Continuando con la serie de posts dedicada a examinar las pinturas murales que el pintor charro Ernesto Icaza realizó en la hacienda de Cofradía, en Aculco, en las primeras décadas del siglo XX, examinaremos ahora las que hemos numerado como 3 y 4, siguiendo siempre el orden en que aparecen en el libro de Luis Ortiz Macedo, "Ernesto Icaza, el charro pintor".
Este par de murales comparten varias características,la primera el colorido, en el que predominan de manera notable los sepias que contrastan contra un cielo profundamente azul y libre de nubes. La segunda coincidencia es el movimiento, pues ambas pinturas retratan faenas en las que las bestias y sus jinetes realizan movimientos violentos, poco comunes dado el tradicional hieratismo de Icaza. La tercera característica son las dimensiones que no sólo son idénticas, sino que a diferencia del resto de las obras de Icaza en Cofradía se trata de páneles verticales. Pese a ello, Icaza en ambos casos no cedió un apice en su habitual horizontalidad, sino que llenó ese espacio vertical sobrante con los cielos azules que hemos mencionado líneas arriba. Lo más probable es que estos dos murales hayan sido realizados con poca diferencia de tiempo entre uno y otro.
Mural 3
El mural 3 representa a un jinete aguantando los reparos de un potro alazán bruto cuatroalbo alto, mascarillo, bebe y derrama. Lo monta sin la ayuda del pretal, sosteniéndose a dos manos de la crin. Este charro lleva sombrero de palma y pantalón de dril con aletón remangado que deja ver las espuelas. Tras él, dos charros a pie azuzan al potro, uno de ellos (que lleva en las manos una reata) incluso ha aventado el sombrero entre sus patas. Con simetría aparecen también tres jinetes: el de la izquierda, un anciano de barba blanca y elegantemente vestido de gamuza, con sombrero de fieltro, monta un caballo rosillo unalbo trasero de la buena; el del centro, vestido también de gamuza pero con sombrero de palma, parece montar un caballo retinto, casi oculto por el potro que repara; finalmente, el jinete de la derecha, sin chaparreras, va sobre un caballo alazán dosalbo trasero calceto, carablanca, ensillado con una silla de cantinas. Al fondo de la escena, junto a una barda de piedra enlucida, esperan los dos caballos que seguramente pertenecen a los charros a pie. Unos cerros pelados y bajos, así como algunos arbolillos asoman tras la barda.
Luis Ortiz Macedo reproduce este mural íntegro, aunque muy pequeño, en su libro. Xavier Moyssén, en su estudio publicado en los Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, encuadra la escena central y la presenta en blanco y negro, como se aprecia en la siguiente fotografía:
Mural 4
Este mural muestra la persecución de un toro castaño a campo traviesa. Cuatro jinetes van en pos suya. Uno de ellos, jinete sobre un caballo overo y remolieando su reata, ha saltado ya la cerca de piedra que corre de lado a lado de la pintura. Tras el, otro charro en un caballo colorado lucero salta sobre la misma cerca; al fondo, un tercer jinete montando un caballo alazán parece dudar de ejecutar la misma acción y refrena su caballo, al ver tropezar la cabalgadura (aparentemente un caballo rosillo o moro) de un charro que ha perdido peligrosamente el sombrero al caer por tierra. Una arboleda ocupa todo el fondo de la escena.
Luis Ortiz Macedo también reprodujo íntegro este mural, en muy pequeño formato. Xavier Moyssén lo encuadró para no reproducir el enorme cielo azul, pero al mismo tiempo cortó la parte derecha de la escena, quedando casi invisible el charro que cae junto con su caballo, como se muestra en esta imagen:
Los troncos que ocultan parcialmente el morro del toro no pertenecen al mural, sino que son las ramas de alguna planta de las macetas del corredor, que el fotógrafo por algún motivo no retiró.
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