La tradición de las esquelas fúnebres subsiste en nuestros días, aunque relegada ya casi solamente a las páginas de obituarios de los periódicos impresos o a los sitios de internet de las compañías de servicios funerarios. ¿Qué son estas esquelas? Pues simplemente notificaciones impresas del fallecimiento de alguna persona, enviada a sus familiares y allegados para invitarlos a compartir el duelo, que eran entregadas por mensajeros, mediante el servicio de correos o incluso personalmente por sus deudos. Esta tradición llegó a México en el siglo XIX y por supuesto alcanzó a Aculco, donde encontramos esquelas de ese tipo desde fines de ese siglo hasta por lo menos la década de 1970.
Para estas fechas en que se acerca la conmemoración de los Fieles Difuntos (ustedes saben que no me gustan ni los festejos de Halloween ni del Dia de Muertos, los primeros por extranjeros y los segundos por haber sido medio inventados a partir de la década de 1930; ambos por banalizar la muerte) quiero compartirles las 23 esquelas que guardó mi bisabuelo y que conservó junto con otros papeles en un volumen fuertemente unido con alambres. Todas datan de entre 1897 y 1918. Aunque la mayoría pertenecen a difuntos aculquenses, otras no lo son, pero he querido mostrarlas en conjunto ya que reflejan bien quiénes eran las amistades, conocidos y familiares de quien decidió conservarlas y reunirlas.
Quizá más de uno encuentre entre estos nombres el de algún pariente o antepasado, o quizá simplemente al leerlos le signifiquen algo. Otros seguramente ya han sido olvidados hasta por su familia (y cien años después de su muerte quizá no era de esperarse otra cosa). Pero todos ellos fueron -por más que se evidente hay que recordarlo- no sólo nombres sino personas de carne y hueso, que vivieron vidas largas o cortas, felices o desgraciadas. Vale detenerse por lo menos un momento a interrogarse quiénes fueron aquellos muertos viejos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.