viernes, 28 de octubre de 2022

La visita del arzobispo Lorenzana a Aculco en 1768

A lo largo de este año les he hablado varias veces de las visitas pastorales de los arzobispos de México a la iglesia de Aculco durante el Virreinato. Este asunto puede parecer algo tedioso y la lectura de las actas levantadas en cada una de esas ocasiones suele ser en efecto aburrida por burocrática y repetitiva. Pero lo cierto es que esos documentos guardan algunos detalles históricos interesantes. Ya hemos visto aquí, por ejemplo, que la visita de don Francisco Manso y Zúñiga en diciembre de 1632 llevó a que los libros sacramentales dejaran de ser escritos en lengua otomí. O que don Francisco Aguiar Seijas, en su visita de mayo de 1685, pidió a los frailes del convento de Aculco procuraran que no se vendiera tepache y pulque, y recordó la prohibición de bañarse con mezcla de sexos en los temascales.

Esta vez voy a contarles acerca de la visita algo más tardía del arzobispo Lorenzana, la primera que se realizó una vez elevada la iglesia de Aculco al rango de parroquia.

Don Francisco Antonio de Lorenzana y Butrón nació en León, España, en 1722. Estudió con los jesuitas en su ciudad natal y tras ordenarse sacerdote alcanzó una canonjía en Toledo. En 1765 fue nombrado obispo de Plasencia, cargo que dejó para viajar a la Nueva España y asumir aqui el arzobispado de México. En apenas seis años que duró su encargo (1766-1772), Lorenzana emprendió grandes proyectos de reforma en la Iglesia local. Recogió y publicó las actas de los primeros concilios provinciales de México en 1555, 1565 y 1585: Concilios provinciales, I, II, III, de México (México, 1769-70). En 1771 él mismo convocó el cuarto Concilio Provincial Mexicano, que comenzó el 13 de enero y terminó el 26 de octubre. Infortunadamente sus decretos, que envió a Madrid para ser confirmados, no fueron aprobados por los monarcas ni por el Papa y quedaron sin publicar. Le correspondió la expulsión de los jesuitas en 1767, en la que actuó acatando las órdenes del rey. También se dedicó a la historia profana escribiendo y anotando prolija y eruditamente una Historia de la Nueva España, escrita por su esclarecido conquistador Hernán Cortés (México, Joseph Antonio de Hogal, 1770) que incluye la primera edición mexicana de las Cartas de Relación de Hernán Cortés, con importantes mapas y ampliaciones con textos de Lorenzo Boturini Benaducci y fray Agustín de Betancourt. reunió una interesante colección de objetos etnográficos procedentes de los indios de California, cuadros de mestizaje pintados en Puebla de los Ángeles, piezas de cerámica de Tonalá (Guadalajara) y bateas de Michoacán, que trasladó a Toledo. Regresó a España cuando fue nombrado arzobispo de Toledo, el cargo eclesiástico más importante del reino. Su vida de regreso a España fue aún más fructífera hasta su muerte en 1804: fundó bibliotecas, publicó obras modernas y medievales, creó un Museo de Historia Natural y Antigüedades, fundó dos hospicios y recibió el cardenalato en 1789. Después de paricipar en Roma en el cónclave que eligió al papa Pío VII, renunció a su arzobispado y permaneció en la Ciudad Eterna, donde murió en 1804.

Dada su gran actividad, no debe extrañarnos que entre tantas ocupaciones Lorenzana cumpliera también con las visitas pastorales a las parroquias de arquidiócesis de México. En el curso de estas visitas, llegó a la parroquia de San Jerónimo Aculco el 16 de octubre de 1768. En los libros sacramentales de la parroquia -matrimonios, bautizos y defunciones- dejó constancia de su paso y de la revisión de los registros correspondientes, como en el caso del libro de bautismos:

En el pueblo de San Jerónimo Aculco a diez y seis días de octubre de mil setecientos sesenta y ocho años, el Ilustrísimo Señor Don Francisco Antonio de Lorenzana, arzobispo de la Santa Iglesia Metropolitana de México, del Consejo de Su Magestad mi Señor, estando en su santa general visita de este arzobispado y en la particular de esta parroquial y su feligresía, habiendo visto y reconocido cuatro libros con éste en que se han asentado las partidas de bautismos así de españoles y otras castas como de indios hechos en ella desde catorce de diciembre de el año pasado de mil setecientos cincuenta y siete, en que últimamente se visitaron hasta la presente, Su Ilustrísima por ante mí su secretario de visita, dijo que debía de mandar y mandó que el cura actual y sus sucesores pongan especial cuidado en expresar en todas ellas no solamente el día en que se hicieron los bautismos, sino también aquél en que hubieren nacido los que se bautizan, el nombre, sobrenombre o apellido, estado, calidad y vecindad de sus padres y padrinos, haber advertido a éstos el parentesco y obligación que contraen; que el referido cura y sus sucesores firmen con firma entera y no con media aún aquellos bautismos que de su licencia hicieron otros ministros, sin omitir en lo demás la misma forma, método y estilo que ha observado el actual. Y por este auto que Su Señoría ilustrísima firmó, así proveyó y mandó.

Francisco Arzobispo de México.

 

Por mandato del arzobispo mi Señor.

Don Francisco Pérez Sedano

Secretario de Visita

Para el libro de defunciones dio también instrucciones precisas de los datos que debían ser consignados en cada registro:

Que en lo sucesivo se exprese en todas las partidas el día en que hubieren fallecido los que se entierran, además de aquel en que se hicieren los entierros [...] que se añadan si los contenidos en ellas testaron o no, ante quién, en qué día, mes y año, quiénes fueron sus albaceas y herederos, si dejaron algunas mandas de misas u obras piadosas, y en caso de que no testen se expresará si fue por no tener de qué o por cuál otra causa.

Estas indicaciones cumplían con un doble o hasta triple propósito: el primero, mejorar la calidad de los registros de vida en una época -recordemos- en la que aún no existía el registro civil; el segundo, adicionar los registros con datos no relacionados con los sacramentos, como los testamentos, para facilitar el acceso a ellos por parte de los interesados; un tercer propósito pudo ser el de proteger los legados a la Iglesia mediante un adecuado registro de ellos al momento de la muerte del donante. Además de estas indicaciones, sabemos que el arzobispo Lorenzana dio algunas otras referentes a los gastos de las cofradías fundadas en la parroquia de Aculco, como el de disminuir los gastos erogados en sus comidas y refrescos. (1)

Con todo, llama la atención que al revisar los registros sacramentales inmediatamente posteriores a la visita de Lorenzana a Aculco no se advierte en ellos gran mejoría. Seguramente pesó más la costumbre que las propias órdenes del arzobispo.

En el Libro de la visita del arzobispo lorenzana a la Arquidiócesis de México, 1767-1769 (2), su visita a tierras aculquenses se registró de manera mucho más detallada, dando cuenta de la ceremonia de su recepción, misas, sermones, comida, disposiciones, fieles que confirmó y visitas que se atendían desde la parroquia. Incluso nos informa que antes de llegar a este pueblo se detuvo en la hacienda de Arroyozarco:

/Arroyozarco [hacienda]. 10 leguas/

/Día 15/ Este día, a las cuatro de la mañana, salió su señoría ilustrísima del pueblo de Tula para la hacienda de Arroyozarco, que fue de los regulares de la Compañía [de Jesús] y dista doce leguas del referido pueblo, a la que llegó a la hora de las once y después que hizo oración a la imagen de Nuestra Señora de Loreto, sita en altar mayor de la capilla de dicha hacienda, hizo una breve plática de la vida de santa Teresa, cuya fiesta se celebraba en este día y del sacramento de la confirmación, que administró en este día a ciento treinta y nueve personas de ambos sexos. Por haber sido dilatada esta jornada, su ilustrísima determinó hacer noche en esta hacienda y a la mañana del día siguiente, que fue domingo, dijo misa su señoría ilustrísima y partió para el pueblo inmediato que es.

