Todas las antiguas capillas de los pueblos que pertenecen al municipio de Aculco tienen su punto de interés, ya sea por su arquitectura en general, por las obras de cantería o escultura que albergan sus muros, por sus retablos, por sus cruces atriales, por lo pintoresco de su emplazamiento, por las ceremonias que en ellos se realizan y las tradiciones que guardan. A pesar de lo mucho que ha cambiado todo desde los tiempos en que fueron construidas, cada una de ellas sigue siendo el corazón de las comunidades en que se levantan y en todos los casos el edificio más representativo del lugar.
Una de las capillas más interesantes de este conjunto es la del pueblo de La Concepción. Algún día espero platicarles del magnífico retablo dorado en su interior, de las inscripciones que hay en su fachada de sencillo estilo barroco entablerado (las cuales nos señalan el año de su construcción, 1724) y de otros detalles que la hacen única. En esta ocasión solamente les señalaré uno de éstos, que me pareció interesante, desconocido y que sin atender a su pequeño tamaño es sin duda alguna uno de los mayores tesoros de la capilla y de todo el municipio de Aculco.
Se trata de la cruz de cantera que remata el hastial de la fachada principal del templo. Sus dimensiones son bastante menores, pues la cruz propiamente dicha, sin el pedestal, no levanta más allá de unos 60 ó 70 centímetros de altura. Quizá menos. Desde el atrio, el observador apenas alcanza a advertir que está ricamente labrada y sólo gracias a las fotografías ampliadas se puede contemplar la gran calidad de los relieves de esta pequeña cruz.
Efectivamente, cuando revisé las fotografías que tomé en una visita que hice al lugar a principios del pasado mes de mayo, quedé gratamente sorprendido por lo que me mostraban: aquella cruz parecía una versión reducida y "resumida" de una de las más importantes cruces atriales de todo el país: la de Huichapan, estado de Hidalgo. Compartía con ella varias de sus características más importantes que, partiendo de un valioso texto escrito por la restauradora Marcela Zapiain, serían las siguientes:
1. El cuerpo es monolítico, es decir, fue labrado en un solo bloque de piedra.
2. El palo vertical y el travesaño son de sección elíptica, o forma ovalada y muestran los elementos iconográficos en altorrelieve. Estos elementos son una síntesis de la pasión de Cristo.
3. Al pie de la cruz, sobre el palo vertical, se observa el cáliz y la hostia o Sagrada Forma, lo que las distingue de otras cruces.
4. Por encima de las imágenes eucarísticas aparecen uno de los clavos y un chorro de sangre con un tratamiento muy interesante que revela la iconografía y la mano de obra indígena.
5. Una característica particular, es la generosa corona de espinas que rodea el palo vertical y descansa sobre de los brazos de la cruz, a manera de flexible guirnalda: se trata de una corona con espinas de inverosímiles dimensiones. Por encima de ésta, aparece el rostro de Cristo, también coronado con espinas y de proporciones más normales.
6. En los brazos del travesaño, uno a cada lado, aparecen los clavos de la crucifixión sobre abundantes chorros de sangre. Las puntas del travesaño (cantoneras) fueron rematadas con decoración fitomorfa.
Por supuesto, son también varios los relieves que existen en la cruz atrial de Huichapan y que no tiene la de La Concepción (el resto de los símbolos de la pasión o arma christi - armas de Cristo). Esto se explica fácilmente por las pequeñas dimensiones de la cruz aculquense y de ahí que yo la llame una versión "resumida". Asimismo, es evidente que le falta la cartela del INRI, pero por el remate irregular del palo vertical se puede deducir que sí la tuvo y la perdió por acción del tiempo.
Ahora bien, ya antes varios historiadores de arte han señalado que la cruz atrial de Huichapan guarda mucha semejanza con otras cruces mexicanas, hasta el punto de que se ha propuesto la existencia de un taller (o quizá un único artista) del que habrían salido todas ellas, hacia el segundo cuarto del siglo XVI. Sobre este grupo de cruces muy similares, Constatino Reyes-Valerio escribió:
…algunas cruces de atrio como las de Atzacoalco, México, y la Villa de Guadalupe, Distrito Federal, así como en las de Jilotepec y Huichapan, en Hidalgo, guardan estrecha semejanza, como si hubiesen salido de un solo taller…
(Reyes-Valerio, Constantino. Arte Indocristiano, INAH, México, 2000. p. 329).
Pienso yo que Reyes-Valerio no debió incluir la cruz atrial de Jilotepec en el grupo, pues resulta muy diferente de las otras. En cambio, las de Huichapan, la Villa de Guadalupe y la de Atzacoalco sí guardan un parecido indudable en sus proporciones, iconografía y ejecución. Sólo las distinguen las dimensiones, pues las de Huichapan y la Villa son grandes esculturas, mientras la de Atzacoalco es menor. Vistas las semejanzas que guardan también todas ellas con la de La Concepción, incluso la calidad del labrado, creo que debe considerarse de ahora en adelante como la hermana más pequeña y discreta de este grupo de cruces "tipo Huichapan" y quizá en la que mejor se esculpió el rostro de Cristo.
Hay un detalle particular de esta obra, en comparación con las cruces más grandes del grupo, que no quiero dejar de mencionar: el tamaño de la cruz aculquense obligó al escultor a prácticamente encimar el clavo que correspondería a los pies de Cristo y su correspondiente chorro de sangre, con el cáliz y la Sagrada Forma. Algo que, como opina Marcela Zapiain tiene mucho sentido:
"Queda decir que el clavo casi dentro del cáliz con su derrame de sangre-vino me parece de lo más consecuente, una perfecta unión entre eucaristía y pasión, algo que no se le hubiera ocurrido a ningún copista reciente".
Finalmente, también el pedestal sobre el que se levanta la cruz llama la atención, aunque la calidad del labrado es muy distinta y más rústica. Su forma y el relieve geométrico de su frente recuerda lejanamente a los tepetlacallis, las cajas de piedra prehispánicas en que se guardaban ofrendas.
Agradezco mucho a Marcela Zapiain por sus comentarios, que me fueron de gran utilidad.