miércoles, 24 de febrero de 2021

Demonios en la parroquia

"Un demonio -escribe uno de los más conocidos exorcistas de nuestros tiempos, el sacerdote español José Antonio Fortea- es un ser espiritual de naturaleza angélica condenado eternamente. No tiene cuerpo, no existe en su ser ningún tipo de materia sutil, ni nada semejante a la materia, sino que se trata de una existencia de carácter íntegramente espiritual". Siendo su naturaleza espiritual, ¿por qué se les suele representar de formas monstruosas? El propio Fortea lo explica así: "El demonio aparece en las pinturas y esculturas deforme, es muy adecuado ese modo de representarlo, pues es un espíritu angélico deformado. Sigue siendo ángel, es solo su inteligencia y su voluntad lo que se ha deformado, nada más. En lo demás sigue siendo tan ángel como cuando fue creado". Más allá de estas representaciones artísticas, ¿los demonios serían capaces de mostrarse en el mundo material de acuerdo con la doctrina católica? Sin duda, añade Fortea: "Dios sólo les permite aparecerse como sombras que se mueven, como engendros monstruosos, como hombres pequeños de color muy negro". (1)

En la parroquia de San Jerónimo Aculco existieron varias representaciones de demonios, algunas que se perdieron por el paso del tiempo y otras que desaparecieron por la excesiva diligencia de párrocos que, en tiempos modernos, vieron con desagrado esas imágenes quizá no sólo por grotescas, sino por considerar -alejándose de la doctrina de la Iglesia- que los demonios no son seres reales, sino "personificaciones míticas y funcionales cuyo único significado es el de subrayar dramáticamente el influjo del mal y del pecado sobre la humanidad". (2) Hoy en día sólo queda a la vista de los visitantes una imagen demoniaca, pero en la sacristía del templo subsisten por lo menos otras seis representaciones pictóricas de ángeles caídos.

La primera de estas imágenes, la que está a la vista de todos, es la que aparece en el cuadro de Nuestra Señora de la Luz, del que ya he hablado antes en este blog. Esta advocación mariana de origen siciliano -que tuvo una gran difusión de mano de los jesuitas- muestra un ser monstruoso al que se suele referir como "dragón" o "boca del Infierno". La Virgen María, que toma con su mano a un joven que figura un alma, impide con su gesto que ésta se precipite al fuego eterno. Esta representación infernal provocó algunas molestias a las autoridades eclesiásticas, que vieron en ella una posible malinterpretación: que los fieles creyeran que la Virgen era capaz de sacar las almas del Infierno, cuando lo único posible para ella sería evitar que entraran a él. En la Nueva España, donde la advocación de Nuestra Señora de la Luz alcanzó una gran difusión, las discusiones en torno a la imagen llegaron hasta las sesiones el Cuarto Concilio Provincial Mexicano, celebrado en 1771, en donde se le llegó a calificar de "herética" y "negocio de jesuitas". Al final, la resolución del Concilio no llegó al extremo de prohibir esta devoción -como pedían los teólogos más radicales- sino que simplemente ordenó borrar “con prudencia y sin escandalo el dragón, y el cestillo o chiquihuite de corazones”. (3)

Con todo, La imagen aculquense conservó lo mismo el "chiquihuite de corazones" que el "dragón". Éste aparece con un rostro humano deformado por el odio, la tez oscurísima, los ojos inyectad0os de sangre muy abiertos y sus fauces mostrando los colmillos entre los que se ve el fuego del Infierno. Unos cuernos de pequeño tamaño adornan su cabeza.

La segunda representación demoniaca que veremos aquí se encuentra en un óleo de la Purísima Concepción que se halla en la sacristía de la parroquia. Es una obra de carácter popular fines del siglo XVIII o principios del XIX. Como es habitual en esta advocación, la Virgen María aparece posada en un orbe que representa el mundo, pisando a la antigua serpiente: bestia que es imagen de Satanás en el Génesis y el Apocalipsis, primer y último libro de la Biblia, respectivamente. "El dragón grande, la antigua serpiente, conocida como el Demonio o Satanás, fue expulsado; el seductor del mundo entero fue arrojado a la tierra y sus ángeles con él". En la iconografía de esta advocación, María es identificada con la "mujer del Apocalipsis": "Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza".(4) Se le añaden también otros rasgos provenientes de otros textos, como el Génesis ("Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el talón") (5) y la Letanía Lauretana (el ciprés, la torre de David y el templo del Espítu Santo) (5)

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En al pintura, la serpiente se ve en una postura poco natural -corta, rígidamente curvada sobre el orbe y la cabeza vuelta arriba- seguramente por la impericia del pintor. No hay ningún realismo en ella: la cabeza parece más la de un monstruo o un dragón mítico que sin girar el rostro vuelve el ojo al espectador, las fauces muestran abundantes dientes que no corresponden a un ofidio y la lengua, en lugar de ser bífida, tiene forma de flecha, lo mismo que su cola.

