lunes, 10 de mayo de 2010

El Puente Colorado

La parroquia de Aculco desde el Puente Colorado.

Una de las características más destacadas de Aculco como conjunto, es la variedad tipológica de elementos urbanos y edificaciones originales que han llegado hasta nuestros días. No se trata, por cierto, de elementos de primer nivel en el panorama histórico-artístico de México, pero sin lugar a dudas es muy difícil encontrar una población del tamaño de la nuestra que reúna en tan corta extensión construcciones como una iglesia y su convento del siglo XVII, con atrio y capillas posas, casonas virreinales, un par de acueductos, una plaza de toros de principios del siglo XX, viejos mesones, tres importantes haciendas (una de ellas con pinturas murales de Ernesto de Icaza), unos lavaderos públicos del siglo XIX -aunque reconstruidos-, una serie de baños y lavaderos particulares, un sistema de riego de mediados del siglo XIX, un par de antiguos molinos de harina, una pequeña estación de tren de fines del siglo XIX (y abundantes vestigios de la vía del tren), varias cortinas de presa de los siglos XVIII y XIX, y por supuesto, puentes.

La calzada sobre el puente.

En efecto, cuatro son los puentes históricos de Aculco (sin contar el imponente Puente Piedad, de 1896, por el que circulaba el ferrocarril): el Puente Colorado Y el Puente Blanco, situados al norte, y los puentes Santa Anita y La Magdalena, que se encuentran hacia el poniente de la población. Esta vez hablaremos solamente del primero de ellos, que es además el más importante desde el punto de vista arquitectónico.

Otra vista de Aculco desde el Puente Colorado.

El Puente Colorado se encuentra sobre lo que antiguamente fue la calzada de acceso a Aculco, es decir, la prolongación de la calle Matamoros hacia el norte, que servía de enlace a este pueblo con la hacienda de Arroyozarco y con el Camino Real de Tierra Adentro. Este puente salva el más importante de los arroyos que corren por el valle que se encuentra entre Aculco y las lomas de Gunyó. Desde tiempos antiguos debió existir un puente en este punto por ser la entrada principal al lugar y así parece demostrarlo un trazo intencionado en el mapa de la Batalla de Aculco del 7 de noviembre de 1810, que Carlos María de Bustamante incluyó en su obra Campañas del General Calleja (México, Imprenta del Águila, 1828). Sin embargo, es probable que bajo su forma actual se remonte sólo hasta el año de 1852 (Memoria de la Secretaria de Relaciones y Guerra del Gobierno del Estado de Mexico leída por el Secretario del Ramo, Toluca, Tipografía J. Quijano, 29-31 de marzo, 1852. Citado por De Gortari Rabiela, Rebeca. “Jilotepec en el siglo XIX. ¿Una región a demostrar?” en: Dimensión Antropológica. vol. 10, enero-agosto, 1997). Fue reparado a principios del siglo XX: las fotografías más antiguas que se conservan de él nos lo muestran precisamente después de los arreglos que se efectuaron entonces, pintado en el color rojo que le dio nombre.

El plano de la Batalla de Aculco que parece indicar la presencia del Puente Colorado (o su predecesor) en 1810.

El Puente Colorado a principios del siglo XX, recién pintado de rojo.

El Puente Colorado, elaborado completamente en mampostería de piedra blanca característica de Aculco, se desplanta sobre cuatro arcos ligeramente rebajados. En el lienzo que da aguas arriba (es decir, hacia el oriente) las pilas en que se asientan los arcos poseen tajamares angulares que, al estilo romano, no alcanzan el pretil. Hacia este mismo viento, los estribos se ensanchan como para fortalecer el puente y al mismo tiempo conducir el agua hacia los ojos con sus muros oblicuos. Estos muros oblicuos, por cierto, sirvieron para destacar por encima de la línea del pretil un par de remates triangulares que guardan sendas tarjas para inscripciones, inexplicablemente vacías. La fachada de aguas abajo resulta mucho más sencilla: ningún adorno perturba la mampostería.

Fachada de aguas arriba del Puente Colorado.

Fachada de aguas abajo del mismo puente.

