lunes, 25 de enero de 2010
El Juicio Final
En la sección restaurada como casa-habitación del viejo edificio conocido como el Molino de Arroyozarco, situado a orillas del embalse del mismo nombre en el municipio de Aculco, existe una pintura de origen novohispano, muy probablemente del siglo XVIII, de carácter popular, que representa el Juicio Final. Dadas las condiciones de abandono en que permaneció el inmueble que la alberga desde cerca de 1903 hasta la década de 1970, y a que su antigüedad no se remonta más allá de mediados del siglo XIX, es casi seguro que no perteneció originalmente a él, sino que fue llevado de algún otro sitio por el actual propietario del Molino, don Jorge Girault.
El cuadro, de cerca de un metro de altura, muestra como elemento principal un San Miguel Arcángel como soldado y vestido "a la romana", con sus atributos usuales: la espada flamígera en la diestra y una balanza en la mano izquierda. En el peto de la armadura se observan las figuras del Sol y la Luna. Detrás de San Miguel se yergue una sencilla cruz de madera que separa dos grupos de personas: el de la izquierda, con los doce apóstoles encabezados por San Pedro -tan apretujados que sólo cinco de ellos aparecen completos y del resto asoma únicamente la cabeza; el de la derecha, con Cristo resucitado y María coronados y apoyados en sendos tronos. Sobre ella, en graciosa curva se despliega el versículo de Oseas (13:14): De manu mortis liberabo eos de morte redimam eos ero mors tua o mors ero morsus tuus inferne consolatio abscondita est ab oculis meis, esto es "¿Los redimiré del poder del Seol? ¿Los rescataré de la Muerte? ¿Dónde está, oh Muerte, tu espina? ¿Dónde está, oh Seol, tu aguijón? La compasión se ha ocultado de mis ojos."
Bajo el grupo de Cristo y María se observa al Ángel del Apocalispsis que hace sonar su trompeta, de la que parece salir la frase de San Jerónimo "Surgite mortui venite ad judicium", "Levántense los muertos y vengan al juicio". En la parte inferior de la pintura, los muertos resucitan y responden al llamado saliendo desnudos de sus sepulcros. Sobre ellos se lee la frase tomada del Apocalipsis 18:10: Væ, væ civitas illa magna Babylon, civitas illa fortis : quoniam una hora venit judicium tuum., es decir, "¡Ay, ay, la gran ciudad, Babilonia, la ciudad fuerte!, porque en una hora ha llegado tu juicio." A la derecha, brillan las llamas del Infierno, del que parece surgir ondulante como una voluta de humo la sentencia tomada del libro de Job (17:13,16): Si sustinuero, infernus domus mea est, et in tenebris stravi lectulum meum. In profundissimum infernum descendent omnia mea: putasne saltem ibi erit requies mihi?, que significa "Si aguantare, mi casa es el sepucro, y en las tinieblas he tendido mi camilla. A lo más profundo del sepulcro descenderán mis cosas: ¿crees tú que siquiera alló tendré yo reposo?".
Si bien, como dijimos líneas arriba, este interesante cuadro muy probablemente no perteneció originalmente al patrimonio histórico y artístico aculquense, resulta curiosa su relación con San Jerónimo, santro patrón del pueblo, a través de su frase incluida en la obra, así como en parte de su propia temática (el Ángel del Apocalipsis), que es semejante a la que acompaña frecuentemente a las representaciones pictóricas del santo.
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