viernes, 5 de febrero de 2021

La huella del arquitecto Francisco Artigas en Aculco

Francisco Artigas (1916-1999) fue un arquitecto extraño: su obra osciló entre el funcionalismo más característico de las décadas de 1950 a 1980 y un regionalismo que recuperaba las tradiciones constructivas del México rural pero adaptadas a la modernidad, sin llegar a la depuración de formas que dieron fama al arquitecto Luis Barragán. En aquel primer estilo, construyó una buena cantidad de modernas casas-habitación en el Pedregal de San Angel de la Ciudad de México, incluyendo la del presidente Luis Echeverría. En el segundo, muchas otras casas, en el interior del país o en áreas consideradas entonces suburbanas o tradicionales, como Cuajimalpa o Tlalpan. Entre las casas de aire mexicanista estuvo precisamente la suya: una especie de castillo algo estrafalario y fantasioso, levantado en parte con restos de edificios antiguos que habían sido demolidos, ubicado en la Calzada al Desierto de los Leones.

Artigas fue funcionario público federal durante los gobiernos de los presidentes Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez. Fue precisamente bajo el gobierno de este último que se le puso al frente del "Programa Echeverría de remodelación de pueblos", que entre 1973 y 1974 buscó recuperar el aspecto tradicional de las cabeceras municipales del Estado de México que habían venido sufriendo un gran deterioro en aras de una modernización mal entendida.

El plan tuvo grandes virtudes y defectos. Por una parte, no se trataba sólo de una intervención cosmética, pues atendía también las necesidades de infraestructura como luz eléctrica, iluminación, drenaje y agua potable. Por otra, no tomaba en cuenta la herencia constructiva local, las particularidades regionales, sino que imponía un mismo modelo de farolas, fuentes, jardineras, acabados encalados e incluso de plantas a pueblos muy distintos en su concepción urbana. En el caso de Aculco, se perdieron con ella detalles inestimables del pueblo, como innumerables canales de cantera que desaguaban azoteas, los pilarcillos de cantera y cintarillas de barro que delimitaban los jardines de la Plaza de la Constitución y de la Plazuela Hidalgo, el antiguo Palacio Municipal (la casa del Quisquémel), una parte del muro del atrio y su acceso poniente, y prácticamente todos sus empedrados históricos. Con todo, Aculco ganó en pulcritud y -más importante- sus habitantes desarrollaron cierta conciencia sobre la conservación de los valores arquitectónicos del lugar.

Aunque 47 años después la mayoría de esos poblados han perdido prácticamente todos los rasgos de aquella remodelación, Aculco los conserva casi intactos. Es más, se puede decir que la ha incorporado exitosamente a su imaginario, a la idea con la que sus habitantes conciben al Aculco tradicional.

Para empezar, el pueblo tiene una obra íntegra del taller de Artigas: el edificio de la Presidencia Municipal que reemplazó a la antigua Casa del Quisquémel. El aspecto totalmente blanco del pueblo se remonta también a aquella intervención, pues aunque siempre estuvo pintado con colores claros fue hasta 1974 que se uniformó de esa manera. Las farolas que iluminan y adornan la Plaza de la Cionstitución, la Plaza Juárez, la Plazuela del Ojo de Agua y la Plazuela Hidalgo son asimismo un diseño de Artigas, tanto así que lo utilizó en su propia vivienda. El aspecto general del kiosco, por encima de su pedestal de cantera del siglo XIX, es totalmente artiguesco; su cubierta es casi idéntica a la de las torrecillas de la casa del arquitecto. El diseño del jardín de esta misma plaza principal responde al gusto de Artigas por las formas poligonales. Las fuentes de la Plaza Juárez y del Ojo de Agua resultan también "hermanas" de la que orna el frente del "castillo" de Artigas.

¿Qué se ha perdido en casi cinco décadas de la remodelación de Artigas en Aculco? Tan sólo algunos detalles menores: el pretil, pilastras y remates en forma de bola del puente a la entrada del pueblo en dirección a Santa María Nativitas, la estela con una inscripción alusiva a la inauguración de las obras en noviembre de 1974 que se hallaba junto al kiosco, las cornisillas sobre los muros de la explanada de la plaza José María Sánchez y Sánchez, y poco más. Para bien y para mal, el centro de Aculco es desde hace casi medio siglo como lo imaginó el arquitecto Francisco Artigas.

jueves, 4 de febrero de 2021

"Una nueva peste" (1904)

El 23 de marzo de 1904, apareció en el periódico La Patria, de la capital del país, una inquietante noticia sobre la aparición en los límites entre Aculco y Acambay de cierta enfermedad desconocida. La nota, considerada de importancia, se reprodujo en el diario La Voz de México días después, el 9 de abril.

