viernes, 27 de agosto de 2010

Vidó

EL torreón de la casa de Vidó.

Vidó es un topónimo de origen otomí que según Rubén García (Rincones y paisajes del México maravilloso) significa "Piedra Roja", traducción que no nos satisface del todo pues aunque ciertamente "dö" en esa lengua significa piedra, rojo se diría más bien "thëni". A falta de una mejor interpretación conviene dejar abierta aquella posibilidad. Pero, sea cual fuere su significado preciso, lo interesante aquí es que recibía este nombre una milpa con una pequeña casita de piedra que se extendía en el extremo oriente de Aculco, limitada por la Calle del Sol, el camino que lleva al pueblo de Santa María Nativitas, la prolongación de la Calle José Canal y el arroyo llamado también Vidó que desciende desde la Sierra de Aculco a lo largo del Barrio de la Soledad.

El único tramo de la calle del Sol, antaño la vía más oriental de Aculco. Esta calle se prolonga al norte por el Callejón del Sol, que tiene distinto alineamiento.

La milpa de Vidó era -apenas puede creerse hoy en día- uno de los sitios de recreo del Aculco viejo. A orillas del arroyo se formaba una playa de arena fina y en sus pozas nadaba la gente (principalmente los niños) en el calor de la primavera, única época del año en que el frío clima permitía solazarse de esta manera.

La limpieza personal está en razón directa de la cultura de estas gentes, pues las hay que casi nunca se bañan, ni siquiera lavan sus ropas. Las personas de la afueras del pueblo se bañan en el río, las mujeres cubren sus cuerpos con una sábana, o con sus enaguas bañándose por debajo de ellas" (Dr. Enrique Rojas López, "Informe general sobre la exploración sanitaria del municipio de Aculco, Méx.", 1943)

Existía en esa milpa una sola vivienda, como dijimos arriba: una casita de piedra cubierta de teja que tenía la única particularidad de contar con una alacenda donde, asegura la leyenda, su dueño halló dinero enterrado. Sea que el dinero tuviera su origen en este entierro o en su trabajo (en el que debemos incluir el puesto de Diputado local), el propietario edificó allí mismo en la década de 1970 una amplia y hermosa casa moderna con detalles neocoloniales, de piedra blanca, bóvedas esféricas de ladrillo, jardín al frente y un simpático torreón, que si bien no se inspiró directamente en la antigua arquitectura aculquense, por lo menos se adaptó al entorno de manera tersa, sin estridencias.

Muro norte de Vidó, hacia el camino entre Aculco y Santa María Nativitas.

Una vista más extensa de este muro en Google Steetview. A la izquierda, a la orilla del arroyo, se extendían las pequeñas playas que hicieron localmente famosa a esta milpa.

Si de la antigua casita no sabemos si quedó huella, en cambio se conservan a la vista en Vidó otros restos importantes que datan de los primeros años del siglo XX. El más importante de ellos es un gran arco de piedra que libra perpendicularmente el arroyo y que fue construido por don Abraham Ruiz Lara para conducir el agua de riego proveniente de la presa de Ñadó hacia los terrenos que poseía en la margen derecha de esta corriente. El arco nunca llegó a cumplir con su función, de hecho parece ser que nunca llegó a construirse el canal de la parte superior. En cambio, sirvió para que algunos charros de antaño hicieran gala de la habilidad propia y la de sus caballos para transitar por tan estrecho paso; así lo hacía, por ejemplo, don Luis del Castillo.

El arco de Vidó, edificado en piedra blanca.

Las dimensiones del arco resultan verdaderamente notables.

El arco prolonga el muro sur -que sirve de lienzo a la Calle José Canal- al otro lado del arroyo de Vidó.

Sillares del estribo oriente del arco. Aunque están construidos en suave piedra blanca, su desgaste es mínimo.

