domingo, 13 de noviembre de 2016

Un ascenso a la torre de la capilla de Santa María Nativitas

Estas fotos no son recientes, las tomé hace casi exactamente dos años, cuando se concluyeron las obras de restauración de la capilla de Santa María Nativitas, pueblo que como todos saben se ubica al oriente de la cabecera municipal. Aproveché que se realizaría una ceremonia -no recuerdo si era un bautizo- para subir entonces a la torre siguiendo a un niño, improvisado campanero.

La torre de la capilla -construida total o parcialmente en 1856, como indica una lápida- es maciza en aproximadamente una cuarta parte de su altura total, de ahí que para poder subir al campanario exista en su parte posterior una escalera de mampostería de tres tramos con desgastados escalones de cantera. El último escalón, bastante más alto y un poco más ancho que el resto (y que por ello da en parte hacia el vacío) lleva a una entrada enmarcada en cantera, de tan poca altura que al regreso me di en ella un golpe en la cabeza.

Al trasponer esta entrada, se accede a una estancia de mínimas dimensiones iluminada apenas por un óculo a la que se abre por el lado izquierdo la puerta del coro. Al lado derecho se eleva una pequeña escalera de caracol con escalones angostos y desiguales que conduce al primer cuerpo del campanario.

Lo primero que llama la atención al llegar a este punto son justamente las tres campanas de bronce que ocupan los arcos del poniente, norte y sur. Estas dos últimas son antiguas, llevan ambas la fecha de 1863. Es algo que llama mucho la atención, pues México se hallaba en ese año en plena intervención francesa (la capital del país fue tomada el 10 de junio de 1863) y los tiempos de guerra no eran los mejores para hacer campanas, ya que en cualquier momento los templos podían ser saqueados y sus aquellas robadas para fundirlas y elaborar armamento. Como sea, este par de campanas sobrevivieron a la guerra. La campana moderna de esta torre es mucho más reciente: se hizo en 1993, 130 años después de sus hermanas.

Lo siguiente que llama la atención al visitante es la propia arquitectura del lugar. La torre de Santa María Nativitas repite la sucesión de cuerpos escalonados del templo parroquial pero su semejanza se limita a la estructura, no a la ornamentación. Aquella sigue los lineamientos del barroco del siglo XVII mientras que ésta es mucho más sencilla y cercana al neoclásico. Los machones de las esquinas llevan, por ejemplo, basas y capiteles de orden toscano que se unen con arcos de medio punto y sostienen la bóveda de arista (bóveda rota en parte para ascender al segundo cuerpo del campanario utilizando cuando se requiere una escalera de mano). El fuste de estos machones es también de cantera, pero por alguna razón en la última restauración fueron cubiertos con aplanados de cal y arena.

En cuanto a la vista, desde este primer cuerpo de la torre se pueden admirar el extradós de la bóveda, contrafuertes y cúpula de la capilla, que igual que la torre evocan las formas del templo parroquial pero en dimensiones reducidas. Poco se puede decir del paisaje, pues como todos sabemos Santa María Nativitas ha crecido mucho pero con un desafortunado urbanismo de pueblo-calle sobre el eje de la carretera que une a Arroyo Zarco con Aculco. A las orillas de esa vía se han construido casas, tiendas, escuelas y negocios de todo tipo, casi todos ellos sin atención a la imagen que debería prevalecer alrededor de un monumentos histórico como lo es la capilla. A ellos se suma el comercio ambulante, que en esta zona va siendo cada vez más nutrido los fines de semana. Este desafortunado aspecto es, por cierto, la que recibe al turista que se acerca a Aculco desde la dirección de la Ciudad de México.

Sólo dirigiendo la vista desde la torre hacia el norte se puede tener una idea de lo que fue Santa María Nativitas en tiempos pasados; en esa dirección las milpas llegan al pie del templo y las casas se levantan dispersas, entre los campos de cultivo.