/San Jerónimo Aculco. Otomí. 2 leguas/

/Día 16/ A las ocho de la mañana, poco más, llegó su señoría ilustrísima al pueblo de San Jerónimo Aculco, dos leguas distante de la mencionada hacienda, en el que le recibió el cura con el palio y demás ceremonias que se acostumbra, hizo oración al Santísimo, visitó dos sagrarios que hay en la iglesia de este pueblo, los altares, pila bautismal y santos óleos, que todo estaba con el mayor aseo, se cantaron los tres responsos que manda el ritual, los que, concluidos subió a su habitación hasta después de las nueve, que bajó a oír la misa mayor cantada que se dijo al pueblo y últimamente hizo la plática sobre el evangelio del día procurando instruir a los indios en las verdades de nuestra santa fe y en el misterio del sacramento de la confirmación que (leído el edicto de pecados públicos) administró en esta mañana a quinientas personas y por la tarde a trescientas veintisiete. /Confirmados, 500+327= 827/ Esta parroquial tiene por titular a San Jerónimo y su cura párroco es el bachiller don Lorenzo Díaz de Costero. Hay un vicario, hermano de dicho cura, que lo es el bachiller don Miguel Díaz del Costero.

Esta cabecera tiene de visita los siguientes pueblos:

2 1⁄2 leguas San Francisco
5 [leguas] San Pedro Denxhi
3 [leguas] Santiago Thoxi [Oxtoc-Toxhie]
1⁄2 [legua] Santa María Nativitas
2 [leguas] Santa Ana
2 [leguas] San Lucas
2 [leguas] San Francisco Acazuchitlantongo

Haciendas y ranchos

3 [leguas] Palo Alto
1⁄2 [legua] Gado
2 [leguas] Hacienda de Arroyozarco
1 [legua] La de Ñadó
3 [leguas] La de Taxié
3 [leguas] Rancho de San Nicolás de los Cerritos
3 [leguas] El de los Potreros
3 [leguas] El Ruano
3 [leguas] El de las Encinillas
3 [leguas] Totolmaloya
1 [legua] San Antonio del Judío
1 [legua] El Bathé
1⁄2 [legua] El Fondó
2 [leguas] Tzethe
2 [leguas] Santa Rosa
1 [legua] El Baño
1 [legua] El de La Concepción
2 [leguas] Guadalupe
2 [leguas] La Cañada
1 [legua] Taxhtoc
3 [leguas] Temascalapa
1 [legua] Jurica
2 [leguas] Paso de Carretas Ábalos
1 [legua] Ávalos
2 [leguas] San Joaquín
1⁄2 [legua] Decadho

/Libros parroquiales/ En este día se visitaron los libros parroquiales que se componen de cuatro de bautismos, dos de entierros y dos de casamientos con diferentes legajos de informaciones matrimoniales y se mandó generalmente que el cura actual y sus sucesores firmen con firma entera todas las partidas, aun aquellas que de su orden hicieren otros ministros, que se expresen los días en que hubieren nacido o muerto los bautizados o difuntos, además de aquellos en que se hicieren los bautismos o entierros y en los libros de uno y otro que se separen los de indios de los de españoles y demás castas y en par- ticular en los de bautismos que se exprese el nombre y sobrenombre y demás circunstancias de los padres y padrinos y haber advertido a estos el parentesco y obligación que contraen. En los de entierros, si testaron o no los difuntos, ante quién, en qué día, mes y año, quiénes fueron sus albaceas y herederos, si deja- ron algunas mandas piadosas y, cuando no testen, se diga por qué y en los de casamientos que se sigan asentando sus partidas en la misma forma y método que ha observado el cura actual a quien se le encargó que acabase de asentar dos partidas de entierros que se hallaron por concluir.

En este día se visitaron los libros pertenecientes a las cofradías del Santísimo Sacramento, Nuestra Señora de la Concepción y Benditas Ánimas, fundadas con autoridad ordinaria en esta iglesia parroquial, cuyas constituciones se mandaron observar y en cada una de ellas se mandó lo mismo que queda referido en las de Tula y en estas se añadió que los diputados anualmente reconozcan los ranchos que le pertenecen, sus aperos y ganados y que también asistan a los herraderos y en la del Santísimo que se destine un arca de tres llaves para que en ella se introduzcan los caudales de la cofradía y que, en llegando a tener trescientos pesos juntos, se impongan a réditos en finca segura y con la correspondiente escritura de que se pondrá una copia auténtica en el arca y en la de la Concepción, que se cobrarán dentro de dos meses de don Ignacio Sánchez cincuenta y cuatro cargas de maíz y treinta y siete pesos y cuatro reales que está debiendo y que se notificará al bachiller don Nicolás Franco Coronel, vecino de San Juan del Río, que dentro del mismo término exhiba trescientos pesos que está debiendo a esta cofradía o de ellos otorgue la correspondiente escritura de reconocimiento sobre finca segura.

/Dotación de Dolores/ También se visitó el libro de la dotación u obra pía de la festividad de Nuestra Señora de los Dolores y se mandó que, por ahora y sin perjuicio de determinar en lo sucesivo lo conveniente, se siga gobernando del modo que hasta aquí. Y que el sujeto que corre, y en lo de adelante corriere, con la administración de ella, afiance a satisfacción del juez eclesiástico, y que no se gasten en otro destino sus rentas.

En este día se visitó el inventario de las alhajas y ornamentos de esta iglesia, y se hallaron existentes los contenidos en él, excepto los que quedaron anotados al margen y rubricados por el secretario de su ilustrísima.

/Bachiller Costero/ En este día se refrendaron las licencias de celebrar y confesar hasta su conclusión al bachiller don Miguel Díaz del Costero.

En el mismo día se concedió dispensa del tercero con cuarto grado de consanguinidad a Juan de Aguilar y María Josefa, vecinos de Tula. Y también de cuarto de consanguinidad a José Toribio Chávez y doña Rosa de las Cuevas, españoles, vecinos de este pueblo.

 

NOTAS

1. David Carbajal López, "Administración, corporaciones y seglares: el arzobispo Lorenzana y las cofradías del arzobispado de México, 1767-1769", en Signos históricos, vol. 19. no. 37.