Aunque el texto era muy preciso sobre el sitio de aparición del mal y los síntomas que presentaban sus víctimas, omitía sin embargo lo que respecta a la procedencia de la información y otros detalles que nos permitirían ahora profundizar en el caso. Al revisar los registros de defunciones de Aculco y Acambay en el mes que precedió a la publicación tampoco es posible encontrar mayores datos: Hay ciertamente fallecimientos en el Jazmín y el Agostadero, lugares citados en el texto, pero ninguno parece responder a los síntomas descritos. Entre las numerosas muertes por otras enfermedades más comunes, como pulmonía, tisis, sarampión y tos ferina, quizá están perdidas aquellas cuatro persones a las que se refiere la nota. Lo cierto es que, de haberse tratado en efecto del brote de un mal "alarmante y desconocido" con características de "peste", es decir, de una enfermedad contagiosa y grave que causa gran mortandad, los registros de defunciones lo revelarían. Pero más bien debe haberse tratado sólo, por fortuna, de una falsa alarma.

Aquí les dejo la nota del diario y su transcripción:

UNA NUEVA PESTE

De Jazmín, Estado de México, se dice lo siguiente: "En la ranchería del Agostadero, municipalidad de Acambay, y en una hacienda de la municipalidad de Aculco, ha aparecido una enfermedad alarmante y desconocida, que hace sucumbir al paciente en el témino de dos a cuatro días.

En menos de ocho días han muerto tres individuos, en el primer punto, y uno de ésta.

He aquí los síntomas de la enfermedad: vértigos pasajeros sin dolencias ni calenturas, vómitos y deyecciones sanguíneas en abundancia, hasta que el enfermo muere por debilidad. El que murió aquí, salió ayer a su trabajo, a las seis de la mañana comenzó a deponer y murió.

Es de suponer que las autoridades del Estado de México habrán tenido ya noticia de la aparición de esa epidemia y que se habrán dictado ya las medidas conducentes para cortar el mal.

martes, 5 de enero de 2021

La desaparecida casa de la familia Mondragón Buenavista

En la antigua calle del Calvario -que también se llamó informalmente "calle de don Francisco Morales" y desde 1947 lleva el nombre de Manuel del Mazo- existió una antigua casa perteneciente a principios del siglo XX al matrimonio formado por Magdaleno Mondragón y Josefa Buenavista. Fraccionada por sus hijos, quedó condenada a su desaparición a fines de la década de 1980. Se trataba de una propiedad bastante extensa pues su frente corría a lo largo de casi 50 metros de dicha calle, aunque la mayor parte de su superficie la ocupaban amplios corrales y el área habitable era en realidad relativamente pequeña.

Al exterior de la casa destacaba el tramo de fachada que iba aproximadamente de la actual ferretería Casa Chávez hasta el estudio fotográfico Luis de la Llave. Constaba de una sola planta y tenía tres vanos angostos pero distintos, lo que acentuaba su aire pintoresco. El del centro, con cerramiento de cantera en arco, una cruz en relieve en la clave y una cornisilla como remate, servía de acceso principal. A su izquierda, una puerta con dintel rector y cornisilla se mostraba ya transformado en ventana, mientras que a la derecha se encontraba el vano más pequeño, sin más adorno que su marco de cantera. A ambos lados de este último, se alzaban un par de poyos para sentarse como los que abundaban antiguamente en muchas otras partes de Aculco.

Lo que le daba un carácter particular a esta casa era el perfil mixtilíneo que remataba sus muros, formado por resaltes semicirculares que coincidían con los canales de cantera que desaguaban sus azoteas. Estos canales, por cierto, sobrevivieron a la casa: almacenados por largos años en la sacristía de la capilla del Perpetuo Socorro, se colocaron después en una casa de construcción moderna en Gunyó. Del lado izquierdo de esta fachada se alzaba una troje cuyo volumen sobresalía en altura del resto del inmueble. Una puerta, una pequeña ventana con cerramiento curvo y un par de canales de cantera alegraban su frente.

Al interior existía uno de los elementos más enigmáticos de la arquitectura de Aculco, lamentablemente desaparecido junto con toda la casa. Se trataba de una serie de viejas columnas de piedra oscura, quizá recinto o basalto, adornadas con finos relieves que reproducían las formas de reptiles o serpientes. Nunca llegué a conocerlas y por ello no puedo dar más detalles, pero quienes las conocieron las recordaban con verdadera tristeza al saber de su destrucción.

