En nuestra última visita a Aculco y gracias al descuido de los operarios que están restaurando la planta alta de la antigua portería del convento, quienes dejaron abierta la puerta que da al claustro, pudimos entrar a éste sin necesidad de solicitar permiso (y al final no obtenerlo, que es lo que sucede casi siempre a últimas fechas). Nuestra sorpresa fue grande al ingresar y advertir que el viejo patio conventual ha sido completamente cubierto por una armadura metálica que soporta una techumbre formada por láminas alternadamente opacas y traslúcidas.
Definitivamente es una pésima idea. Si se tratara de una construcción provisional, pensada para disminuir la humedad y los daños ya muy severos que venían sufriendo desde hace muchos años los terrados del claustro alto, en tanto se emprende su correcta restauración, nos parecería entonces magnífico y digno de elogio. Pero las hechuras de esta estructura hacen ver se trata más bien de dejar permanentemente cubierto este patio, y entonces resulta verdaderamente lamentable por diversas razones.
En primer lugar se encuentra la razón estructural: ¿de qué manera se realizó el anclaje de las viguetas de hierro que soportan este techo? ¿Apoyándose en los viejos muros de piedra ya dañados por la humedad? ¿Qué pasará en caso de vientos fuertes o sismos, se hicieron los cálculos necesarios para que la construcción no resulte dañada?
Se encuentra también la razón histórico-arquitectónica, importantísima por ser el antiguo convento un monumento histórico catalogado (nótese que el el conjunto conventual franciscano es el monumento histórico más importante de este lugar y es también, por cierto, el único claustro colonial que sobrevive en la región noroeste del Estado de México): la cubierta altera la concepción espacial del claustro, ha provocado el retiro de partes funcionales del mismo, como son los canales de piedra que desaguaban sus azoteas e impide por completo la vista hacia el reloj de sol de 1789, uno de los elementos más importantes, valiosos y reconocidos del convento de Aculco; ahora sería absolutamente necesario subir a las azoteas para poder contemplarlo.
Finalmente, pero no menos importante, está la razón estética: el techo resulta agresivo para la antigua construcción (parece el de una bodega o de una fábrica), y la disposición de los tubos de PVC aparentes que sirven ahora para desaguar los terrados de los corredores aportan un fuerte ingrediente de fealdad y ramplonería al conjunto.
En fin, ya veremos si la inclusión de Aculco en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO como parte del Camino Real de Tierra Adentro sirve por lo menos para reparar desaguisados como éste. Los culpables de este atentado tan francamente estúpido a un patrimonio que ya no sólo es aculquense, ni mexiquense, ni mexicano, sino universal son -cosa rara- los "sospechosos habituales": el Ayuntamiento de Aculco (por autorizar la obra), el párroco de Aculco (por realizarla), el Centro INAH Edomex (por hacerse el desentendido), la Secretaría de Turismo del Estado de México (que se supone lleva la batuta del proyecto del Camino Real de Tierra Adentro en el Estado de México). Queda muy claro que ninguno de ellos entiende cabalmente de qué se trata una declaratoria de esta especie.
Aspecto del claustro, antes de ser "raspado" para descubrir su mala mapostería, en la década de 1950 o principios de la de 1960.
El claustro como lucía hasta hace poco.
El claustro con su nueva cubierta.
Vista general de la nueva cubierta. Adviértase que los antiguos canales de piedra que desaguaban las azoteas han sido removidos y se han colocado tuberías aparentes de PVC para desalojar el agua de lluvia.
Una vieja fotografía en la que se advierte cómo se podía admirar el reloj de sol desde el claustro bajo. Con la nueva cubierta, la vista hacia el reloj se hace imposible.
Obsérvese el interesante juego de volúmenes arquitectónicos de claustro e iglesia (ahora no apreciables gracias al nuevo techo) en esta foto publicada en el libro Conventos mexiquenses: esplendor del arte virreinal, publicado recientemente por la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario
miércoles, 11 de agosto de 2010
Una inscripción reaparecida
Hace ya más de un año, en marzo de 2009, publicamos en este blog "Aculco, lo que fue y lo que es" una entrada acerca de la desaparecida inscripción que se hallaba grabada en una lápida a un lado de la entrada poniente del atrio de la parroquia, misma que fue retirada de su ubicación original al ampliarse aquélla en el año de 1974.
La inscripción "desaparecida", fotografiada por Elisa Vargas Lugo en 1954
Hasta la semana pasada la considerábamos definitivamente pérdida y por ello también creíamos casi imposible determinar el sentido real de su texto, ya que la interpretación que le dio en 1954 la Dra. Elisa Vargas Lugo en su ensayo "La Vicaría de Aculco", publicado en el número 22 de los Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, difiere del que nosotros proponemos: mientras ella creyó poder relacionarla con la secularización del antiguo convento a mediados del siglo XVIII, nosotros creíamos leer únicamente un testimonio de la construcción del muro del atrio, un siglo antes.
La lápida, en su ubicación actual.
