jueves, 5 de septiembre de 2024

Una pausa en "Aculco, lo que fue y lo que es"

Desde hace unos pocos meses he estado considerando la posibilidad de pausar un tiempo este blog, en el que vengo publicado textos sobre historia, patrimonio, arte y cultura del municipio de Aculco desde 2008. Quizá algunos de mis seguidores más antiguos recordarán que en 2012 hice también una pausa que duró ocho meses; sin embargo, aquella vez mi intención fue la de retirarme definitivamente del blog, mientras que ahora pienso únicamente dejarlo por algún tiempo, aunque éste podría extenderse más meses que en aquella otra interrupción.

Mis razones son muy simples: el preparar información y escribir en este blog consume mucho tiempo, que ahora quiero dedicar a otros proyectos. En varios años no he publicado libros sobre Aculco (aunque tengo tres o cuatro a medio escribir) y eso se debe en alguna medida a la atención que le he prestado a este espacio para cumplir con la meta -muchas veces excedida- de presentar un nuevo artículo cada dos semanas. Ahora quiero concluir aquellos otros trabajos, por lo menos uno de ellos, antes de regresar aquí. Espero que lo entiendan, se trata simplemente de una cuestión de tiempo.

Pienso que "Aculco, lo que fue y lo que es" ha logrado mantenerse en todos estos años en el gusto de los muchos aculquenses que leen cotidianamente las nuevas publicaciones, o que buscan información en los textos más viejos. Les agradezco mucho sus lecturas, sus comentarios, su compañía. Espero volver para continuar ofreciéndoles historias curiosas, críticas a la destrucción del patrimonio, crónicas de otros tiempos, fotografías antiguas y modernas, relatos sobre Aculco. Recuerden que lo escrito en este blog aquí sigue y que en cualquier momento podrán leer los textos que contiene. Ojalá al regreso los encuentre aquí y podamos nuevamente platicar "cosas de Aculco".

En fin, no quiero hacerles perder más tiempo con esta despedida. Nos vemos pronto.

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Algunos datos de Aculco en 1884

En el año de 1884, la Secretaría de Fomento emprendió la recolección de información en todo el país para la formación de una "geografía médica mexicana", es decir, el estudio de los efectos del medio ambiente en la salud de las personas y de la distribución geográfica de las enfermedades incluyendo también el estudio de los factores geográficos que influyen en su propagación. Para ello, se envió un sencillo cuestionario de 16 preguntas a todas las autoridades municipales del pais, formado de acuerdo con una comisión conformada por los doctores Gustavo Ruiz y Sandoval y Ramón Rodríguez Rivera:

En cuanto a los datos que deben recogerse de las municipalidades, creemos que debe hacerse por medio de un cuestionario sencillo y fácilmente inteligible, y sin exigir otra cosa que noticias generales y aproximadas que sólo servirán de guía a la Sección para sus trabajos ulteriores, que coordinará con los datos más exactos que de las otras fuentes puedan proporcionársele.

En nuestro municipio de Aculco se encargó de responder el cuestionario el presidente municipal don Guadalupe Guadarrama (dueño por aquellos años de las haciendas de Ñadó y el Jazmín), quien firmó su respuesta el 15 de junio de 1884. Las respuestas que proporcionó don Guadalupe fueron las siguientes:

1.- ¿Qué forma tiene la población? ¿Está en loma, en llano o en cuenca?

R.- Está en principio de una loma, y sus demas terrenos quebrados y lomas suaves.

2.- ¿Qué mar, rio, arroyo o laguna hay en sus cercanías y a qué distancia?

R.- Dos arroyos permanentes, surtido uno por la presa de Huapango, a tres leguas de distancia, y el otro por los manantiales de las haciendas Ñadó y Jazmín, a dos leguas de distancia; ambos atraviesan la Municipalidad.

3.- ¿Qué plantas son las más comunes?

R.- Montes de ocote, encino y aile.

4.- ¿Caen heladas en invierno?

R.- Fuertes heladas en invierno y algunas nevadas en Diciembre, las cuales han aparecido hace dos años.

5.- ¿Son las lluvias cada año excesivas o moderadas?

R.- Son moderadas.

6.- ¿Se forman pantanos o ciénegas?

R.- Ni una ni otra cosa, por ser la mayor parte del terreno reseco.

7.- ¿De qué clase de agua hacen uso los habitantes? ¿De manantial o de rio, o de lluvia en aljibes? ¿El agua es dulce o salada?

R.- En general es agua de manantiales; es dulce.

8.- ¿Cuáles son los alimentos de que más uso se hace?

R.- Los alimentos más usuales son: maíz, trigo, carnes de buey y cerdo; y entre los indígenas, yerbas, como quelite, nopal y otros.

9.- ¿A qué industria, ejercicio o profesión se dedican los habitantes de la localidad?

R.- En general agricultores.

10.- ¿Cuáles son las enfermedades más generales en el invierno?

R.- Pulmonías.

11.- ¿Cuáles en el verano?

R.- Fiebres e intermitentes.

12.- ¿Cuál es la enfermedad que causa más mortalidad?

R.- El tifo al salir el invierno.

13. ¿Qué enfermedades hay causadas por los animales, y qué animales las producen?

R.- La mordedura de víbora.

14.- ¿De qué epidemias se tiene noticia, de qué enfermedades y en qué épocas?

R.- De ningunas.

15.- ¿A qué razas pertenecen los habitantes y qué idiomas hablan?

R.- La mayor parte indígenas; hablan otomí.

16.- ¿Qué enfermedades hay en los animales y en las plantas?

R.- En los animales fiebre y gusano en el cuajo, y en las plantas el llamado chahuistle.

El envío de este tipo de cuestionarios fue relativamente frecuente en la época, un tiempo en que comenzaba a desarrollarse el interés por clasificar todo y levantar información estadística para múltiples fines, desde los comerciales o económicos hasta los de salud pública, como en el caso que les he mostrado. Es una pena, sin embargo, que la mayoría de las veces las autoridades locales respondieran sucintamente, sin profundizar en ningún aspecto, sólo aportando lo estrictamente necesario. Con todo, no deja de ser interesante y valiosa la información recopilada, que nos habla de un Aculco a la vez muy conocido y a la vez muy distinto.

 

FUENTE:

Noticias climatológicas de la República, recopiladas por la Secretaría de Fomento para la formación de la Geografía Médica Mexicana. Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, México, 1886, pp. 3, 6-8 y 418.

sábado, 31 de agosto de 2024

Entomofagia: los insectos en la dieta aculquense

Ya les he comentado antes que uno de los aspectos de la cultura aculquense en los que menos he profundizado es en el de su gastronomía. Esto se debe en cierta medida a que -desde mi punto de vista- la comida local no tiene pecualiaridades apreciables, pues es prácticamente la misma en una amplia zona que incluye partes de los estados de México, Querétaro e Hidalgo. Con todo, considero que sí es posible por lo menos configurar un catálogo de alimentos típicos, de platos o ingredientes a los que se puede considerar habituales en la dieta tradicional de Aculco. Esto no derivará por supuesto en el descubrimiento de toda una "gastronomía aculquense", pero sí al conocimiento de una cocina que sea identificable como propia por los habitantes de este lugar.

En fin, como un pequeño aporte a esa tarea de catalogación, les traigo hoy un tema muy interesante: el consumo tradicional de insectos. No es esta región particularmente notable en ese sentido como lo es, por ejemplo, Oaxaca, pero ciertamente existe y por ello resulta valioso que la bióloga Julieta Ramos-Elorduy haya incluido a algunas localidades de nuestro municipio en su obra Acridofagia y otros insectos, un estudio antropológico, económico, histórico y sociocultural de los procesos de recolección, conservación y comercialización de insectos publicado en 2015. Es de esta obra de la que extraigo las páginas que incluyo aquí, relacionadas con el consumo de tres especies de insectos: el gusano rojo de maguey (etapa larvaria de Aegiale hesperariaris W.), los escamoles (huevecillos de Liometopum apiculatum M.) y la hormiga chicatana (Atta mexicana F.S.). Dentro de nuestro municipio, Ramos-Elorduy consigna que la primera de estas especies se consume en Aculco y Arroyozarco, la segunda sólo en Aculco y la tercera tercera nuevamente en Aculco y Arroyozarco. Es claro que la investigadora se limitó a esas localidades, pues seguramente habría hallado el mismo consumo en otros sitios del territorio municipal. A mí me llama la atención en particular la hormiga chicatana, pues desconocía que se come aquí.