A pesar de su sencillez, la casa resultaba muy atractiva para quienes visitaban el pueblo debido a su originalidad y aire antiguo. El escritor Arturo Sotomayor escribió sobre ella en el Magazine del diario Novedades publicado el 29 de octubre de 1961: "llegando a Aculco, el visitante que entra por la calle Manuel del Mazo es recibido por esta sobria casa colonial de fuerte carácter. No es la más hermosa de Aculco pero sí una de las que mejor conservan, pese a la destrucción, las notas distintivas de la arqutectura civil colonial". Precisamente es de Sotomayor la mejor fotografía que se conserva de ella.

Cuando de niño conocí el exterior de esta casa había sido ya muy modificado por la remodelación de 1974. Su característico perfil había sido eliminado, lo mismo que sus canales de piedra, con el fin de unificarlo con las cornisas de ladrillo que se colocaron por todo el pueblo. Me llamaban la atención sus vanos distintos, que me hacían preguntarme si aquello era una sola o varias casas. También eran interesantes sus puertas entableradas, quizá del siglo XVIII, que vi por última vez utilizadas como madera de cimbra para las nuevas y horrendas construcciones levantadas en su sitio.

 

NOTA: Cambié el nombre original de esta entrada, "La desaparecida casa de don Germán Mondragón" debido a que, si bien él llegó a residir en la propiedad en algún momento a fines del siglo XIX, lo más probable es que haya sido originalmente propiedad de doña Josefa Buenavista, con lo que pasó después a manos de Magdaleno Mondragón, hijo de Germán, y no por herencia de aquél.

martes, 22 de diciembre de 2020

El blocao de Arroyozarco

Un blocao (palabra procedente del alemán blockhaus) es una fortificación reducida, de madera, tierra y piedra, provisional y a veces transportable, muy usado por los imperios coloniales del siglo XIX y principios del XX en sus incursiones por el continente africano. Durante la segunda guerra de los Boers en Sudáfrica (1899-1902) y la Guerra de España en Marruecos (1911-1927), los blocaos fueron ampliamente utilizados e incluso retratados en varias novelas bélicas. Aunque por su propia naturaleza no tuvieron una fisonomía uniforme, a todos los caracterizaba su reducido tamaño, cierta fragilidad y su condición temporal.

En los años de la intervención francesa en México (1862-1867), existió en la hacienda de Arroyozarco una pequeña fortificación utilizada por el ejército invasor cuyo aspecto evocaba ciertamente al de un blocao africano, de ahí que -salvando distancias- me halla tomado la libertad de llamarlo en el título de esta entrada precisamente así, el blocao de Arroyozarco. Lo primero que llama la atención de este fortín es su tamaño tan pequeño, de quizá unos diez metros de frente por otros cinco de fondo y menos de cinco de altura. Su planta, rectangular, muestra un saliente hacia su frente, como una especie de baluarte. El blocao se desplantaba sobre lo que parece ser una base de adobe, encima de la cual se observa un muro revocado hasta no más de tres metros de altura en el que se abren aspilleras para disparar desde el interior. Por encima de todo, una estructura de vigas de madera y mampostería con mirillas sostiene una cubierta plana.

La rara fotografía en que aparece el blocao, tomda en 1864, muestra nopaleras taladas y dos todavía en pie, junto a lo que parece ser la cerca de un corral. Un soldado francés se apoya en el baluarte portando un rifle y sirve de punto de comparación para dimensionar el fortín. Casi al centro de la imagen, otro militar barbado y aparentemente de mayor rango descansa en el tronco de uno de los nopales cortados. Esta imagen fue publicada por primera vez en el libro Precursores de la fotografía en Querétaro de Guadalupe Zárate Miguel y procede de la Fototeca Constantino Reyes Valerio del INAH. Fue gracias a José Luis Hernández Peña, patrón del blog San Juan Iztacchichimeca, que tuve noticia de la existencia de la fotografía.

martes, 1 de diciembre de 2020

Aculco contra la constitucionalización de las leyes de Reforma

Hace unos días, cuando les hablaba sobre la imagen de la Purísima Concepción de la parroquia de Aculco, tallada en 1874, comenté que existía entonces un sentimiento popular de oposición al gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada por la aplicación rígida de las anticlericales Leyes de Reforma. Hoy quiero platicarles acerca de las formas en las que se expresó este descontento en nuestro pueblo.