Hoy en día, Vidó es un terreno cercado por todos sus lados. Aunque la casa construida en los setentas ocupa buena parte de su superficie, en otra sección existen unos baños públicos y una enorme área a orillas del arroyo permanece como espacio abierto, sin edificar. No sé a qué se deba, será seguramente que el camino no lleva a ninguna parte, pero el tramo final de la calle José Canal que corre a lo largo del muro sur nunca ha sido empedrado y, en los últimos tiempos, se le utilizado como excusado, basurero y hasta para descargar cascajo. Todos estos desechos se deben sortear si uno desea acercarse a la orilla del ahora maloliente arroyo (gracias a las descargas del drenaje en el mal urbanizado barrio de La Soledad) para apreciar el grandioso arco de Vidó, quizá el arco exento de mayor radio construido nunca en el municipio de Aculco.

Muro de Vidó hacia la calle José Canal. El remate de lomo de toro con una cornisilla de ladrillo era característico de las construcciones antiguas del pueblo.

La prolongación de la calle José Canal hacia el arroyo de Vidó ha sido respetada por los colindantes como lugar público, pese a no estar empedrada y constituir prácticamente un baldío.

Esquina norponiente de Vidó (Calle del Sol y Avenida Morelos), sitio donde se encuentran actualmente unos baños públicos. Fotografía de Google Street View.

Muro frontero a Vidó, en la esquina de José Canal y Calle del Sol.

jueves, 26 de agosto de 2010

La estación de tren de Cofradía



Uno de los edificios aculquenses que las generaciones futuras más lamentarán haber perdido -porque se habrá de perder en poco tiempo, ¡qué duda cabe!- es la vieja estación de Cofradía del ferrocarril Cazadero-Solís.

Vista general de la antigua estación de Cofradía.

No se trata de un edificio estéticamente relevante. Sin embargo, como hemos insistido muchas veces anteriormente en este blog, el conjunto urbano de Aculco, junto con los edificios patrimoniales de su jurisdicción, destaca principalmente por su integridad, por su variado número de tipologías arquitectónicas, y por la autenticidad de sus edificios. Hablando más claro: lo que vale es sobretodo el conjunto completo y original de sus inmuebles antiguos. Cuando la estación de Cofradía caiga al fin, se habrá perdido la única construcción del municipio que pertenece a la categoría de las estaciones de ferrocarril y con ello el conjunto perderá también parte de su valor.

El camino de Aculco a la estación muestra todavía las huellas de las ruedas de las carretas.

En fin, vayamos a su historia.

El interés por construir un ferrocarril en esta zona databa de inicios del Porfiriato. La primera concesión, otorgada al señor Rodolfo Fink el 31 de mayo de 1882, no llegó a concretarse pues se declaró caduca en 1885, tras realizarse sólo algunos trabajos. La construcción definitiva de la vía angosta no fue iniciada sino en 1895 (al mismo tiempo que se otorgaron los primeros permisos de explotación forestal del cerro de Ñadó), por don Felipe Martell, propietario de la hacienda de La Torre. Su objetivo principal consistía en enlazar las fincas de la zona y facilitar el traslado de la madera, el carbón y otros productos. Debe haberse tratado de una inversión compartida pues el permiso - sin subvenciones por parte del Gobierno- fue concedido a Guadalupe Guadarrama y al sanjuanense T. Melesio Alcántara por decreto del 9 de diciembre de 1893.

La estación con las construcciones parásitas edificadas a su lado en los últimos años.

Algunas fuentes indican que la vía llegó a tener una longitud total de 57 millas (91.71 kilómetros), pero parece que en realidad se extendía por cerca de 59 ó 60 kilómetros, de los que en mayo de 1895 existían 30 y para 1897 se habían construido ya cuarenta y ocho. Su trazo aproximado era paralelo al que sigue actualmente la Carretera Panamericana entre Ñadó y Palmillas, poco más o menos. La vía se bifurcaba, a partir de Ñadó, hacia el rancho de San Pablo ubicado precisamente al otro lado del cerro (punto alrededor del cual nacían treinta kilómetros más de vías portátiles Decauville que se iban desplanzado conforme el corte de árboles lo exigía) y a Llano Largo en Tixmadejé, Acambay, hacia el sur. Al concluirse su construcción, contaba con las siguientes estaciones:

