La llamada "Casa de Hidalgo" en Aculco fue dividida en el siglo XX en dos porciones: una mayor, que abarcaba la entrada y casi todo su frente hacia la Plaza de la Constitución, y otra menor que incluyó la accesoria esquinera hacia esta misma plaza así como toda su fachada hacia la Plazuela Hidalgo y la calle de Comonfort. Actualmente estas dos fracciones se han vuelto a reunir bajo un mismo propietario, si bien se mantienen independientes en su régimen legal, distribución interior y numeración (16 y 17 de la plaza principal).
Hasta hace unos 50 años, la parte que hacía esquina con la Plazuela Hidalgo contó con un portalito de teja sobre columnas de piedra blanca. En las ilustraciones más antiguas de este punto, que datan de 1838, el portal no aparece dibujado. En cambio, las fotografías de 1907 tomadas por Gustavo F. Solís para ilustrar la ruta de la Independencia nos lo muestran con gran detalle y animado por los viandantes vestidos al uso de la época, por lo que se puede suponer que fue construido hacia la segunda mitad del siglo XIX. En 1960, el historiador de arte Francisco de la Maza lo describió de esta manera:
En la esquina, como fue costumbre en muchos pueblos y ciudades y que sólo en Aculco se ha conservado, se adelanta un soportal con tres columnas que sostienen el techo inclinado, de tejas. Dos puertas, con sus dinteles adornados en las claves, dan entrada a la tienda. Alrededor del muro, poyos adosados para descanso de los clientes. (1)
Las preciosas portaditas barrocas del siglo XVIII descritas por De la Maza se conservaron. No así el viejo portal, que hacia principios de la década de 1970 fue desmantelado para levantar en el mismo sitio uno nuevo sostenido por columnas de concreto, añadiéndose en la parte alta una terracita acristalada. La remodelación de 1974 intentó ocultar su modernidad engrosando las columnas de las dos plantas y añadiéndoles algunas molduras de piedra blanca, al tiempo que las trabes de concreto armado se pintaron de negro intentando simular vigas de madera. Finalmente, en 2008, se uniformó el aspecto de este portal con el recién edificado portal vecino, recubriendo sus pilares con cantera rosa y trazándole arcos rebajados en sus intercolumnios. La parte alta quedó tal como había sido arreglada en 1974.
Por mucho tiempo creí que las columnas simplemente se habían perdido. Han sido tantas las viejas piedras aculquenses destruidas sin atender a su valor histórico o artístico, que se me hacía difícil pensar que esas columnas podrían haber sobrevivido, considerando que estaban ya maltratadas cuando fueron retiradas, cubiertas además de incontables capas de pintura durante décadas, y habiendo sido desmontadas en un tiempo en el que nadie apreciaba su valor. Pero afortunadamente existen y se conservan, enteras según parece, al interior de la casa.
Hace apenas una semana, al pasar frente al lugar, vi uno de los capiteles colocado cerca de la entrada. Nunca antes lo había visto ahí. Luego, el viernes pasado y por una afortunada casualidad, el amable inquilino actual me permitió entrar y apreciar de cerca esas piedras. Así pude comprobar que los tres grandes pedestales se conservan, lo mismo que los tres capiteles. Los tambores de los fustes no sé si están completos, algunos se encuentran colocados como base y asientos de una rústica mesa. Al lado de estas piedras identificables hay otros sillares, una base para columna de madera y otras canteras interesantes de desconocida procedencia.
Por la época y su aspecto general, podemos decir que las columnas pertenecen al estilo neoclásico popular. Corresponden a una variante del orden dórico serliano sobre basas áticas, si bien las proporciones, los fustes sin gálibo y la talla de las molduras no se apegan cabalmente a las estrictas reglas clásicas. Están labradas en cantera blanca y los restos de pintura indican que alguna vez estuvieron encaladas, pero otras veces fueron rosadas y hasta verdes.
Naturalmente, lo ideal sería volver a ver alguna vez estas columnas en su sitio original. Pero seamos realistas: su reinstalación requeriría de una transformación del actual portal (y del vecino) que resulta improbable que se lleve a cabo. Lo importante, eso sí, es que las columnas se conserven, y que de preferencia se integren de alguna manera a la propia casa a la que pertenecen. Su ubicación en medio de los jardines y expuestas a la lluvia no asegura hoy en día esa conservación, por lo que este texto es también un llamado a que se les brinde mayor protección. Sería lamentable que después de haber sobrevivido desarmadas -dilapidadas- por cinco décadas, terminen por perderse por simple descuido.
NOTAS
1. Francisco de la Maza. La ruta del padre de la Patria. México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 1960, p. 289.