Por cierto, hay un error en las ilustraciones del libro: los letreros "Escamoles" y "Hormiga chicatana" están invertidos (es decir, la hormiga roja es la chicatana y la blancuzca la que produce escamoles). En el texto central del libro esto queda claro.

Estos alimentos son, naturalmente, de temporada, pues su recolección coincide con los meses del año en que se pueden hallar los estados de desarrollo en los que estos insectos son aprovechados. Son también de recolección silvestre o semi silvestre, pues no se les cría o cultiva, aunque en el caso del gusano de maguey se puede propiciar su desarrollo con plantíos de agave. Y a fin de cuentas son solamente ingredientes, pues su preparación implica un proceso que desafortunadamente no está recogido en el libro en lo que respecta a las localidades del municipio de Aculco. Ojalá los lectores del blog nos puedan compartir sus recetas para preparar estos alimentos.

 

FUENTE:

Julieta Ramos Elorduy et. al. Acridofagia y otros insectos, México, Trilce, 2015, pp. 109, 112-113. Puedes encontrar el libro completo aquí: Acridofagia y otros insectos.

martes, 27 de agosto de 2024

El paso por Arroyozarco de Ernst Schmitt von Tavera, secretario de la legación austriaca en México en 1867

Ernst Schmit von Tavera, secretario de la legación austriaca en México, estuvo entre los testigos presenciales de la caída del imperio de Maximiliano en 1867. Al respecto escribió varios testimonios, como el libro Die mexikanische Kaisertragödie (La tragedia imperial mexicana), publicado en Viena en 1903, que se refiere a los últimos seis meses que pasó en el país. Sin embargo, me parece que sus obras han sido muy poco aprovechadas al tratar de este importante periodo de nuestra historia, salvó quizá por el historiador Konrad Ratz, paisano suyo, quizá por su evidente parcialidad y desprecio a México y los mexicanos. A von Tavera apenas se le recuerda salvo para presentarlo como protagonista de anécdotas curiosas, como aquella sobre la gran impresión que le causó ver el cadáver del emperador vendado y colgado de cabeza cuando se le estaba embalsamando, o por su gusto por vestir de charro. De hecho, su libro mencionado líneas arriba ni siquiera ha sido traducido todavía íntegramente del alemán al español.

Es justamente de esa obra de la que extraigo el texto sobre su paso por Arroyozarco que les presento ahora y que traduzco con ayuda de Google, pues desconozco completamente esa lengua. Comienza con su salida de Querétaro apenas unos días después del fusilamiento de Maximiliano el 19 de junio de 1867. Schmit llevaba consigo y bien resguardada una curiosa reliquia del emperador: la chaqueta que portaba cuando fue ejecutado en el Cerro de las Campanas:

El 30 de junio, después de pasar diez tortuosos días en Queretaro, comencé mi viaje de regreso a la Ciudad México. La diligencia ya estaba llena hasta el último asiento y sólo a petición urgente mía, el administrador de correos accedió a permitirme, como favor especial, completar el viaje de dos días agazapado sobre el techo de hojalata del coche, junto a las maletas allí guardadas. No me importaban mucho las molestias de este viaje; lo principal era salir de aquella odiada ciudad. Sólo en las primeras horas de nuestro viaje estuve a punto de arrepentirme de mi decisión apresurada: no había contado con el hecho de que cuatro soldados armados con carabinas revólver americanas de dieciséis cañones y largos sables de caballería estarían alojados conmigo en el techo del coche como escolta contra los ladrones. Estos señores se pusieron lo más cómodos posible allí arriba y apenas me dejaron espacio suficiente para agarrarme de algo si fuera necesario. Porque sin este constante "aferrarse", ni yo ni los soldados podíamos viajar sin poner en peligro nuestras vidas, pues las terribles condiciones de la carretera nos arrojaban sobre el techo del coche de tal manera que estábamos en constante peligro de ser despedidos. Si consideran que tuve que pasar dos días sobre el techo de hojalata de aquella diligencia, debidamente calentado por los rayos del sol de julio, probablemente me creerán que el viaje no fue agradable para mí y que cuando llegué a la Ciudad de México también estaba en los límites de mi fuerza física. Durante dos días enteros tuve que sentarme con las piernas cruzadas sin poder apoyar la parte superior del cuerpo en nada (sólo podía disfrutar de esto mientras remudaban los caballos y el carruaje estaba parado), por consideración a las maletas que me rodeaban: los golpes que tuvimos que soportar podrían haber sido bastante peligrosos para mis huesos.

Hacia el mediodía la escolta nos abandonó y a partir de entonces yo fui el único usuario del techo del coche. En La Soledad [hoy Polotitlán] nos encontramos con el ejército del general Corona, que regresaba de México a la costa del Océano Pacífico. Ya habíamos conocido en persona al famoso líder de la guerrilla. Corona, que no gozaba de la mejor reputación en México por su pasado de fratricida y bandolero, llevaba en el rostro la huella inconfundible de un consumado "pájaro de la horca". Su ejército era perfectamente digno de un general así: esta fuerza tenía mala reputación incluso entre los liberales en lo que a su valor moral se refería; su adicción al saqueo y su cruel guerra eran tan notorias como su cobardía ante el enemigo. La columna principal, de unos 2,000 hombres, marchaba en tal desorden que la cabeza de la misma ya había comido en La Soledad, mientras la caballería, infantería y un interminable tren de mujeres, animales de carga, carros de municiones, etc., marchaban a lo largo de una distancia de 12 millas inglesas cubriendo el camino. Parecía sorprendente que se pudiera siquiera persuadir a hordas tan andrajosas de ladrones para que se sometieran a cualquier tipo de disciplina. Aquí y allá veíamos un caballo muerto al borde del camino, que había sucumbido al hambre o al esfuerzo y, apenas frío, era despedazado con avidez por buitres y perros callejeros.

Miré el tren de equipajes con especial interés, ya que era la primera vez que veía a los tipos indios de la costa del Pacífico en grandes cantidades. La monstruosa fealdad de la mayoría de las soldaderas excedía con creces todo lo que había visto entre las mujeres mexicanas en términos de rasgos faciales repulsivos.

Estaba bastante claro que el equipo había sabido aprovechar la campaña en beneficio propio: los animales y bestias de carga apenas podían soportar su pesada carga. No me sorprendió que los uniformes de los soldados de Corona dejaran mucho que desear, pero estos soldados parecían haber sido enviados al campo de batalla basándose en el principio de que los malos soldados debían estar, en consecuencia, mal vestidos. No pude maravillarme lo suficiente con el mercado de trapos reunido en la plaza principal de La Soledad; intenté en vano localizar a un solo soldado que estuviera medianamente vestido. Las únicas personas que no tenían la ropa rota eran aquellas que no tenían nada de ropa, porque también había individuos que prescindían de sus camisas y llevaban la bolsa patronal sobre sus cuerpos desnudos, mientras que un enorme chacó de cuero antiguo cubría la orgullosa cabeza de tal adamita. Muchos de los oficiales iban descalzos y la mayoría llevaba los pantalones de lino arremangados hasta las rodillas para caminar más cómodamente, como si estuvieran vadeando una masa de agua.

La caballería se presentó de manera particularmente lamentable: los pobres y hambrientos caballos se arrastraban con dificultad; más de un jinete tuvo que marchar a pie porque su caballo no tenía fuerzas para llevarlo, y luego empujó con su lanza al pobre animal que tenía delante hasta que éste se desplomó de cansancio en el camino. Más tarde supe que Porfirio Díaz deliberadamente envió a esta miserable chusma de regreso a su patria con la mayor prisa para que no tuvieran que participar en el desfile militar para celebrar el regreso a la capital del presidente [Juárez].

En aquel entonces, la retaguardia de una columna de tropas mexicanas solía acortar el aburrimiento de la marcha realizando un poco de robo al mismo tiempo. Por ello, las carreteras eran más inseguras cuando los militares estaban cerca. Como llevaba poco dinero encima, no me habría importado mucho que me atacaran los bandoleros. Sin embargo, me preocupaba mucho perder la levita del emperador, que fue atravesada durante la ejecución y que se encontraba entre mis efectos. Había evitado cuidadosamente mencionar la posesión de esta triste reliquia a ninguno de mis compañeros de viaje. Por eso me resultó sumamente desagradable cuando uno de ellos, presentándose como imperialista en la estación nocturna de Arroyozarco, me pidió urgentemente que le dejara ver la levita que con tanta ansia guardaba. Sigue siendo un misterio para mí cómo el hombre se enteró de que tenía esta última conmigo, porque ya había tratado de mantener el más estricto secreto sobre esto en Querétaro. Mi desconocido lloró al ver el faldón acribillado a balazos y luego, para mostrarme su gratitud, me sirvió la cena con la mayor atención.