2. Libro de la visita del arzobispo lorenzana a la Arquidiócesis de México, 1767-1769. Archivo Histórico del Arzobispado de México, Fondo episcopal, Secretaría Arzobispal, Libros de visitas pastorales, caja 23CL, libro 3, f. 153v-156v. Uso la transcripción de José María García Redondo y Salvador Bernabéu Albert en Territorio, iglesia y sociedad. Francisco Antonio Lorenzana y su visita a la Arquidiócesis de México, 1767-1769, México, UNAM / El Colegio de Michoacán, 2022, p. 341-344.

viernes, 21 de octubre de 2022

Cuatro cartas de amor en el Aculco del siglo XVIII

No es en realidad una historia hermosa. Es un relato de mentiras, engaños y reclamaciones entre dos amantes que llegaron a ocupar la atención de las autoridades civiles y eclesiásticas de Aculco. Quizá todo este asunto no habría llamado mucho mi atención si no fuera porque en el expediente judicial que se formó para el caso se transcribieron las misivas intercambiadas por esa pareja. Incluso algunas están en original ahí mismo. Escritas a en 1781, resultan ser las cartas amorosas más antiguas que se conocen en Aculco.

Trataré de reconstruir los hechos brevemente y de la mejor manera posible de acuerdo con los enredados testimonios, en los que por supuesto hay interpretaciones opuestas y hasta falsedades manifiestas.

Doña Rosalía Bárbara de Flores, viuda, criolla originaria de Jilotepec, llegó a mediados de 1780 con su madre y hermana a Aculco, donde abrieron una exitosa "vendimia de pulque y comistrajos". Cierto día que el lugar se hallaba lleno de clientes varones, ella voceó "que había de tener de todos, sin que ninguno llegase a su honor" (o, como señala otro testimonio, "que a cuantos iban a su casa los había de chasquear y dejar colgados").

Estaba ahí un mozo de 23 o 24 años, José Manuel Ruiz de Morales, también criollo, de oficio sastre, nacido en Tlalnepantla y avencidado de diez años antes en Aculco, quien ante aquella exclamación y "como hombre, por experimentar si era cierto lo que decía", según afirmó él mismo, decidió declarársele. Ella primero lo rechazó. Le respondió que "pusiera los ojos en otra persona", pues "era una pobre y no quería que le hiciera burla". Pero al cabo, y según ella con promesa de matrimonio (que "si se portaba con honra se casaría con ella"), aceptó sus requerimientos.

A Rosalía, sin embargo, la perseguía la mala fama. Se decía de ella que, casada en Toluca con Cristóbal Pérez, había "largado al marido", yéndose con otro a la Ciudad de México. Había viajado después a Santiago de Querétaro, "se infiere con otro", y de allí "en la misma forma" a Valladolid (Morelia), desde donde había llegado a Aculco. En este pueblo se divulgó que su marido era muerto, "más no que ella lo viera morir". Esto es, se dudaba de que en realidad hubiera fallecido. Pasado un tiempo, había "fraguado" casarse aquí con un hijo de don Francisco Saldívar, pero vista su "locura y desorden" (que mereció incluso la reconvención del cura del pueblo), y que su madre y hermanas no la podían "sujetar", el joven había desistido por consejo paterno.

Con todo, Rosalía y José Manuel iniciaron una relación e intercambiaron prendas -una forma en que en los viejos tiempos se mostraba el compromiso- según ella con la palabra de casarse, pero a decir de él sin que hubiera existido nunca ni promesa ni intención de ello. Él le entregó un relicario y ella correspondió con un rosario y un anillo. Pero, pasado el tiempo, cuando Rosalía se dio cuenta de que su José Manuel no se casaría con ella, decidió demandarlo ante el teniente de Justicia. La decisión de éste fue detener brevemente a José Manuel y colocar a Rosalía en depósito en una casa respetable del mismo pueblo en mayo de 1781.

Contra lo que pudiera imaginarse, José Manuel intentó acercarse nuevamente ella a pesar de la demanda y de las restricciones que le imponía el que se hallara vigilada en casa ajena. Le envió sentidas cartas, que son las que dan motivo a este post. Según él lo hizo como respuesta a las muchas misivas que ella le enviaba, pero no hay constancia de la existencia de éstas. La primera de las cartas de José Manuel dice:

Muy señora mía:

Me alegraré que esta halle a Vmd. [vuestra merced] con cabal salud. Señora, he tenido novedad el no haber tenido razón de Vmd. Parece que ya es poca la voluntad que me tiene. Yo, desde el domingo que vide a Vmd. no la he vuelto a ver, más no he tenido hora de gusto porque hasta tiricia [tristeza, melancolía] me quiere dar. De lo que me dice Vmd. lo que le haré mayor cuenta porque no me parece mal [es] la casa. Pero si ahí donde estás tienes gusto, ¿para qué te has de ir? Dios te me guarde muchos años para mi, deseo.

Tu criado que te estima y ver desea.

Yo.

Y la siguiente:

Señora doña Bárbara:

Muy estimada señora de mi estimación. Me alegraré que al recibo de esta se halle Vmd. con salud que yo para mí deseo. Mi vida ten paciencia que el tiempo se ha de llegar en que puedas descansar de tanta melancolía. Pondrás una seña para que pueda llegar allá a platicar contigo al silencio de la noche contigo porque no hallo hora de g[..]. Y no soy más largo porque no tengo tiempo. Dios te me guarde por largo tiempo.

José Manuel Ruiz de Morales.

Con sigilo, José Manuel se acercaba al balcón de Rosalía para hablarle, "no con otro intento de entrar, pues aunque viera lugar para ello, no lo ejecutara por no atropellar el sagrado de la casa". Sin embargo, ella afirmó que la noche del jueves de Corpus, además de llevarle vino, le había pedido que la noche siguiente le abriera el zaguán, de lo que se excusó pues la señora de la casa guardaba las llaves.

Pero entonces sucedió algo que vino a trastornar aquel acercamiento. El día de san Juan, 24 de junio, Rosalía salió de la casa donde se hallaba depositada en compañía de otra mujer y se dirigieron al Calvario (capilla que se hallaba donde hoy está el panteón municipal). Ahí se encontraron con dos hombres, Ramón Ximénez y un tal Bernabel. José Manuel se hallaba por casualidad por aquel rumbo en compañía de su padre y, cuando los vio, tomaron ellos por una parte "como de huida", mientras que ellas se fueron a esconder a un rancho cercano. El padre le dijo a José Manuel -según su testimonio- que viera "el juicio que tenía la señora que de aquí en antes se había enamorado". Con sospechas de infidelidad, José Manuel le escribió entonces esta ofensiva carta:

Señora doña Rosalía:

Mi señora, apreciaré que ésta halle a Vmd. con mucho gusto en compañía de su querido y me haré fuerza el ver lo contrario de lo que Vmd. me había dicho en tan poco tiempo. Había de ver Vmd. más el modo como me he portado pues no pensé que tuviera tan poco juicio. Aunque me lo habían dicho, no lo había querido creer hasta que lo vi por mis ojos. Pues nomás puede agradecer a que iba mi padre ahí, que yo muy bien lo supe desde por la mañana. Que yo hubiera enseñado a Vmd. cómo se había de portar conmigo y viera cómo se me engaña. A ver si era hombre el que iba ahí para defender a semejante persona, pues no le echo la culpa a él, no conocerá la floja que Vmd. es. Pues no se resolvió mi padre nomás a decirme ni [...] para nada ni que me ha conocido diga, pues para la semana que entra se iba a meter mano a que nos casáramos.