Cazadero, a 29 km. al sur de la ciudad de San Juan del Río, Qro.
Taxhié (Polotitlán, Méx.), a 12 km de la anterior.
La Estancia (Aculco, Méx.), a 5 km de la anterior.
Cofradía (Aculco, Méx.), a 11 km de la anterior.
Ñadó (Aculco, Méx.), a 8 km de la anterior.
La Fábrica (Aculco, Méx.) a distancia desconodida de la anterior.
Tixmadejé (Acambay, Méx.), a 17 km de Ñadó.
San Pablo (Amealco, Méx.), a 23 km de Ñadó.

La casa de la izquierda se adosó a la fachada principal de la estación, ocultándola por completo.

La estaciones de Cazadero a Ñadó daban servicio público de carga, correo y pasajeros, mientras que de Ñadó a San Pablo el servicio era sólo privado.

De todas estas estaciones, la única que parece haber llegado a nuestros días es la de Cofradía. A pesar de ser diminuta, como se puede advertir en las fotografías, se convirtió en un importante punto de partida hacia la capital y norte del país para los habitantes de la región: hacia 1897, mientras el Camino de Tierra Adentro caía en el abandono, las autoridades municipales de Aculco cuidaban de construir un puente y empedrar el camino ella, al empezar a prestarse el servicio de transporte de pasajeros.

Muro surponiente de la estación. Adviértase el diseño inciso sobre el aplanado que simula sillares.

Detalle del piñón que remata el muro lateral. El terminado del muro en forma de lomo de toro y con una cornisilla de ladrillo era característico de las construcciones antiguas de Aculco. Muchas de ellas lo perdieron al sustituírseles por cornisas de tres hiladas de ladrillo en 1974, durante el "Programa Echeverría de Remodelación de Pueblos".

En 1923, la distancia de tres kilómetros entre Aculco y Cofradía se cubría en una hora a través de carros tirados por mulas, con tarifa de 2 pesos por tonelada transportada entre ambos lugares. Los pasajeros que tomaban el tren en esa estación solían hospedarse en los mesones y casas particulares de Aculco, donde pagaban un peso por noche. El costo del pasaje entre Cofradía y Cazadero era en 1919 de un peso con ocho centavos.


Otra vista de la estación y de la casa adosada quie oculta su fachada.

La estación de Cofradía constaba de un solo edificio de piedra blanca, de planta rectangular de unos diez por cuatro metros y cubierta de teja a dos aguas, orientado de suroeste a noreste. En su fachada principal, que miraba hacia el noroeste (en dirección al Puente Piedad), destacaba la puerta de entrada y un par de angostas ventanas, vanos todos que mostraban marcos acodados labrados en cantera. El piso era de ladrillo colocado en "petatillo". Todos los muros exteriores se hallaban cubiertos con aplanados de cal y arena y mostraban un diseño inciso que simulaba sillares. El edificio destacaba al hallarse aislado de cualquier otra construcción inmediata.

Como se puede apreciar en esta foto, los marcos de cantera que rodean los vanos de la fachada principal permanecen en su sitio, aunque ocultos por la nueva construcción. En la imagen, se puede ver el costado del marco acodado que corresponde a la ventana del lado izquierdo.

La venta del lado derecho, por el interior. Sobrevive la obra de carpintería en regular estado de conservación.

Increíblemente, la estación de Cofradía se mantiene hoy en día en su originalidad constructiva, utilizada como vivienda (como seguramente lo ha sido los últimos 82 años, desde que se levantó la vía del ferrocarril en 1928). No podemos decir lo mismo en cuanto a su concepción espacial, ya que una casa moderna de reciente construcción fue edificada muro con muro sobre su fachada principal, ocultando a la vista los enmarcamientos de cantera que, pese a todo, permanecen en su sitio. La cubierta se muestra ya muy deteriorada, con las vigas combadas, soportadas al interior con pies derechos de madera, las tejas desacomodas y rotas, aunciando todo una cercana ruina.