Las cosas no me iban muy bien ese mismo día a la hora de comer [seguramente en el Hotel de Diligencias de Arroyozarco]: algunos de los oficiales [mexicanos] que viajaban conmigo parecían haber descubierto quién era yo, y para dejarme claro que ahora eran los primeros en el país, encontraron consideró apropiado presentarse con rudeza desafiante hacia mí, que debía sentarme en el extremo más bajo de la mesa; ¡No podía hacer nada más que comer en humilde silencio! En Arroyozarco conocí a los lanceros de Aureliano Rivera (un ex cochero de la casa de un amigo mío mexicano), quienes eran famosos en todo México por su cobardía. Me alegré de ver finalmente en persona a estos famosos personajes atípicos, de cuyas hazañas negativas había oído hablar tantas veces. El equipo acababa de ser reajustado y lucía bastante bien con sus blusas de chinaco escarlata y sus enormes sombreros mexicanos. Los pocos cientos de jinetes habrían sido ciertamente invencibles si su fuerza hubiera igualado la potencia pulmonar de su lamentablemente numeroso cuerpo de trompetistas. El estallido se prolongó sin interrupción hasta bien entrada la noche: a veces sólo un trompetista tocaba en su instrumento un solo melancólico y prolongado (lo cual aún era soportable), pero de repente, sin que nadie supiera por qué, el ruido infernal comenzó con un poderoso unísono comienza de nuevo. y luego, tras una interrupción de unos minutos, en otro rincón del edificio donde se alojaban los chicos, se desataron con nuevas fuerzas.

Al día siguiente del viaje ya creía que ahora me familiarizaría más con los asaltantes de caminos: justo cuando atravesábamos la mal considerada Cañada, un grupo de hombres armados galopaba a campo traviesa hacia nuestro vehículo. ¡Aparentemente estos eran los ladrones de los que tanto se habla! Me sorprendió la inquebrantable apatía de nuestro cochero, que conducía con la mayor tranquilidad. Cuando los jinetes se acercaron a la diligencia, él los saludó de manera muy amistosa desde el pescante de su carruaje. El cochero era educado y delante no teníamos a nadie más que al rico terrateniente M... que vino con sus sirvientes para preguntar si el correo le había traído algo. ¡Así que esta vez tampoco hubo reunión con los compadres! Por cierto, con nosotros habrían encontrado un botín inusualmente rico, porque en el camino habíamos cargado algunos sacos pesados con táleros [pesos] en bruto. Me dieron uno de estos sacos para que lo usara como almohada encima de mi techo, para que mi cabeza pudiera descansar ocasionalmente sobre plata. Definitivamente hubiera preferido un cojín un poco más suave, aunque menos costoso.

Hasta aquí el texto de Schmitt a su paso por nuestra región. Este relato se une a los muchos testimonios que existen sobre Arroyozarco en el siglo XIX añadiendo detalles curiosos y vívidos del sitio en 1867.

FUENTES:

 

Ernst Schmitt von Tavera, Die mexikanische Kaisertragödie, Viena, Adolf Holzhausen, 1903, p. 147-151.

martes, 23 de julio de 2024

El paso de los constitucionalistas por Arroyozarco (1914)

A mediados del año de 1914, era evidente que el usurpador Victoriano Huerta no podría mantenerse en el poder. El Ejército Constitucionalista de Venustiano Carranza había obtenido importantes victorias sobre el Ejército Federal y el avance de los revolucionarios desde el norte del país hacia la capital del país era ya imparable. Huerta decicidó renunciar el 15 de julio y partió enseguida al exilio. El 28 de julio, los constitucionalistas ocuparon la ciudad de Querétaro y desde ahí emprendieron el avance final con 14 mil hombres sobre la ciudad de México.

Uno de los primeros cuerpos del Ejército Constitucionalista en acercarse a la capital fue la 21a. Brigada de la 2a. División del Centro, comandada por el Gral. Jesús Agustín Castro, militar duranguense que llegarí a ser secretario de Guerra y Marina de 1917 a 1918 durante la presidencia de Venustiano Carranza y como secretario de la Defensa Nacional de 1939 a 1940 durante la presidencia de Lázaro Cárdenas. En su trayecto hacia la Ciudad de México en julio-agosto de 1914, Castro tomó el viejo Camino Real de Tierra Adentro puesto que sus tropas se deplazaban a caballo y naturalmente pasó por la hacienda de Arroyozarco, que hasta finales de julio estuvo ocupada por los federales. Desde ahí, el 3 de agosto envió una carta a su superior al Gral. Jesús Carranza en la que da cuenta de las novedades que halló hasta ese momento:

Ejército Constitucionalista

Brigada Veintiuno

2a. División del Centro

Tengo la honra de poner en el superior conocimiento de usted que el día terinta y uno de julio próximo pasado, salí de Querétaro a las nueve de la mañana con la columna a mis órdenes, compuesta de la "Brigada Veintiuno", Regimiento "Pedro Antonio Santos", Regimiento "Larraga" y regimiento 1o y 2o de la "Brigada Caballero"; llegando el mismo día a el pueblo "Pedro Escobedo" a las tres de la tarde sin novedad.

De este lugar, proseguimos la marcha a las cuatro de la mañana del siguiente día son dirección a San Juan del Río, llegando al indicado punto a las seis y media de la mañana; como en esta ciudad a nuestra llegada no había autoridad política, se instaló inmediatamente en la misma forma como se hizo en Dolores Hidalgo.

El dos de agosto, a las ocho y treinta minutos de la mañana, reanudamos la marcha llegando a Polotitlán a la una y treinta minutos de la tarde. Con fecha tres del mismo mes, salimos de este punto a las siete y treinta minutos de la mañana, arribando a la Hacienda de "Arroyo Zarco" a las once y treinta minutos de la mañana, sin novedad.

Participo a usted al mismo tiempo, para que, por todos los puntos que hemos tocado, queden a la mayor brevedad posible reparadas las comunicaciones ferroviarias y telegráficas con dirección al norte.

En cumplimiento a sus órdenes, continuaré avanzando partiendo rumbo al sur, mañana a las seis de la mañana.

Tengo el honor, mi general, de hacer a usted presente mi subordinación y respeto.

Constitución y Reformas.

Hacienda de Arroyo Zarco a 3 de agosto de 1914.

El General

J. A. Castro

Al Ciudadano

General Jesús Carranza

Donde se encuentre (1)

El 15 de agosto de 1914, los constitucionalistas encabezados por el Gral. Álvaro Obregón firmaron con los restos del gobierno de Victoriano Huerta un tratado en Teoloyucan, ya a las afueras de la capital. El Gral. Castro estuvo entre los soldados que formaron el grupo "marcial y pintoresco" que acompañó a Obregón en su entrada triunfal desde Tlalnepantla hasta Palacio Nacional. Luego, su división sería destinada a proteger la entrada de la ciudad por el rumbo de la vía del Ferrocarril Mexicano.

 

FUENTES

1. Carta de Jesús Agustín Castro dirigida a Jesús Carranza, se le informa sobre su avance hacia al sur. Fondo Manuscritos del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista 1889-1920. Centro de Estudios de Historia de México Carso, Fundación Carlos Slim.

martes, 16 de julio de 2024

El superintendente del ferrocarril de Arroyozarco y sus conflictos laborales

Es tan poca la información que he encontrado sobre el ferrocarril de Arroyozarco (es decir, el tren de la Bucio Timber & Railway Co., empresa formada por los dueños de la hacienda), que me siento obligado a copiar y mostrarles cualquier pequeña información que hallo sobre él. Así me ha sucedido ahora, tras leer unos párrafos acerca del conflicto laboral que tuvo con la empresa José García Pichardo, superintendente de este ferrocarril, a causa de atrasos en el pago de sus salarios y malos tratos. Aunque no se trata de información de relieve y en buena medida carecemos del contexto en el que se desarrolló dicho conflicto, mejor es consignarlo aquí que dejar que se pierda olvidado en la tesis de la que extraigo los siguientes párrafos:

Aquellos problemas que, de acuerdo con la apreciación de alguno de los actores, se convertían en motivo de demanda ante la junta de conciliación respectiva y cuyo resultado no era satisfactorio para cualquiera de ellos, eran resueltos en última instancia por la oficina del gobernador a petición de la parte inconforme. Así, de los asuntos que conoció la Junta de Conciliación y Arbitraje del Distrito de Tlalnepantla entre 1929 y 1931, veinte de ellos fueron resueltos en apelación, en forma favorable para los trabajadores en un 50 por ciento y en la otra mitad se otorgó la razón a los dueños de los centros de trabajo.