La respuesta de Rosalía fue, en cambio, dolida y cariñosa:

Mi alma:

Recibí la tuya, aunque no con mucho gusto viendo lo que me escribías. Aunque me viste ir allá y aquellos fueron allá, bien lo sabe la Reina de los Cielos que no fue por mala y si te quieres satisfacer, pregúntales a ellos. Dime, mi vidita, sola yo y va de mujer [¿?] amor llevaban ellos, pues sabes que yo primero largaré la vida que dejarte de querer y hablar, que por ti padezco tanto. Y la causa de venir yo de allá fue haber visto a tu padre. Ya te digo, negrito, que no le debo nada a mi Dios. Si los buenos días te ofende, no los daré ya por causarte a ti enojo al que viste allá. Adiós, negrito, y por vida tuyita haz por vernos donde siempre. Y nomás te digo, negrito, yo doy lo que hay de mi a ti no más. Dios te guarde muchos años para mi amparo. Besa tu mano tu segura servidora.

Ya tú sabes quién.

Al final no hubo, naturalmente, matrimonio, pues quedó claro que José Manuel no quería contraerlo con Rosalía y ella desistió voluntariamente de exigirlo. Lo que sí consiguió la mujer fue que le devolvieran sus prendas -el anillo y el rosario- que antes su amante se había negado a entregar. Las autoridades ordenaron también que José Manuel saliera del pueblo y su padre lo vigilara para evitar toda comunicación subsecuente con ella.

 

NOTAS:

El expediente se encuentra en el Libro de informaciones matrimoniales 1759-1782 de la parroquia de San Jerónimo Aculco. Utilicé la copia digital que se encuentra en: México, México, registros parroquiales, 1567-1970," database with images, FamilySearch (https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:9396-1QSZ-TN?cc=1837908&wc=MGX1-3TG%3A164300601%2C164305102%2C165945503 : 21 May 2014), Aculco de Espinosa > San Jerónimo > Información matrimonial 1759-1782 > image 581 of 591; parroquias Católicas, Estado de Mexico (Catholic Church parishes, Estado de Mexico).

viernes, 30 de septiembre de 2022

Los 400 años del Molino Viejo

En medio de las celebraciones por los 500 años de la fundación de Aculco, no podemos olvidar otros aniversarios varias veces centenarios que concurren precisamente este año. Es el caso del Molino Viejo, uno de los edificios civiles más antiguos del municipio, que ahora está cumpliendo cuatro siglos de existencia.

En efecto, un documento de 1622 del Archivo General de la Nación señala que las autoridades novohispanas concedieron ese año un permiso a la comunidad del pueblo de Aculco para la "hechura y fundación" de un molino en las tierras que poseían al norte del pueblo (que era toda la extensión que iba desde el Ojo de Agua hasta Gunyó), "en un sitio que tienen de propios de su comunidad con unos ojos de agua que en ellos nacen" (1). Con el tiempo y la instalación de otros sitios de molienda en la jurisdicción aculquense, aquél se ganó con justicia el bonito nombre de Molino Viejo. La tradición local nunca dejó de reconocerle su antigüedad y precedencia, como apuntó el escritor Rodolfo García Gutiérrez:

Varios sitios tiene Aculco de interés para el visitante. Citemos algunos como [...] el Molino Viejo, lugar donde fue instalada la primera aceña que hubo en los contornos, y donde, por cierto, hay magníficas huertas de perales, manzanos y membrillos. (1)

García Gutiérrez usó correctamente el sustantivo "aceña", pues ese fue precisamente el tipo de molino que se construyó ahí: un ingenio harinero situado a la orilla del río, con maquinaria impulsada por agua extraída de la propia corriente. Más allá de su antigüedad, el hecho de su fundación señala un hito de importancia en la historia de Aculco: el momento en que el mestizaje cultural y material hizo necesaria la molienda masiva del trigo, cuyo cultivo había venido desde Europa.

El edificio se encuentra un poco apartado del casco histórico del pueblo, al otro lado del arroyo que corre a mitad de la vega y justo en donde entronca el camino que comunica a Aculco y Gunyó con "La Calzada", o "La Ceja", hermosa vía bordeada de cedros que llevaba precisamente del Molino Viejo a la hacienda de Cofradía, y que fue construida cuando ambas propiedades pertenecían al mismo dueño, Macario Pérez Sr. (suegro de Francisco I. Madero), a fines del siglo XIX o principios del XX.

Hasta los años de 1940 o 1950, el molino tenía el aspecto de un viejo y destartalado caserón de dos plantas y cubiertas de teja a dos aguas. Frente a él, aprovechando un desnivel del arrroyo en el que se formaba una pequeña cascada natural, se había construido una represa (cuya cortina subsiste) de la que partía un pequeño acueducto con arcos que conducía el agua hasta la gran rueda de cangilones que movía la maquinaria. Pero en aquellos años su nuevo propietario, don Mateo Espinosa (hermano de don Ignacio Espinosa, filántropo y epónimo de la cabecera municipal) realizó en él importantes reformas para que, sin perder su rusticidad y encanto, sirviera de cómoda residencia. De esa época data la gran entrada principal y su portón casetonado de cedro, los corredores interiores con columnas de madera (al estilo de los porches de la arquitectura sureña de los Estados Unidos), el arreglo del jardín y las grandes huertas de peras, manzanas y otros frutos en las tierras vecinas a él.

De las manos de los Espinosa, el Molino Viejo pasó a las de don Alfonso Díaz de la Vega y, de las suyas, a unos inversionistas que le compraron esa y muchas otras fincas que le pertenecían en Aculco, en los años 80. Desde entonces, El Molino ha estado alternativamente ocupado por arrendatarios o en el abandono, lo que ha provocado el deterioro que ya acusa en muchos de sus rincones.

Para mayor daño, el arroyo comenzó a ser utilizado formalmente para el desalojo de aguas negras en 1974, cuando se construyó el drenaje de la cabecera municipal y todos los desechos fueron conducidos hacia esa corriente, que los llevaba a cielo abierto. Hace no muchos años intentó corregirse esta situación, grave por la contaminación y malos olores que producía, especialmente en tiempo de secas: se construyó un nuevo drenaje cerrado, que corre paralelo al arroyo y que lleva las aguas negras hasta una planta de tratamiento construida en un terreno aledaño a La Ceja. Esta planta, sin embargo, estuvo mucho tiempo detenida y no sé si ha vuelto a funcionar.

Como sea, para todos aquellos que pudimos ver todavía correr esas aguas limpias y precipitarse formando una cascada frente al Molino, en aquel rincón hermoso por su fronda y por el histórico edificio asentado a su lado, el abandono actual no puede ser más deprimente. Sin duda es uno de los puntos de Aculco que fueron más hermosos hasta hace poco más de cuarenta años, y que hoy se encuentran más degradados.

Como casi cada rincón del pueblo, el Molino Viejo tiene su leyenda: para evitar que los niños entraran a las huertas a comer la fruta, don Mateo Espinosa propagó el cuento de que en esa zona habitaba un extraño ser, al que yo imagino como un fauno, llamado el "patas de burro". No sólo los niños se creyeron la historia, sino aún muchos adultos, que pensaban que el grito de los pavorreales que vagaban por sus jardines era el de aquella criatura.

El Molino Viejo es un monumento histórico catalogado por el INAH, con números de ficha I-0011100096 (para el edificio del molino), y I-0011100095 (que corresponde a la cortina de la presa y el acueducto).

 

NOTAS

(1) AGN, grupo documental Mercedes, vol. 35, f. 163v.

(2) Rodolfo García Gutiérrez. Páginas dispersas, Biblioteca Enciclopédica del Estado de Mñéxico, 1982, p. 43.

