lunes, 30 de abril de 2018

Que no muera esa casa

Los antiguos corredores de la casa de Rivapalacio 2, a punto de perderse.

Ya es una ruina. Si se trata de una ruina todavía reparable, no lo sé, pero quiero imaginar que sí. Está en el número 2 de la calle de Rivapalacio y seguramente algunos de ustedes han entrado en ella, pues en la parte más moderna de la casa se instaló recientemente el restaurante "Los Jarritos". Está en el número 2 de la calle de Rivapalacio y es una de esas antiguas casas de Aculco que no debería morir.

Hace más de seis años les hablé de ella en este mismo blog, la llame entonces "una casa que yo me compraría". Desde entonces ha seguido su camino hacia la nada. Algo por demás lamentable por sus propias características arquitectónicas, al mismo tiempo tan aculquenses y tan únicas, así como por ser ya una de las pocas casas con valor histórico que restan en esa calle del pueblo, antaño una de las que tuvieron un aspecto más tradicional y auténtico.

¿Qué hace especial a esta casa? Desde su fachada se adivina que, aunque sencilla, no es una casa cualquiera. La portada de cantera de su acceso principal, posiblemente del siglo XVIII y ya muy desgastado por su edad, se adorna con una moldura en la parte superior. Más notable y hermoso, aunque menos antiguo, es el precioso balcón de estilo neoclásico que se abre a su izquierda, a un nivel algo elevado de la calle, protegido además con una reja de buena forja. Balcones como éste sólo los tuvieron las casas más importantes de Aculco y se puede fechar hacia mediados del siglo XIX.

En su interior, la crujía que da hacia el frente fue modernizada y salvo la presencia de algunas ventanas de cantera es difícil saber cómo fue originalmente. Hacia el patio, esta crujía muestra en la planta baja arcos de ladrillo y en la superior pilares del mismo material que le dan un aspecto agradable, aunque moderno.

En cambio, la crujía del fondo, es de gran antigüedad, completamente original, mucho más interesante, pero es justamente la que está en proceso de ruina total. Guardando por su puesto la distancia, esta ala del inmueble me recuerda mucho el aspecto del patio del llamado Corral del Carbón, una construcción de la Granada musulmana que sirvió originalmente como posada de comerciantes. Quizá esta casa aculquense fue también mesón (así lo podrían sugerir algunas de sus características, otras no) y por ello el interés por conservarla debería ser mayor tomando en cuenta que su designación como sitio del Patrimonio Mundial de la UNESCO obedece a su relación con el Camino Real de Tierra Adentro.

Esta área antigua de la casa consta de dos plantas. Desconozco cuál es la distribución interior y algunas fotografías que he visto no lo aclaran mucho. Supongo que se tratará de la habitual alineación de habitaciones paralelas a los corredores en ambos pisos. Lo interesante son precisamente los estrechos corredores porticados, que se apoyan en tres gruesos pilares de mampostería de piedra blanca revocada, entre los que corren sendas vigas cargadoras soportadas por canecillos labrados de madera. Un grueso terrado formaba el entrepiso, ya casi todo él destruido. En la planta alta las vigas cargadoras descansan directamente sobre los pilares, sin canecillos, y suncubierta es mucho más sencilla, de viguería y teja de barro. Al extremo derecho de los corredores se encuentra la escalera, ¡una de esas escaleras exteriores tan típicas de Aculco, de las que no quedan muchas! Es además esta escalera peculiar por su forma (en dos tramos, con un rellano y flanqueada por por un contrafuerte) además de por alzarse sobre el pozo de agua.

Los corredores, por lo menos los de la planta baja, estuvieron decorados con pintura mural que formaba un friso con molduras fingidas, en rojo, rosa y un gris azuloso. Los muros estaban pintados de amarillo ocre.

Una crujía más, también antigua, une los corredores descritos con los modernos del frente, y en él se abren varias portadas de cantera semejantes a la ventana de la fachada. Algunos vestigios, como una pilastra almoahdillada fingida y un trozo de cornisa, sugieren que antaño tuvo una decoración importante.

Así es esta antigua casa, de gran sabor y tipismo. Uno de los tesoros de Aculco a punto de perderse. ¿La dejarán sus dueños morir?