De los primeros, es decir, aquellos que favorecieron a los trabajadores, las evidencias del procedimiento ejercido por el patrón contra el asalariado eran tan claras para los integrantes de la junta que, lógicamente, daban la razón a los demandantes, pero debían enfrentar estrategias de patrones o gerentes, para lo cual se declaraban incompetentes y turnaban el caso a la decisión del poder ejecutivo. Esa situación pudo advertirse en la demanda que José García Pichardo, superintendente del ferrocarril de The Bucio Timber and Railway Co., S.A., hizo contra la empresa por separación injustificada del trabajo y adeudo de salarios.

García Pichardo denunció que la empresa utilizaba el procedimiento de separar a los empleados y obreros con el pretexto de reajuste, sobre todo cuando la deuda por salarios alcanzaba una cantidad regular, pues los pagos se retrasaban hasta por ocho o diez semanas, como en ese momento sucedía con él. El proceso de arbitraje se hizo conforme al reglamento, pues al no presentarse la parte demandada para procurar una avenencia se presentaron las pruebas por ambas partes: el ofendido presentó documentos de la empresa que lo probaban como un maquinista cumplido, competente y laborioso, por tanto se le encargaba manejar el ferrocarril de Bucio y atender todos los servicios; por su parte, José María Rodríguez, apoderado de la empresa Bucio Timber, presentó informes que no negaron haber tenido como empleado y haber despedido a Garcia Pichardo, pero que señalaban quejas por una supuesta actitud altanera, por constantes fricciones que el maquinista había tenido con el administrador general de la Hacienda de Arroyo Zarco, así como porque había utilizado a los trabajadores de la empresa para construir muebles propios.

En contrapartida, el trabajador separado compareció con notas de buena conducta y responsabilidad laboral de empresas como Tampico-Pánuco Valley Railway Company Limited, Compañía Terminal de Veracruz, S.A., Ferrocarril de Desagüe del Valle de México, Ferrocarriles Nacionales, División Querétaro; inclusive de la misma empresa a la que demandaba, porque entregó una carta donde aquélla certificaba que era cumplido en sus obligaciones. Como prueba testimonial entregó un cuestionario que fue respondido en su momento por el tesorero del ferrocarril de Bucio, José Henríquez Guzmán, quien mostró amnesia ante todos los señalamientos hechos por el demandante; pero reconoció que había sueldos pendientes y que se le había separado por reducción de personal.

Con esta última respuesta emitida por el tesorero, la empresa se dio cuenta de que prácticamente había aceptado los motivos de la demanda en su contra, por lo que el gerente mismo de la compañía Enrique Landa Berriózabal, con la intención de arreglar el entuerto que había provocado su tesorero, entró al quite y pidió a la junta que toda diligencia se practicara con él y no con otra persona. De esa manera quiso ganar y mediante su representante legal insistió en que la junta de Tlalnepantla era incompetente y que el problema debía tratarlo la junta central de Toluca.

Presionada porque se trataba de una empresa grande, la junta se declaró incompetente pero el demandante anunció su inconformidad y el asunto fue turnado al gobernador para ser visto en apelación. El titular del poder ejecutivo analizó el asunto y lo regresó a la junta de Tlalnepantla, al tiempo que la declaraba competente, toda vez que los problemas se había suscitado en su jurisdicción y la empresa tenía oficinas en la Hacienda de Arroyo Zarco, ubicada en el municipio de Aculco, Con el respaldo del poder ejecutivo y las pruebas que se habían recabado durante el proceso, la institución laboral condenó a The Bucio Timber and Railway Co., S.A. a pagar al demandante $525.00 como indemnización por separación injustificada y $118.75 por concepto de salarios no satisfechos.

Como puede verse, la actividad de la junta de conciliación y arbitraje no era tan fácil, pues tuvo que enfrentar situaciones que negaban su papel como instancia de concordia y justicia laboral, como en el caso descrito o, bien, afrontar otras circunstancias como las que aparecieron durante el proceso que se inició contra Ramón Sierra, dueño de la casa de comercio El Pabellón Mexicano, situada en Tlalnepantla, por uno de sus dependientes, Jesús Taboada, quien denunció que fue despedido por haberse encontrado enfermo, a pesar de que había trabajado en esas condiciones durante el período de altas ventas en Semana Santa.

Sólo vale la pena anotar aquí que José Henríquez Guzmán y Enrique Landa Berriozábal, tesorero y gerente respectivamente de la compañía de Bucio, eran los esposos de María y Guadalupe Verdugo Rozas, hijas de la ya entonces difunts doña Dolores Rozas viuda de Verdugo y por tanto herederas de la hacienda de Arroyozarco.

 

FUENTE:

Jenaro Reynoso Jaime. Conflictos laborales y sindicalización en el Estado de México, 1929-1934, tesis para obtener el gardo de maestro en historia, México, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 2005, pp.107-109.

viernes, 12 de julio de 2024

Fernando Benítez y la remodelación de Aculco en 1974

En noviembre de este año se cumplirá medio siglo de la conclusión de las obras de remodelación de Aculco bajo el "Programa Echeverría de Remodelación de Pueblos": un proyecto tripartita (federación, estado y municipios) que buscaba embellecer la imagen urbana de 114 de las cabeceras municipales del Estado de México al tiempo que introducía los servicios esenciales de las que muchas carecían todavía entonces: agua potable, electricidad, drenaje, telefonía, etcétera.

El programa -encabezado por el arquitecto Francisco Artigas- tuvo la virtud de recuperar el aspecto de los centros históricos tradicionales en muchos pueblos que apostaban entonces por una modernidad arquitectónica lamentable, destructora, sin guía ni recursos. También tuvo defectos, como la uniformidad con la que trató entornos urbanos muy distintos, de manera que resulta reconocible en los pueblos intervenidos de toda la entidad la marca del arquitecto Artigas, en lugar de reconocerse el sello local. Tampoco fue tan respetuoso del patrimonio edificado, pues muchos detalles valiosos de los pueblos se perdieron entre las prisas, el descuido, la poca supervisión y la falta de atención al detalle. En Aculco, por ejemplo, la antigua Casa del Quisquémel, que había pertenecido a la esposa de Francisco I. Madero, fue demolida para construir el nuevo Palacio Municipal.

Pero fue así, con errores, omisiones y aciertos, que este programa definió en gran medida el aire urbano de nuestro pueblo. Porque, en el imaginario local, el Aculco remodelado -completamente blanco, con sus cornisillas de ladrillo, con sus faroles de hierro en pedestales cortos, todo empedrado, con hermosos jardines en sus plazas- es el que aprecian por bello, armónico y coherente, mientras que el Aculco anterior, aunque era más auténtico, les resultaría hoy quizá algo feo, destartalado y pobre. Por otra parte,la remodelación le dio a Aculco un sentido de la conservación del patrimonio, la imagen urbana y arquitectónica, que antes no se tenía, y que a pesar de innumerables destrucciones y desaciertos en estos 50 años transcurridos ha permitido que hoy nuestro pueblo no sea tan feo. Algo de lo que ya no pueden presumir la inmensa mayoría de los pueblos remodelados, por cierto.

Precisamente cuando se estaba llevando a cabo la remodelación, el escritor y editor Fernando Benítez escribió un libro sobre el Estado de México al que tituó Viaje al centro de México (Fondo de cultura económica, 1975). Se trataba en efecto de un recorrido por tierras mexiquenses, que entonces gobernaba el profesor Carlos Hank González. Con su libro, Benítez pretendía demostrar las bondades de ese gobierno y del régimen del presidente Luis Echeverría, por lo que obviamente elogia todas sus obras. La remodelación fue el tema principal con el que abordó su paso por Aculco y se advierte que entre todos los poblados del estado fue éste sin duda el que más le llamó la atención por su belleza. En contraste, de otros lugares cercanos, como Jilotepec, escribió que vivían ya la "nueva edad del concreto en escala ruin". Una edad que ya hoy vive también, lamentablemente, nuestro Aculco.

En fin, quiero compartirles hoy el texto de Fernando Benítez acompañado de algunas fotos tomadas durante la remodelación de 1974. En muchas les soprenderá ver cómo el Aculco de entonces ya era exactamente el de hoy, pero en otras les dolerá ver cómo se ha desvirtuado su imagen desde aquel año.

 

Muerte y resurrección de Aculco

(Fernando Benítez. Viaje al centro de México. Fondo de Cultura Económica. México, 1975. Pág. 278 y ss.