 

 

ACTUALIZACIÓN, 13 DE FEBRERO DE 2023.

Unas fotografías actuales del ruinoso interior del edificio. Estos interiores son resultado de las modificaciones que sufrió a mediados del siglo XX. Tomadas del perfil de Joselyn Alcántara en Instagram.

lunes, 26 de septiembre de 2022

Las dilapidadas columnas de un portal

La llamada "Casa de Hidalgo" en Aculco fue dividida en el siglo XX en dos porciones: una mayor, que abarcaba la entrada y casi todo su frente hacia la Plaza de la Constitución, y otra menor que incluyó la accesoria esquinera hacia esta misma plaza así como toda su fachada hacia la Plazuela Hidalgo y la calle de Comonfort. Actualmente estas dos fracciones se han vuelto a reunir bajo un mismo propietario, si bien se mantienen independientes en su régimen legal, distribución interior y numeración (16 y 17 de la plaza principal).

Hasta hace unos 50 años, la parte que hacía esquina con la Plazuela Hidalgo contó con un portalito de teja sobre columnas de piedra blanca. En las ilustraciones más antiguas de este punto, que datan de 1838, el portal no aparece dibujado. En cambio, las fotografías de 1907 tomadas por Gustavo F. Solís para ilustrar la ruta de la Independencia nos lo muestran con gran detalle y animado por los viandantes vestidos al uso de la época, por lo que se puede suponer que fue construido hacia la segunda mitad del siglo XIX. En 1960, el historiador de arte Francisco de la Maza lo describió de esta manera:

En la esquina, como fue costumbre en muchos pueblos y ciudades y que sólo en Aculco se ha conservado, se adelanta un soportal con tres columnas que sostienen el techo inclinado, de tejas. Dos puertas, con sus dinteles adornados en las claves, dan entrada a la tienda. Alrededor del muro, poyos adosados para descanso de los clientes. (1)

Las preciosas portaditas barrocas del siglo XVIII descritas por De la Maza se conservaron. No así el viejo portal, que hacia principios de la década de 1970 fue desmantelado para levantar en el mismo sitio uno nuevo sostenido por columnas de concreto, añadiéndose en la parte alta una terracita acristalada. La remodelación de 1974 intentó ocultar su modernidad engrosando las columnas de las dos plantas y añadiéndoles algunas molduras de piedra blanca, al tiempo que las trabes de concreto armado se pintaron de negro intentando simular vigas de madera. Finalmente, en 2008, se uniformó el aspecto de este portal con el recién edificado portal vecino, recubriendo sus pilares con cantera rosa y trazándole arcos rebajados en sus intercolumnios. La parte alta quedó tal como había sido arreglada en 1974.

Por mucho tiempo creí que las columnas simplemente se habían perdido. Han sido tantas las viejas piedras aculquenses destruidas sin atender a su valor histórico o artístico, que se me hacía difícil pensar que esas columnas podrían haber sobrevivido, considerando que estaban ya maltratadas cuando fueron retiradas, cubiertas además de incontables capas de pintura durante décadas, y habiendo sido desmontadas en un tiempo en el que nadie apreciaba su valor. Pero afortunadamente existen y se conservan, enteras según parece, al interior de la casa.

Hace apenas una semana, al pasar frente al lugar, vi uno de los capiteles colocado cerca de la entrada. Nunca antes lo había visto ahí. Luego, el viernes pasado y por una afortunada casualidad, el amable inquilino actual me permitió entrar y apreciar de cerca esas piedras. Así pude comprobar que los tres grandes pedestales se conservan, lo mismo que los tres capiteles. Los tambores de los fustes no sé si están completos, algunos se encuentran colocados como base y asientos de una rústica mesa. Al lado de estas piedras identificables hay otros sillares, una base para columna de madera y otras canteras interesantes de desconocida procedencia.

Por la época y su aspecto general, podemos decir que las columnas pertenecen al estilo neoclásico popular. Corresponden a una variante del orden dórico serliano sobre basas áticas, si bien las proporciones, los fustes sin gálibo y la talla de las molduras no se apegan cabalmente a las estrictas reglas clásicas. Están labradas en cantera blanca y los restos de pintura indican que alguna vez estuvieron encaladas, pero otras veces fueron rosadas y hasta verdes.

Naturalmente, lo ideal sería volver a ver alguna vez estas columnas en su sitio original. Pero seamos realistas: su reinstalación requeriría de una transformación del actual portal (y del vecino) que resulta improbable que se lleve a cabo. Lo importante, eso sí, es que las columnas se conserven, y que de preferencia se integren de alguna manera a la propia casa a la que pertenecen. Su ubicación en medio de los jardines y expuestas a la lluvia no asegura hoy en día esa conservación, por lo que este texto es también un llamado a que se les brinde mayor protección. Sería lamentable que después de haber sobrevivido desarmadas -dilapidadas- por cinco décadas, terminen por perderse por simple descuido.

NOTAS

1. Francisco de la Maza. La ruta del padre de la Patria. México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 1960, p. 289.

jueves, 22 de septiembre de 2022

El primer arzobispo de México que visitó Aculco: don Francisco Manso y Zúñiga en 1632

Don Francisco Manso y Zúñiga nació en La Rioja, España, en 1587. Ocupó diversos cargos de importancia en la península -lo mismo académicos que eclesiásticos y civiles- hasta 1628, cuando el rey Felipe IV lo propuso como arzobispo de México. Consagrado como tal en 1629, su gobierno se recuerda especialmente por la gran inundación de la Ciudad de México, cuando la capital del virreinato quedó anegada durante cinco años, hasta 1634. Don Francisco dictó en esas circunstancias diversas disposiciones para que continuaran las funciones religiosas y la impartición de los sacramentos: permitió, por ejemplo, que se celebraran misas en balcones y azoteas, y construyó de su peculio hospitales para atender a los enfermos. En aquellos años tuvo ciertas desavenencias con el virrey Lope Díez de Armendáriz con motivo de la injerencia del poder civil en los asuntos de la Iglesia, lo que lo llevó a regresar a España en 1635. Allá fue destinado al obispado de Cartagena en 1637 y después al arzobispado de Burgos en 1641. El rey, agradecido por sus servicios, le concedió además en 1651 el título de conde de Hervías. Murió en su sede de Burgos en 1655.

A pesar del corto tiempo que permaneció Zúñiga al frente del arzobispado de México y de las dificultades que enfrentó por la gran inundación, es de destacarse que procuró cumplir con la engorrosa obligación de visitar las parroquias y doctrinas del territorio archiepiscopal. Fue en una de estas visitas, a finales de 1632, cuando el arzobispo llegó al pueblo de Aculco y de su paso quedó constancia en los libros sacramentales:

1632 años

Visita

En el pueblo de San Gerónimo Aculco a trece dias del mes de diciembre de mil seiscientos y treinta y dos años, el ilustrísimo señor don Francisco Manso y Zúñiga arzobispo de México del Consejo de Su Majestad y del Real de las Indias estando visitando la iglesia deste lugar y su doctrina, vio y visitó mediante intérprete este libro donde parece se asientan los casamientos de indios desta doctrina y de otros de esta doctrina que exhibió el padre fray Joseph Vázquez, presidente del convento de este pueblo, y a cuyo cargo está la dicha doctrina por ausencia del padre fray Joseph de Villegas, guardián de dicho convento y ministro de doctrina de estep pueblo. Los cuales dichos asientos de matrimonios están por buen estilo y orden según la costumbre que hasta ahora se ha tenido. Y atento a que los dichos asientos están escritos en lengua otomí, de aquí en adelante ordena Su Ilustrísima no se escriban en la dicha lengua sino en la castellana para mayor claridad. Lo cual se observe y guarde por todos los religiosos a cuyo cargo estuviere esta doctrina y para que se cumpla lo mandó asentar por auto y lo señaló.