Actualmente, esta entradilla en la parte posterior del edificio es su único acceso. Quizá no corresponde al diseño original.

El conjunto luce tan destartalado que quizá no soportará una temporada más de lluvias. O, acaso, el dinero para edificar en su sitio un cuarto de tabicón llegue antes y sus muros caerán a golpe de barreta. Sea que desaparezca por los embates de la naturaleza o a manos del hombre, la vieja estación de Cofradía parece tener -como tantos otros edificios históricos de Aculco- el tiempo contado.

En este muro se advierte también el diseño de sillares, inciso y remarcado con negro.

Estaciones de tren de dimensiones parecidas y valor arquitectónico equivalente han sido restauradas recientemente en algunos lugares del país. Es el caso de ésta, la estación Casa Blanca en Jojutla.

ACTUALIZACIÓN: 12 DE NOVIEMBRE DE 2019

El Catálogo de Monumentos Históricos del INAH en línea presenta este par de fotografías de la estación cuando estaba en proceso de construcción la vivienda vecina, pero todavía era posible apreciar parcialmente los vanos de la fachada. Los planos proceden del mismo acervo.

miércoles, 25 de agosto de 2010

El Puente Piedad

El Puente Piedad antes de 1928, año de desmantelamiento de la vía del ferrocarril.

El Puente Piedad en la actualidad.

Hace unos días, al hablar del puente esviajado del Ferrocarril Cazadero-Solís, comentaba mi intención de escribir algunos posts acerca del estado de conservación de algunos de los ya escasísimos testimonios materiales de aquella vía férrea. Pues bien, toca el turno de hablar del Puente Piedad, edificado en el año de 1896, según podía leerse en una lápida ubicada en su base.

El Ferrocarril Cazadero-Solís se construyó con la intención de ligar transversalmente las rutas del Ferrocarril Mexicano y del Ferrocarril Central a través de una vía angosta que comunicaría precisamente las estaciones de Cazadero, Querétaro y la Hacienda de Solís, en el Estado de México, y a la vez para permitir la explotación forestal del cerro de Ñadó y otros montes aledaños, que hasta entonces -fines del siglo XIX- conservaban en estado prístino su riqueza natural. El proyecto no llegó a concretarse en su totalidad, pues las vías nunca llegaron a Solís, sino sólo a los ranchos de San Pablo y Tepetongo en la hacienda de La Torre (municipio de Amealco, Querétaro); de ahí que también sea conocido como Ferrocarril Cazadero-San Pablo o Ferrocarril Cazadero, La Torre y Tepetongo. En cambio, se construyó un ramal no proyectado en principio, que comunicaba a la hacienda de Ñadó con el pueblo de Tixmadejé, en Acambay.

Los tajamares del Puente Piedad y la nueva calzada, desde la cortina de la Presa de Cofradía.

Entre 1898 y 1912, aproximadamente, este tren vivió su época de esplendor. Cientos de plataformas cargadas de carbón, dumientes, vigas, etc., pasaron por sus vías. Se dice incluso que los pilotes extraídos de estas serranías fueron empleados en la consolidación del subsuelo de los edificios emblemáticos construidos a fines del Porfiriato, como el Palacio Postal, El Palacio de Comunicaciones, el Palacio de Bellas Artes y la frustrada Cámara de Diputados, actualmente Monumento a la Revolución.

Obsérvese el trazo curvo que señalan los pilares.

Pero no sólo era un tren de carga: entre la hacienda de Cofradía(municipio de Aculco) y Cazadero también se prestaba el servicio de transporte a pasajeros. Precisamente frente a la pequeña estación de Cofradía -de la que hablaremos después en otro post- y casi paralelo a la cortina de la presa del mismo nombre, se construyó el puente más alto y peligroso de toda la ruta: el Puente Piedad. Curiosamente fue en otro de los puentes, el de Taxhié, que era recto y no ofrecía mayor riesgo, donde se registró el peor de los accidentes en la historia de este ferrocarril, cuando un autovía se precipitó al abismo el 5 de septiembre de 1927. Esta tragedia constituyó el epílogo de su historia, ya que la vía que comenzó a ser levantada al año siguiente.