 

Aculco, que en lengua otomí [sic pro náhuatl] significa "en el agua muy trenzada", durante la colonia no debió su auge a la presencia de esta agua enrevesada, sino a su posición geográfica, ya que fue el lugar de tránsito obligado a los reales mineros de Aguascalientes, Zacatecas, Durango y a toda esa región mal delimitada que los antiguos bautizaron con el nombre de Tierra Adentro.

Por Aculco salían centenares de gambusinos y de aventureros en busca de El Dorado, frailes misioneros y partidas de soldados encargados de fortalezas y presidios y por Aculco regresaban los nuevos Cresos a quienes los santos habían favorecido y sus recuas cargadas de oro y plata, los que habían jugado a las cartas su fortuna, los derrotados y los perdonavidas. El pueblo rebosaba de historias de milagrosos hallazgos, de riñas descomunales, de combates contra los indios bravos y de hazañas evangelizadoras.

Al estallar la guerra de Independencia, Hidalgo, después de obtener una serie de victorias fulminantes avanzó sobre la Ciudad de México. En la Sierra de las Cruces logró derrotar a las últimas fuerzas de que disponía el virrey, pero entonces, teniendo a sus pies la indefensa capital de la colonia, lejos de tomarla, decidió retroceder. Este hecho debía serle fatal. Mientras su gente se abastecía en la hacienda de Arroyo Zarco, el realista Calleja que había terminado de ejercitar a sus soldados, le cayó encima y lo desbarató. De cada 5 prisioneros uno fue fusilado en la plaza mayor de Aculco para escarmiento de rebeldes y seguridad de comerciantes y hacendados españoles.

Las minas, a causa de la prolongada guerra, se inundaron o se perdieron; los campos estaban asolados, los caminos se llenaron de bandoleros o de facciones enemigas y Aculco inició su lenta agonía. A fines de siglo era un pueblo más dentro de la jurisdicción política y económica de la gran hacienda de Arroyo Zarco. Más tarde, la distante vía del ferrocarril y en nuestros días la construcción de la supercarretera a Querétaro, situada a 15 kilómetros, le asestó el golpe final convirtiéndolo en un pueblo fantasma. En las mansiones de 10 ó 20 cuartos y enormes patios o en las viejas hospederías, flotaban algunos viejos pensionados y algunas viudas que sostenían a sus hijos. Todo el comercio, de acuerdo con los patrones coloniales, estaba acaparado por 4 ó 5 comerciantes y todas las buenas tierras regadas eran propiedad de un solo hombre.

Hoy volvemos a la ciudad en que se refugiara Hidalgo, como volvimos en los treintas al Taxco de Borda o al San Miguel del insurgente Allende. Edificados con una piedra blanca y una piedra rosa que los canteros trabajaron y aún trabajan cerrada y limpiamente, los muros de los huertos y de las fachadas, establecen una pureza de líneas y una severidad no vistas en otros lugares mejor abastecidos. En Aculco ciertamente todo es noble y espacioso, grandes las puertas de los mesones, como para dar entrada a las recuas y a las carretas y las ventanas estrechas porque los arrieros y caporales acostumbraban dormir en camastros improvisados o sobre la paja de los macheros.

Aquí también la traza de la ciudad sufre violaciones y permite adornarse con plazuelas y callejas de casas pequeñitas que llevan entre arcadas y florones del neoclásico al atrio elevado donde se levantan 4 capillas y una iglesia de piedra rosa consagrada a San Jerónimo. Sus columnas de doble capitel corintio y el remate labrado representando las bodas místicas de Santa Rosa de Lima, componen una cálida muestra del arte popular mexicano que hace resaltar el doble soportal y el maderamen del antiguo convento.

A la gran plaza se le ha devuelto su perdida dignidad al eliminarse los añadidos grotescos de su larga decadencia y construir un nuevo ayuntamiento integrado a un conjunto de residencias, tejados pajizos y portales oscuros, ora sostenidos por pilastras de piedra, ora por columnas de madera de fuste abombado. Se advierte el lápiz de Artigas, borrando el pegoste, el adefesio, acentuando una línea, recomponiendo el dibujo, el sentido de un pueblo de tránsito perdido en los desiertos del norte, hasta lograr un escenario que reclama el paso de los arrieros vestidos de cuero haciendo sonar las espuelas de plata en los empedrados, el desfile de las carretas y hasta el fusilamiento de los seguidores de Hidalgo.

No sabemos si Aculco es hoy más rico de lo que fue en 1810, pero sí sabemos que con el hierro, el cemento o los vidrios somos incapaces de construir algo -un alero, un portal, un dintel esculpido, una callecita- de dibujo tan puro y gracioso como el que nos dejaron los fundadores de los antiguos pueblos. Ni siquiera logramos hacer menos agresiva la fealdad o someter el enredo de los hilos y los postes de la corriente eléctrica. En materia de estética y de convivencia humana hemos retrocedido al horrible balbuceo de una época que se inicia con el rompimiento de todo lo que constituyó nuestra cultura. Y el que no sabe cómo emplear el cemento y el hierro tampoco acierta a emplear los dones del radio y de la televisión, las fábricas más activas de la prostitución espiritual. Por ello en la reconstrucción de una pobre aldea descubrimos otro mundo que nos permite medir lo que fuimos y lo que somos. Se ha evaporado la esencia de lo que constituyó un género de vida y debe preocuparnos nuestra incapacidad para igualar o sustituir lo que perteneció a un remoto pasado.

Si quieres ver algunas otras fotografías de Aculco tomadas durante la remodelación, pincha aquí.

domingo, 23 de junio de 2024

Los aculquenses que compraban esclavos en Guadalajara

En los viejos protocolos notariales del siglo XVIII de la ciudad de Guadalajara, Jalisco existen muchos documentos que nos hablan de una de las realidades más terribles de la época: la esclavitud de la raza negra (y de los mezclados con ella). Estos papeles dan fe la compra-venta de hombres, mujeres, niños e incluso bebés esclavizados, que aunque nunca aparecen en las cantidades en que se comerciaban en Brasil o en los Estados Unidos, por mencionar algunos otros lugares, sí revelan el trato inhumano, casi de objetos, que se les daba a estos seres humanos. "Piezas", por ejemplo les llama dos de las escrituras que les mostraré aquí.

Curioso es hallar en tales documentos que tres aculquenses participaban del comercio de esclavos en aquella ciudad en el útimo tercio del siglo XVIII: Nicolás Sánchez, Manuel Perfecto de Chávez Navas y José Joaquín de Chávez Navas. El primero es probablemente don Nicolás Sánchez de la Mejorada, próspero aculquense que obtuvo en remate público la hacienda de Ñadó en 1780 y contaba entre sus bienes con ocho hatajos de mulas “del camino real”, “aparejadas de lazo y reata” (1). El segundo es sin duda alguna el mismo personaje que hacia 1810 era teniente de Justicia del pueblo de Aculco y que con tal cargo se encargó de informar a las autoridades acerca de la llegada del cura Hidalgo al pueblo, los muertos en la batalla del 7 de noviembre de ese año, los despojos levantados del campo de batalla y los prisioneros que se les hicieron. Por esas comunicaciones pasó a los libros de historia (2). El tercero era pariente naturalmente de Manuel Perfecto, aunque desconozco en qué grado. Fue "justicia" de Aculco y tenía su casa junto a las Casas Reales del pueblo (2 bis).