Sólo en los remates que albergan las lápidas y en el lomo de toro del pretil se percibe aún algo de la pintura roja original de este puente. El resto de la mampostería, salvo algún vestigio menor del repellado, tiene la mampostería a la vista. Por supuesto, esta construcción ha sufrido a lo largo del tiempo otros daños que han dejado en él sus cicatrices, pese que tiene un buen estado general y es utilizado continuamente por peatones y automóviles. El principal de estos daños se observa en la primera pila de norte a sur, que hacia la fachada de aguas arriba muestra una falla en la cimentación que la hundió ligeramente, desplazándose también hacia abajo las dovelas de los dos arcos que se apoyan en ella. En la fractura causada por esta falla crece un tepozán que las administraciones municipales han dejado ahí, pese a haber realizado otros arreglos en el puente. Quizá creen que gracias al árbol el puente se sostiene.

Lápida del lado norte.

Lápida del lado sur.

El tepozán en la grieta.

El año pasado, el Puente Colorado sufrió otras afectaciones: en la temporada de lluvias y debido al azolve del río provocado por la falta de mantenimiento, las aguas subieron de nivel y derribaron aproximadamente la mitad del pretil de aguas abajo. Por fortuna, el daño fue reperado rápidamente con los mismos materiales y sólo al observar con detalle el lomo de toro que lo remata se percibe la reconstrucción.

sábado, 8 de mayo de 2010

El Puente Blanco

El Puente Blanco

Hablábamos hace algunos días del Puente Colorado, el principal de los puentes que permitían el acceso hacia el pueblo de Aculco sobre los arroyos generalmente calmos, pero infranqueables en las crecidas. Ahora nos referiremos al Puente Blanco, que forma parte del mismo sistema que comunicaba a Aculco con la hacienda de Arroyozarco y el Camino real de Tierra Adentro.


La antigua calzada que corre sobre el Puente Blanco, ya en desuso.

Este puente se encuentra a corta distancia del Puente Colorado, hacia el norte y muy cerca ya de las lomas de Gunyó y del rancho de San José. Según la tradición, que no he podido verificar, se construyó en el año de 1921, siendo presidente municipal don Juan Lara Alva. Consta de un solo arco de mampostería de piedra blanca aculquense, carece de tajamares y refuerzo en los estribos, y su pretil es muy bajo, aunque se prolonga y ensancha más allá del claro.

Costado poniente del puente.

Costado oriente del puente, con su pretil destruido.

A diferencia del Puente Colorado, el Puente Blanco ha caído en desuso y sólo transita por él algún peatón que intenta recortar su rita, pues el trazo de la calzada que corría sobre él se rectificó hacia el poniente y se edificó un nuevo puente de concreto para librar el mismo arroyo -más bien un canal- que pasa bajo aquél. Aunque el puente se mantiene firme, este abandono ha provocado su deterioro, principalmente en el pretil oriente, que ha caído en dos terceras partes. El azolve provocado por el lodo y la basura que se arroja al canal amenazan con taponar uno de estos días el ojo del puente y provocar su completa destrucción.

Finalmente, debemos hacer notar que, aunque los puentes Colorado y Blanco eran los pasos más importantes que permitían el acceso al pueblo de Aculco, esta misma zona de la vega y muy cerca de ellos existen varios puentecillos más que libraban los canales y arroyuelos tan abundantes en la vega que corre entre Aculco y Ñadó. Mostramos aquí las fotos de dos de ellos.

Puentecillo con dovelas de piedra blanca que se encuentra casi inmediato al Puente Colorado.

Pretiles del casi totalmente azolvado puente que comunicaba al rancho de San José con la calzada de acceso a Aculco por el norte.

jueves, 6 de mayo de 2010

San José

El rancho de San José.

Al otro lado del valle que se forma al pie del altozano en el que se sitúa Aculco -aquellas "fértiles vegas" de las que hablara fray Agustín de Vetancurt al escribir sobre el pueblo en 1697- se encuentran la casa y capilla del rancho de San José. Ninguna noticia cierta he podido encontrar sobre su origen. Por la poca distancia que lo separa de Aculco, debió formar parte de las tierras de su fundo legal (es decir, los terrenos que rodeaban a un pueblo y desde su fundación eran cedidos a sus habitantes para su disfrute común). De ser así, habría pasado en la segunda mitad del siglo XIX -como otras muchas parcelas aledañas- a ser propiedad privada al ser distribuidas las llamadas "tierras de común repartimiento". Posiblemente fue así como llegó a manos de don Santiago Lozano, que lo poseía a principios del siglo XX.

