Uno de los puntos en los que ha insistido más este blog ha sido el de distinguir con claridad las manifestaciones culturales materiales e inmateriales que son auténticas, de aquellas que -por decirlo con franqueza- son inventadas. Lo mismo al desmontar una leyenda que al señalar la falsificación de una tradición o al lamentar la incorporación de construcciones espurias en el tejido urbano del pueblo, en Aculco, lo que fue y lo que es he intentado nombrar las cosas como son, llamando engaño a lo que es engaño y verdad a lo que es verdad. En ese sentido, la propia dirección del blog elaculcoautentico.blogspot.com es una declaración de principios: el Aculco auténtico.
Esta actitud no pocas veces me ha atraído críticas, pues mucha gente la ve como algo negativo, como si la verdad tuviera que estar subordinada a la conveniencia. Como si el inventar leyendas de brujas o aferrarse al mito de que Hidalgo celebró una misa en el Palo Bendito reflejara un verdadero amor al terruño, en lugar de una fantasía ventajosa. O como si se pudieran crear tradiciones todos los días.
Hoy voy a hablarles de un tema que entra precisamente dentro de este ámbito de las "tradiciones inventadas": la muñeca otomí o muñeca Lele, que se ha vuelto famosa en el vecino Amealco, Querétaro, y también, aunque un poco menos, en nuestro Aculco.
Para todos los que tenemos más de cuatro décadas de vida, es claro que esas muñecas surgieron recientemente; que antes no las había ni se realizaba ningún comercio con ellas. Imposible habría sido encontrarlas en 1980 ya no digamos en cualquier mercado artesanal de la región otomí de los estados de México y Querétaro, ni siquiera en las propias comunidades indígenas. Porque no es una artesanía tradicional de esa etnia, sino que se trata de una creación dirigida desde instancias gubernamentales y que surgió en la Ciudad de México. Dos investigadores -Imelda Aguirre Mendoza y Julio César Borja Cruz- han explorado el origen real de estas muñecas:
El origen de esta clase de muñecas tuvo lugar en la década de 1970, cuando el gobierno de la Ciudad de México creó el Centro de Capacitación Mazahua y el Centro Otomí, los cuales tenían como objetivo reducir la venta ambulante del primer cuadro del centro histórico, llevada a cabo por mujeres mazahuas y otomíes emigrantes, que desde los años 40 ya se desempeñaban en dicha actividad. La idea era capacitarlas en la manufactura de colchas, manteles, cubrecamas, etcétera, y que los centros fungieran como intermediarios en la venta, para así evitar que las mujeres recurrieran al ambulantaje.
En este espacio se crea la muñeca que nos ocupa, proyectándose como un producto más para el comercio. Los centros de capacitación no tuvieron éxito, al menos en su objetivo de impedir el ambulantaje, ya que las mujeres continuaron vendiendo en la calle carpetas bordadas, frutas, dulces, cigarros e incorporaron la muñeca de tela.
Un gran número de mujeres otomíes que participaron en estos centros provenían de la comunidad de Santiago Mexquititlán, población localizada en el municipio de Amealco, Querétaro. Cuando ellas regresaron a su lugar de origen, instruyeron a otras sobre cómo hacer muñecas, así, dichos conocimientos se transmitieron entre un gran número de pobladores. Al respecto, Antonia Tomás, mujer otomí de 28 años (Santiago Mexquititlán, 15/08/2014), menciona que fue hace aproximadamente treinta años cuando su mamá salió a trabajar hacia la Ciudad de México. Al poco tiempo regresó a la comunidad trayendo consigo unos moldes para hacer muñecas, así comenzaron a confeccionarlas y a venderlas en Amealco y las poblaciones cercanas.
Por otro lado, durante los años 90, la entonces Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) -ahora Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI)-, promovió este saber entre las mujeres otomíes, al desarrollar una serie de talleres en donde eran instruidas en el arte de hacer muñecas.
Aunque la muñeca se derivó de una estrategia para limitar el comercio informal, paradójicamente se convirtió en una las principales artesanías que las mujeres otomíes venden de manera ambulante, y desde hace varios años se ha conformado como una de las principales fuentes de ingresos para las familias indígenas de la región.
