Muchas son las crónicas de viajeros que, desde fines del siglo XVIII y hasta fines del XIX, dejaron constancia de su paso por Arroyozarco en narraciones sueltas, cartas o libros que hoy nos permiten conocer, fragmento por fragmento, diversos aspectos de esta antigua hacienda aculquense. Entre estas crónicas hay una que hallé hace muy poco tiempo, la que se debe a la pluma de Bayard Taylor: un poeta, crítico literario, traductor y escritor de viajes estadounidense que hizo un viaje a California en 1849 (poco tiempo después de que ese territorio pasara a dominio de Estados Unidos tras la guerra con México) y de ahí continuó su travesía hacia nuestro país. Sobre su experiencia escribió un libro, Eldorado, or Adventures in the Path of Empire (Londres, 1857).
En su libro, Taylor narra su breve estancia en la hacienda de Arroyozarco, paso obligado de los viajeros que transitaban por el Camino Real de Tierra Adentro en dirección a la ciudad de México. A diferencia de muchos otros viajeros que dejaron apenas escuetas descripciones del lugar, y que al describir sus edificios se concentraban, si acaso, en el Hotel de Diligencias en el que pasaban la noche, este autor escribió unos interesantes párrafos sobre otra construcción que le pareció interesante: el Despacho, o "bodega principal", como él la llama. Vayamos pues al texto de Taylor:
[Tras salir de Querétaro] Viajamos en coche hasta el pueblo de San Juan del Río, a once leguas de distancia, para el desayuno. En cada puesto de vigilancia del camino se nos dio una escolta fresca, para lo que se nos impuso una nueva contribución de dos reales por cada pasajero. Hacia la tarde, dejando el Bajío, nos encontramos con un amplio y árido llano, plano como una mesa, situado a los pies del monte de Calpulalpan. Una recua de mulas, que acarreaba piedra de las montañas, se extendía a través del valle hasta casi perderse en la perspectiva. Una a una retornaban de la distancia, después de descargar las piedras que habían transportado sobre sus espaldas en toscos marcos de mimbre, para repetir el viaje. La recua pertenecía a la finca del señor Zurutuza, [Arroyozarco] propietario de las líneas de la Diligencia de México, que muestra tanto su prudencia y habilidad en el cultivo de sus tierras como en la disposición de sus puntos de remuda y hoteles. La finca que compró al gobierno mexicano, a un costo de 300,000 dólares, contiene treinta y siete leguas cuadradas, casi todas las cuales son tierra cultivable. Los edificios se levantan en un pequeño valle, a nueve mil pies sobre el mar. La bodega principal [el Despacho] es un cuadrado de 200 pies de lado y sólido como una fortaleza. Una entrada arcada, cerrada por puertas grandes, conduce a un patio empedrado, alrededor de la cual corre una galería elevada con pilares de madera de roble que descansan en bloques de lava [tezontle]. Bajo su protección se almacenan pilas inmensas de trigo y paja picada. En el exterior, un grupo de personas se ocupaban de limpiar los granos en una gran piso circular de mampostería [una era], donde había sido trillado por las mulas y se le separaba de la paja arrojándolo con fuerza al viento. El hotel para el alojamiento de los viajeros [el Hotel de Diligencias], es nuevo y elegante, y una mejora decidida respecto a otros edificios de su tipo en México.
Dormimos profundamente en las varias salas asignadas a nosotros, y al amanecer de la mañana siguiente estábamos en la cumbre del paso de Calpulalpan, cerca de once mil metros sobre el nivel del mar. El aire era delgado y frío; los bosques eran principalmente de roble, de crecimiento lento y madera resistente, y el aspecto general del lugar desolado en el extremo. Aquí, donde las corrientes que bajan hacia los dos océanos se dividen, la primera vista de Popocatépetl, a más de un centenar de millas de distancia, saluda al viajero.
Hasta aquí la narración de Taylor. So quieres saber algo más sobre el edificio de El Despacho, puedes pinchar aquí.
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