Vista general de San José, desde Aculco.

Don Santiago Lozano fue un aculquense destacado, presidente municipal en 1901, 1909, 1910 y 1923. Hombre emprendedor, instaló a su costa el servicio telefónico entre Aculco y la estación de la hacienda de Cofradía del ferrocarril Cazadero-Solís hacia 1900. Fallecio en septiembre de 1927 a causa de un accidente de este mismo tren, que se descarriló en el puente Taxhié, cerca de Polotitlán.

Sin duda, fue el mismo don Santiago quien dio su aspecto actual a la casa del rancho de San José. Esta finca se asienta en una loma con pendiente hacia el sur y se encuentra rodeada de un muro perimetral de piedra blanca de Aculco que encierra una superficie de unos 3,500 metros cuadrados. Todo su perímetro carece de vanos excepto hacia el sur, en dirección a Aculco, donde se encuentra su entrada principal. Esta entrada seguramente tuvo algún interés arquitectónico, pero lo perdió al ser ensanchada mediante la simple demolición de sus jambas, dejándose con la apariencia ruinosa que vemos en las fotografías.

Muro perimetral y granero.

Al interior de sus muros destacan dos construcciones con casi las mismas dimensiones: un granero que se yergue hacia la parte oriente y una capilla hacia el poniente. Entre ellos se levantan diversas dependencias menores bastante deterioradas: la casa habitación, corrales, gallineros, caballerizas, etcétera. El granero, de una sola nave y orientado de norte a sur, estuvo cubierto con armaduras de madera y teja casi enteramente perdidas en su mitad poniente. Su interior era iluminado por una serie de ventanas rectangulares con dinteles de madera y cerradas por fuertes rejas. Según puede deducirse de sus paramentos de piedra, se formó posiblemente por el adosamiento de un cuerpo simétrico a una vieja troje de la mitad de ancho, con tejado a un agua.

Capilla del rancho de San José

Al otro extremo del recinto se levanta el elemento más interesante del rancho de San José: la capilla en la que se venera a este santo, mucho mejor conservada que el resto de la propiedad y que sirve prestando sus servicios a los vecinos. Quizás fue en su origen un granero como el descrito, ya que sus dimensiones generales, muros, tipo de cubierta y ventanas son equivalentes. La planta de la capilla es pues, también de una sola nave, aunque un par de cuartillos de teja adosados a ambos lados de la fachada (según parece, una sacristía y un bautisterio) le acercan a la forma de una cruz latina -más bien una T-.

Muro perimetral y fachada este de la capilla.

La fachada principal está formada por un arco de cantera rosa que forma un pequeño nártex, solución arquitectónica sin precedentes en esta zona. Al fondo del nártex se abre la portada de cantera rosa y cerramiento ochavado. Por encima del nártex se encuentra el coro de la capilla, que se ilumina con un par de ventanas de cantera rosa, cerramiento curvo y repisón corrido que se abren hacia la fachada principal. Entre las dos ventanas se encuentra una lápida de cantera en la que probablemente se encuentra registrado el año de construcción, aunque no resulta distinguible visto desde el nivel del suelo. Por encima se desplanta la espadaña con dos huecos para campanas ochavados y enmarcados en cantera. En el punto más alto se levanta una sencilla cruz y sobre los campanarios un par de pebeteros de barro muy parecidos a los de la torre del reloj (de 1904) en el centro de Aculco. En tiempos modernos se construyó un antiestético "balcón" de fierro que une ambos campanarios, que bien pudo haberse edificado en la parte posterior de la espadaña.

Muro perimetral y fachada oeste de la capilla.