Tras la restauración de la República en 1867, a un breve periodo de venganzas y represalias contra los conservadores siguió una etapa de apaciguamiento. Ignacio Manuel Altamirano, uno de los liberales más radicales en la lucha contra el Imperio de Maximiliano, fundó en 1869 la revista El Renacimiento, en la que convocó a la intelectualidad liberal y conservadora a la reconciliación e incluyó en sus páginas autores de las dos facciones que apenas unos años atrás habían luchado a muerte. Sin embargo, la muerte de Benito Juárez en 1872 significó la llegada a la presidencia de Sebastián Lerdo de Tejada, cuyas ideas eran mucho más radicales y jacobinas que las del propio oaxaqueño.

En efecto, en septiembre de 1873 el presidente Lerdo de Tejada promulgó un decreto que incorporaba a la Constitución de 1857 las leyes de Reforma, aquellas con las que el gobierno liberal había establecido entre 1856 y 1860 la separación entre Iglesia y Estado, así como la nacionalización de los bienes clericales. Esto significaba dar un mayor peso a esta legislación, lo que en términos prácticos se concretó -entre otras cosas- con la eliminación de los permisos para realizar actos de culto fuera de los templos, el apoyo a los misioneros protestantes, la expulsión de los jesuitas y la disolución de las Hermanas de la Caridad, orden esta última dedicada a la atención de hospitales, tan estimada por los mexicanos que ni el propio Juárez se había atrevido a destruir:

El 14 de diciembre de 1874, el congreso publicó el decreto que ratificaba la separación Iglesia-Estado, la libertad religiosa, el carácter nacional de los templos, la clausura de las órdenes monásticas y las clandestinas que se establecieran serían consideradas como reuniones ilícitas que podían ser disueltas por la autoridad civil. También ratificó el matrimonio civil, la sustitución del juramento religioso con la promesa de decir verdad y la protesta, sin reserva alguna de guardar y hacer guardas las leyes y la Constitución, con sus adiciones y reformas y las leyes que de ella emanaran. Prohibía la asistencia de los empleados públicos, con carácter oficial, a las ceremonias religiosas, la instrucción y práctica de cualquier culto en todos los establecimientos de la federación, la celebración de actos religiosos fuera de los templos, la adquisición de bienes a las corporaciones religiosas; limitó el uso de las campanas, anuló las donaciones religiosas, el goce de los privilegios del clero. Declaró que todas las reuniones religiosas eran públicas y serian vigiladas por la policía. (Marta Eugenia García Ugarte, "Reacción social a las leyes de Reforma (1855-1860)", en El estado laico y los derechos humanos en México, 1810-2010, México, UNAM, 2012, tomo I, p.361)

En noviembre de 1873, el descontento por esta legislación llevó a un importante levantamiento armado en lugares como Morelia, Zinacatepec, Dolores Hidalgo, León, Jonacatepec, Temascaltepec y Tejupilco. Al grito de ¡Viva la Religión!, ¡Muera el mal gobierno!y ¡Mueran los protestantes!, los rebeldes, llamados "religioneros", obligaron al gobierno a enviar en su persecución a uno de sus más importantes generales, Mariano Escobedo. El movimiento, sin embargo, sólo se sofocaría con la llegada de Porfirio Díaz al poder en 1876.

Por otra parte, numerosas poblaciones del país publicaron sendas cartas en diversos periódicos protestando por el giro desfavorable que había tomado para los católicos esta constitucionalización de las leyes de Reforma. En el caso de Aculco, su carta, dirigida a los diputados del Congreso de la Unión, apareció publicada el 17 de marzo de 1875 en el periódico católico La voz de México, en conjunto con los vecinos de Jilotepec, Chapa de Mota y Villa del Carbón:

Apenas hemos podido creer que un cuerpo tan honorable como debe serlo el legislativo en las repúblicas representativas populares haya aprobado diversos artículos que en la repetida ley se encuentran, que atacan las más preciosas garantías del hombre en sociedad y son enteramente contrarias a las mismas instituciones libres bajo que estamos constituidos. [...] Al Congreso Constitucional de 1874 cupo la triste suerte de sobrepasar las tiranías y las crueldades de los perseguidores coronados en los primeros tres siglos del cristianismo. Entonces se respetaba el secreto y las tinieblas de las catacumbas, cuyo sagrado se amenaza hoy, estableciendo penas que se aplicarán con sólo que un gendarme lo quiera [...] La asamblea constitucional de 1874, en su odio satánico al catolicismo, no ha reparado en que con tales medidas, principalmente aquella en cuya virtud arroja de nuestro suelo a las Hermanas de la Caridad, ángeles de bendición cuyos delitos no son otros que los innumerables bienes que hacen a esta parte de la humanidad desgraciada, traiciona a la patria y echa sobre ella un negro borrón y un estigma infame que le atraerá el desprecio y la vergüenza, el baldón y la deshonra, en presencia no sólo de los pueblos civilizados, sino aún de las naciones bárbaras y salvajes. (La Voz de México, miércoles 17 de marzo de 1875, p.1)

Esta carta fue firmada por una gran cantidad de aculquenses, cuyos nombres sería muy laborioso transcribir. Por ello incluyo las imágenes de dichos nombres tomados del mismo periódico.