¿Qué hacían estos tres aculquenses en el occidente del virreinato por aquellos años? De Nicolás Sánchez, podemos prensar que sus intereses como dueño de recuas quizá lo llevaron allá. De los Chávez Navas la cuestión en menos fácil de dilucidar, pues además de que se dice que Manuel Perfecto era "residente en esta corte" (es decir, por lo visto un habitante permanente, no un viajero) se ocupaba de cosas extrañas, como la venta de una "mesa de truco" -esto es, una mesa para juegos de cartas- a nombre de un tal Luis Dumon (3). En fin, transcribo aquí fragmentos de los documentos en que se registra la compra de esclavos que hacían aquellos hombres entre 1772 y 1774, con algunas correcciones y cambios en la puntuación para hacerlos más legibles:

 

En la ciudad de Guadalajara, a diez y seis de marzo de mil setecientos setenta y dos años: Ante mí, el escríbano de Su Majestad y testigos, don Francisco Xavier Vizcarra, vecino y de este comercio, a quien doy fe conozco: otorga que vende realmente y con efecto a don Nicolás Sánchez, vecino de San Gerónimo Aculco, jurisdicción de Huichapan, para sí y sus herederos o sucessores y quien su derecho representare es, a saber, dos piezas de esclavos, madre e hijo, nombrados Juana Paula,de color negro, la misma que hubo y compró de don Felipe de Oleta y Muchen, por escritura que se celebró en la Villa de San Sebastián, jurisdicción de el Real de San Joseph de Copala de la Gobernacion de Sinaloa, Nuevo Reino de la Andalucía, a los veinte y siete de junio de setecientos sesenta y uno, ante don Lázaro Antontio Tirado, teniente de Justicia [?] de aquella Villa; y el hijo nombrado Joseph de edad de diez meses: En cuya virtud libres dichos esclavos de todo empeño, hipoteca, y la madre de vicio, defecto, o enfermedad, los vende a dicho don Nicolás en precio y cuantía de ciento y setenta y cinco pesos, libres de todos costos, oro común en reales que por ellos le ha dado y confiesa tener recibidos en pesos efectivos as su voluntad y satisfacción, sobre que renuncia la excepción de la non numerata pecunia, leyes de la entrega primera, y paga del recibo como en ellas se contienen. Y declara ser dicha cantidad su legítimo precio, que no vale mas, y caso que más valga del exceso, cualquiera que sea le hace, gracia y donación al comprador pura, mera, perfecta e irrevocable. (4)

 

En la ciudad de Guadalajara, a siete de enero de mil setecientos setenta y cuatro años: Ante mí, el escríbano de Su Majestad y testigos, doña María Nicolasa Gómez, esposa legítima de don José de la Torre vecinos de esta ciudad a quienes doy fe conozco: con licencia a que la susodicha pidió y demandó al referido su esposo quien se la concedió en bastante forma de derecho, so expresa obligación de su persona y bienes de hacerla por firme y valedera a [?] y en todo tiempo, y de no la revocar en manera alguna, y de ella usando, otorga que vende realmente y con efecto a don Manuel de Chávez Nava, vecino del pueblo de San Gerónimo de Aculco, jurisdicción de Huichapan, provincia de Xilotepec, para sí y quien su derecho representare, es a saber un mulatillo esclavo nombrado Francisco de edad de trece años, poco menos; el mismo que la otorgantte hubo y compró de doña Yldefonsa de Huerta por escritura que de celebró en esta ciudad a los nueve de abril de setecientos sesenta y ocho ante mí el presente escribano, a que me remito, y como propio libre de todo gravamen de que lo asegura, y no de vicio, tacha defecto o enfermedad pública o secreta que haya padecido o padezca, pues con la que tuviere o pareciere tener, con esta misma se lo vende en precio y cuantía de cien pesos libres de todos costos, de oro común en reales, que por él le ha dado, y confiesa la otorgante tener recibidos en pesos efectivos a su voluntad y satisfacción sobre que renuncia las leyes de la entrega su prueba y excepción de pecunia como en ellas se contiene. Y declara ser dicha cantidad su legítimo precio, que no vale más, y caso que más valga del exceso, cualquiera que sea, hace gracia y donación al comprador, pura, mera, perfecta e irrevocable. (5)

 

En la Ciudad de Guadalajara a trece de marzo de mil setecientos setenta y dos años. Ante mí el escribano de Su Majestad y testigos doña María Rita Cid de Escobar, esposa legítima de don Joseph Manuel Valcárcel Guzmán, vecina de esta corte a quien doy fe conozco: por sí, como dueña legítima de la pieza de esclava que se expresará que heredó de sus padres entre otros bienes, y en virtud de poder general que para este y otros efectos le dio y confirmó el expresado su esposo, su fecha en el pueblo de Tamazula, jurisdicción de Zapotlán de la Nueva España a los quince de noviembre del año próximo passado de setecientos setenta y uno, que pasó ante don Joseph de Ochea, teniente de aquel partido, que yo el presente escríbano doy fe haber visto en cuatro fojas útiles: otorga que vende realmente y con efecto a don Manuel Perfecto de Chávez Nava, vecino de la jurisdicción de Huichapan, para el susodicho y los suyos y quien su derecho representare es, a saber: una mulatilla esclava nombrada María Gertrudis, que será de edad de diez y ocho años poco más o menos, nacida y criada en casa de la otorgante. En cuya virtud, libre dicha esclava de todo gravamen de que la asegura, y no de vicio, tacha, defecto o enfermedad pública o secreta, que haya padecido o padezca, pues con la que tuviere o pareciere tener con esta misma se la vende en precio y cuantía de ciento y veinte pesos libres de escritura y alcabala de oro común en reales que por ella le ha dado, y confiesa tener recibidos en pesos efectivos a su voluntad y satisfacción sobre que renuncia la excepcion de la non numerata pecunia, leyes de la entrega prueba y paga del recibo como en ellas se contienen. Y declara ser dicha cantidad su legítimo precio, que no vale más y caso que más valga, del exceso cualquiera que sea hace gracia y donación al comprador, pura, mera, perfecta e irrevocable. (6)

 

En la Ciudad de Guadalajara a trece de marzo de mil setecientos setenta y dos años. Ante mí el escríbano de su Majestad y testigos doña Juana Josefa Salgado, vecina de esta corte a quien doy fe conozco: otorga que vende realmente y con efecto a don Joseph Joaquín de Chávez, vecino de Aculco, jurisdicción de Huichapan, para sí, sus herederos o sucesores y quien su derecho representare, es, a saber: una mulatilla esclava nombrada María Vicenta, que será de edad de veinte y un años, la misma que hubo y compró la otorgante (en consorcio de su hermana doña Gertrudis, difunta) del licenciado don Joseph Reyes Gómez de Aguilar, cura propio de la Villa de Lagos, por escritura que celebró ante mí el presente escribano a los veinte y tres de mayo del año pasado de setecientos sesenta y cinco ante mi el presente: en cuya virtud libre de todo gravamen de que la asegura, y no de vicio, tacha, defecto o enfermedad pública o secreta, que haya padecido o padezca, pues con la que tuviere o pareciere tener con esa misma se la vende en precio y cuantía de ciento y cuarenta pesos libres de escritura y alcabala de oro común en reales, que por ella le ha dado y confiesa tener recibidos en pesos efectivos a su voluntad y satisfacción, sobre que renuncia la excepción de la non numerata pecunia, leyes de la entrega, prueba y paga, de el recibo como en ellas se contienen y declara ser dicha cantidad su legítimo precio, que no vale más, y caso que más valga, de el exceso cualquiera que sea hace gracia y donación al comprador pura, mera perfecta e irrevocable.(7)

 

¿Qué habrá sido de aquellos pobres esclavos, todos ellos vulnerables por su edad o sexo?, ¿habrán permanecido allá en Guadalajara o sus compradores los tajeron a Aculco? Preguntas sin respuesta por ahora. Lo cierto es que en aquella misma ciudad de Guadalajara casi cuatro décadas más tarde, a inicios de la Guerra de Independencia, el cura Hidalgo promulgó el decreto que abolía la esclavitud, el 6 de diciembre de 1810. Tal vez, con un poco de suerte, alguno de estos cinco esclavos vivió para verse libre en aquellas circunstancias.

 

FUENTES:

1. Archivo General de Notarías del Estado de México (AGNotEM). Distrito de Jilotepec, notaría 1, caja 2, legajo 6, f. 81v.

2. Por ejemplo el de Carlos María de Bustamante, Cuadro histórico de la revolución mexicana, tomo I, México, Imprenta de J. M. Lara, 1843, p. 93.

2 bis. Catálogo de protocolos de la notaría no. 1 de Jilotepec, agosto 8, Ca. 1, Leg. 13, Fs. 66-68v.

3. Archivo de instrumentos públicos de Guadalara, Jalisco. Protocolo del escribano Ignacio de la Sierra, 1772-1775, s/f, 13 de enero de 1774.