Toda esta fachada muestra sus muros de mampostería de piedra blanca, con excepción de la parte central de la espadaña que se halla cubierta de aplanados y pintada. Da la impresión de que existió ahí alguna clase de ornamentación -un relieve, una hornacina, alguna pintura mural- que quizá fue destruida o permanece oculta tras el enlucido. Al frente de la capilla se bardó un pequeño espacio para hacer las veces de atrio, pero mientras los muros laterales se rematan en un simple lomo de toro, la parte frontal, que pertenece a otra etapa constructiva, muestra un remate mixtilíneo con arcos invertidos inspirado en el muro atrial de la parroquia.

Después de ser propiedad de don Santiago Lozano, el rancho de San José llegó a mediados del siglo XX a las manos de don Alfonso Díaz y en la década de 1980 fue vendida al mismo gupo de inversionistas que compró a don Alfonso otras importantes propiedades en esta zona, como el Molino Viejo y La Huerta. Desde entonces casi toda la propiedad, con la notable excepción de la capilla, ha ido cayendo en el abandono, del que no sabemos si se recuperará algún día.

La hermosa vista de Aculco desde el rancho de San José.

Agradezco las fotografías a Víctor Manuel Lara Bayón.


ACTUALIZACIÓN, 19/09/2011

La tarjeta de recuerdo de la bendición de la capilla de San José en 1922, hace 89 años:


ACTUALIZACIÓN, 22 de marzo de 2014:

Aquí, una serie de fotografías procedentes del Catálogo de Monumentos Históricos del INAH que muestra algunos detalles interesantes del interior y exterior del rancho de San José como estaba en la década de 1990:

lunes, 12 de abril de 2010

El Bosque

Acceso principal de la casa del rancho El Bosque.

Desde fines del siglo XVIII, varios miembros de una familia de origen criollo, los Mondragón, comenzaron a adquirir extensas propiedades al sur de la hacienda de Ñadó que, sin embargo, nunca llegaron a conformar una hacienda en el sentido estricto de la palabra. De hecho, tras alcanzar su mayor extensión en tiempos de don Eduardo Mondragón (cerca del último cuarto del siglo XIX), estas tierras fueron fraccionadas entre sus descendientes a lo largo de las siguientes generaciones, antes incluso de que la reforma agraria llevara a la desaparición de las grandes propiedades en el campo mexicano. Conforme se iba dando esta disgregación, las fracciones adquirían algún nombre particular, a veces distinto de aquél con que eran conocidas en tiempos anteriores, lo que dificulta mucho rastrear su origen e historia. Es el caso de la fracción conocida como rancho El Bosque.

Retrato de don Germán Mondragón en su vejez, fines del siglo XIX.

En el plano de la hacienda de Ñadó de la década de 1880, el límite con estas posesiones se refiere a ellas como "Tierras de don Eduardo Mondragón / Rancho de las Trojitas". Es posible que su hijo, Germán Mondragón, haya sido quien segregó esta herencia del resto de las propiedades a fines del siglo XIX o principios del XX. Para las primeras décadas de éste último, formaba ya parte del patrimonio de la rama familiar que encabezaba don David Mondragón.

Detalle de la Reducción del Plano de la hacienda de Ñadó de 1920, en el que aparece su límite con las tierras del rancho de don Eduardo Mondragón.

La carretera Panamericana en las inmediaciones de El Bosque. Al fondo, la peña de Ñadó. Fotografía de Google Streetview.

Dedicado a la cría de ganado mayor y a la explotación de carbón, sin mayor pena ni gloria, opacado por su carácter de pequeña propiedad por los grandes latifundios de Ñadó, Cofradía, Totó y Arroyozarco, que marcaron la historia de esta región, El Bosque languideció lentamente en los años que siguieron a la Revolución. Sus tierras fueron fraccionadas entre los descendientes de don David, algunas vendidas por ellos a extraños e incluso los ejidatarios del pueblo de Santiago Toxhié obtuvieron alguna tajada de sus potreros. Hasta la casa principal del rancho, de la que hablaremos enseguida, tiene actualmente varios propietarios, todos ellos parte de la familia, sin que esto último garantice que habrá de conservarse íntegra e indivisa en el futuro.

Fotografía satelital de la casa del rancho El Bosque. En la parte inferior, la carretera Panamericana.