El mismo periódico, que su enemigo El Monitor Republicano solía tildar de "estúpido" y denigrarlo como "La voz de los mochos", comenzó a publicar con regocijo noticias de procesiones que se habían celebrado en muchos lugares del pais durante la Semana Santa de aquel año, en abierto desafío a la ley. "La voluntad del pueblo soberano", "la más enérgica protesta contra la famosa ley orgánica", publicó en apoyo de estas manifestaciones los días 6 y 9 de abril.

Un afanoso vecino de la ranchería de Encinillas de nombre Marcelo Miranda (posiblemente de credo protestante pues justo por aquellos años empezaba su expansión en ese sitio) envió por aquellos días una misiva a los redactores del periódico liberal El Monitor Republicano para acusar a los vecinos de Aculco de haber celebrado cuatro procesiones durante la Semana Santa, con las que habrían violado flagrantemente la ley. La misiva, que suena a revancha, decía a la letra:

Encinillas, marzo 28 de 1875

Señores redactores del Monitor Republicano.- Muy señores míos: Ruego a ustedes se sirvan insertar en las columnas del periódico que dignamente redactan, el siguiente remitido, cuyo favor les agradecerá a ustedes su atento y seguro servidor.- Marcelo Miranda.

En el bendito y bien aventurado pueblo de Aculco, a cuya municipalidad pertenece este punto, ha habido la semana pasada cuatro escandalosas procesiones, y como esta clase de solemnidades están expresamente prohibidas por las leyes vigentes, nosotros los vecinos de estas comarcas, deseamos saber qué clases de prerrogativas disfruta el pueblo de Aculco para infringir las leyes a su antojo, dando rienda suelta a su entusiasmo religioso y procurando de cuantas maneras le es posible combatir las instituciones liberales, para conceptuar el desgraciado partido del retroceso. Ciertamente, nosotros comprendemos que los esfuerzos de los fanáticos no son sino pálidos resplandores de una lámpara que se apaga, y por lo mismo no los tememos; pero también comprendemos y sabemos, a no dudarlo, que un gobierno legalmente constituido debe hacerse respetar castigando severamente a los infractores de las disposiciones emanadas de él. Ahora bien, si esto no se hace, ¿a dónde vamos a parar? Vergonzoso nos parece que un puñado de fanáticos cometan tales abusos y que el gobierno pueda tolerarlos, confirmándose de esta manera lo que tantas veces han dicho a voz en cuello los vecinos del indicado pueblo, esto es, que ellos no respetan más leyes que su voluntad soberana; y, en efecto, tal aserto ha tenido verficativo, así como lo tendrá probablemente el castigo que merecen por su falta de acatamiento al gobierno de la nación; a no ser que ñas leyes sigan siendo como antes, hojas de papel escrito, de cuya duda se servirá sacarnos la apreciable redacción del Diario Oficial.- Marcelo Miranda (El Monitor Republicano, 4 de abril de 1875, p.3)

Dos días después, el diario La Voz de México hizo eco de esta carta y publicó una respuesta en tono más bien burlón hacia las preocupaciones de Miranda:

En un remitido que publica El Monitor Republicano, suscrito por D. Marcelo Miranda, encontramos amargas quejas porque en el pueblo de Aculco hubo cuatro escandalosas procesiones (¡Jesús mil veces!). Pues bien, al buen don Marcelo (pobre hombre) llama la atención que haya esa clase de solemnidades que están prohibidas por la ley. Vaya, señor Marcelo, que de muy poco os asustáis, cuando lo que debería asustaros era la prohibición de los actos de culto externo, porque tal prohibición pugna con la carta constitucional de 57. Pero vamos, ¿qué entiende el buen don Marcelo de constituciones, de leyes, de libertad de cultos ni de nada de semejantes cosas. Habrá aprendido el buen hombre el vocabulario moderno y por eso nos ensarta en su remitido la libertad, la paz, el fanatismo, el retroceso, las instituciones, las leyes, la filantropía, la voluntad del pueblo, la soberanía del mismo, el oscurantismo, etc., etc. Bien por don Marcelo que se escandaliza por quítame allá esas pajas. ¡Pobrecillo, no sabe lo que dice! (La voz de México, 6 de abril de 1875, p. 2)

