La Última Cena, de Miguel Cabrera, en la sacristía de la parroquia de San Jerónimo Aculco.
En la sacristía de la parroquia de San Jerónimo Aculco -hermoso recinto cubierto con una doble bóveda de arista desplantada sobre una arquitrabe que sigue la molduración de los capiteles toscanos que soportan su arco central- se ubica la que es quizá la obra artística más relevante de todo el municipio. Se trata de un óleo de gran formato (2.30 x 4.50 metros aproximadamente), del siglo XVIII, pintado por devoción del bachiller don Nicolás Marín de Arroyo (como reza una inscripción), que reproduce la última cena de Cristo y sus doce apóstoles (de ahí que, en los viejos inventarios parroquiales más que nombrarse como la "Última cena" lo haya sido como "Apostolado"). Tradicionalmente se ha escrito que se atribuye al famosísimo pintor oaxaqueño Miguel Cabrera (1695-1768); lo cierto es que su autoría está comprobada ya que se encuentra firmada por el propio artista en un punto cercano al centro de la escena, ligeramente hacia la derecha y abajo. Dado que la pintura utilizada para realizar esta firma es oscura, resulta un poco difícil hallarla.
Vista general de la sacristía, en la que se observa la ubicación del cuadro de "La última cena", arriba de la antigua cajonera para las ropas litúrgicas.
El historiador de arte Francisco de la Maza, al que frecuentemente nos referimos en este blog por haber sido uno de los pocos investigadores de lo novohispano que se ocuparon de Aculco, calificó tajantemente a esta obra como "una de las mejores telas de Miguel Cabrera" (Francisco de la Maza, La Ruta del Padre de la Patria, SHCP, México, 1960, pág. 286). Sin duda se trata de una pintura importante, como veremos con clairidad más adelante al compararla con un par de óleos con el mismo tema realizados por Cabrera para la sacristía del antiguo colegio jesuita de Tepotzotlán.
Miguel Cabrera fue uno de los pintores más prolíficos de la Nueva España, tanto, que se cree que muchas de sus obras eran elaboradas por los oficiales y aprendices de su taller, cada uno de los cuales se especializaba en algún objeto (manos, rostros, telas, etc.). El maestro Cabrera se encargaría sólo de acabar los cuadros antes de entregarlos al cliente. De ahí que, junto con obras magníficas que sin duda son plenamente obra suya, se encuentren otras que más bien deberían atribuirse a su taller ya que se observa en ellas la participación de pinceles menos diestros.
¿Es la pintura de Aculco una obra de Cabrera o una obra de su taller? Aunque la presencia de su firma puede dar un buen indicio ya que el pintor no dudó en validarla como suya, esto no es definitivo. Lo que realmente nos puede dar más información es la comparación de esta composición con otras del mismo Cabrera, especialmente las dedicadas al tema de la última cena de Jesucristo. Afortunadamente, en el Museo Nacional del Virreinato de Tepotzotlán existe un par de óleos de Cabrera que nos servirán para este propósito. De dimensiones algo menores, muestran los episodios de "La institución de la Eucaristía" y la "Institución del Vino Sacramentado", ambos ocuridos en la última cena y que en el cuadro aculquense quedan sintetizados.
En la pintura de Aculco, de traza rectangular, los apóstoles se despliegan sentados alrededor de una mesa oblonga cubierta por un mantel blanco, en una disposición semejante a la de la muy conocida Última Cena de Leonardo da Vinci. Al centro, Jesús bendice el pan que toma con su mano izquierda, mientras a su derecha se encuentra la copa de vino. A lo largo de la mesa, se pueden ver un salero, otras piezas de pan delante de algunos de los apóstoles y cuchillos. Casi sobre Jesús aparece una lámpara de cuatro luces que se sobrepone a un fondo arquitectónico formado por las bases de unas columnas sobre pedestales y unas ventanas. Al centro de la obra, la sucesión de lámpara, rostro de Cristo y mantel blanco le dan una luminosidad que se extingue rápidamente hacia los extremos, que quedan en penumbra. La composición resulta equilibrada y muy bella. La anatomía de los personajes, especialmente apreciable en sus rostros y manos, se encuentra trazada con realismo y minuciosidad
La Institución de la Eucaristía, óleo en la sacristía del colegio jesuita de Tepotzotlán (Museo Nacional del Virreinato)
Las obras de Cabrera en Tepotzotlán tienen un perfil rectangular en su parte inferior y curvo (aunque recortado) en su parte superior. Aquí los apóstoles fueron dispuestos por el pintor, seguramente para aprovechar mejor el espacio disponible, alrededor de una mesa circular. Aunque tienen también un fondo arquitectónico, resulta poco notable y en cambio cobra importancia un gran cortinaje rojo. En uno de los cuadros aparece sobre Cristo una lámpara de más de cinco luces, que inexplicablemente ya no está en el otro, del que se supone continuación. De la misma manera, el sitial con respaldo en el que se halla sentado el Mesías en la "Institución de la Eucaristía" ha desaparecido en la "Institución del vino sacramentado".
La institución del Vino Sacramentado, óleo en la sacristía del colegio jesuita de Tepotzotlán (Museo Nacional del Virreinato).
Estos y otros aparentes "descuidos" (el orden de los apóstoles, los objetos sobre la mesa, el color de las vestiduras, la forma de los asientos) en dos cuadros que debieron presentar una secuencia nos ponen en alerta sobre el verdadero autor de la obra: sin duda, no fueron realizados en su traza general por la misma mano, aunque ambos procedieran del taller de Miguel Cabrera. ¿Pero, el maestro sería el autor directo de alguno de los dos? Podría serlo del de la "Institución de la Eucaristía", ya que muestra una mejor calidad. Pero aún al comparar éste con el cuadro existente en Aculco, resulta evidente que el aulquense es muy superior, no sólo por el equilibrio y composición de la obra, sino en sus detalles, colorido, anatomías, expresiones de los rostros de los apóstoles, difrerencias en sus fisonomías y tratamiento del claroscuro. Si alguno de estos tres cuadros es producto del pincel del propio Miguel Cabrera y no de los pintores secundarios de su taller, es sin duda el de la sacristía de la parroquia de Aculco.
Por cierto, hace algún tiempo una persona muy cercana, interesada en la preservación de nuestro legado aculquense, me comentó que le parecía riesgoso que se publicaran textos como éste, que podrían ser utilizados por ladrones para saquear los objetos artísticos e históricos más valiosos de la localidad. Aunque el riesgo siempre existe, lo cierto es que la difusión del patrimonio mexicano ha probado ser una de las mejores herramientas para combatir su tráfico, ya que al tratarse de obras perfectamente identificables disminuye su valor en el mercado negro y, lo que es mejor, resulta más frecuente su recuperación en caso de robo.