Algunas fotografías más de exteriores e interiores, tomadas por visitantes recientes a la casa. Ojalá no se conviertan en testimonio de lo perdido.

viernes, 20 de abril de 2018

El grafiti del águila

Muchas veces he repetido aquí que el valor patrimonial de Aculco no está tanto en la grandeza de sus edificios históricos -que son dignos, pero humildes frente a las grandes realizaciones de otros pueblos y ciudades- sino en la forma en la que pudo preservar una variedad de edificios, elementos arquitectónicos y detalles de distinto tipo que permiten tener un panorama muy completo de la vida en este sitio en tiempos pasados. Es decir, en Aculco son importantes sus monumentos, pero siendo éstos "menores" es mucho más importante el conjunto urbano total.

Este comentario viene al caso porque meses atrás, al leer el libro Graffitis Novohispanos de Tepeapulco, Siglo XVI de Pascual Tinoco Quesnel y ‎Elías Rodríguez Vázquez, recordé haber visto hace muchos años en la torre de la parroquia un antiguo grafiti hecho con incisiones directamente en la cantera. Y pensé entonces que a Aculco no le faltaba ni siquiera eso: aunque no abundan ni son tan importantes, también tiene ejemplos de grafitis coloniales. Desafortunadamente no contaba con una fotografía para ilustrar esta idea en el blog.

Sin embargo, como saben ya mis lectores por el texto que dediqué a las campanas de la parroquia, tuve la fortuna de poder subir a la torre durante la Semana Santa pasada. Por supuesto, una de las primeras cosas que hice allá arriba fue buscar aquel grafiti que según mi memoria representaba un águila. Lo hallé en su sitio: el machón nororiental del primer cuerpo del campanario, en su cara sur. Acusaba algún desgaste, supongo que en parte por la erosión natural pero quizá tambiénm por la limpieza a la que ha sido sometida la torre durante su restauración.

Aunque no puedo decir que se trate de un águila, es evidente que representa un ave con las alas desplegadas. No tan evidente es apreciar si mira a la izquierda con el pico cerrado (y entonces su cabeza de adorna con plumas o una corona), o si mira a la derecha, con el pico abierto. Su tamaño es pequeño, quizá de unos 10-12 centímetros. Parece haber sido trazado realizando incisiones con un simple clavo u otra herramienta sencilla. Sobre su época, es difícil precisarla pues aunque la acompañan algunos otros trazos ninguno de ellos permite establecer una fecha. Sin embargo, si comparamos el grafiti aculquense con el del águila bicéfala que presenta Alessandra Russo en su exposición virtual de grafitis conventuales novohispanos que puedes ver en esta página, notaremos varias semejanzas en el trazo de las alas y la cola que permiten situarla con bastante seguridad en el Virreinato.

Este grafiti es sin duda un elemento histórico menor de nuestro Aculco. Pero es uno de los muchos que se suman para hacer del pueblo algo digno de ser protegido y conservado. Recuérdenlo siempre: el valor patrimonial de Aculco está en su conjunto y cada pequeño detalle aporta a él. No se les debe soslayar o destruir, por menores que sean.

sábado, 14 de abril de 2018

La urna del Santo Entierro

En muchas poblaciones de España y Latinoamérica es una tradición arraigada sacar en procesión en Viernes Santo una imagen que representa a Cristo yacente, muerto, colocada al interior de una urna acristalada a modo de ataúd. Procesión a la que se le llama del "Santo Entierro". Esta costumbre se originó hacia el siglo XVI, en el contexto de la Contrarreforma, y alcanzó gran difusión en el siglo siguiente, pasando entonces de España a América. Durante el periodo barroco, en los siglos XVII y XVIII, la procesión adquirió mayor dramatismo cuando se le añadieron toda clase de alegorías y representaciones para acompañarla: disciplinantes azotándose las espaldas, sombríos cófrades encapuchados, niños disfrazados de ángeles portando los símbolos de la pasión, la dramática imagen de la Virgen de la Soledad, etcétera. Fue entonces también cuando las urnas en que se llevaba la imagen comenzaron a ser ricamente adornadas siguiendo el estilo de la época. En muchos lugares de Andalucía se conservan urnas procesionales de aquellos siglos. En México sobreviven también algunas, entre las que merecen mencionarse por su belleza las de Tepeji del Río Hidalgo, y Oaxtepec, Morelos, relacionadas ambas con el estilo barroco del siglo XVII.

