A pesar de tantos años de estar interesado en la historia y arquitectura de Aculco, el pasado es tan extenso e inabarcable, son tantas las experiencias particulares ligadas a él, que sin duda sólo he llegado a conocer una mínima parte de todo ello. Contemplar así este interés por Aculco resulta a veces, por lo mismo, frustrante: es una tarea interminable, poco reconocida y cuestionable en sus resultados, que siempre pueden llegar a cambiar a causa de algún nuevo hallazgo. Con todo, y aunque parezca contradictorio, la propia emoción del descubrimiento lleva a continuar y perseverar, a tratar de profundizar más en los temas, a encontrar respuestas aunque uno sepa que serán parciales y llevarán a nuevas preguntas quizá sin solución. Hoy quiero escribir acerca de uno de estos hallazgos, el más reciente para mí.
Los últimos días del año pasado recorría las calles de Aculco, como suelo hacer siempre que piso aquellas tierras, sin rumbo ni plan fijo. Enfilé por la calle Hidalgo y noté una accesoria que nunca había visto abierta -o si la había visto jamás me había asomado a ella- a la que me acerqué con curiosidad. El negocio instalado ahí es un taller de motocicletas, aparentemente sin atractivo alguno. Pero allá en el fondo del cubo del zaguán, medio cubierto el vano por una cortina, se levantaba una maravilla: un precioso arco de cantera rosa cuya existencia en ese sitio preciso ni siquiera hubiera alcanzado a imaginar. Es una lástima que las fotos que tomé, con autorización pero apresuradamente, le hagan poco favor.
La casa del hallazgo es la marcada con el número 6 de la Avenida Hidalgo, que originalmente formaba una sola propiedad con la que hoy lleva el número 8 (donde está al restaurante Camino Real de las Carretas). Es muy poco lo que sé en realidad de este inmueble, por lo que ofrezco una disculpa si me equivoco al tratar de recordar algunos detalles de su historia. Según el censo de 1930, vivían en ese lugar Lorenzo González y su esposa Modesta Correa, con una hija de tres años llamada Petra (las casas de ese lado de la calle, curiosamente, llevaban entonces los números impares y le correspondía el 5). Entiendo que fue propiedad hacia la primera mitad del siglo XX de don Ismael Martínez Arciniega, quien la intercambió con la familia Andrade por su pequeña casita que se encontraba en la esquina de la Plaza de la Constitución y Rivapalacio, sitio que don Ismael aprovechó para levantar su moderna vivienda que hoy casi todos recuerdan más bien como la casa de don Alfonso Díaz. La casa de la Avenida Hidalgo, aunque dividida como ya he dicho, se conserva en manos de los descendientes de aquella familia.
Tampoco es mucho lo que las fotos antiguas dicen de aquella propiedad, pues en las dos que he podido revisar la casa aparece muy alejada y oculta parcialmente por postes de luz. Sin embargo, parece ser que contaba con cubiertas de teja a dos aguas, y en la fachada se abrían con cierto desorden un balcón de cantera en alto (que todavía existe), otro balcón que quizá corresponde a la entrada actual al restaurante y una estrecha entrada en la planta baja.
En su aspecto actual, y sin considerar la casa vecina ya definitivamente separada, la fachada de la casa podría pasar casi desapercibida por el transeúnte, a no ser por aquel balcón en alto que mencionaba antes y que a primera vista parece ser el único resto de antigüedad que le queda, ya reemplazadas sus cubiertas de teja por losas de concreto, abiertas en su fachada otro par de ventanas horizontalmente alargadas, colocadas a diferente altura (lo que produce una sensación de desorden), y con dos accesorias que cierran con cortinas metálicas. Sin embargo, con un poco más de cuidado se verá que a la izquierda, donde hoy se halla una puerta, queda marcado en el muro el trazo de un arco escarzano tapiado de evidente antigüedad también. A pesar de estos detalles, nada anticipa la existencia del arco de cantera al que me he referido al principio de este texto, sobre todo al considerar que por su estilo pertenece al tipo de labrado que se realizó en algunas de las casas más lujosas de Aculco a principios del siglo XX, como la muy cercana casa de don Abraham Ruiz o la hacienda de Cofradía. El arco de esta casa se asemeja mucho por cierto a la arquería del patio de la primera de estas construcciones, que fue desmontada y vuelta a armar en una propiedad cercana al santuario de Nenthé.
Arriba, detalle del arco de la casa de Hidalgo no. 6, elaborada en cantera blanca y no rosa como el resto del arco. Esta combinación de canteras de distinto color se puede observar también en el portal de la hacienda de Cofradía, labrado al parecer por la misma mano en 1917 (abajo).
¿Quién mandó colocar aquel arco? ¿Por qué empleó al cantero más valorado de la época en una casa aparentemente tan humilde? ¿Guarda esta casa otros interesantes secretos, como parecía atisbarse tras la cortina, acaso otros pilares del mismo estilo? Preguntas que quizá algún día, con un poco de suerte, pueda responder.
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