Ya hablamos en alguna ocasión de las capillas posas de Aculco, pequeñas construcciones abovedadas con propósto procesional que ocupan las cuatro esquinas del atrio de la parroquia de San Jerónimo. En aquel texto mencionamos que la capilla posa suroeste (la que se halla a un lado de la torre del reloj público) era la única que conservaba -según se aprecia en fotografías de 1954- restos de decoración pictórica mural en la parte baja de sus paredes y el intradós de su bóveda.
Capilla posa suroeste, hacia 1954.
El San Agustín que se encontraba al interior de la capilla hasta hace pocos años.
Durante más de tres décadas, entre 1970 y el año 2000 aproximadamente, estuvo colocada sobre el altar de esta capilla una antigua y deteriorada escultura de madera de San Agustín de indudable factura colonial. Parece ser que fue retirada para protegerla al interior del convento, aunque ciertamente no la hemos vuelto a ver. Una vez que fue retirada, comenzamos a advertir que en esta posa se estaba desarrollando una extraña devoción por el Niño Jesús. De manera heterodoxa, pues la doctrina católica no permite la presencia de dos imágenes con la misma advocación en un mismo recinto, se colocó un par de cuadros con su imagen sobre el altar de mampostería. Luego aparecieron los cojines de terciopelo rojo y holán blanco para los "milagritos", después una tabla de listones para la petición de favores y ya en franco desplante de mal entendido culto, hasta juguetes, peluches y casitas. El resultado: una mezcla kitsch con prácticamente ningún antecedente en Aculco, cuya religiosidad popular siempre se mantuvo dentro de los límites de la tradición mestiza u otomí (según fuera el caso) heredada de tiempos coloniales.
Así estaba la capilla en octubre de 2009.
Últimamente, algún devoto decidió mostrar su agradecimiento pintando el interior de la capilla de un intenso color azul, imagino que para simular el cielo que demandaba la presencia del Niño Jesús, las casitas y los cochecitos. No queremos decir que nos disguste que se pinte esa bóveda, ni que simule ser el cielo; existen bellísimos ejemplos de bóvedas góticas pintadas de azul y tachonadas con estrellas, como la de la Sainte-Chapelle de París (ciertamente realizadas con mejor gusto). De hecho, en este blog hemos comentado ya que la policromía de los antiguos edificios debe conservarse, y en su caso recuperarse. Pero esto debe hacerse siempre siguiendo la huella de los vestigios existentes o la paleta de color de los edificios aledaños que conserven restos de su cromática, no simplemente del color que nos venga en gana. En este caso la capa pictórica original que se observaba aún en 1954 (si por suerte se conserva) ha quedado cubierta bajo una capa más de pintura además de las ya existentes, y no se trata sólo el encalado previo (que facilitaría su restauración) sino pintura vinílica comercial, mucho más adherente.
El nuevo cielo azul de la capilla posa.
En fin, la nueva ornamentación de esta capilla posa es muestra, por una parte, de la decadencia cultural y religiosa de un pueblo que acepta con gran fervor tradiciones ajenas, y por otra, señal de la anarquía que prevalece en la conservación de los edificios históricos del pueblo, culpa por igual de quienes proponen las intervenciones y de quienes las autorizan, en este caso, indudablemente, el señor párroco de Aculco.
El pseudoretablo kitsch.