En muchas poblaciones de España y Latinoamérica es una tradición arraigada sacar en procesión en Viernes Santo una imagen que representa a Cristo yacente, muerto, colocada al interior de una urna acristalada a modo de ataúd. Procesión a la que se le llama del "Santo Entierro". Esta costumbre se originó hacia el siglo XVI, en el contexto de la Contrarreforma, y alcanzó gran difusión en el siglo siguiente, pasando entonces de España a América. Durante el periodo barroco, en los siglos XVII y XVIII, la procesión adquirió mayor dramatismo cuando se le añadieron toda clase de alegorías y representaciones para acompañarla: disciplinantes azotándose las espaldas, sombríos cófrades encapuchados, niños disfrazados de ángeles portando los símbolos de la pasión, la dramática imagen de la Virgen de la Soledad, etcétera. Fue entonces también cuando las urnas en que se llevaba la imagen comenzaron a ser ricamente adornadas siguiendo el estilo de la época. En muchos lugares de Andalucía se conservan urnas procesionales de aquellos siglos. En México sobreviven también algunas, entre las que merecen mencionarse por su belleza las de Tepeji del Río Hidalgo, y Oaxtepec, Morelos, relacionadas ambas con el estilo barroco del siglo XVII.
No tan suntuosa como aquéllas, pero del mismo estilo y antigüedad es la urna del Santo Entierro de Aculco. Consta de varias secciones: la parihuela, en la parte más baja, que conserva los huecos para colocar las "trabajaderas" o palos que servían para llevarla en andas, pero que ya no se utilizan. Sobre ella va la "cama", formada por un estrechamiento moldurado y un friso abombado que se adorna con figuras vegetales de escaso relieve. Encima de ella se coloca la vitrina de 22 cristales, en forma de paralepípedo la caja y de prisma la cubierta. Se adorna esta vitrina con columnitas entorchadas con capitel corintio en los ángulos de la caja (lo que permite fecharla a fines del siglo XVII o principios del XVIII), adornos fitomorfos exentos en los ángulos de la tapa, veneras en los cristales frontero y trasero, y diversas molduras. La urna es de madera dorada, pero en una pésima restauración se le aplicó pintura dorada comercial que le da un aspecto lamentable. Compárese para apreciar esto el acabado de la urna de Aculco con el cálido brillo del acabado de oro real de las urnas de Oaxtepec y Tepeji. Ojalá en algún momento la urna de Aculco recupere su auténtico dorado original, pues lo merece.
¿Cómo serían las procesiones del Santo Entierro en Aculco en tiempos virreinales?. Es difícil saberlo, pero podemos suponer que la representación del viacrucis se llevaba a cabo por las calles del pueblo y la crucifixión tenía lugar en la capilla del Calvario, que se encontraba junto al actual panteón. Desde ahí partiría la procesión del Santo Entierro hasta la parroquia, donde se dejaría la urna expuesta como si se tratara del sepulcro de Cristo hasta la misa de resurrección. Por cierto, estas representaciones se hacían siempre con imágenes, nunca con personas de carne y hueso al modo de los actuales "viacrucis vivientes" que tanto se han extendido en todo México y que en Aculco ya son la forma habitual de conmemorar la Semana Santa. Para nuestros lejanos antepasados, el pretender representar con una persona Cristo, la Virgen o los santos significaba una verdadera falta de respeto, casi un sacrilegio. Por ello fue que sólo a partir de la década de 1970 comenzó a extenderse esta costumbre y todavía entonces fue muy criticada. Yo, en lo personal, prefiero ver una bella imagen antigua de Cristo en la procesión y no a mi vecino actuando dicho papel.
En muchos sitios, la urna del Santo Entierro tiene un lugar especial para ser colocada a lo largo del año en la nave de la iglesia o en una capilla adyacente, donde permanece con la imagen de Cristo muerto expuesta a la veneración. En Aculco, la urna se guarda fuera de la vista y la imagen de Nuestro Señor se coloca en el altar lateral neoclásico dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, que en la parte baja tiene su propia urna aunque es fija, no procesional.