Bajo el título "Resolución y obediencia heroica", más el subtítulo "histórico" para dejar claro que se trataba de hechos reales, apareció publicada en el Diario del Hogar del 26 de septiembre de 1907 una interesante historia ocurrida en Aculco en tiempos de la intervención francesa (1862-1867). Este texto, firmado por Luciano Pagaza -autor de quien no he podido encontrar información alguna- describe la difícil situación que vivían los pobladores de esta región frente a la entrada de tropas que, afiliadas a las guerrillas liberales o conservadoras, en realidad estaban formadas por simples bandidos, "azote de las poblaciones a las que sacrificaban con la mayor crueldad y cinismo".
Aunque el texto contiene algún error (como el asegurar que Aculco formaba parte del vecino estado de Querétaro), claramente está novelado y el tipo de tragedia de la que se ocupa podría hacer dudar a más de uno de su verosimilitud, me parece a mí que Pagaza narró en verdad sucesos de los que tuvo noticia cierta. Queda, por supuesto, averiguar plenamente si esto es así, ya sea en los archivos municipales, ya en los parroquiales, pues las víctimas, de haber existido, tuvieron que recibir sepultura y su muerte violenta debió haber quedado anotada en los registros civiles o eclesiásticos.
Resolución y obediencia heroica
- Histórico -
Adela y Guadalupe eran dos jóvenes simpáticas, dos rosas en capullo que alegraban la obra retraída de su honrado y amado padre el señor X, el cual decepcionado por las veleidades de la esbelta diosa vendada y por la muerte de su inolvidable esposa, se había retirado pesaroso y triste en compañía de sus hermosas hijas a una propiedad rústica situada en las goteras del pueblo de S. Gerónimo Aculco, pertenenciente al Estado de Querétaro.
Damas mexicanas. Detalle de un grabado de Casimiro Castro.
En la cruenta época de la intervención francesa, muchos mexicanos inspirados en el amor patrio, más bien dicho, decididos a cooperar de buena fe al triunfo del atribulado y heroico gobierno liberal, tomaron las armas para ayudarle en la grandiosa empresa de defender con empeño y heroísmo los derechos nacionales ultrajados villanamente por un invasor y por traidores, a la vez que muchos mentecatos y canahlas tomaron también las armas, no para llevar a cabo un ideal noble como los anteriores, sino para ser el azote de las poblaciones a las que sacrificaban con la mayor crueldad y cinismo.
En general, las poblaciones de la república estuvieron entonces continuamente amagadas por beduinos que, a la sombra injustificada de la revolución, se constituyeron en verdugos de los habitantes, y cuyas guerrillas al presentarse en los pueblos de la manera en que lo hacían, los habitantes azorados abandonaban sus hogares y huían, otros se encerraban en sus habitaciones dispuestos a defenderlas de la rapiña y por último, todos llenos de zozobra, eran las vícitimas inocentes de un partido que sobre sí se atrajo la odiosidad eterna.
Obedeciendo el señor X a la precavida costumbre de sus vecinos durante las visitas de los bandidos y en obvio de dificultades que lo perjudicarían al fin, se encerró de una manera conveniente y esta precaución le valió de mucho, pues en!20los momentos que declinaban la tarde, cuando el sol parece que va hundiéndose entre un lecho de nubes, artística y primorosamente coloreadas, se presentó una fuerza de caballería, cuyo jefe dio unos toquidazos alarmantes en el zaguán, los cuales revelaban desde luego la bastarda e inicua procedencia.
En el acto el señor subió a la azotea y desde allí contestó a ese atrevido llamamiento con la energía que jamás le abandonó y cuya respuesta fue la siguiente: Si usted viene a mi casa como caballero y me ofrece respetar a mi familia y propiedades, desde luego tendrá franca la entrada, pero si no es así, le advertiré que sabré defenderme e una agresión violenta y sin razón, aún cuando para ello fuere necesario sacrificar mi vida.
Soldados del sur. Detalle de un grabado de Casimiro Castro.
El oficial compendió que se las había con un hombre enérgico capaz de cumplir con lo que decía. Esta consideración, o sus miras particulares que llevaba, le hicieron contestar al señor X de un modo más afable: que venía únicamente a descansar dos o tres días, asegurándole que no tenía la más mínima intención de ofenderlo, ni mucho menos causarle perjuicios.
Tres días estuvo alojada la fuerza en el caserón del señor X, y en obsequio de la verdad no cometió en lo ostensible ninguna falta, por lo que el dicho señor X quedó tranquilo al despedirse sus huéspedes, aún cuando la estancia de esa gente le había causado inquietud y necio malestar.
Una o dos horas a los más habían transcurrido, cuando regresó la misma fuerza al citado pueblo y lugar de donde había salido, pero no en la forma!20que antes habían llegado, sino queriendo tirar a fuerza de golpe el zaguán.
El señor X, que comprendió que sus hermosas hijas eran el móvil principal de esa gentuza desarrapada y viciosa, violentamente las llamó y enseñándoles lo que hacían con el zaguán esa falange de bandidos, les dijo: Dentro de unos cuantos momentos esa gente villana y criminal, habrá traspasado el umbral sagrado de este lugar en que ha vivido encarnada la virtud. Esos foragidos vienen directamente a convertirlas a ustedes en sus mancebas para después despreciarlas como viles e inútiles despojos de sus hazañas; por lo tanto no hay más que dos recursos en estos momentos: la deshonra o la muerte, escojan pronto pues ya están dentro de esta casa. La muerte, padre mío, la muerte mil veces, dijeron ambas llorando, antes que llenar con el lodo y el remordimiento tu nombre inmaculado!
Tres tiros paulatinamente alternados, fueron la salva que escucharon los asaltantes en los momentos que forzaban la puerta de la azotea de la casa en cuyo lugar se desarrolló el drama, de que un padre matara a sus hijas primero y él al último se suicidara para no presenciar su ruina física y moral.
Un montón de humeantes cenizas fue el epílogo al aparecer la luz en el horizonte, despojos humanos carbonizados de seres que se sacrificaron para no llenar su nombre de lodo y de vergüenza!
Luciano Pagaza.