(rúbrica)

Ante mí Alonso de Carvajal

Notario Público

(1)

Además de ser una obligación de obispos y arzobispos, como mencioné arriba, las visitas pastorales cumplían con otro fin en la particular administración religiosa novohispana: como saben, las necesidades religiosas de gran parte de la población eran atendidas directamente por las órdenes religiosas a las que se había encargado su evangelización. Esta situación era irregular, pues normalmente los feligreses deben estar agrupados en parroquias atendidas por el clero diocesano y no por frailes con su propia estructura jerarquica. De tal modo, la visita episcopal a una doctrina atendida por franciscanos -como era el caso de Aculco- servía también para recalcar la obediencia que que la orden debía mostrar a la jerarquía de la diócesis.

Los provinciales y los comisarios generales de la orden [franciscana] se preocuparon por llevar en regla los registros parroquiales, ya que estaban en la mira del rey y los obispos, de modo que a partir de 1616 hicieron visitas constantes para revisar que estuvieran conforme a las Constituciones de su Provincia y del Concilio de Trento. Pero el interés por supervisar las doctrinas no sólo le incumbió a los regulares sino también a los diocesanos, quienes de una u otra forma intervenían en los registros, ya fueran notarios eclesiásticos, visitadores o el mismo arzobispo. Confirmando de esta manera la sujeción que debían tener los doctrineros a la autoridad ordinaria, considerando que en estos años los obispos estaban realizando campañas contra las órdenes religiosas, de modo que debían evitar cualquier motivo.

(2)

Pero lo más importante de esta visita del arzobispo Manzo y Zúñiga fue, como ya lo habrán visto, su decisión de que los libros sacramentales dejaran de llevarse en otomí y en adelante los registros de bautizos, matrimonios y defunciones se escribieran en castellano. Esta decisión resultaba hasta cierto punto comprensible proviniendo de un eclesiástico español con apenas tres años de estancia en la Nueva España, y especialmente si tomamos en cuenta que los registros se llevaban para ser consultados por el propio clero, que tenía por lengua materna casi invariablemente al español. Pero seguramente fue molesto para los feligreses y para los frailes, cuyos esfuerzos se orientaban en buena medida a formar un cristianismo nativo. Prueba de ello es que muchos registros se siguieron haciendo en lengua otomí durante los siguientes diez años, contraviniendo con ello la orden episcopal. Al cabo, sin embargo, los religiosos tuvieron que ceñirse al orden y los libros sacramentales de Aculco a partir de 1642 dejaron de estar escritos en la lengua originaria de sus habitantes.

NOTAS

1. Archivo Parroquial de Aculco. Libro de bautizos 1606-1651 (en realidad son matrimonios), registro del 13 de diciembre de 1632.

2. Edgar Daniel Yañez Jiménez. Cleros en pugna. Tensiones entre el clero secular y los franciscanos por las prácticas de primacía eclesiástica en Querétaro 1704-1759. Tesis que presenta para obtener el grado de maestro en Estudios Histñoricos, UAQ, 2018, p. 59-60.

viernes, 9 de septiembre de 2022

La epidemia de cólera de 1833 en Aculco

A dos años y medio del inicio de la pandemia de covid-19, y después del reciente pico causado por la variente ómicron BA.5, parece que los contagios en México ahora sí van menguando. No se descarta la aparición de una nueva variante que provoque nuevas olas y seguramente será necesaria la inmunización periódica con vacunas que incluyan las cepas prevalentes, pero ciertamente es un problema mucho más manejable que al principio. A lo largo de estos meses he aprovechado esta circunstancia para hablarles aquí acerca de epidemias en siglos anteriores y la manera en que las padecieron los aculquenses de entonces, cuando no existían formas de combatirlas efizcamente. Hoy quiero contarles nuevamente acerca de una de esas epidemias, quizá la más terrible del siglo XIX: el cólera morbus de 1833.

Al parecer el brote epidémico de esta enfermedad surgió en la India en 1829. Desde ahí se fue dispersando por el mundo hasta alcanzar el norte de nuestro continente en 1832. Extendiéndose por Canadá y Estados Unidos rumbo al sur, el primer caso en México se observó el 24 de mayo de 1833 Tampico. Muy pronto la enfermedad enfilaría hacia el centro y sur, hacia las zonas más pobladas del país:

De Tampico llegó posteriormente a San Luis Potosí y luego alcanzó Guanajuato. En el mes de julio de 1833, Querétaro había sido infestado a causa de la llegada de algunos sobrevivientes de la Hacienda del Jaral. En la ciudad de México, el 6 de agosto de 1833, había sucumbido una mujer a causa del cólera. A la semana siguiente tuvieron lugar las fiestas de Santa María La Redonda [en la Ciudad de México], donde la comida, la bebida y la falta de higiene, fueron el principal foco de contaminación. Dos días después se sepultaron en 24 horas 1200 cadáveres. Al mismo tiempo Guadalajara y Monterrey estaban bajo la influencia del cólera.” (1)

De esas fechas hasta el final de aquel año terrible, la enfermedad dejaría un estimado de 324,000 muertes en el país que entonces contaba con unos 7 millones de habitantes. El luto alcanzó a casi todas las familias. Para más terror de los mexicanos de entonces, una aurora boreal se dejó ver excepcionalmente en esos días hasta estas latitudes. Quien describió quizá más vividamente las terribles escenas que se vivieron con la epidemia fue el entonces muy joven escritor Guillermo Prieto:

Las calles silenciosas y desiertas en que resonaban a distancia los pasos precipitados de alguno que corría en pos de auxilios; las banderolas amarillas, negras y blancas que servían de aviso de la enfermedad, de médicos, sacerdotes y casas de caridad; las boticas apretadas de gente; los templos con las puertas abiertas de par en par con mil luces en los altares, la gente arrodillada con los brazos y derramando lágrimas… A gran distancia el chirrido lúgubre de carros que atravesaban llenos de cadáveres… todo eso se reproduce hoy en mi memoria con colores vivísimos y me hace estremecer. (2)

El curso de la enfermedad era rápido y violento: el enfermo sufría fuertes vómitos y diarrea, acompañada de fiebre; muy pronto, con la deshidratación sobrevenía la muerte. Lo peor es quizá que casi todas aquellas defunciones se habrían evitado con medidas mínimas de higiene: no se necesitaban grande avances médicos, sino tan solo hervir el agua, lavar las verduras y lavarse las manos para protegerse bastante bien del contagio.

Para estudiar el comportamiento de la epidemia en Aculco contamos con los libros de defunciones de la parroquia, donde, a falta todavía de un Registro Civil, se asentaba con bastante cuidado el motivo de cada fallecimiento. Aunque es posible que desde semanas o incluso meses antes alguna de las muertes atribuidas a disenterías u otros males haya sido causada ya por el cólera, el primer registro que lo menciona explícitamente corresponde al 2 de junio de 1833. La víctima fue Juana María, una mujer de 33 años.