4. Archivo de instrumentos públicos de Guadalara, Jalisco. Protocolo del escribano Antonio Berroa, 1772, f. 112v-113v.

5. Archivo de instrumentos públicos de Guadalara, Jalisco. Protocolo del escribano Antonio Berroa, 1774, f. 73 y 73v.

6. Archivo de instrumentos públicos de Guadalara, Jalisco. Protocolo del escribano Antonio Berroa, 1772, f. 111 y 111v.

7. Archivo de instrumentos públicos de Guadalara, Jalisco. Protocolo del escribano Antonio Berroa, 1772, f. 112.

lunes, 27 de mayo de 2024

Los primeros franciscanos en Aculco

El pasado 13 de mayo se cumplieron los 500 años de la llegada del grupo de doce misioneros franciscanos para encargarse de la colosal labor de conversión de los indígenas de la Nueva España, al que se ha llamado "los doce apóstoles de México". El grupo de religiosos -formado por fray Martín de Valencia, fray Francisco de Soto Marne, fray Martín de Jesús (o de la Coruña), fray Juan Juárez, fray Antonio de Ciudad Rodrigo, fray Toribio de Benavente (Motolinia), fray García de Cisneros, fray Luis de Fuensalida, fray Juan de Ribas, fray Francisco Jiménez, fray Andrés de Córdoba y fray Juan de Palos- había salido del puerto de San Lúcar de Barrameda en España cinco meses atrás, con la autorización del papa Clemente VII y del emperador Carlos V para llevar a cabo su tarea. Este punto es importante, pues antes habían llegado otros frailes a la Nueva España (como el mercedario fray Bartolomé de Olmedo, los franciscanos españoles fray Diego de Altamirano y fray Pedro Melgarejo, así como los tres franciscanos flamencos: fray Pedro de Gante, fray Juan de Tecto y fray Juan de Aora) pero los doce franciscanos llegaban con toda la autoridad real y eclesiástica para llevar a cabo un trabajo más sistemático y organizado.

Los franciscanos se encargaron de predicar el Evangelio por primera vez en extensas zonas del centro de la Nueva España. Sus casas más antiguas las fundaron en los valles de México y Puebla-Tlaxcala: Ciudad de México, Tlaxcala, Texcoco, Huejotzingo. Desde el convento de la capital, en una primera avanzada misionera (1524-1531), incursionaron también en el Valle de Toluca, Michoacán, Tula y Jilotepec, pueblo este último donde fundaron un convento dedicado a los santos Pedro y Pablo en 1529. El Códice de Jilotepec menciona a fray Antonio de Ciudad Rodrigo, uno de "los doce", y a fray Alonso de Rangel como los primeros evangelizadores del lugar (1). De fray Antonio en realidad no hay datos seguros de su participación en esa tarea, pero sí los hay de fray Alonso, según escribió el cronista fray Jerónimo de Mendieta:

Fray Alonso Rangel, de la provincia de Santiago, vino en compañía del venerable padre fray Antonio de Ciudad Rodrigo, juntamente con fray Juan de San Francisco, el año de 1529. Era hombre de buena habilidad y suficiencia de letras, y sobre todo muy ejemplar y grande obrero en la conversión de los indios. Aprendió en breve tiempo las dos lenguas más generales de esta Nueva España, es a saber: mexicana y otomí, y las puso en arte [es decir, gramática], particularmente la mexicana, de la cual hizo arte muy perfecta, y sirvió muchos años a los que la aprendieron, y en la misma lengua compuso sermones muy buenos de todo el año. En la otomí fue el primero que la alcanzó a saber (aunque es bárbara y dificultosa), y el primero también que en ella predicó la palabra de Dios y su Evangelio en las provincias de Jilotepec y Tula (que eran las más populosas de indios otomíes) y en sus comarcas, donde convirtió innumerables gentes a la fe de Nuestro Señor Jesucristo, y las bautizó, y destruyó todos los ídolos de aquellas provincias con sus templos y altares, con mucho riesgo de su vida, porque los sacerdotes y ministros de ellos, no pudiendo llevar en paciencia que tan abarrisco les quemase sus dioses, y a ellos los privase de sus antiguas prebendas, trataron muchas veces de matarlo, y en dos partes lo quisieron poner por obra; la primera vez junto a un cerro de un pueblo llamado Chiapa, y la otra, cerca de otro que se dice Tepetitlán. Mas el Señor, cuya obra hacía, lo libró de sus acechanzas, porque la vida de este siervo era necesaria para la salvación de muchas almas. (2)

Ya sabemos que Aculco formaba parte en aquel tiempo en la Provincia de Jilotepec y cuando el cronista Mendieta señala que fray Alonso predicó "en las provincias de Jilotepec y Tula [...] y en sus comarcas" podemos pensar que quizá llegó hasta tierras hoy aculquenses, aunque es imposible demostrarlo. Lo cierto es que el primer establecimiento franciscano de nuestro pueblo se fundó hasta 1540 como visita precisamente del convento de Jilotepec (3) y hacia 1595 alcanzó ya el estatus de doctrina independiente (4). Es a partir de este hito cuando empezamos a encontrar con mayor certeza fechas y nombres de franciscanos en Aculco: según un "mapa" (seguramente un códice) que los naturales de Aculco conservaban todavía en 1688, los primeros religiosos habrían sido los frailes Juan Masoa y Juan de Santiago (5). Este fray Juan "Masoa" debe ser en relidad fray Juan de Mazorra, de quien el cronista fray Agustín de Vetancurt escribió lo siguiente en su Menologio franciscano:

El venerable padre fray Juan de Mazorra; natural de Carriendo [sic pro Carriedo], tomó el habito, y profesó en el convento de Mexico a 2 de Julio del año de 1572. Hijo de Juan de Mazorra y María Fernández, del Valle de Carriendo, en la montaña [de Castilla, es decir de la hoy provincia de Cantabria]. Fue de vida austera y penitente, tanto amaba la santa pobreza, que no tenia en la celda mas que el breviario, una Biblia y una cruz de palo en la cabecera; su lecho era el duro suelo, y así en las enfermedades,(en que la necesidad dispensa) nunca mudó de cama, en la puntualidad de rezar a sus horas fue tan puntual, que siempre, aunque viviera solo se levantó a rezar maitines a la media noche; fue guardián del convento de Jilotepec varias veces, donde le vieron los religiosos no pocas veces en el aire levantado con éxtasis en la oración, en que hace Dios a sus santos más crecidos favores; corrió la fama de su virtud hasta llegar a los oídos del católico monarca Felipe II, y escribióle, ordenándole que le diese todos los años aviso de lo que pasaba en las Indias, para ordenar los medios de su mejor gobierno; obedeció el varón de Dios las órdenes de su rey, y todos los años daba noticia por sus cartas al Real Consejo de las Indias, dando crédito a sus verdades y ejecución a sus avisos. Conocióle la entereza de su vittud, porque aunque en las noticias solicitó la utilidad común, nunca solicitó la conveniencia particular de su persona. Murió en el convento de México con sentimiento del reino que le veneraba bienhechor el 4 de febrero de 1613 (6).

En efecto, se conservan en el Archivo General de Indias algunas cartas de fray Juan de Mazorra dirigidas al rey Felipe II. En las más conocidas, se refiere al proceso de "congregación de pueblos" que tenía lugar por aquellos años, cuando muchos asentamientos indígenas demasiados pequeños y con pocos habitantes, o que habían quedado casi despoblados por las epidemias, fueron reunidos en una sola cabecera para facilitar su administración civil y religiosa. Aculco fue uno de esos pueblos en los que se reunieron los habitantes de otros lugares, entre ellos los de Santa María Ñadó, San Juan Aculco y San Lucas Totolmaloya. Este último fue el único que se volvió a poblar años más tarde. En sus misivas, fray Juan de Mazorra contaba a Felipe II el drama de estas congregaciones así como el sufrimiento de los indios por las encomiendas, el repartimiento y otros abusos de los españoles. En 1604 escribió que "los repartimientos los tienen en cautiverio eterno, los obrajes en mazmorras y las congregaciones, como se van haciendo, en las puertas de la desesperación". Dos años después, aunque el rey había emitido una real cédula que prohibía el traslado de indígenas que ya vivían en comunidad, Mazorra se quejó ante él por "no cumplirse su real cédula en que manda cesen las vejaciones y reducciones de los pobres naturales" (7).

Acerca del otro fraile que estuvo entre los fundadores del convento de Aculco, fray Juan de Santiago, lo que cuenta el mismo Vetancurt es esto:

El venerable padre fray Juan de Santiago, hijo de esta Provincia del Santo Evangelio: Apostólico varón que en la viña del Señor trabajó mas de cuarenta años; predicador en tres lenguas: castellana, mexicana y otomí, tan incansable que solía en tres partes distintas predicar tres sermones en un día; en la humildad y modestia fue tan excelente, que por antonomasia le llamaban, y conocían por "el mortificado"; fue tanta la dulzura y suavidad de su trato, que dejaba enseñados y consolados a los más penosamente afligidos; jamás salió de su presencia alguno que no saliese con deseo de seguir la virtud; era muy dado a la oración [...]. [Después de viajar a Santa Fe con el venerable Gregorio López] prosiguió su carrera, y lleno de virtudes pasó a buena vista el que fue a comunicar su espíritu a Santa Fe en 4 de julio de 1629, siendo morador del convento de Tacuba, donde murió, y aunque se han hecho las diligencias por saber su patria, todos convienen ser hijo de esta Provincia; un testigo dice le parece ser natural de Sevilla; en el libro viejo de las profesiones de la Puebla se halla esta claúsula: Fr. Juan de Santiago, hijo legítimo de Juan Gorje y de Inés de Santiago, vecinos de la ciudad de Cholula, natural de esta de [Puebla de ] los Ángeles, en cuyo convento profesó en 13 de agosto de 1579 años, siendo de edad de 21 años (8).

