas".

Lamentablemente, como tantos otros sitios históricos de Aculco, esa sacristía ya no existe: fue demolida hará unos 15 ó 20 años para levantar en su lugar una vulgar casucha de tabicón y concreto, que contrasta desfavorablemente con la capilla que afortunadamente se conserva en buen estado. Pero pasemos a hablar de la cruz atrial.

Cruz atrial de Santa María Nativitas, caras sur y oriente.

La cara poniente de la misma cruz atrial.

En realidad, la cruz es lo menos notable de este pequeño conjunto: lo verdaderamente intersante es su pedestal. Éste se desplanta sobre tres gradas de mampostería y ladrillo; lo forman tres cortas columnas casi en forma de cono trunco, con basa de recuerdo toscano y sin capitel, sobre lo que se apoya lo que podríamos llamar arquitrabe. Encima, a manera de friso y mirando hacia los cuatro vientos se desarrolla una curiosa composición escultórica, formada por cuatro atlantitos desnudos, patilludos, que en cuclillas y ubicados en los ángulos simulan sostener la parte superior de la obra. Precisamente los pequeños atlantes son una de las características que compartían muchas obras escultóricas en piedra, desde el siglo XVI al XVIII, en la Provincia de Jilotepec. Se les encuentra, por ejemplo, en la base de la cruz atrial de Huichapan, en la portada de la capilla de San Ildefonso Tultepec (Amealco, Qro.), en la parte baja de los machones de la fachada de la parroquia de Aculco, por mencionar sólo los que en este momento se nos vienen a la mente.

Detalle del "friso" con los atlantitos y las columnillas con capiteles corintios.

Entre estos atlantitos, en las caras oriente, norte y sur del pedestal, se encuentran unas columnitas con capiteles corintios muy rústicos. Sin embargo, la cara poniente muestra un raro relieve en que la Verónica -con gesto compungido y un extraño tocado en la cabeza- muestra del Divino Rostro de Cristo con corona de espinas y tres potencias.

Detalle del relieve de la Verónica.

Sobre el friso que hemos descrito, se halla una losa parecida a la que hemos llamado arquitrabe, sin mayor molduración. En ella, desarrollada a lo largo de sus cuatro caras verticales, se halla una inscripción que fecha todo este interesante monumento: "en 28 del mes de noviembre de 1678". Sobre esta losa se levanta la cruz, muy sencilla y que resulta poca cosa en realidad comparada con el pedestal. Es más, parece no ser la original pues su material y la precisión de su corte son muy distintos, y quizá data de tiempos muy recientes.

Como sea, con o sin cruz original, este pedestal es úno de los monumentos históricos más importantes de Aculco y uno de los mejores exponentes (el más temprano, quizá) del "barroco tequitqui" que caracteriza a su arquitectura religiosa del período virreinal.

Inscripción con la fecha de construcción de la cruz.

ACTUALIZACIÓN:

Hace unos meses, esta notable cruz fue "restaurada", operación que consistió en realidad en pulir la piedra y recubrir sus escalones con cemento. Aunque bien intencionada, esta intervención denota una preocupante falta de conocimiento del cuidado que se debe tener con este tipo de monumentos, ya que la abrasión de la piedra significa un indeseable desgaste y más bien debe efectuarse su limpieza con métodos como el uso de cepillo y jabón. De igual manera, el retiro de los ladrillos de su escalinata resta un rasgo de autenticidad a la cruz.

La cruz, "restaurada".