A pesar de la llegada aparentemente tan temprana de la enfermedad, todo se mantuvo tranquilo por dos meses, hasta agosto. El día 3 de ese mes, el párroco Miguel de la Vega sepultó a Antonio o Francisco Luna, un transeúnte que pasaba por Arroyozarco con rumbo a Puebla y había muerto de cólera. El hombre apenas había tiempo para confesarse sin dar más detalles de su origen o siquiera su nombre preciso. Al día siguiente, otro transeúnte por aquella hacienda, Félix Recio, fue sepultado también aunque él sí tuvo oportunidad de informar antes de morir que procedía de la ciudad de Leona Vicario (nombre con que había sido rebautizada Saltillo en 1827, pero que al cabo no prosperaría) y que estaba casado con doña Águeda de los Santos. Ellos dos fueron casi sin duda quienes comenzaron a extender el mal por estas tierras, que a lo largo de los siguientes cuatro meses cobró decenas de vidas aculquenses.

La cifra oficial de fallecimientos por cólera durante 1833 reportada por el párroco de Aculco al Arzobispado de México fue de 101 personas.(3) Al revisar los libros de defunciones, sin embargo, encontré solamente 97 registros marcados indudablemente con "cólera morbo", "cólera", o incluso "epidemia" como causa del deceso. Probablemente los otros cuatro casos fueron clasificados como "disentería", "fiebre", "dolor de estómago" aunque al cabo el párroco decidió incluirlos en la lista. O tal vez algunos de los decesos de "transeúntes" en los que no aparece el motivo de la muerte sean los que nos faltan. Como sea, la lista detallada que muestro al final de este texto nos permite conocer algo más dobre la epidemia.

Entre los hallazgos, podemos ver que si agrupamos la información en semanas (en las que descartamos el primer fallecimiento del 2 de junio que queda fuera de la dinámica epidémica) y la graficamos, el comportamiento es típico, con un ascenso al principio moderado para llegar al pico en la semana 10, donde se observan 18 fallecimientos entre el 14 y el 21 de octubre de 1833. Luego viene un descenso mucho más rápido de los casos a lo largo de cuatro semanas, hasta que la enfermedad desaparece por completo.

Con respecto a la edad de los fallecidos, el grupo más afectado fue el que va de los 26 a los 50 años, con 40 muertes. Le siguen el de 0 a 15 años con 29 y el de 51 a 75 años con 19. Sólo 4 personas mayores a 76 años murieron en la epidemia. Al no conocer la pirámide poblacional resulta muy difícil obtener conclusiones, pero si tomamos en cuenta que la base de esa pirámide debió ser amplia, parece derivarse que el mal afectó más a la población adulta que a la infantil. Acerca del impacto del cólera en las localidades aculquenses, tenemos que la cabecera municipal sufrió las mayores pérdidas, con 19 muertes. Eso resulta natural pues era la más poblada, pero sorprende que comunidades muy pequeñas, como Santa María Nativitas (13) o Gunyó (9), tuvieran más muertes que el mucho más poblado y expuesto Arroyozarco (7). Seguramente esto se debió a los hábitos de limpieza y consumo de agua en cada uno de los sitios. Sobre esa mayor "exposición" que tenía Arroyozarco, me refiero al tránsito por el Camino Real de Tierra Adentro, por el que arrivaban numerosas personas contagiadas. De ello es prueba la cantidad de "transeúntes" muertos en la jurisdicción entonces aculquense del camino: cuatro en el propio Arroyozarco y otros tres en San Antonio (hoy Polotitlán), Ruano y Encinillas. Hubo 58 mujeres fallecidas contra 39 hombres. En el llamado entonces "Camposanto del Calvario" que ocupaba una sección del actual Panteón Municipal, fueron sepultadas 66 personas, 4 más en el cementerio de la parroquia y el resto en las localidades de origen de los finados: San Lucas (4), Santa Ana (5), La Concepción (1), Santa María Nativitas (9) y Santiago Toxié (8).

Si bien la epidemia de cólera de 1833 no alcanzó en Aculco el nivel catastrófico de la anterior epidemia de viruela de 1797-1798, en la que murieron 378 aculquenses, dejó sin duda una profunda huella de dolor entre sus pobladores. Tristemente, apenas 17 años después, en 1850, caería sobre ellos una nueva epidemia de cólera de la que quizá les platicaré también otro día.

 

DETALLE DE LAS MUERTES DURANTE LA EPIDEMIA DE CÓLERA DE 1833 EN LA JURISDICCIÓN PARROQUIAL DE ACULCO

Fuente: Libro sacramental de defunciones, 1813-1835. Archivo parroquial de Aculco, Estado de México.