Las cosas no terminaron ahí. Con sincronía -o intención- La voz de México publicó dos días más tarde una carta firmada el 30 de enero anterior por "las señoras de Aculco y Jilotepec", en la que se adherían a la protesta que habían enviado a los diputados las señoras de Guanajuato, contra la ley orgánica de las adiciones constitucionales:

Nosotras, católicas, apostólicas, romanas, como las expresadas señoras, protestamos también con toda la energía de la palabra contra esa ley anticatólica, que sin respeto a Dios ataca brusca y bárbaramente nuestra sagrada religión privándonos aún de la verdadera libertad de conciencia para esclavizarnos al error y a la impiedad; y como consideramos que de aqui resulta a nuestra desventurada patria un mal incalculable, deseosas de evitarlo nos unimos a las señoras guanajuatenses que con tanta franqueza, con tan ardiente patriotismo y con tanta heroicidad y firmeza defienden los sacrosantos derechos de la Iglesia y la sociedad, ultrajados con tanta barbaridad y descaro en la mencionada ley. (La voz de México, 13 de abril de 1875, p.2)

De nueva cuenta seguía a la carta una buena cantidad de firmas, mismas que copio aquí:

El 6 de mayo siguiente, el mismo periódico publicó una nueva y extensa carta enviada a la redacción por mi tatarabuelo Cástulo Arciniega como respuesta a Marcelo Miranda, en la que se califica de "ranchero católico que no puede permanecer en silencio a la vista de los ultrajes de sus enemigos en creencias religiosas":

No me meteré en escudriñar y decir si hubo o no dichos actos religiosos, ni a denunciarlos tampoco aun suponiendo que los haya habido, porque estoy muy distante de aparecer como tal y de echarme a cuestas la enemistad de mis hermanos los vecinos de esta municipalidad, porque en ella nací y a ella le debo los beneficios de que disfruto, ni mucho menos serle ingrato con causarle un mal.Pretende dicho don Marcelo con los títulos que nos da en su citado remitido hacernos una grave injuria, pero nosotros no lo recibimos así y toda persona sensata y bien acondicionada, que sea católica y verdaderamente liberal, que tenga algunos ligeros antecedentes de este pueblo, creerá en unión nuestra que dichas expresiones nos honran demasiado, porque ellan revelan desde luego que somos católicos, apostólicos, romanos, de lo cual nos gloriamos; así es que, por el buen concepto en que nos tiene de benditos y bienaventurados le damos un millón de gracias. [...] Está muy equívoco don Marcelo Miranda al comprender que los esfuerzos de nostros los católicos por conservar intactas nuestras creencias religiosas son "pálidos resplandores de una lámpara que se apaga". No, no lo crea así porque nuestros esfuerzos no son vapores que hoy se elevan y a pocas horas se disipan. Ellos son y serán constantes en nosotros y en los que nos sucedan, para mantener ilesa en nuestro corazón esa antorcha luminosa que resplandece majestuosa por todo el mundo, a pesar suyo. [...] Sólo sí le haremos notar que, si no le teme al "desgraciado partido del retroceso", ¿por qué tanto afán en perseguir al catolicismo y a sus creyentes?, ¿por qué tanta obstinación en tiranizar a los ministros de culto?, ¿por qué tantos desvelos en oprimirlos y no dejarlos en libertad para que moralicen al pueblo y le inculquen doctrinas verdaderamente civilizadoras?, ¿por qué deterrar a los ilustrados y pacíficos jesuitas y a las humildes y benéficas hermanas de la caridad? ¿Será acaso porque no ensalzan las aberraciones del dicho partido avanzado? (La voz de México, 6 de mayo de 1875)

Al final parece no haber habido represalias contra los aculquenses que participaron en aquellas cuatro procesiones prohibidas, ni para los sacerdotes, ni aún para las autoridades municipales que fueron consecuentes con estas manifestaciones de culto externo. Además de la lucha contra los religioneros, el gobierno de Lerdo de Tejada estaba ocupado con asuntos más importantes, como la organización de las elecciones en que el presidente pretendía reelegirse y, desde principios de 1876, en combatir a Porfirio Díaz, sublevado con el Plan de Tuxtepec. La llegada de éste último al poder a fines de ese año significó el inicio de una nueva etapa de conciliación entre el Estado y la Iglesia, a pesar de que las leyes anticlericales continuaron vigentes en la Constitución.