No tan suntuosa como aquéllas, pero del mismo estilo y antigüedad es la urna del Santo Entierro de Aculco. Consta de varias secciones: la parihuela, en la parte más baja, que conserva los huecos para colocar las "trabajaderas" o palos que servían para llevarla en andas, pero que ya no se utilizan. Sobre ella va la "cama", formada por un estrechamiento moldurado y un friso abombado que se adorna con figuras vegetales de escaso relieve. Encima de ella se coloca la vitrina de 22 cristales, en forma de paralepípedo la caja y de prisma la cubierta. Se adorna esta vitrina con columnitas entorchadas con capitel corintio en los ángulos de la caja (lo que permite fecharla a fines del siglo XVII o principios del XVIII), adornos fitomorfos exentos en los ángulos de la tapa, veneras en los cristales frontero y trasero, y diversas molduras. La urna es de madera dorada, pero en una pésima restauración se le aplicó pintura dorada comercial que le da un aspecto lamentable. Compárese para apreciar esto el acabado de la urna de Aculco con el cálido brillo del acabado de oro real de las urnas de Oaxtepec y Tepeji. Ojalá en algún momento la urna de Aculco recupere su auténtico dorado original, pues lo merece.

¿Cómo serían las procesiones del Santo Entierro en Aculco en tiempos virreinales?. Es difícil saberlo, pero podemos suponer que la representación del viacrucis se llevaba a cabo por las calles del pueblo y la crucifixión tenía lugar en la capilla del Calvario, que se encontraba junto al actual panteón. Desde ahí partiría la procesión del Santo Entierro hasta la parroquia, donde se dejaría la urna expuesta como si se tratara del sepulcro de Cristo hasta la misa de resurrección. Por cierto, estas representaciones se hacían siempre con imágenes, nunca con personas de carne y hueso al modo de los actuales "viacrucis vivientes" que tanto se han extendido en todo México y que en Aculco ya son la forma habitual de conmemorar la Semana Santa. Para nuestros lejanos antepasados, el pretender representar con una persona Cristo, la Virgen o los santos significaba una verdadera falta de respeto, casi un sacrilegio. Por ello fue que sólo a partir de la década de 1970 comenzó a extenderse esta costumbre y todavía entonces fue muy criticada. Yo, en lo personal, prefiero ver una bella imagen antigua de Cristo en la procesión y no a mi vecino actuando dicho papel.

En muchos sitios, la urna del Santo Entierro tiene un lugar especial para ser colocada a lo largo del año en la nave de la iglesia o en una capilla adyacente, donde permanece con la imagen de Cristo muerto expuesta a la veneración. En Aculco, la urna se guarda fuera de la vista y la imagen de Nuestro Señor se coloca en el altar lateral neoclásico dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, que en la parte baja tiene su propia urna aunque es fija, no procesional.

lunes, 9 de abril de 2018

Vestigios del gótico en Aculco

A Francisco de la Maza se le atribuye la frase que afirma "el arte gótico vino a morir en México". No le falta razón pues, en efecto, cuando en Europa las formas ojivales de ese arte cedían ya su lugar a las expresiones del Renacimiento, en la Nueva España se construían todavía -bajo el ímpetu de la arquitectura de la evangelización- bóvedas de nervaduras como las de la iglesia del convento de Oaxtepec, rosetones como el de Yecapixtla, claustros como el de Actopan, perfiles almenados como el de Yuriria, torres como el Rollo de Tepeaca, ventanas como las de Yanhuitlán, gárgolas como las de Cuitzeo, etcétera, los que claramente mostraban su filiación total o parcial con la última etapa del gótico español. No hay que confundir esta herencia gótica -auténtica- con el falso neogótico del siglo XIX, que intentó revivir un estilo que ya para entonces sí estaba completamente muerto.

Este arte gótico final es conocido también como "gótico isabelino", pues surgió y fue impulsado en tiempos de la reina Isabel la Católica. Por su naturaleza de estilo de transición resulta difícil clasificarlo y definirlo, pues en él se mezclan elementos propios del gótico con nuevos elementos renacentistas y otros procedentes del mudéjar. Entre otras características, se advierte la preferencia del uso del arco carpanel, y particularmente del arco conopial, sobre el arco ojival del gótico anterior, aunque sin abandonar éste.

