El casco de la hacienda de Cofradía -sobre la que puedes conocer un poco más pinchando aquí- es probablemente el mejor conservado y más agradable de las antiguas haciendas de Aculco. Esto se debe, sobre todo, a que en la década de 1950 su dueño, el financiero don Armando Hernández, reformó la finca para convertirla en casa de descanso, arreglando su parte antigua y añadiéndole nuevas construcciones levantadas en la tradicional piedra blanca aculquense, con detalles tallados en cantera rosa.
Si bien ese arreglo de las antiguas dependencias de la hacienda fue en general respetuoso con lo original, don Armando no resistió la tentación de "embellecer" algunos espacios añadiéndoles también elementos de cantera labrada. Esto sucedió incluso en espacios que por ser meramente funcionales quizá no necesitaban esos adornos. Por ejemplo, en los viejos establos de la casa.
A este recinto en que se guardaban las vacas de ordeña se accede por una portada de cantera con cerramiento en forma de arco y clave resaltada. Ya al interior, se abre un corral de dimensiones no demasiado grandes que posee -a izquierda y derecha- sendos portales o tejavanes, al interior de los cuales se encuentran los comederos para las reses. Adosados a los pretiles del tejaván de la izquierda (el único que se mantiene techado) se halla un par de pilas de agua.
Al centro del corral está su parte más interesante: una construccion hexagonal de muros bajos de piedra blanca sobre los que se elevan seis columnitas cilíndricas de cantera con su basa y capitel que sostienen el tejado. Pareciera casi el kiosco de una plaza, pero es solamente el lugar en que se mantenían separados los becerros de sus madres. Como señalaba párrafos arriba, estas columnitas, junto con los pilares también de cantera de los tejavanes, son adiciones de la década de 1950 a la construcción original, que debió tener en su lugar sencillos pilares de piedra blanca.
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