Fecha de entierroNombreEdadLugar de residenciaLugar de sepulturaCausa reportada
2 de junioJuana María33AculcoCementerio de la parroquiaCólera morbo
3 de agostoAntonio o Francisco Luna¿?¿?, transeúnte por Arroyozarco hacia PueblaCementerio de la parroquiaCólera morbo
4 de agostoFéix Recio55Leona Vicario (Saltillo), transeúnte por ArroyozarcoCamposanto del CalvarioCólera morbo
9 de agostoRafael García Pêña16AculcoCamposanto del CalvarioCólera morbo
11 de agostoTrinidad Pérez Villafuerte20ArroyozarcoCamposanto del CalvarioCólera morbo
13 de agostoMáximo Alanís¿?La Piedad, transeúnte por EncinillasCamposanto del CalvarioCólera morbo
18 de agostoMaría Magdalena Pérez de la Vega2Cerro ColoradoCamposanto del CalvarioCólera morbo
20 de agostoLorenzo Trejo50Paso de CarretasCamposanto del CalvarioCólera morbo
24 de agostoJosé Benito30AculcoCamposanto del CalvarioCólera morbo
26 de agostoMaría Andrea32TaxtóCamposanto del CalvarioCólera morbo
29 de agostoMaría Norberta68NativitasCamposanto del CalvarioCólera morbo
30 de agostoMaría Guadalupe¿?¿?, transeúnte por ArroyozarcoCamposanto del CalvarioCólera morbo
31 de agostoJosé Rafael65ArroyozarcoCamposanto del CalvarioCólera morbo
31 de agostoJuan Ignacio50NativitasCamposanto del CalvarioCólera morbo
31 de agostoMaría Josefa Vega Vega¿?La Goleta, transeúnte por ArroyozarcoCamposanto del CalvarioCólera morbo
1 de septiembrePatricia de la Luz Cisneros García7 mesesAculcoCamposanto del CalvarioCólera morbo
4 de septiembreAntonio Joaquín34Santa María ConcepciónCementerio de Santa María ConcepciónEpidemia
5 de septiembreMaría Francisca Alcántara Correa7 mesesTaxiéCamposanto del CalvarioEpidemia
7 de septiembreAgustina Reséndiz30San AntonioCamposanto del CalvarioEpidemia
9 de septiembreRafaela Osornio58AculcoCamposanto del CalvarioEpidemia
10 de septiembreAnastasio Sánchez88San AntonioCamposanto del CalvarioEpidemia
12 de septiembreJosé Luis Garduño Reséndiz2San AntonioCamposanto del CalvarioEpidemia
13 de septiembreMaría Padilla Mondragón2ZetheCamposanto del CalvarioEpidemia
16 de septiembreMaría Josefa38San LucasCementerio de San LucasEpidemia
18 de septiembreMaría Simona15NativitasCamposanto del CalvarioEpidemia
18 de septiembreMaría Felipa40San LucasCementerio de San LucasEpidemia
18 de septiembreJosé María Aguilar¿?Querétaro, transeúnte por San AntonioCamposanto del CalvarioCólera
20 de septiembreJosé Mariano43San LucasCementerio de San LucasCólera
20 de septiembreHilario Barrón88San FrancisquitoCamposanto del CalvarioCólera
21 de septiembreJuan José25ToxiéCementerio de Santiago ToxiéCólera
21 de septiembreJuan de Jesús32NativitasCamposanto del CalvarioCólera
21 de septiembreJuan Trinidad46AculcoCamposanto del CalvarioCólera
21 de septiembreBernardino José60ToxiéCementerio de Santiago ToxiéCólera
22 de septiembreJuana Francisca de los Reyes89ArroyozarcoCamposanto del CalvarioCólera
22 de septiembreJosefa Narváez60San AntonioCamposanto del CalvarioCólera
22 de septiembreMaría Isabel40AculcoCamposanto del CalvarioCólera
25 de septiembreManuela Medina38ArroyozarcoCamposanto del CalvarioCólera
25 de septiembreJosé Dimas35San LucasCementerio de San LucasCólera
25 de septiembreMaría Cleofas Ramírez Rosas5RuanoCamposanto del CalvarioCólera
28 de septiembreMaría Juliana8NativitasCementerio de Santa María NativitasCólera
28 de septiembreRafael de Revilla38ArroyozarcoCementerio de la parroquiaDiarrea
1 de octubreJuana Nepomucena Basurto62AculcoCamposanto del CalvarioCólera
1 de octubreMaría Josefa Hernández Basurto5AculcoCamposanto del CalvarioCólera
1 de octubreJuana María Morales Ortiz3AculcoCamposanto del CalvarioCólera
2 de octubreMaría Narcisa Basurto60AculcoCamposanto del CalvarioCólera
2 de octubreMaría Gregoria50San FranciscoCamposanto del CalvarioCólera
2 de octubreMaría Hilaria8NativitasCementerio de Santa María NativitasCólera
3 de octubreYgnacia Cárdenas60AculcoCamposanto del CalvarioCólera
3 de octubreMaría Higinia62NativitasCementerio de Santa María NativitasCólera
4 de octubreApolinario Gabino40Salamanca, transeúnte por RuanoCamposanto del CalvarioCólera
5 de octubreFrancisco Pérez30San FranciscoCamposanto del CalvarioCólera
6 de octubreJosé Longino2JuricaCamposanto del CalvarioCólera
7 de octubreMaría Agustina60NativitasCementerio de Santa María NativitasCólera
10 de octubreJuana Juliana80AculcoCamposanto del CalvarioCólera
11 de octubreMaría de la Luz30Santa AnaCamposanto del CalvarioCólera
11 de octubreAna Dolores García Basurto50AculcoCamposanto del CalvarioCólera
11 de octubreJoaquín Colín60ArroyozarcoCamposanto del CalvarioCólera
12 de octubreMaría Ramona68AculcoCamposanto del CalvarioCólera
12 de octubreJuan de la Cruz36GunyóCamposanto del CalvarioCólera
13 de octubreMaría Gregoria30Santa AnaCementerio de Santa AnaCólera
14 de octubreJosé Ramón32AculcoCamposanto del CalvarioCólera
14 de octubreMaría Cresencia46AculcoCamposanto del CalvarioCólera
14 de octubreMaría Alejandra Molina Hernández4JuricaCamposanto del CalvarioCólera
14 de octubreMaría Anastasia20AculcoCamposanto del CalvarioCólera
15 de octubreJosé Bernardo11NativitasCementerio de Santa María NativitasCólera
16 de octubreJosé Anastasio5NativitasCementerio de Santa María NativitasCólera
16 de septiembreMaría Rita Alvarado63NativitasCementerio de Santa María NativitasCólera
17 de octubreJulián Antonio Hernández68Santa AnaCementerio de Santa AnaCólera
17 de octubreMaría Juana Quiñónez Hernández9JuricaCamposanto del CalvarioCólera
17 de octubreJosé Tiburcio20ÑadóCamposanto del CalvarioCólera
18 de octubreJosé Antonio48ÑadóCamposanto del CalvarioCólera
18 de octubreEugenia3GunyóCamposanto del CalvarioCólera
20 de octubreJuana Catalina38GunyóCamposanto del CalvarioCólera
20 de octubreMaría Bruna8GunyóCamposanto del CalvarioCólera
21 de octubreJuana María43NativitasCementerio de Santa María NativitasCólera
21 de octubreMaría Bárbara40GunyóCamposanto del CalvarioCólera
21 de octubreJosé María de Jesús30AculcoCamposanto del CalvarioCólera
21 de octubreJosé Marcos44ÑadóCamposanto del CalvarioCólera
23 de octubreDorotea Pérez47ArroyozarcoCamposanto del CalvarioCólera
23 de octubreJosé Anselmo38GunyóCamposanto del CalvarioCólera
23 de octubreJuana Cristina49GunyóCamposanto del CalvarioCólera
23 de octubreJosé Rafael40ÑadóCamposanto del CalvarioCólera
26 de octubreGregoria Guadalupe20GunyóCamposanto del CalvarioCólera
26 de octubreJosé Calixto6Santa AnaCementerio de Santa AnaCólera
27 de octubreMaría Rafaela68ToxiéCementerio de Santiago ToxiéCólera
27 de octubreVicente Navarrete70JuricaCamposanto del CalvarioCólera
28 de octubreMaría Casiana5Santa AnaCementerio de Santa AnaCólera
29 de octubreMaría Ruperta30HuizacheCamposanto del CalvarioCólera
30 de octubreMaría de los Ángeles30ToxiéCementerio de Santiago ToxiéCólera
31 de octubreMaría Francisca7ToxiéCementerio de Santiago ToxiéCólera
1 de noviembrePaula Vicenta60GunyóCementerio de la parroquiaCólera
2 de noviembreMaría Teresa64ToxiéCementerio de Santiago ToxiéCólera
2 de noviembreAnastasio Martín28NativitasCementerio de Santa María NativitasCólera
4 de noviembreMaría Cresencia7HuizacheCamposanto del CalvarioCólera
9 de noviembreLuis Dionisio2Santa AnaCementerio de Santa AnaCólera
11 de noviembreJacinta30ToxiéCementerio de Santiago ToxiéCólera
18 de noviembreAna María32ToxiéCementerio de Santiago ToxiéCólera

NOTAS

(1) Martínez Ortega, Bernardo. 1992. "El cólera en México durante el siglo XIX". Ciencias núm. 25, enero-marzo, pp. 37-40. [En línea].

(2) Priero, Guillermo. Memorias de mis tiempos, Vda. de C. Bouret, 1906.

(3) Carbajal López, D. (2011). "La epidemia de cólera de 1833-1834 en el obispado de Guadalajara. Rutas de contagio y mortalidad". Historia Mexicana, 60(4), 2025–2067. Recuperado a partir de https://historiamexicana.colmex.mx/index.php/RHM/article/view/305