lunes, 30 de noviembre de 2020

Lo útil no está peleado con lo bien hecho

No voy a cuestionar en absoluto la necesidad de cámaras de vigilancia en Aculco. Por el contrario, su instalación significa un avance importante en medio de la situación de inseguridad que vive nuestro municipio, que a todos nos preocupa y a todos nos afecta. Ojalá muy pronto se instalen las cámaras necesarias no sólo en la cabecera, sino en todos los lugares del municipio que sufren cotidianamente los daños de la delincuencia. Muchas cámaras bien ubicadas seguramente serán un disuasivo para las actividades ilícitas, como ha ocurrido en otras poblaciones del país.

Sin embargo, lo necesario no debe estar peleado con lo bien hecho. Hace unos días, vimos la instalación de un enorme poste plateado en la esquina sureste de la Plaza de la Constitución para una cámara de vigilancia que, por sus proporciones, materiales y ubicación, lastima muy desagradablemente el principal activo de Aculco en el ámbito turístico y patrimonial, que es su cuidada imagen urbana. Es más, sus cimientos de concreto se colocaron en pleno arroyo cerca de un cruce importante, con el riesgo que esto implica para los automóviles. Es muy lamentable que la instalación de este sistema tan útil maltrate un espacio emblemático como es ese, al lado de los portales, en la unión entre las dos plazas, junto al reloj público. Sin duda deben existir opciones de ubicación menos agresivas con el entorno arquitectónico. Me atrevo a decir que una instalación discreta en la torre del reloj habría sido igual de efectiva, menos desafortunada y mucho más económica.

Con mucha frecuencia, cuando se ejecutan obras que, como esta, desentonan con lo que Aculco es y ha sido, me han comentado que "es que así se hace en otras partes". Debemos empezar a entender que aunque algo se haga de cierta manera en otros lugares de México, no tiene por qué hacerse igual en nuestro pueblo. De hecho, si algo distingue a Aculco es justamente que es diferente: que las modas que acabaron con la imagen de innumerables pueblos del país convirtiéndolos en lugares mas parecidos a los barrios pobres de la Ciudad de México, no tuvieron eco aquí y eso lo ha mantenido bello. Entendámoslo: Aculco es diferente y se deben abordar sus problemas de manera diferente.

Somos muchos los que nos preocupamos por la imagen de Aculco. Son muchos los propietarios que, con el fin de mantener la armonía del pueblo, sacrifican comodidades y evitan adiciones modernas, sabiendo que conservar el pueblo con su aspecto tradicional nos beneficia a todos. Cuando desde la autoridad se daña dicha imagen, representa casi una ofensa a los esfuerzos de todos los demás interesados en esa conservación.

Ojalá en un futuro no muy lejano las autoridades rectifiquen este despropósito. Hoy Aculco es posiblemente un poco más seguro gracias a esa cámara, pero sin duda alguna es también un poco menos hermoso.

viernes, 27 de noviembre de 2020

La imagen de la Purísima Concepción, su historia y su autor

Entre las esculturas de santos más hermosas de la parroquia de Aculco está una imagen de la Virgen colocada en el primer altar lateral del lado izquierdo del templo (el que al hablar propiamente de estos temas se llama el lado del Evangelio). Se trata de una imagen "de vestir" del último cuarto del siglo XIX y, no siendo su atuendo ni antiguo ni interesante, normalmente pasa desapercibida para quien visita el lugar. Sin embargo, con detenerse un momento ante ella se aprecia a través los cristales el cuidado y la belleza con que fueron labrados su rostro y sus manos.

Esta imagen fue en su momento muy venerada por los aculquenses. Aunque su advocación -la Purísima Concepción- tiene profundas raíces en la iconografía católica (de hecho en la propia parroquia de Aculco hay dos representaciones anteriores), su reconocimiento como dogma data apenas de 1854, convirtiéndose entonces en símbolo de la oposición de la Iglesia al materialismo del siglo XIX. Por ello, el que los aculquenses decidieran en 1874 encargar una nueva imagen de la Purísima Concepción respondió muy probablemente a un sentimiento de oposición al gobierno liberal y de resistencia a la aplicación rígida de las Leyes de Reforma que llevaba a cabo el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada.