Ficha del Puente Piedad en el Catálogo de Monumentos Históricos del Estado de México (INAH, 1986)

En 1985, cuando el Instituto Nacional de Antroplogía e Historia (INAH) integró el Catálogo de Monumentos Históricos del Estado de México, el Puente Piedad quedó incluido en él. Sobrevivían entonces sus doce pilares de planta rectangular de 2 por 4 metros que se desplantaban -como es posible observar en las fotografías- en dos cuerpos, el superior ligeramente más angosto, rematado en la parte superior por una imposta. Describían estos pilares una suave curva que el dibujante del Catálogo ignoró en sus esquemas.

Pilares del puente como se encontraban en 1985. Nótese que se conservaba el segundo cuerpo, lo que los hacía sobresalir del terreno.

Así precisamente conocí aquel puente por esos mismos años, y hace unos días me dirigí al lugar en el que se halla para fotografiarlo, esperando encontrarlo en el mismo estado. Pero fue mucha mi sorpresa al advertir que los pilares habían sido reutilizados para construir sobre ellos una calzada de concreto para el paso de automóviles. En principio es una excelente idea que este monumento histórico catalogado recupere su utilidad, y mejor que sea en su uso original como puente, aunque ya no transite por él un tren. Sin embargo, al observar con más detenimiento me percaté de que los pilares habían sido mutilados: todo el segundo cuerpo de ellos fue demolido para rebajar la altura y, seguramente, hacer que los transeúntes a pie o en coche sientan menos vértigo al cruzarlo. Con ello perdió buena parte de su grandeza y se vio reducido prácticamente a la mitad de su tamaño original.

El puente desde el cauce del río. Obsérvese el daño adicional provocado por el grafiti.

Vista del puente desde aguas abajo.

¿Era necesario destruir una parte importante de esta construcción para recuperar su utilidad? Seguramente no: podrían haberse hallado muchas alternativas para conservar los pilares del puente en toda su integridad. Faltó imaginación, inteligencia, aprecio por los vestigios históricos, conocimiento, visión. Una nueva lápida en la que se rebautiza a este paso con el nada original nombre de "Puente Presa Cofradía" refuerza estas ideas: se intentaron borrar con ello más de cien años de historia. Lo peor es que aparecen en esa inscripción los nombres de un gobernador, diputados locales y federales, delegados municipales y hasta un padrino. Así,lo que tuvo la intención de ser testimonio de progreso resulta ser más bien un padrón de ignominia.

El "padrón de ignominia"

Del mismo entorno del puente se extrajo la cantera rosa que sirvió para su construcción. Al fondo, el cerro de Ñadó (izquierda) y el Tixhiñú (derecha).

Esta pequeña pila de piedra blanca seguramente servía también al Ferrocarril Cazadero-Solís.

martes, 24 de agosto de 2010

Lámina y teja

Contraste: la teja antigua y la lámina nueva.

Hablo en serio, ¿no sería mejor haber declarado a Aculco "zona de desastre" -por lo menos arquitectónico- en vez de sitio del Patrimonio Mundial de la UNESCO?

Hace cuatro meses escribimos en este mismo blog:

La antigua casa de la Plaza de la Constitución no. 15, conocida también como casa de don José María Sánchez Silva, fue adquirida hace algunos años, después de que sus dueños anteriores vendieran a un anticuario queretano lo que era quizás su mayor atractivo: el bello y vetusto mueble de la tienda, el único que se conservaba íntegro en el pueblo. Por lo demás, la casa ya había sido muy alterada en su interior a mediados del siglo XX, y después en la década de 1980. A pesar de ello, conservaba su sobria fachada (modificada por la ridícula construcción reciente de un nuevo portal) y numerosos vestigios de la obra colonial y del siglo XIX. Ahora, la casa está siendo convertida en Posada Familiar, obra muy loable, pero surge la duda: ¿el proyecto cuenta con la aprobación del INAH? Yo no apostaría por ello.