Todavía en fechas tan tardías como principios del siglo XVII llegaron a construirse obras de carácter gótico en México. De hecho, los vestigios de tal estilo en la región histórica a la que pertenece Aculco se pueden fechar quizá entre 1585 y 1620. Entre ellos vale la pena mencionar el arco del presbiterio de la parroquia de Jilotepec, la puerta de la capilla de la Tercera Orden del mismo lugar, los restos de la capilla abierta del mismo sitio, la portada y arco del presbiterio de San Francisco Soyaniquilpan, las columnas del claustro de Huichapan y algunas puertas de ese convento, y ciertas portadas del convento de Tecozautla.

En Aculco quedan apenas algunos restos de aquellos tiempos, que debieron corresponder a la primera etapa constructiva del convento franciscano. Algunos otros que sabemos existieron (como los prestiles almenados de la parroquia) desaparecieron con el tiempo y bajo nuevas formas arquitectónicas. Pero nos concentraremos en lo que subsiste, que no son más que un par de portadas góticas de piedra: una que permanece en su sitio y otra ya fragmentada que anduvo rodando por ahí y actualmente se encuentra bajo mejor resguardo.

La primera portada se encuentra en el acceso al coro del templo, mirando hacia el interior de esa curiosa torrecilla que antes he señalado en este blog, ubicada en un ángulo del convento. De factura sencillísima, se adorna únicamente con un abocinamiento que forma una doble arquivolta y en consecuencia un doble arco conopial. Su dintel, monolítico y bellamente curvado, se halla roto cerca del vértice. La jamba izquierda de la portada se halla semioculta por el muro poniente de la torrecilla, lo que es señal de su mayor antigüedad.

De la segunda aportada tan sólo se conserva el dintel, también monolítico. Es, sin embargo, de factura más tosca tanto en su labrado como por la falta del abocinamiento y la ausencia de curvatura del cerramiento. Su escotadura conopial es con todo más marcada y se adorna con los monogramas de Jesús y María, bastamente labrados. Muestra las huellas de una intervención que quizá afectó la altura del recinto en que se hallaba pues su parte superior se rebajó sin gran cuidado. La piedra fue finalmente desechada y por años se halló tirada al norte de la iglesia, donde antaño se levantó la capilla de la Tercera Orden. Ahí la fotografié hacia 1997. Más tarde fue llevada al claustro y ahí se encuentra actualmente.

Si bien se trata tan sólo de vestigios, huellas apenas del primer convento de Aculco, este par de portadas góticas resultan especialmente valiosas para su historia: nos hablan de una época, del carácter arquitectónico de un edificio fundacional y de su persistencia hasta el día de hoy. Son obras de auténtico gótico, estilo que entonces que agonizaba en América.

* * *

He querido dejar aparte de los casos anteriores este nicho por su procedencia ajena al pueblo, pues llegó a Aculco traído de Guanajuato. Como se observa en la fotografía, sobre el arco carpanel que forma la concha las molduras se curvan formando un arco conopial, composición frecuente en las portadas del gótico isabelino. La moldura más exterior por cierto, presenta un diseño parecido al del cordón franciscano, lo que puede quizá señalar su procedencia conventual. En la parte superior, la cornisilla sobre dentículos la vincula con el arte renacentista. Aunque la figura que alberga parece evocar una fuente y por tanto quizá una pila de agua bendita, no presenta un hueco que permita atribuirle dicho uso. Se encuentra en una casa particular de Aculco, suelta, no colocada todavía en un muro.

martes, 3 de abril de 2018

Seis campanas

Hace mucho tiempo que quiería escribir algo sobre las campanas de la torre de la parroquia de Aculco. Campanas que en su mayor parte ya no suenan, ignoro si debido a las reparación de la torre que lleva ya ocho meses, a la falta de alguien que sepa tocarlas o al simple desinterés. Hace unos días pude subir a la torre, tomar algunas fotografías y revisar sus inscripciones, que nunca había tenido oportunidad de leer por completo. Me encontré con algunas sorpresas: la campana más antigua no se encuentra en el campanario, ninguna de ellas se remonta a la época en que el edificio fue convento franciscano y la campana mayor (que yo creía de 1788, debido a lo asentado en algunas publicaciones) es más reciente, de 1822. Enseguida les reseñaré una a una estas campanas.