Hoy quiero mostrarles una carta dirigida al diario La Voz de México por don José María Sánchez, publicada el 13 de abril de 1875. En ella se relatan el origen de la escultura y los festejos que se llevaron a cabo al colocarla en su altar, que por cierto sigue siendo el mismo de entonces, pues por fortuna no se ha movido a la imagen de su sitio como sucedió con muchas otras. Esta carta refuerza mi idea de que, a la par de motivos simplemente religiosos, había también una intención de los aculquenses por ostentar su catolicismo ante el Estado jacobino y la "situación azarosa" que éste había creado:

Señores redactores de la Voz de México- Muy señores míos y de mi aprecio.

He de agradecer a ustedes se sirvan dar cabida en las columnas de su apreciable periódico a las siguientes lineas. El señor cura de este lugar y el que suscribe, tenemos la honra de participar a ustedes que el día 8 del próximo pasado diciembre, tuvo lugar la colocación en el altar del sagrario de esta parroquia de la imagen de la Purísima Concepción, Madre tiernísima de todos los católicos, hecha por el hábil escultor don Diego Almaraz residente en Querétaro.

La imagen tiene dos varas de alto, su vestido es de raso blanco, magníficamente bordado con hilo de oro, su manto es azul claro, igualmente adornado, sus manos y cuello están adornados con piezas de oro y perlas finas, su aureola tiene doce estrellas blancas, su corona es una magnífica imitación de azahares.

El día 7 del dicho diciembre por la tarde, fue adornado el templo hasta donde fue posible, se iluminó con quinientas luces de todos tamaños, se colocó la imagen en un dosel en el presbiterio, la bendijo el señor cura, se cantaron unas solemnes vísperas y, terminadas, comenzaron los repiques a todo vuelo, las iluminaciones en la fachada del templo y de las casas, se quemó un número grandísimo de cohetes. El día siguiente a las ocho de la mañana se expuso el Santísimo y se cantó una misa solemne en la que predicó un magnífico sermón el señor cura; siendo de advertir, que tanto la víspera como el día, en todos los actos, estuvo lleno el templo, en la hora de la misa se repartió la Sagrada Comunión a multitud de personas. Se veía un entusiasmo general de piedad en todos los semblantes de las personas de esta población.

En fin, señores redactores, fue un día de gloria para todos los vecinos de Aculco, sin embargo de la situación azarosa de que nos hayamos circundados los que tenemos la honra de pertenecer al catolicismo. El bordado del vestido ya dicho fue encomendado por el señor cura a la maestra de niñas de este lugar quien lo desempeñó con todo el esmero que fue posible bordándolo ella y las niñas, quienes todo lo hicieron gratis.

Al tener noticia el Ilustre Ayuntamiento de esta obra, dispuso mandarla al jefe político de Jilotepec, a donde pertenece esta municipalidad, dicho jefe mandó que dos señoras de aquella villa, inteligentes en la materia, examinaran el bordado, y habiéndolo ejecutado, dijeron en su dictado que no sólo era bueno, sino excelente.

Me anticipo señores redactores a dar a ustedes las más expresivas gracias como su más adicto y seguro servidor que atento besas sus manos - José María I. Sánchez.

Vale la comentar que el autor de la imagen de la Purísima, Diego Almaraz y Guillén, fue un escultor queretano reconocido que dejó una vasta obra. Alumno de los afamados escultores Mariano Arce y Mariano Perusquía, discípulos a su vez de Manuel Tolsá, Almaraz labró -entre otras piezas- la estatua del marqués de la Villa del Villar del Águila que preside la Plaza de Armas de Querétaro, la estatua de Cristóbal Colón en la misma ciudad, y la bellísima imagen de la Purísima Concepción que se venera en el templo de San Francisco de Celaya.

Decía antes que la imagen sigue en el sitio en que se colocó en 1874, el altar del sagrario. La identificación de este retablo de estilo neoclásico con la función de resguardar las hostias consagradas es evidente por dos de sus rasgos: El primero es el relieve del Cordero de Dios que aparece en la predela y que representa a Jesús como víctima ofrecida en sacrificio por los pecados de los hombres, y por tanto a la Eucaristía. El segundo rasgo es la huella que dejó el tabernáculo en la mesa del altar y las molduras de su primer cuerpo, que indican que existió, aunque ya no lo tenga.

Por supuesto, todos los adornos de oro y perlas, así como las vestimentas bordadas de la Purísima Concepción se han perdido. Las ropas que viste actualmente no son ni de buen gusto, ni de buena calidad. ¿Qué habrá sido de aquellas otras con "excelentes" bordados en hilo de oro hechos por las niñas aculquenses de hace casi 150 años?, ¿estarán por ahí, pudriéndose en un rincón, o serán ya polvo?