Las otras cuatro representaciones de diablos que existen en la parroquia de Aculco proceden de un solo cuadro: la imagen del "Alma en gracia" que antiguamente se hallaba colocada sobre el cancel de ingreso al templo y hoy se guarda en su sacristía. Este es un óleo de 1.85 x 1.40 m., presuntamente ejecutado por el pintor José Jacob (personalmente nunca he visto su firma), que hace pareja con el de un alma condenada, obras a las que ya me he referido antes en este blog por lo curiosos de su iconografía y los interesantes versos escritos en ellos. El alma en gracia aparece como mujer vestida con una túnica blanca, con el Espíritu Santo responsando en su corazón. A la derecha, un ángel coloca su mano izquierda en el hombro de la mujer mientras señala a lo alto con la diestra. Cuatro figuras demoníacas se despliegan en el lado izquierdo del lienzo.

La primera de las figuras de demonios -mirándolas de arriba hacia abajo- es poco visible en la foto que poseo y por eso evitaré describirla, aunque no es difícil advertir que se le pintó en figura de bestia y con la cola en forma de flecha. El segundo demonio es una serpiente con alas parecidas a las del murciélago, con cola también en flecha y ganchudo pico de ave. Debajo de ella, el tercer demonio es una figura igualmente monstruosa pero más semejante a un mamífero que a un reptil. Su rostro es semejante al de un perro, las alas son las de un ave y sus garras semejan las de un felino. La cola termina también en flecha. El tercer demonio es el más singular de todos. Su color es oscuro, como todos, su figura humanoide, andrógina (tiene pechos de mujer). Tiene un par de alas de murciélago, una larga y sinuosa cola y unas patas de gallo, incluyendo los espolones. Parece apartarse derrotado de la escena, hacia la cual vuelve la vista: lleva en la mano izquierda un báculo y en la derecha un papel que quizá representa la lista de pecados del alma, que no han sido suficientes para condenarla. Los versos a su lado aclaran su postura: "Huye el Demonio en nube tenebrosa / desterrando a sus vicios con presteza".

Posiblemente hay por ahí otras imágenes de demonios en la parroquia que ahora no recuerdo. Con un poco de cuidado al observar, quizá alguno de los lectores de este blog pueda encontrarlos.

 

NOTAS

(1) José Antonio Fortea, Summa daemoniaca, Editorial Dos Latidos, Tomo I, pp. 16, 19, 53.

(2) Ecclesia II (1975) 1057 (13) – 1065 (21).

(3) Cristina Ratto, "Discusiones en torno a una imagen misionera. Nuestra Señora de la Luz y el Cuarto Concilio Provincial Mexicano", H-ART. No. 3. Julio-Diciembre de 2018, p.25.

(4) Apocalipsis, 12.

(5) Génesis 3:15.

viernes, 5 de febrero de 2021

La huella del arquitecto Francisco Artigas en Aculco

Francisco Artigas (1916-1999) fue un arquitecto extraño: su obra osciló entre el funcionalismo más característico de las décadas de 1950 a 1980 y un regionalismo que recuperaba las tradiciones constructivas del México rural pero adaptadas a la modernidad, sin llegar a la depuración de formas que dieron fama al arquitecto Luis Barragán. En aquel primer estilo, construyó una buena cantidad de modernas casas-habitación en el Pedregal de San Angel de la Ciudad de México, incluyendo la del presidente Luis Echeverría. En el segundo, muchas otras casas, en el interior del país o en áreas consideradas entonces suburbanas o tradicionales, como Cuajimalpa o Tlalpan. Entre las casas de aire mexicanista estuvo precisamente la suya: una especie de castillo algo estrafalario y fantasioso, levantado en parte con restos de edificios antiguos que habían sido demolidos, ubicado en la Calzada al Desierto de los Leones.

Artigas fue funcionario público federal durante los gobiernos de los presidentes Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez. Fue precisamente bajo el gobierno de este último que se le puso al frente del "Programa Echeverría de remodelación de pueblos", que entre 1973 y 1974 buscó recuperar el aspecto tradicional de las cabeceras municipales del Estado de México que habían venido sufriendo un gran deterioro en aras de una modernización mal entendida.

