En abril de 2014 denuncié en este blog los daños que la colocación de una carpa en el atrio de la parroquia de san Jerónimo para la conmemoración de la Semana Santa había provocado al edificio, el principal de ellos la caída de uno de los remates neoclásicos de la entrada sur al atrio. La denuncia llegó incluso a los periódicos y la propia secretaria de Turismo del Estado de México pidió en una visita al pueblo que se atendiera su pronta restauración. Pero nada se hizo.
Tres años y medio más tarde, también hablé aquí del daño que un vehículo causó en la misma entrada al atrio de la parroquia al entrar en él, produciendo esta vez una importante grieta en el paño del muro de mampostería. Nadie hizo nada entonces por repararlo.
Con todo, el pasado mes de diciembre observe que ambos daños habían sido ya arreglados. Y digo arreglados, no restaurados, porque a primera vista parece que sólo se hizo lo que se pudo por remediar los desperfectos y no para recuperar su aspecto original. En fin, que por lo menos ahora no seguiremos viendo esa entrada hecha una ruina y el remate de piedra -incompleto y todo- no continuará dañándos en el piso.
Vale la pena insisitir aquí, una vez más, que no deben entrar automóviles al atrio de la parroquia más que en casos excepcionales. No sólo por la conservación del patrimonio -ya que en cualquier momento pueden causar un accidente que destroce algo irreemplazable- sino también por la sacralidad del sitio: no hay que olvidar que fue un cementerio y que bajo ese piso reposan los restos de miles de aculquenses que nos precedieron en el tiempo.