Como se puede observar en un dibujo acuarelado de 1838 -localizado en la Universidad de Texas en Austin- del que muchas veces me he servido en este blog para mostrar aspectos de la arquitectura de Aculco, la nave del templo parroquial estuvo coronada antiguamente por almenas, esos salientes verticales que inmediatamente solemos relacionar con los castillos medievales. Las almenas, no obstante, no se restringieron al medioevo europeo, sino incluso en el México colonial fueron sumamente abundantes, especialmente en el siglo XVI. De ello dan testimonio innumerables iglesias y conventos de esa centuria en todo el territorio de nuestro país.
Aunque varios historiadores del arte mexicano se dejaron llevar por el aspecto guerrero que las almenas y otros elementos arquitectónicos daban a los antiguos monasterios novohispanos, hasta el punto de adjudicarles la denominación de "conventos-fortaleza" e imaginar que habían sido construidos en efecto para defenderse de un ataque de indígenas sublevados, en realidad su presencia tuvo un carácter más ornamental y simbólico. De hecho, como han observado muchos expertos, las almenas de los conventos difícilmente habrían ayudado a presentar una defensa efectiva ante un ataque por su ubicación irregular, pequeño tamaño y poca solidez.
En las cercanías de Aculco quedan algunos ejemplos de templos almenados. Uno es la capilla del pueblo de San Agustín, Jilotepec, otro, la iglesia de San Francisco Soyaniquilpan (aunque algo modificado) e incluso dentro de la jurisdicción municipal y parroquial está la antigua capilla de Santa Ana Matlavat, con su ábside almenado. También existen varios atrios adornados con almenas, como el de Jilotepec y el de Tepeji del Río. Aunque pocos y aislados, tenemos también el ejemplo de almenas aplicadas a la antigua arquitectura civil en las haciendas de Arroyozarco y Ñadó, y en el panteón municipal.
Pero para buscar un ejemplo realmente parecido al almenado que tuvo la parroquia San Jerónimo Aculco hay que ir un poco más lejos, al convento franciscano de Tula, o mejor aún, al agustino de Ixmiquilpan, ambos en el estado de Hidalgo. Al contemplar este último es posible tener una idea muy cercana al aspecto que debió guardar el templo de Aculco cuando estaba almenado, incluso en el ábside poligonal tan parecido al aculquense.
El almenado de la parroquia de Aculco desapareció con toda seguridad entre 1843 y 1848, cuando la cubierta de viguería fue reemplazada por la bóveda que existe actualmente y el presbiterio se cubrió con la cúpula. Pese a ello, quedan aún algunos vestigios del pretil sobre el que se erguían las almenas: en la esquina sur de la fachada se ve aún el inicio del mismo, que señala además la antigua altura de las azoteas, en tanto que en la fachada norte, a espaldas de la torre, existe todavía un tramo algo maltratado de dicho pretil. Quizá, incluso, el pretil que corona el ábside, circunvalando la actual cúpula, es tambien parte del original.
Y bien, ¿a qué época corresponderían dichas almenas? Aunque su desaparición, la destrucción asi completa del pretil y la reconstrucción completa de las cubiertas hacen muy difícil averiguarlo, considero que la existencia de ciertos vestigios del siglo XVI o principios del XVII ayudan a suponer que databan también de esos tiempos. Así, en cuanto a la época de construcción de sus muros y remates, y al aspecto que guardó hasta mediados del siglo XIX, el templo de Aculco bien pudo haberse inscrito bajo la denominación, equivocada como ya vimos, pero sugestiva, de "convento-fortaleza". Hoy, aunque sus gruesos muros siguen siendo los mismos, perdió con el almenado ese aire militar que tuvo durante, quizá, 250 años.