El pueblo de San Antonio (o comunidad de San Antonio Pueblo, como se le suele llamar oficialmente) es un misterio para mí. Aparece muy tardíamente, sólo hasta el siglo XX, en las listas de lugares habitados del municipio de Aculco, pero su antigua capilla indica que su origen es mucho más remoto. La falta de datos sobre el pueblo sólo permite la más básica especulación, como que el pueblo en algún momento haya cambiado de nombre o que en su origen se tratara más bien de una ranchería o un rancho particular, o que se trate de una capilla familiar otomí. El caso es que el pueblo de San Antonio existe ahora al norte del cerro de Ñadó y posee un viejo templo digno de ser reseñado y visitado.
La capilla se ubica en un pequeño altozano. Es pequeña, de unos 15 metros de largo por 5 de ancho, dimensiones que la ubican a medio camino entre los templos de otros pueblos del municipio y las capillas-oratorio familiares que sobreviven cerca de ellos. Su orientación no es la habitual, pues su fachada mira al sur en lugar del poniente, hecho que refuerza la hipótesis de que en su origen fuera una capilla particular. Tiene una sola nave, pequeña y de poca altura (alcanza quizá unos cuatro metros y medio hasta la cornisa). En la cabecera tiene un ábside ochavado que se apoya en su unión con la nave en un par de contrafuertes cilíndricos rematados en chaflanes cónicos. La cornisilla corrida a lo largo del exterior de la nave es una sencilla hilada de ladrillos.
La cornisilla continúa en la fachada principal, donde otra cornisa más gruesa de cantera labrada inicia en los costados a un nivel más bajo y se eleva al centro para formar un piñón, en cuyo centro se encuentra una cruz de cantera sobre peana. Por algún motivo estúpido, esta peana labrada se cambió hace pocos años por una informe base hemisférica de piedra. La fachada se adorna con una portada de piedra con arco de medio punto, parecida en sus volúmenes a la portada de la capilla del Calvario de la Concepción, que data de 1706, aunque su talla es más fina. Sus jambas, lisas, se adornan con gruesos capiteles y basas adornados con flores que evocan la arquitectura popular del siglo XVI.
Del lado derecho, la portada se prolonga hacia una construcción adosada formada por dos habitaciones y cubierta de teja que sirve como sacristía. Del lado izquierdo, en cambio, se levanta la torre en un plano remetido. En la base de ella se abre el estrecho acceso para subir a ella. Un contrafuerte prismático con remate triangular equilibra la fachada con el volumen de la sacristía. El campanario consta de dos cuerpos separados por cornisas que se abren hacia las cuatro caras con arcos de cantera apenas moldurados en sus basas y capiteles. El cuerpo inferior, más alto y alargado, alberga la única campana. Un cupulín con cruz remata la composición.
Si se compara esta fotografía con la primera que prsentamos, se observará que la portada del atrio ha sido recientemente reconstruida.
El atrio, cuadrado y de poco más de diez metros por lado, se halla cubierto de ladrillo (salvo el pasillo central, feamente encementado) y conserva sus viejos muros. A eje con la entrada del templo se encuentra su acceso, donde los muros se elevan en ángulo hasta rematar en una cornisa sobre la que se encuentra una cruz de piedra con una peana que antes era de mampostería, que igual que en la fachada fue cambiada inexplicablemente por otra de menor valor. La portada de este acceso era también un arco de medio punto, de talla más moderna y sencilla que la portada de la iglesia. Pero en años recientes fue también modificada, siguiendo el modelo pero sustituyéndose casi todas sus piedras (como las nuevas jambas entableradas), con lo que lamentablemente perdió todo su valor histórico.
La nave del templo se cubre con viguería de madera. El presbiterio se eleva apenas una grada sobre el piso de la nave. Casi nada en el interior es antiguo, acaso vale la pena mencionar sólo la mesa del viejo altar labrada en cantera, el par de columnas de su pequeño retablo y las pinturas del santo titular, San Antonio de Padua y de la Virgen de Guadalupe.
Frente al atrio se extiende una pequeña plaza empedrada con piezas irregulares de cantera de muy agradable aspecto. En su extremo se levanta el monumento circular a la Virgen de Guadalupe, moderno en su construcción, que muchas veces llamado el "mirador otomí" se ha convertido en uno de los lugares más fotografiados del municipio, por la hermosa vista que tiene hacia el cerro de Ñadó.
Pese a las modificaciones que he mencionado líneas arriba, la capilla de San Antonio Pueblo se ha conservado en gran medida en su integridad arquitectónica e histórica. Su sencillez no ha sido dañada todavía con las típicas e innecesarias obras de relumbrón que suelen estropear tantas capillas pequeñas en nuestro país. Ojalá se conserve así por muchos años.