Después de tres meses de no ir a Aculco -debido a la actual pandemia-, la semana pasada hice un viaje rápido al pueblo para ver a mi padre. Al pasar por la calle de Morelos vi con sorpresa una nueva fachada en el lienzo norte de la calle, apenas en construcción pues no había sido rematada todavía con el pretil y cornisilla de ladrillo que iguala todas las casas en ese tramo.
A primera vista, la nueva fachada encajaba bien con el entorno: predominio de la pared blanca en la composición, vanos enmarcados en cantera de color semejante a las entradas cercanas, fuertes puertas de madera y, en lo alto, una ventanilla con su marco y repisón. Las proporciones también me parecieron correctas en cuanto a la altura y ancho de los vanos y el grosor de los enmarcamientos. Las molduras del repisón y la parte baja de las jambas eran asimismo bastante adecuadas. Si algo podía criticarle era únicamente la manera en que quedaban dividas la puerta mayor y la menor, con una jamba común en un uso extraño a la arquitectura tradicional de Aculco. Sin embargo, en general podríamos hablar de una intervención respetuosa con su entorno arquitectónico.
Pero minutos después caí en la cuenta de que ese espacio no estaba antes vacío. No era un simple muro blanco lo que existía ahí. Justo en ese punto se encontraba una pequeña y viejísima entrada enmarcada en cantera, que cubría su vano con una de las últimas puertas de madera auténticamente coloniales que quedaban en Aculco. Una entrada humilde y sencilla -como es todo lo antiguo en Aculco- que nunca debió desaparecer como parte que era de la arquitectura y de la historia de este lugar.
Sé que mucha gente no entiende ese afán mío de defender los pequeños detalles de Aculco, pero son ellos los que hacen de nuestro pueblo un lugar hermoso y original. Para muchos, la nueva fechada puede resultar incluso más hermosa que aquella vieja puertita con 300 años encima. Quisiera que esa gente entendiera que lo que le permitió a Aculco alcanzar un sitio en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO fue precisamente la existencia y abundancia de esos detalles que a ellos les parecen poco importantes. Que un día, cuando se den cuenta, todos habrán desaparecido y Aculco será ya tan solo una imitación de lo que fue. Habremos perdido entonces lo que había de auténtico valor en nuestro pueblo.
Así, aunque esta fachada ha sido realizada con buenas intenciones, el resultado ha sido lamentable: la pérdida de algo auténtico, de un elemento patrimonial ireemplazable. Si los dueños de esta casa tienen alguna sensibilidad, quizá habrán rescatado el marco y la puerta para reubicarlos al interior de la casa. Si no, seguramente habrá terminado en el escombro, como terminarán muchas cosas hermosas de Aculco si todos -habitantes, propietarios, autoridades locales, estatales y federales- seguimos tratando con indiferencia ese patrimonio.
ACTUALIZACIÓN: 19 DE JUNIO DE 2021