lunes, 16 de febrero de 2009

Pinturas murales de Ernesto Icaza IV

Como continuación a la serie dedicada a las pinturas murales de Ernesto Icaza en la hacienda de Cofradía, ofrecemos ahora algunos comentarios sobre los que hemos numerado como 5 y 6, de acuerdo con el orden en el que aparecen reproducidos en el libro Ernesto Icaza, el charro pintor, de Luis Ortiz Macedo

Mural 5
Esta pintura ofrece una colección de personajes variada, a diferencia del resto de los murales en los que casi exclusivamente aparecen charros a pie o a caballo. Aquí los personajes centrales son un hombre con traje de gamuza y sarape, y una mujer con vestido similar al de "china poblana", que bailan los pasos finales del jarabe. A la izquierda de la pareja, unos músicos vestidos de manta y con sombreros de palma acompañan el baile con un arpa y una vihuela, al estilo del mariachi auténtico y tradicional que no utilizaba instrumentos de viento. En un segundo plano, unas mujeres y un charro departen amistosamente, mientras en el extremo opuesto del cuadro una concurrencia mayor formada por siete hombres a pie, tres jinetes y una mujer que bebe de un jarro completan el círculo. Como ya hemos mencionado antes, la tradición oral reconocía en cada uno de estos personajes a alguna persona real que laboraba o vivía por aquel entonces, principios del siglo XX, en la hacienda de Cofradía. Por ejemplo, el personaje de corta estatura que aparece recargado en un barril (casi borrado éste por el deterioro), sería un tal "don Severito", empleado de la hacienda que padecía enanismo y que, cuenta la conseja, tenía que montar a caballo para poder pegarle a su mujer.

Este cuadro está lleno de detalles a cual más interesante. Por ejemplo, los puercos y gallinas que asoman tras el "mariachi", los jarritos de barro colocados en el piso, las posturas de los personajes, como el charro con las manos en las rodillas y su compañero con el sombrero ladeado que apoya una mano en su hombro, aquel otro que extiende la mano desde su caballo bayo tepetate para entregar un jarro o el charro de abultado vientre y chaleco que con las manos en los bolsillos observa el baile.

El fondo de la escena lo forman una casa cubierta a dos aguas con un corral anexo lleno de nopales, un camino bordeado por magueyes por el que se acercan cuatro jinetes, unas trancas de madera y los cerros lejanos.



Muy hermoso nos parece precisamente el detalle de los charros montados que se acercan al baile por el camino. Por sus reducidas dimensiones, Icaza los trazó prácticamente con unas cuantas pinceladas que permiten percibir su maestría, que como siempre se limita a los caballos y sua arreos, no tanto a las personas. Esta imagen es cortesía del Dr. Jorge Girault.



Este mural fue reproducido íntegro en el libro de Ortiz Macedo. El estudio de Xavier Moyssén lo incluye con ciertos recortes en los extremos, que impiden ver por completo al puerco del lado izquierdo, y la firma de Icaza del lado derecho.



En diversos lugares de estos textos dedicados a la obra de Icaza en Aculco, hemos insistido en que este pintor con frecuencia utilizaba y reelaboraba temas, paisajes y personajes abordados en otras de sus pinturas. Así sucede precisamente con el "jarabe". Pero ahora llamaremos la atención hacia las semejanzas de este mural con un pequeño cuadro subastado hace poco por la casa Christie's. En él se observa un escenario casi idéntico al del mural 5, pero en el que la fiesta ha terminado en pelea. Casi podría ser una continuación suya.



Mural 6
Es quizá éste el mural de Icaza en la hacienda de Cofradía en el que menos cuidado se observa en su ejecución. En él domina un paisaje campestre al fondo del cual, entre grandes arboledas, aparece un poblado que no parece mexicano.



Seguramente éste mural es uno de aquellos en los que, según Ortiz Macedo, Icaza utilizó paisajes pintados previamente por un tal F. Rodríguez. Los montes que surgen en el horizonte, así como las aves que sobrevuelan la escena, tan distintos de los que pintaba Icaza, deben ser también suyos.



Lo que Icaza sí pintó es la manada de toros que ocupa toda la parte izquierda de la obra, así como el grupo de jinetes que domina el lado derecho. Son estos últimos cuatro charros que se encuentran en un primer plano, el primero monta un caballo colorado y frente a él se observan otros dos jinetes en sendos caballos alazanes. El más cercano al expectador luce una cabeza pequeña y alargada y unas patas exageradamente cortas. Su jinete, el más elegante de todos, lleva chaqueta de gamuza clara, corbata de mariposa, sombrero alto de fieltro y pantalones negros con una sencilla botonadura completa. Un poco retrasado, el cuarto jinete monta una mula grulla.



En un plano posterior, dos jinetes y un charro que ha descendido de su cabalgadura observan la escena tras algunos arbustos. Aún más atras, un jinete en un caballejo casi "dibujado" con unos cuantos trazos y una res que se ha cortado de la manada completan el cuadro.



Todos estos personajes parecen pintados con prisa, descuidadamente y sin calcular las proporciones. El mural aparece completo en la obra de Luis Ortiz Macedo y ligeramente recortado y en blanco y negro en el texto de Xavier Moyssén, como se muestra acontinuación:



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