Un par de vistas de los tejados desaparecidos: se pueden ver inmediatamente por debajo de la torre de la parroquia.

La denuncia -cosa rara- tuvo efecto y semans después fueron colocados sendos sellos de clausura del INAH en las puertas de la antigua tienda. Sin embargo, extrañamente, las obras del interior continuaron sin interrupción. Al parecer no se estaban llevando a cabo grandes modificaciones a su estructura, de por sí ya bastante alterada. Pero es el caso que al llegar la remodelación al nivel de las cubiertas hemos visto con mucho desagrado que se ha modificado su perfil y, cosa mucho peor, que los viejos techos de un agua de teja de barro han sido reemplazados por lámina metálica apoyada en viguetas de hierro.

Panorama de Aculco. La cubierta nueva de lámina metálica destaca por su brillo al sol.

Esta intervención, evidentemente, va en contra de los valores arquitectónicos de originalidad y autenticidad que supuestamente deberían quedar protegidos por la inclusión de Aculco en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO como parte del Camino Real de Tierra Adentro, lo que tuvo efecto el 1 de agosto pasado. Y resulta verdaderamente lamentable, significativo y ridículo que estas modificaciones se hayan venido llevando a cabo durante el proceso de inscripción y aún después de la declaratoria.

Detalle de las láminas. Nótese también la alteración de desniveles de las cubiertas.

Hace varios meses me comentaba el arquitecto Edgar Urbán -responsable de la elaboración del expediente técnico para la propuesta del Camino Real de Tierra Adentro como Patrimonio Mundial (gracias al cual Aculco quedó incorporado a esa lista)- que el panorama de construcciones escalonadas que se puede admirar desde el Ojo de Agua había sido una de las cosas que más le habían impresionado de Aculco. Pues siento decirle que esta vista es hoy un poco menos impresionante a la que él conoció, gracias, por supuesto, a los culpables de siempre: el propietario de la casa, el Centro INAH Edomex, el Ayuntamiento, la Secretaría de Turismo del Estado de México...

La Cruz Verde

La Cruz Verde, en el barrio de San Jerónimo.

La Cruz Verde, como estaba hacia 1995.

En el barrio de San Jerónimo, que junto con el barrio de la Soledad formaba antaño una especie de suburbio rural de Aculco y es hoy en día parte ya de su misma mancha urbana, existe una antigua cruz sobre su pedestal que en otros tiempos daban en llamar la "cruz verde". Según parece se le nombraban así debido al musgo y líquenes que crecían en ella por la humedad, aunque no se puede descartar que la cruz estuviera en efecto pintada de verde en su origen, ya que éste fue un color muy frecuentemente utilizado para decorar este tipo de símbolos en siglos anteriores.

Detalle de la moldura del pedestal. Obsérvense los líquenes a los que quizá debió su nombre la Cruz verde.

El pedestal del monumento está formado por una pirámide cuadrangular trunca, rematada por una cornisa de piedra blanca que sirve de base a un segundo cuerpo también en forma de pirámide, aunque mucho más pequeño y con un mayor ángulo de inclinación en sus lados. Sobre el pedestal se alza la cruz, de cantera rosada y muy sencilla, con el único adorno de los brazos rematados en curva.

Inscripción superior, de 1932.

En la cara oriente del pedestal existen dos inscripciones en sendas lápidas de cantera rosa. En la superior, más reciente, se lee "CRUZ SANTA SALVA A ACULCO -.- ESTA CRUZ FUE HECHA Y COLOCADA EL DÍA 22 DE JULIO DEL AÑO 1932". La lápida inferior es más grande y más antigua. Su texto está dividido en dos partes, el superior pertenece al siglo XVIII y el inferior, a principios del siglo XX. Actualmente, la segunda parte es ya ilegible, pero hace más de diez años pudimos copiar todavía la mayor parte de ella, de modo que la inscripción completa decía:

PADRE NUESTRO
Y AVE MARIA
POR LA ALMA
DE DONATO
FAUSTINO RUIZ
AÑO DE 1797
-.-
Y CE (sic) REFORMÓ EL
3 DE MAYO DE 1902
POR PAULINO GONZÁLEZ
Y MARIANO R(...)

