Con su Romancero, Prieto intentaba llenar -afirma Ignacio Manuel Altamirano en el prólogo de la obra- "un vacío que existia en la poesía patria, en nuestra historia y en nuestros sentimientos", para crear "la Epopeya Nacional en una de sus varias formas, reuniendo en una colección de romances, todos los recuerdos históricos y tradicionales de la Independencia Nacional". Esto es, Prieto pretendía -de un tirón y con sólo sus poemas- darle a México una poesía épica y popular que por muchas razones no había surgido espontáneamente del propio pueblo. Aunque el intento hoy nos puede parecer un poco absurdo (y es muy obvio en sus composiciones que, lejos de rastrear auténticas leyendas y tradiciones populares sobre la Independencia, abrevó en los textos de los historiadores que podríamos llamar canónicos del periodo como Carlos María de Bustamante y Lucas Alamán), esta colección de romances es un buen ejemplo del nacionalismo literario de nuestro siglo XIX y del anhelo de los escritores de la época por crear patria.
El "Romance de Aculco" resulta curioso en varios aspectos. El primero, por la forma en que sus primeros versos ligan el pueblo al Camino de Tierra Adentro (vía que como todos sabemos le significó la incorporación a la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO en 2010). También, por su mala descripción del pueblo, al que quizá Prieto ni siquiera conocía ("un conjunto de chozas que quiso llamarse pueblo"). Bien que conocía, en cambio, Arroyozarco, punto del que escribió en varias ocasiones y que no evitó mencionar aquí como referencia para sus lectores, pero intuyo que sobre todo como referencia para sí mismo.
La narración de la batalla del 7 de noviembre de 1810 en el "Romance de Aculco" es mala por poco clara, pero también porque falsea algunos hechos, como que el "intrépido Allende" retirándose "en concierto" (es decir, ordenadamente) salvó "carruajes, trenes (es decir, los bagajes y convoyes que los transportaban), tesoros, pertrechos de guerra inmensos". Por el contrario, Allende, escapó de Aculco en desbandada como el resto de los insurgentes y los carruajes, dinero, pertrechos y demás fueron capturados por Calleja. También es exagerada la afirmación de Prieto cuando dice "En las masas infelices ceba Calleja el despecho, e inmola su alma de hiena a rendidos prisioneros", pues como quedó claro en el texto publicado en este mismo blog acerca de la leyenda del "tamborcito de Valladolid", tan sólo tres prisioneros insurgentes capturados en Aculco fueron ejecutados poco más de una semana más tarde en San Juan del Río.
En fin, copio aquí el "Romance de Aculco" de Guillermo Prieto.
* Romance: Combinación métrica de origen español que consiste en repetir al fin de todos los versos pares una misma asonancia y en no dar a los impares rima de ninguna especie (Diccionario de la R.A.E.).
ROMANCE DE ACULCO
A la orilla del camino
que llaman de Tierradentro,
que va entre inmensas llanuras
cercadas á largos trechos
por elevadas montañas
y por empinados cerros,
en una hermosa hondonada,
de Arroyozarco no lejos,
San Gerónimo de Aculco
asoma el humilde aspecto.
Es una verde llanura
con unos pelados cerros,
y es un conjunto de chozas
que quiso llamarse pueblo,
que el hábito no hace al monje,
ni sirve para mi cuento.
En la llanura, Calleja
de Hidalgo se halla en acecho,
porque así el virrey lo manda,
y la orden tuvo en Querétaro.
Hidalgo, desde las Cruces
se retiró satisfecho,
y en medio, no ya de tropas,
sí de tumultuoso pueblo,
que celebrando victorias,
mas sin rumbo ni concierto,
coronaba las alturas
desordenado y contento;
pero gérmenes de muerte
desarrollando en su seno
están entre los caudillos
las serpientes de los celos.
De lo que Hidalgo concierta,
Allende reclama el premio:
uno detesta a los reyes
y el otro al rey es afecto,
mas la causa de las causas
está en la tiniebla envuelto;
aun tiene la historia sombras
que no disipa el misterio
y mucho hago levantando
sólo la punta del velo,
que trastorna conjeturas
y que confunde sucesos.
Cuando Calleja acomete
se tornan tumulto inmenso
el vasto campo de Hidalgo,
sus trenes y sus guerreros,
y se usurpa la sorpresa
los lauros del vencimiento.
Derrámanse en la llanura
grupos de extraviado pueblo,
como la tromba marina
brota de la mar, barriendo
las atropelladas olas
que le salen al encuentro.
Carruajes, trenes, tesoros,
pertrechos de guerra inmensos
intrépido salva Allende
retirándose en concierto.
En las masas infelices
ceba Calleja el despecho,
e inmola su alma de hiena
a rendidos prisioneros.
Hidalgo se encuentra aislado,
y sigue firme y resuelto
a Valladolid su marcha,
donde pronto le hallaremos.
Allende, con lo que salva
de sus bravos compañeros
a Guanajuato se lanza
en rápido movimiento.
Calleja al virrey escribe,
vano, orgulloso, contento:
"la insurrección es vencida;
"ya la insurección ha muerto;"
y así afirman los serviles
entre entusiastas festejos,
así, cuando se percibe
de pronto un claro de cielo
y los relámpagos cruzan
en nubarrones dispersos,
no se mira que otras nubes
que retumban a lo lejos
como flotando esparcidas
empujadas por los vientos,
harán más recio el estrago
si invaden de nuevo el cielo,
estremeciendo la tierra
con su retronar violento...
_____
En pos de Allende, Calleja,
dejando á Hidalgo, va presto,
y renueva Guanajuato,
en el formidable encuentro,
del horror de Granaditas
los sucesos estupendos;
pero esta vez la fortuna
condenó á martirio al pueblo.