Esta semana caí en cuenta que ha corrido ya la mitad de este año 2016 y las anunciadas obras de restauración de la torre de la parroquia de San Jerónimo y de la cubierta de la capilla de Santiago Toxhié no han comenzado todavía. Cierto que normalmente este tipo de obras, que emplean recursos provenientes a la par del erario municipal y del FOREMOBA (una instancia federal dependiente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes), suelen iniciar con algún retraso debido a las naturales cuestiones financieras y administrativas a que da lugar la participación de dos niveles de gobierno. Pero esta vez me parece que son ya demasiados meses...
Extrañado por esta situación, le pregunté al Arq. Lázaro González Frutis, encargado de llevar a cabo dichas restauraciones, por la fecha de inicio de las obras. Sólo me respondió que están en espera de los recursos, pero prudentemente no me quiso decir si dichos recursos son los del FOREMOBA o falta la parte que corresponde al municipio (como considero más probable).
Como sea, resulta verdaderamente lamentable que no haya sido canalizado el dinero comprometido para ejecutar estas obras en beneficio de nuestro patrimonio histórico. Patrimonio que, dicho sea de paso, es el principal activo gracias al cual Aculco es pueblo mágico y patrimonio de la humanidad, y al que en último término deben sus ingresos directamente quienes se dedican en este pueblo a la hotelería, el turismo, la producción y servicio de alimentos, artesanías, viajes en globo, etcétera, e indirectamete todos los demás habitantes.
Por otra parte, no deja de ser un mal precedente para futuros proyectos de conservación de nuestros edificios emblemáticos que las autoridades involucradas no cumplan con su parte del compromiso económico. ¿Cuándo volverá el FOREMOBA -y aquí asumo, sin tener la certeza, aclaro, que el Ayuntamiento es quien no ha aportado recursos- a comprometer cantidad alguna cuando su contraparte no responde de la misma manera? Si el Ayuntamiento llega a fallar en este compromiso, no solamente se perderá la oportunidad de restaurar ahora la torre del templo (que presenta daños mal reparados desde el terremoto de 1912) y la cubierta de Santiago Toxhié (que tiene filtraciones que comprometen su conservación), sino que seguramente se perderá en el futuro próximo la posibilidad de obtener recursos para otras obras del mismo tipo, tan necesrias en un pueblo con valor patrimonial reconocido.
Ojalá que no suceda que por dedicar recursos a solucionar lo urgente, se deje sin atender lo importante.
 
Por cierto, ya que hablo de compromisos del gobierno municipal y de conservación del patrimonio, me pregunto también ¿hasta cuándo el Ayuntamiento decidirá hacer cumplir las leyes en materia de conservación del patrimonio histórico edificado de Aculco? Nunca antes de este periodo de gobierno las autoridades locales contaron con más herramientas normativas para protegerlo, y sin embargo todos los días se puede apreciar en el pueblo que cada quien hace lo que quiere con sus construcciones: por allá se hace la ampliación de una puerta y se pierde todo su valor histórico, por aquí se construye toda una casa nueva en medio del patio de otra antigua, más allá se fracciona una construcción catalogada como monumento histórico, el pueblo se llena de tinacos en las azoteas (aunque el bando municipal prohibe que sean visibles) y ahora, justamente a un lado de la presidencia municipal, sobre la calle Hidalgo, SE ESTÁ ALTERANDO TAMBIÉN UNA FACHADA, seguramente sin licencias municipales ni del INAH. ¿De veras este Ayuntamiento quiere cargar con la responsabilidad de haber contribuido, por omisión, a la pérdida del valor patrimonial de Aculco? ¿Vamos a llegar a una situación de deterioro irreversible? ¿Por qué nadie parece entender lo que significa que una población haya sido incluida en la Lista del Patrimonio Mundial? ¿Dónde están los "vigías del patrimonio" que deberían estar atentos a denunciar estas obras?
Créanme, si la destrucción de la arquitectura tradicional de Aculco continúa, ni sus quesos, ni sus cascadas ni sus charros serán atractivo suficiente para que los turistas se acerquen al pueblo.