Inscripción inferior, de 1797 y 1902. Nótese el desgaste de la parte baja a causa de la humedad.

Don Donato Faustino Ruiz aparece ciertamente mencionado en algunos documentos de fines del siglo XVIII de los que tenemos copia, y por el carácter de la inscripción, podría especularse que la cruz fue construida precisamente en el sitio de su muerte. La leyenda local (que yo no conocía hasta el pasado fin de semana) afirma que la cruz se erigió en el punto "en que murió un padre, pues se le asustó el caballo". Bien podría ser éste el auténtico origen del monumento, aunque Donato Faustino Ruiz no era, hasta donde lo sabemos, miembro del clero.

Parte posterior del monumento.

La parte posterior en 1995. Obsérvese al comparar con la fotografía anterior que el piso se ha elevado para sembrar un jardín. Una obra con buenas intenciones que sin embargo parece estar contribuyendo al deterioro del monumento.

Si bien la cruz verde se mantiene en buen estado de conservación, resulta evidente que el incremento de la humedad a causa de los escurrimientos por la pavimentación de la Avenida San Jerónimo y también debido al ajardinamiento de su entorno inmediato están afectando su estructura. La porción de inscripción perdida a causa de la humedad es evidencia de ello y requiere atención inmediata para evitar la pérdida del resto. ¿Se interesrán las autoridades municipales en llevar a efecto alguna obra para protegerla? Lo dudamos, más bien habría que apelar al buen sentido de los vecinos del barrio de San Jerónimo.

Para llegar a la cruz verde, si vienes desde el centro de Aculco, toma la calle Riva Palacio hasta llegar a Abasolo. Continúa por esta calle (cerrando los ojos al desagradable desarrollo urbano de esta zona) hasta llegar a la Plaza del Oso Bueno. Tuerce ahí a la izquierda y en la primera cuadra da vuelta a la derecha. Estás ya en la Avenida San Jerónimo, antes llamada "Camino de la hacienda de Ñadó"; sigue por ella hasta que termine el empedrado y no lejos de ese punto, en un cruce de caminos, verás la antigua cruz verde.

La Cruz verde en su entorno. Obsérvese que los escurrimientos de la calle pavimentada tienden a descender en dirección al monumento y que el jardín plantado alrededor contribuye también a incrementar la humedad.

ACTUALIZACIÓN 25/08/2010:

Víctor Manuel Lara Bayón nos envía la siguiente información sobre Donato Faustino Ruiz, en memoria de quien fue erigido este monumento:

"Faustino Donato Ruíz Peña era comerciante y en 1798 era el hombre más rico de Aculco, clasificado como "acaudalado de primera clase" en la provincia de Jilotepec. A su muerte, quedó como albacea su hermano el bachiller Ignacio Ruíz Peña, que era sacerdote de Aculco y quizás de aquí viene la confusión. Al morir dejó como bienes el rancho de "San Antonio de los Chávez" (que dio origen después a San Antonio Polotitlán), una "casa del portal y comercio abierto" en el pueblo de Aculco y otras casas de la vecindad, un plantío de magueyes, 30,730 pesos registrados en sus libros de caja y 21,220 pesos "de giro en comercio y labranza". Sus herederas fueron dos sobrinas suyas."

Gracias a Manolo, ahora sabemos del parentesco entre Donato e Ignacio Ruiz, Peña, personaje éste último del que esperamos ecribir algún día pues entre otras curiosidades que se pueden decir de él, fue compañero de estudios de Miguel Hidalgo y Costilla en el Colegio de San Nicolás de Valladolid, como se puede leer aquí.

NUEVA ACTUALIZACIÓN: 17 DE DICIEMBRE DE 2013.

Por fortuna privó la sensatez y el jardincillo que provocaba humedad en el monumento fue retirado y reemplazado por un empedrado que esperamos contribuya a la preservación de este hito arquitectónico de Aculco.