Así, el origen de la muñeca otomí dista mucho de ser antiguo y no nació propiamente al interior de las comunidades otomíes, sino que fue algo que llegó desde la capital. Pero esta artesanía ha pasado por un proceso de patrimonialización como nos cuentan los propios autores: las comunidades las han asumido como propias, les han dado un sentido profundo dentro de su sistema de creencias e incluso llegan a disputar entre ellas atribuyéndose su origen. Y, algo que me parece más interesante: recuperan elementos verdaderamente tradicionales en su vestimenta, que refleja la indumentaria indígena de la zona, incluso con sus variantes locales:
Semejante a la indumentaria de las mujeres otomíes, el vestido de cada muñeca reúne un conjunto de elementos bordados en punto de cruz, entre los que sobresalen las serpientes que “traen agua”; las mariposas que en la comunidad de San Ildefonso Tultepec son consideradas almas de los difuntos y/o antepasados. Otra de las figuras de los bordados es la mata del maíz, el cual, como alimento, tiene especial relevancia en la vida de las poblaciones indígenas y campesinas. Alrededor de este cultivo se pueden apreciar prácticas que develan un conocimiento del entorno: saber cuándo sembrar a partir de la observación de las fases de la luna, cómo medir la humedad de la tierra, qué tipo de grano es el indicado para conservarlo con el fin de sembrarlo en la próxima temporada.
Hay varios diseños para bordar flores: Doni koti, “flor bordada”, Doni noni, k’eñä, “flor dos culebra” y Bola doni, “flor bola”. En San Ildefonso Tultepec, las flores son pensadas como objetos bellos debido a que sus colores, formas y olores se ligan a categorías como vida, fertilidad, abundancia y alegría. En los bordados también se aprecian aves de pie y de perfil. Un ave importante para la cosmología otomí es el águila, la historia fundacional de varios pueblos se encuentra vinculada a la presencia de ésta y su posterior desplazamiento a Tenochtitlán. Arturo Gómez (2012) escribe sobre el águila bicéfala presente en los mitos de la creación del mundo contados en San Pablito, comunidad otomí al norte del estado de Puebla. En esos relatos dicha ave se relaciona con el sol, la luna y el movimiento; su figura es plasmada en los textiles, particularmente en quexquémetls, así como en el papel amate y el papel china con usos rituales.
[...]
La muñeca es de Santiago, concluyó Raúl en la conversación que sostuvimos. Algunas personas de esa comunidad mencionan que “los de Amealco”, es decir, los habitantes de la cabecera municipal quieren robarse el nombramiento de “cuna de la muñeca”. Varios pobladores cuentan la historia de los talleres en la Ciudad de México, subrayan que las mujeres de la comunidad tomaron el diseño inicial y lo adecuaron.
Es claro que entre los habitantes de Santiago Mexquititlán se conformó una noción de patrimonio a partir las acciones gubernamentales; ellos se reconocen como sujetos con legitimidad para hacer uso de la muñeca, pues es parte de “su patrimonio”. En esto también se aprecian ideas sobre la colectividad, los derechos de uso y los deberes que ellos tienen de mantener y transferir esos conocimientos a generaciones futuras. Asimismo, se percibe un reforzamiento de la identidad étnica revelada ante el aprovechamiento que las dependencias gubernamentales y otros actores han hecho de la muñeca.
En el municipio de Aculco, la muñeca otomí se elabora posiblemente desde hace unos 20 años, aunque sólo en los últimos diez ha alcanzado verdadera popularidad. No tienen grandes diferencias con las de Amealco, pero en las de más cuidada elaboración se advierten los típicos bordados otomíes en las blusas de cuello alto con holanes, así como las faldas amplias con encaje y delantal que evocan a las de sus fabricantes, principalmente mujeres. Es curioso que acá también reclaman su origen, que estaría en el pueblo de La Concepción. Al respecto, es muy interesante este video en Youtube, donde podemos escucha a una artesana otomí hablando primero en español y luego en otomí acerca de estas muñecas. Y acá otro video donde se observa un taller dirigido a niños de elaboración e estas muñecas en el centro de Aculco.
En resumen, la llamada muñeca otomí o muñeca Lele es una creación relativamente reciente, originada en la Ciudad de México con fines fundamentalmente comerciales y desde fuera de las comunidades indígenas. Posteriormente fue adoptada por comunidades otomíes de Aculco (Edoméx) y Amealco (Querétaro), que hoy se disputan su paternidad. Su vestimenta, aunque inspirada en la indumentaria tradicional de esas regiones, constituye más un guiño estilístico que una continuidad fiel. En las últimas décadas, la muñeca -siempre elaborada de manera artesanal- se ha consolidado ciertamente como un producto emblemático y ampliamente demandado por el turismo, lo que ha multiplicado su producción y su presencia en ferias, venta ambulante y mercados. Sin embargo, pese a ese reconocimiento y a su creciente arraigo, conviene no perder de vista que se trata de una tradición en gestación, no de un objeto ancestral. Por ello, su declaratoria como "patrimonio cultural intangible" del estado de Querétaro parece, al menos, prematuro y discutible.
FUENTE:
AGUIRRE MENDOZA, Imelda y BORJA CRUZ, Julio César. "La muñeca otomí ante el extractivismo epistémico", en Entre diversidades, revista de ciencias sociales y humanidades [online], 2020, vol.7, n.2 [citado 2025-03-06], pp.222-244. Disponible en:
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