Por fortuna la lápida existe aún: fue empotrada en algún momento en el muro poniente interior del claustro del antiguo convento y sólo hasta hace poco fue redescubierta (según se observa en el aplanado del muro alrededor de ella) y malpintadas sus letras en negro, aunque no todas. Esta vez presentamos no sólo las fotografías de este testimonio pétreo en su ubicación actual, sino una lectura más precisa de la inscripción, que en términos generales concuerda con la que nosotros propusimos anteriormente, es decir:
...en ocho días del de marzo de … seiscientos y sesenta y seis aos siendo guar.dn de … fr. Joan de Vázquez se hizo … pader al cementerio desta S. Iglesia en presencia de fr. Francisco...
Ahora, al revisar nuevamente la inscripción y a pesar de las dificultades de lectura que sigue ofreciendo, podemos asegurar con razonable certeza que dice:
en ocho días del de marzo de mil
y seiscientos y sesenta y seis a
ños siendo guardn (ilegible) p. fray
Joseph Vasques se hiso esta
pader del simenterio desta S. Y
glecia y en presencia yo Don
Franco...q a... y d... A..s q a del..
Detalle de la lápida en la que aparece la fecha del 8 de marzo de 1666.
Esto confirma nuestra suposición de que se trata de una lápida conmemorativa de la construcción del hermoso muro atrial que existe actualmente(a la que se llama pader en lugar de pared, vulgarismo muy frecuente incluso en nuestros días), documento equiparable con la otra lápida fechada que se encuentra al extremo opuesto del convento, en el muro de la huerta que mira hacia el oriente, que corresponde a 1699. Fue ésta época -segunda mitad del siglo XVII y primeros años del XVIII- una de las de mayor actividad constructiva en este inmueble, ya que los cimientos del templo actual se echaron en 1685, su fachada fue concluida en 1701 y en 1708 se construyeron (o reconstruyeron) las posas y la cruz atrial del atrio, así como los corredores del claustro.
Esta nueva fecha ahora comprobable, 1666, es la más temprana de todas las que tenemos registradas en esa etapa y nos permitirá comprender aún mejor el proceso y tiempos constructivos por los que ha pasado el antiguo convento de San Jéronimo Aculco desde el siglo XVI hasta la actualidad.
La inscripción "desaparecida", fotografiada por Elisa Vargas Lugo en 1954
Hasta la semana pasada la considerábamos definitivamente pérdida y por ello también creíamos casi imposible determinar el sentido real de su texto, ya que la interpretación que le dio en 1954 la Dra. Elisa Vargas Lugo en su ensayo "La Vicaría de Aculco", publicado en el número 22 de los Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, difiere del que nosotros proponemos: mientras ella creyó poder relacionarla con la secularización del antiguo convento a mediados del siglo XVIII, nosotros creíamos leer únicamente un testimonio de la construcción del muro del atrio, un siglo antes.
La lápida, en su ubicación actual.
Por fortuna la lápida existe aún: fue empotrada en algún momento en el muro poniente interior del claustro del antiguo convento y sólo hasta hace poco fue redescubierta (según se observa en el aplanado del muro alrededor de ella) y malpintadas sus letras en negro, aunque no todas. Esta vez presentamos no sólo las fotografías de este testimonio pétreo en su ubicación actual, sino una lectura más precisa de la inscripción, que en términos generales concuerda con la que nosotros propusimos anteriormente, es decir:
...en ocho días del de marzo de … seiscientos y sesenta y seis aos siendo guar.dn de … fr. Joan de Vázquez se hizo … pader al cementerio desta S. Iglesia en presencia de fr. Francisco...
Ahora, al revisar nuevamente la inscripción y a pesar de las dificultades de lectura que sigue ofreciendo, podemos asegurar con razonable certeza que dice:
en ocho días del de marzo de mil
y seiscientos y sesenta y seis a
ños siendo guardn (ilegible) p. fray
Joseph Vasques se hiso esta
pader del simenterio desta S. Y
glecia y en presencia yo Don
Franco...q a... y d... A..s q a del..
Detalle de la lápida en la que aparece la fecha del 8 de marzo de 1666.
Esto confirma nuestra suposición de que se trata de una lápida conmemorativa de la construcción del hermoso muro atrial que existe actualmente(a la que se llama pader en lugar de pared, vulgarismo muy frecuente incluso en nuestros días), documento equiparable con la otra lápida fechada que se encuentra al extremo opuesto del convento, en el muro de la huerta que mira hacia el oriente, que corresponde a 1699. Fue ésta época -segunda mitad del siglo XVII y primeros años del XVIII- una de las de mayor actividad constructiva en este inmueble, ya que los cimientos del templo actual se echaron en 1685, su fachada fue concluida en 1701 y en 1708 se construyeron (o reconstruyeron) las posas y la cruz atrial del atrio, así como los corredores del claustro.
Esta nueva fecha ahora comprobable, 1666, es la más temprana de todas las que tenemos registradas en esa etapa y nos permitirá comprender aún mejor el proceso y tiempos constructivos por los que ha pasado el antiguo convento de San Jéronimo Aculco desde el siglo XVI hasta la actualidad.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)