El arcón del siglo XVIII.
El tipo de mueble auténticamente colonial que con mayor frecuencia ha sobrevivido en Aculco es el de los baúles o arcones de madera. Esto se debe quizá a la solidez de su construcción, a que conservaban su utilidad a despecho de las modas y posiblemente también a sus materiales, ya que hemos encontrado con mucha frecuencia que se hallan fabricados en madera inmune al daño que causa la polilla. Ya en una ocasión escribimos acerca de uno de estos arcones, aunque el texto se centraba más bien en la pequeña figa de hierro que forma parte de su cerrojo. Ahora nos refeririremos a otro baúl con características un poco distintas que pertenece también a una familia aculquense.
Detalle de la cerradura del arcón.
La estructura general de este arcón es muy semejante a la del otro. Cada una de sus caras está formada por un tablón de madera (al parecer cedro rojo), unidas todas con ensambles de cola de milano, salvo la tapa que tiene grandes bisagras de hierro forjado. Al frente lleva una gran cerradura también de hierro forjado, calado y grabado a punzón. A pesar del lujo de esta cerradura, el nudo en la madera del tablón frontal dejar ver muy claramente que se trataba de un mueble destinado más al uso efectivo que a la ornamentación.
Las moluduras agregadas con posterioridad a su fabricación.
Sin embargo, en algún momento de su larga vida parece ser que se quiso convertir el que hasta entonces habría sido un mueble propio de una recámara o un despacho en un mueble de salón. Para ello se le agregaron molduras en la orilla de la tapa, a la altura del cerrojo (donde quiebran su línea recta para enmarcarlo parcialmente) y cerca de su parte inferior. Quizá al mismo tiempo de esta transformación le fueron añadidas las patas -rectas y con un escote en la parte posterior, con calados curvos y flordelisados al frente-. Estas patas no están fijas al mueble, sino que éste se apoya en un tablón también moldurado colocado sobre el banco que forma cada uno de los pares de patas. Aunque no era raro que los baúles de esta época se alzaran sobre patas diseñadas de esta manera, lo que no resulta frecuente son calados semejantes a los de este ejemplar.
Vista de la pata frontal del lado derecho. Nótense los ensambles y el remate en forma de flor de lis, distorsionado por su anchura.
Hace unos cincuenta años el baúl recibió unas capas de barniz transparente, pues originalmente mostraba sólo la madera al natural. Su estado de conservación, salvo la pérdida de una parte de las molduras del tablón colocado sobre las patas y otras de la tapa, así como algunas raspaduras y marcas propias de un mueble de su edad, es excelente.
Gracias a muebles como éste, no sólo conservados en su integridad, sino también con la huella de sus transformaciones, podemos conocer un poco mejor cómo fueron los interiores de las casas aculquenses del Virreinato.
Otra vista del baúl.
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