Vayamos a la primera de las seis campanas de la parroquia. Ésta no se encuentra en la torre, como las otras, sino en la espadaña de ladrillo que se yergue al lado de la cúpula del templo, hacia el sur. Es la más pequeña de todas, la más antigua y me parece a mí que la más hermosa. En el tercio lleva su nombre: "SEÑORA SANTA ANA", mientras que en el medio pie muestra algunos datos de su fabricación "S[IEND]O CURA D[O]N LO[REN]ZO DIAZ COSTERO ° AÑO 1769". (Don Lorenzo Díaz del Costero, de quien se conserva un retrato al óleo en la sacristía del templo, fue el primer cura párroco de Aculco tras la secularización de 1759, en que dejó de ser convento franciscano.) La parte media de la campana está adornada con una cruz formada por rombos que se yergue sobre una peana dibujada del mismo modo y flanqueada por dos pares de ornamentos en forma de palma. Este tipo de adorno en relieve lo veremos repetirse de manera muy parecida en otra de las campanas.

Continuemos hacia la torre donde nos esperan las otras cinco campanas. Detengámonos primero en la más grande, que se ubica justo al centro del primer cuerpo del campanario, sostenida de su recio yugo de madera por toscos lazos de cuero. El agrietamiento de parte de su cuerpo y una rajadura en su pie sugieren algún defecto de fundición. "NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES" es su nombre y data de 1822.

En ese mismo cuerpo hay un par de campanas menores más. La primera de ellas cuelga del arco norte y está dedicada a SAN JUAN NEPOMUCENO. Su fundición en 1788 indica que pertenece a la etapa de reedificación del templo llevada a cabo por el cura don Luis Carrillo en aquellos años, de la que he escrito antes en este blog. El medio de la campana está ornamentado también con una cruz formada por rombos y un par de "palmas".

La segunda campana menor de este cuerpo asoma al oriente. Su factura es mucho más burda que el resto, y da la impresión de no estar fundida en bronce como todas las demás, sino en hierro (por el óxido rojizco en el borde). Incluso las letras de sus inscripciones son toscas y es difícil descifrar si data del año 1834 o 1854. Su nombre es "SAN LUIS GONZAGA".

Subamos al segundo cuerpo de la torre. Ahí encontraremos un par de esquilones o campanas de volteo que, como su nombre indica, giran alrededor del eje de su yugo y requieren especial destreza para su repique pues su movimiento es peligroso. Parecen ser ambas todavía funcionales en su mecanismo de volteo, aunque estoy casi seguro que nadie las ha hecho sonar en décadas. La que mira al poniente es del año de 1788 y está dedicada a "SANTA BÁRBARA", abogada contra rayos y centellas, lo que hace posible que esta campana se tañera precisamente cuando las circunstancias meteorológicas amenazaban tormenta. Carece de badajo, ignoro si simplemente porque lo perdió o acaso porque se trata de una campana "castigada" por haber ocasionado la muerte de un campanero. La del oriente es del mismo año y está dedicada a "SANTA PRISCA".

Ojalá algún día vuelvan a sonar todas las campanas de la parroquia, porque si materialmente son un patrimonio que se conserva en buen estado, su repicar tradicional es un patrimonio inmaterial ya en vías de perderse.

Una nota histórica a este texto: naturalmente existieron campanas anteriores a las que hoy existen. En 1685, por ejemplo, se recibió al arzobispo Aguiar y Seijas em Aculco con repique de campanas en su visita pastoral. Cuarenta y cuatro años después, en 1729, don Diego Felipe García de la Cruz indicó en su testamento que se había comprado una campana: "cuarenta y tres pesos en dinero que valió la campana que compramos todos en veinte y un pesos y puse veinte y dos más que pusieron los naturales, que hacen cuarenta y tres pesos". Este testamento se encuentra anexo al libro de Informaciones Matrimoniales 1712-1808 del Archivo Parroquial de San Jerónimo Aculco.