El Códice de Huichapan menciona también a este fray Juan de Santiago. En los anales del pueblo de San Mateo Huichapan,que forman la primera sección de dicho códice, hay varias menciones a él, residente en el convento de Huichapan, donde fue guardián en 1589, 1591 y 1606. En los registros que corresponden a los años 1603 y 1604 aparece la palabra ogayäyühü, “hablante del otomí”, junto a su nombre (). Más aún, según lo ha estudiado David Wright, fray Juan de Santiago es probablemente el autor de una Doctrina cristiana en otomí que se encuentra actualmente en la biblioteca Newberry de Chicago:

Esta Doctrina cristiana tiene como título, en un encabezamiento en otomí del folio 1 recto, Andoctrina christiana nokän hiäyühü, “la doctrina cristiana en otomí”. Dentro del mismo encabezamiento se señala, en otomí, que “fue escrita por el fraile franciscano Juan de Santiago, sacerdote”. Los encabezamientos de las diferentes secciones temáticas de este catecismo están escritos en castellano, el resto del texto en otomí. La primera parte del texto (folios 1 recto a 3 recto) trata del misterio de la trinidad; se dispone en un formato de preguntas (“Nattonnate”) y respuestas (“Nathätate”). En los folios 3 recto a 21 verso se presentan, en otomí, el Per signum crucis (“Por el signo de la cruz”), el Pater noster (“Padre nuestro”), el Ave María (“Dios te salve María”), el Credo (“Creo [en un solo Dios...]”), la Salve regina (“Dios de salve reina [y madre de la misericordia...]”), los artículos de la fe, los mandamientos de la ley de Dios, los mandamientos de la santa madre Iglesia, los sacramentos de la santa madre Iglesia, los pecados mortales y las virtudes morales, las virtudes teologales, las virtudes cardinales, los dones del Espíritu Santo, las potencias del ánima, los enemigos del ánima, las obras de misericordia, los sentidos corporales, la bienaventuranza, los cuatro dotes, la confesión general, la declaración del pecado venial y cómo se perdona, la declaración del pecado mortal y cómo se perdona, las fiestas de guardar de los indios, los días de ayuno de los indios y las cuatro témporas del año. La siguiente sección (folios 22 recto a 138 verso) carece, por lo general, de encabezamientos en castellano. Tiene una breve introducción en otomí, señalando que lo que sigue es un catecismo elaborado por el mismo fray Juan de Santiago. El texto adopta la forma de un diálogo entre el maestro (“Ogaxohnabate”) y el estudiante (“Otixoti”). El texto termina con una sección que por excepción lleva encabezamiento en castellano: “Breve confessionario” (9).

¿Se imaginan? ¡Posiblemente es la doctrina con la que los aculquenses de fines del siglo XVI y principios del XVII aprendieron la fe cristiana o, acaso, el fruto de las experiencias de fray Juan en sus años de misión en Aculco!

Por otra parte, de principios del siglo XVII (1606) son los primeros registros que se conservan en los libros sacramentales de la parroquia de Aculco, en los que podemos encontrar los nombres de algunos de los franciscanos que estuvieron en el convento por aquellos años. Hallamos, por ejemplo, a fray Francisco del Saz, fray Antonio Sánchez, fray Francisco Suárez, fray Diego Mújica, fray Diego Manjón, fray Pablo Vetancurt, fray Antonio de Tapia, fray Pedro Amador, fray Pedro de Murga, fray José de Villegas. Algunos de ellos tienen también historia interesantes. Un de ellas es la de fray Francisco del Saz:

El venerable padre Francisco del Saz, natural de la villa de Colmenar, tomó el hábito en el convento de Mexico año de 1577. Fue varón de rara austeridad y penitencia con un hábito sin túnica y sandalias de esparto. Aprendió la lengua mexicana y otomi y con el celo de la salvación de las almas predicaba todos los domingos y fiestas con gran espíritu y fruto de sus oyentes. Lleno de buenas obras y de años pasó al Señor el año de 1623 en 27 de octubre en Mexico donde está entertado. De cuyas virtudes se hicieron informaciones entre las que hizo el padre fray Marcos de Aguirre (10).

Fray Francisco Suárez, "hombre de muy claro entendimiento y buena habilidad", escribió en 1585, en coautoría con fray Jerónimo de Mendieta y fray Pedro Oroz, una Relación de la descripción de la Provincia del Santo Evangelio que es en las Indias Occidentales que llaman Nueva España, que se publicó impresa hasta 1947. Fray Pablo de Ventancurt (o Betancourt), por su parte, estuvo entre los fundadores de la villa de Cadereyta (Querétaro) en 1640.

Estos son, pues, los nombres y algunos hechos de varios de los franciscanos que desde el siglo XVI y hasta el primer tercio del siglo XVII predicaron el Evangelio en Aculco. Sus fundadores espirituales, como lo fueron de buena parte de nuestro país:

Yo creo que el mexicano del altiplano tiene un alma franciscana, que el espíritu mexicano es franciscano. Esos frailes fueron los fundadores espirituales de México. A mí me emociona, y no importa si fueron 100.000 o si fueron 10.000 los indígenas que lograron bautizar en un solo día, como dicen sus crónicas. Lo que importa es que esa impronta franciscana perduró y que confiarles la evangelización fue una de las ideas geniales de Cortés [...] Uno no puede más que conmoverse con los relatos de cuando Pedro de Gante introdujo el teatro, la música y la pintura para enseñar a los indios los evangelios (11).

El convento de Aculco fue secularizado en 1759 y los franciscanos lo entregaron poco después a su primer cura párroco del clero secular. Han pasado más de dos siglos y medio desde que se fueron, pero el recuerdo de su presencia por más de 200 años en este lugar se mantiene.

 

NOTAS

(1) Marcela Salas Cuesta. "La fundación franciscana de Jilotepec, Estado de México", Dimensión antropológica, año 4, vols. 9-10, enero-agosto de 1997, p. 71.

(2) Fray Jerónimo de Mendieta. Vidas franciscanas, México, UNAM, 1994, p. 117-118.

(3) Francisco de Ocaranza. Capítulos de la historia franciscana, Primera Serie, México, 1933, p. 37.

(4) Algunos autores sitúan este hecho "después de la conclusión de la guerra chichimeca". Ver Arturo Vergara Hernández y Robert H. Jackson. Las doctrinas franciscanas de México a fines del siglo XVI en las descripciones de Antonio de Ciudad Real (O.F.M.) y su situación actual, Pachuca, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, 2022, p. 77.

(5) Fray Buenaventura de Berganza. "Testimonio de fundación del convento de San Gerónimo Aculco", 1688, Biblioteca Nacional de México, AF 107/1467.3, f. 1-2v.

(6) Fray Agustín de Vetancurt. Menologio franciscano, México, María de Benavides, viuda de Juan Ribera, 1698, p. 9-10.

(7) “Carta de fray Juan de Mazorra al Rey don Felipe” (18 oct. 1604), AGI, México, 294, f. 1r. y “Fray Juan de Mazorra escribe en razón de cumplirse la cédula de vuestra Majestad de que cesen las congregaciones de los indios, envía una copia de carta del marqués de Montesclaros en que les manda acudan a las obras de las casas que para este efecto se van edificando” (6 feb. 1606), AGI, México, 295, 1r.

(8) Fray Agustín de Vetancurt. Op. Cit., p. 70-71.

(9) David Charles Wright Carr. Manuscritos otomíes en la Biblioteca Newberry y la Biblioteca de la Universidad de Princeton, Guanajuato, Ediciones La Rana, 2006, p. 51-52.

(10) Fray Agustín de Vetancurt. Op. Cit., p. 114.

(11) Enrique Krauze, "La imagen de Cortés a través de los siglos", conferencia, impartida el 21 de junio de 2019 como intervención inaugural del ciclo dedicado a Hernán Cortés en la Real Academia de la Historia, bajo la coordinación de Carmen Iglesias. Disponible en https://www.blogger.com/u/2/blog/post/edit/8235607006679703406/1511905864898243059.