El plan tuvo grandes virtudes y defectos. Por una parte, no se trataba sólo de una intervención cosmética, pues atendía también las necesidades de infraestructura como luz eléctrica, iluminación, drenaje y agua potable. Por otra, no tomaba en cuenta la herencia constructiva local, las particularidades regionales, sino que imponía un mismo modelo de farolas, fuentes, jardineras, acabados encalados e incluso de plantas a pueblos muy distintos en su concepción urbana. En el caso de Aculco, se perdieron con ella detalles inestimables del pueblo, como innumerables canales de cantera que desaguaban azoteas, los pilarcillos de cantera y cintarillas de barro que delimitaban los jardines de la Plaza de la Constitución y de la Plazuela Hidalgo, el antiguo Palacio Municipal (la casa del Quisquémel), una parte del muro del atrio y su acceso poniente, y prácticamente todos sus empedrados históricos. Con todo, Aculco ganó en pulcritud y -más importante- sus habitantes desarrollaron cierta conciencia sobre la conservación de los valores arquitectónicos del lugar.

Aunque 47 años después la mayoría de esos poblados han perdido prácticamente todos los rasgos de aquella remodelación, Aculco los conserva casi intactos. Es más, se puede decir que la ha incorporado exitosamente a su imaginario, a la idea con la que sus habitantes conciben al Aculco tradicional.

Para empezar, el pueblo tiene una obra íntegra del taller de Artigas: el edificio de la Presidencia Municipal que reemplazó a la antigua Casa del Quisquémel. El aspecto totalmente blanco del pueblo se remonta también a aquella intervención, pues aunque siempre estuvo pintado con colores claros fue hasta 1974 que se uniformó de esa manera. Las farolas que iluminan y adornan la Plaza de la Cionstitución, la Plaza Juárez, la Plazuela del Ojo de Agua y la Plazuela Hidalgo son asimismo un diseño de Artigas, tanto así que lo utilizó en su propia vivienda. El aspecto general del kiosco, por encima de su pedestal de cantera del siglo XIX, es totalmente artiguesco; su cubierta es casi idéntica a la de las torrecillas de la casa del arquitecto. El diseño del jardín de esta misma plaza principal responde al gusto de Artigas por las formas poligonales. Las fuentes de la Plaza Juárez y del Ojo de Agua resultan también "hermanas" de la que orna el frente del "castillo" de Artigas.

¿Qué se ha perdido en casi cinco décadas de la remodelación de Artigas en Aculco? Tan sólo algunos detalles menores: el pretil, pilastras y remates en forma de bola del puente a la entrada del pueblo en dirección a Santa María Nativitas, la estela con una inscripción alusiva a la inauguración de las obras en noviembre de 1974 que se hallaba junto al kiosco, las cornisillas sobre los muros de la explanada de la plaza José María Sánchez y Sánchez, y poco más. Para bien y para mal, el centro de Aculco es desde hace casi medio siglo como lo imaginó el arquitecto Francisco Artigas.

jueves, 4 de febrero de 2021

"Una nueva peste" (1904)

El 23 de marzo de 1904, apareció en el periódico La Patria, de la capital del país, una inquietante noticia sobre la aparición en los límites entre Aculco y Acambay de cierta enfermedad desconocida. La nota, considerada de importancia, se reprodujo en el diario La Voz de México días después, el 9 de abril.

Aunque el texto era muy preciso sobre el sitio de aparición del mal y los síntomas que presentaban sus víctimas, omitía sin embargo lo que respecta a la procedencia de la información y otros detalles que nos permitirían ahora profundizar en el caso. Al revisar los registros de defunciones de Aculco y Acambay en el mes que precedió a la publicación tampoco es posible encontrar mayores datos: Hay ciertamente fallecimientos en el Jazmín y el Agostadero, lugares citados en el texto, pero ninguno parece responder a los síntomas descritos. Entre las numerosas muertes por otras enfermedades más comunes, como pulmonía, tisis, sarampión y tos ferina, quizá están perdidas aquellas cuatro persones a las que se refiere la nota. Lo cierto es que, de haberse tratado en efecto del brote de un mal "alarmante y desconocido" con características de "peste", es decir, de una enfermedad contagiosa y grave que causa gran mortandad, los registros de defunciones lo revelarían. Pero más bien debe haberse tratado sólo, por fortuna, de una falsa alarma.

Aquí les dejo la nota del diario y su transcripción:

UNA NUEVA PESTE

De Jazmín, Estado de México, se dice lo siguiente: "En la ranchería del Agostadero, municipalidad de Acambay, y en una hacienda de la municipalidad de Aculco, ha aparecido una enfermedad alarmante y desconocida, que hace sucumbir al paciente en el témino de dos a cuatro días.

En menos de ocho días han muerto tres individuos, en el primer punto, y uno de ésta.

He aquí los síntomas de la enfermedad: vértigos pasajeros sin dolencias ni calenturas, vómitos y deyecciones sanguíneas en abundancia, hasta que el enfermo muere por debilidad. El que murió aquí, salió ayer a su trabajo, a las seis de la mañana comenzó a deponer y murió.

Es de suponer que las autoridades del Estado de México habrán tenido ya noticia de la aparición de esa epidemia y que se habrán dictado ya las medidas conducentes para cortar el mal.