Esta casa se sitúa en un altozano que forma parte de las estribaciones del cerro de Ñadó, a unos 200 metros de la Carretera Panamericana y a tres kilómetros al suroeste de la hacienda de Ñadó. Los restos de vegetación en las cañadas aledañas permiten ver claramente las razones por las que recibió su nombre, pues antiguamente se formaba aquí un bosque cerrado en el que predominaban los ocotes, más que los encinos habituales en los montes de la región. En el edificio parecen identificarse varias etapas constructivas, la última de fines del siglo XIX que fue la que le dio su aspecto actual, con elegantes y a la vez sencillos detalles neoclásicos en sus áreas más importantes.

Fachada principal de la casa.

Como otros ranchos de esta zona de Aculco, el edificio y sus anexos forman un conjunto compacto y se distribuyen alrededor de un patio o jardín central rodeado por corredores en los costados sur y oriente, cuya cubierta de teja está soportada por hermosas columnas octogonales de piedra encalada con capiteles cuadrangulares que seguramente pertenecen al siglo XVIII. El resto del patio está formado por construcciones nada homogéneas, con aire rústico y aspecto encantador, entre ellas dos corredores con techumbre soportada por pilares de mampostería y una curiosa construcción de dos plantas a cuyo primer piso se accede a través de una escalera doble con pasamanos de madera.

Vista del patio de la casa, hacia el noreste.


Pórticos del patio sostenidos por columnas octogonales.



Tres vistas de los lienzos norte y oeste del patio. Adviértase la interesante "torrecilla", con la escalera de madera adosada para acceder a la planta alta.

La cruijía principal del edificio, que mira convenientemente hacia el sur (lo óptimo debido al frío clima de la zona), es de construcción más reciente (fines del siglo XIX) y muestra una fachada tan digna como austera, con detalles ornamentales labrados en cantería, en la que destaca el acceso principal con portón de madera original, cerramiento curvo y moldura en la parte superior sostenida por ménsulas. Las tres pequeñas ventanas que se distribuyen a los lados de este acceso muestran parecida composición, aunque su moldura es de menor vuelo y sus ménsulas exageradamente sencillas, casi como esbozadas. Esta fachada presenta algunos restos de pintura mural, entre ellos una cenefa con rombos en color amarillo inmediatamente por debajo del tejado que sobresale ligeramente del plano, y la leyenda el "El Bosque" en amarillo y castaño en el espacio que se halla entre el arco de la entrada y la moldura que la remata.

Frente a esta fachada existe un espacio rectangular que bien pudo haber sido un patio de trabajo o simple jardín, como lo es ahora, y que forma parte del mismo terraplén sobre el que se desplanta la casa entera. A él se accedía a través de una escalinata en el ángulo sureste, la que ahora se halla flanqueada por un cuerpo de construcción reciente en el que se reutilizaron sillares antiguos de piedra blanca, material con el que está edificada la casa entera con excepción de ciertos muros levantados con adobe. Otras dependencias menores y muros rodean limitan también este supuesto patio de trabajo.

Construcción que limita el costado oeste del patio de trabajo.

Construcción moderna en que se han reutilizado sillares antiguos. Cierra el patio de trabajo por su costado sur.

El rancho El Bosque, uno de los edificios antiguos menos conocidos del municipio de Aculco, conserva su arquitectura, como se puede apreciar por las fotografías, en un estado en buena medida prístino. Algunas de sus cubiertas comienzan ya a requerir una intervención para evitar su desplome y sería de admirarse que esos trabajos se realicen pronto, pero conservando esa apariencia original que presta a esta casa un especial encanto, ya perdido en la mayoría de los edificios históricos de nuestra región.


Dos vistas de la fachada de la casa.

Vista general del rancho

Las fotografías de la casa del rancho El Bosque pertenecen a la señora MTMM.

 

ACTUALIZACIÓN, 20 de abril de 2014:

 

Aunque no contamos con planos del rancho El Bosque, sí existen mapas de las haciendas de Ñadó y El Jazmín que muestran claramente cómo esta propiedad se introducía como una cuña entre los terrenos de estas haciendas. Aquí, un montaje de estos mapas, con la zona correspondiente al rancho de don Eduardo Mondragón dentro del cuadro rojo.

ACTUALIZACIÓN, 3 de septiembre de 2020:

Unas fotografías recientes del rancho, tomadas de la cuenta de Twitter de @lau_huerta: