miércoles, 3 de mayo de 2023

Quince años del blog "Aculco, lo que fue y lo que es"

Hace ya quince años, en mayo de 2008, comencé a escribir este blog Aculco, lo que fue y lo que es. Al principio, buscaba sobre todo denunciar aquí la destrucción del patrimonio arquitectónico aculquense, que por aquellas fechas alcanzó niveles de verdadera alarma cuando, por ejemplo, prácticamente se demolieron los viejos lavaderos públicos para hacerlos de nuevo. Pero, poco a poco, los temas fueron variando para incluir textos sobre sitios y construcciones que no se hallaban especialmente amenazados, para publicar leyendas, crónicas y relatos, para mostrar viejas fotografías, para difundir pequeños ensayos históricos, para aportar detalles de la vida del viejo Aculco que no tienen cabida en un libro y, en fin, para mostrar algo de la profundidad cultural de nuestro pueblo y municipio.

En estos años he publicado ya 452 entradas, lo que representa un promedio de 30 publicaciones por año, es decir, un texto nuevo cada semana y media. No podría decir que ha sido una labor ininterrumpida, pues de marzo de 2012 a noviembre de 2013 decidí dejar de lado el blog, convencido -entre muchas otras razones- de que era una pérdida de tiempo. Pero retorné a él y ahora creo que ha sido útil y lo seguirá siendo. Un número cada vez mayor de lectores, los numerosos mensajes que recibo cada vez que se arma una polémica, me demuestran que Aculco, lo que fue y lo que es ha calado hondo en la opinión pública de Aculco y que los comentarios que aquí se vierten son muchas veces atendidos.

En estos quince años, por otra parte, el blog se ha convertido además en el mayor esfuerzo sostenido de difusión de la historia, el patrimonio y la cultura de Aculco. Porque, si bien en el pasado existieron algunos periódicos y revistas locales que se ocuparon de estos temas, todos, desafortunadamente, han tenido muy corta vida. A lograr esta continuidad ha contribuido por supuesto el formato electrónico y también el que no exista una frecuencia establecida para las publicaciones, lo que me ha permitido escribir aquí acomodando los tiempos a los de mis otras ocupaciones.

Al principio, prácticamente sin seguidores, sentía que escribía al vacío en este blog. Poco a poco, sin embargo, aparecieron los visitantes asiduos (muchos de ellos críticos), luego la página de Facebook me permitió formar una comunidad mayor y hoy sé que entre los más de seis mil seguidores hay muchos que esperan con ansias la siguiente publicación de Aculco, lo que fue y lo que es. La difusión del blog a través de la página de Facebook "Aculco, Estado de México" (a la que agradezco que me permita tener esa ventana de difusión) permite un alcance todavía mayor, gracias a sus 20 mil seguidores. A todos ellos les agradezco que sean mis lectores y les pido me disculpen por los errores u otras fallas en estos textos.

Espero que Aculco, lo que fue y lo que es pueda continuar durante mucho tiempo más y se convierta también él mismo en parte del patrimonio cultural de Aculco. Creo que el formato de blog, apoyado para su difusión en Facebook, es el que mejor me permite expresar y mostrar todo lo que quiero, de modo que se mantendrá así. Quizá en algún momento decida recopilar algunos de estos textos en un libro, pero en términos generales prefiero que quien entre aquí encuentre cosas originales que no hallará en otros lados.

Finalmente, quisera conocer la opinión de todos ustedes. ¿Qué les ha gustado más del blog?, ¿qué les disgusta?, ¿qué temas deberían incluirse aquí?

sábado, 29 de abril de 2023

La muy mala "restauración" de una casa: Plaza de la Constitución no. 7

Hace algunas semanas critiqué en estas mismas páginas el inicio de ciertas obras en la casa de la esquina de la avenida Manuel del Mazo y Plaza de la Constitución, conocida antiguamente como Casa del Volcán, por el nombre de la tienda que existió en sus accesorias, "El Volcán de Orizaba". Las obras, realizadas en la segunda planta de este inmueble catalogado como monumento histórico por el INAH, afectaban la segunda planta del edificio, así como la fachada posterior que da hacia el sur, a la calle de Allende. Esta intervención se advertía desde el comienzo como impropia: en las fotografías que me enviaron en aquellos días, se observaba, tras el retiro de toda la cubierta de viga y teja, la colocación sobre el muro de una pesada cadena de varilla y concreto, así como la completa destrucción de la fachada sur.

El INAH realizó una visita de inspección el jueves 23 de febrero. No conozco con detalle los resultados de ella, pero fue evidente que se intentó rectificar algunos de estos entuertos: la cadena de cemento y varilla fue retirada y se reemplazó con un recrecimiento más adecuado de piedra blanca, y la fachada demolida se reconstruyó en con sillares de piedra blanca, aunque con técnica moderna, confinada con castillos y trabes de concreto y aplanada con cemento. Ahora mismo se han colocado ya la nuevas vigas de madera de la cubierta y seguramente en los próximos días se procedará a restituir el tejado, esperemos que con las tejas antiguas.

Sin embargo, el resultado de las modificaciones llevadas a cabo en esta casa dista mucho de ser correcto desde el punto de vista de la restauración arquitectónica. Más aún, tratándose de un edificio histórico catalogado. Para empezar, nada a mi parecer justificaba la demolición de su fachada sur. Me dicen que el propietario argumentó que existía algún daño en la estructura, pero para mí no había evidencias de tal problema, por lo menos al exterior. Fue más bien el deseo de ampliar los accesos de la planta baja y extender la planta alta, creo yo, los que llevaron a que se destruyera esta parte original del edificio. Además, el balcón que existió en este sitio fue reconstruido con dimensiones y ubicación distintas al original. Vaya, que ni siquiera su repisón de cantera antiguo se intentó recuperar y el que luce ahora es completamente nuevo.

Por otra parte, el recrecimiento de los muros de la planta alta, que seguramente se realizó para que este espacio fuera más aprovechable, extrañamente se hizo alterando la geometría de la cubierta a dos aguas, de manera que ahora el tejado en su falda oriente tiene menor pendiente que en su fachada opuesta, cuando antes tenían la misma. Así, el muro que antes formaba un hastial simétrico hacia la Plaza de la Constitución, es ahora asimétrico. En el lado opuesto, hacia la calle de Allende, el hastial de hecho perdió prácticamente su forma triangular.

Pero todavía may más: adosado al costado poniente de esta segunda planta, en lo que fue el patio y ahora es un apretado y caótico conjunto de construcciones modernas, se construyó una estructura de concreto quizá con el fin de una nueva escalera para acceder a la segunda planta. Se trata de un agregado desproporcionado que asoma hacia la plaza y altera definitivamente los niveles de construcción. Sospecho que pronto lo veremos además coronado con un tinaco, para mayor daño estético al propio inmueble y al entorno.

Por todo lo anterior -y por más que las obras se hallan realizado bajo permisos municipales y con licencia del INAH, como seguramente se hicieron-, considero que han sido mucho más dañinas que benéficas para el inmueble. Éste ha perdido parte de su originalidad, se ha alterado su perfil original y con ello ha disminuido su valor histórico. Esta obra es así una mancha más al ya muy manchado patrimonio arquitectónico de Aculco y un muy mal ejemplo de intervención en una casa antigua

Por cierto, un detalle que yo ya daba por perdido, pero que afortunadamente fue recolocado en su sitio, es la placa antigua con el nombre de la calle de Allende. Esta señalética en cantera data del siglo XIX y es parte del patrimonio de Aculco, pero en muchos casos no ha sido respetado. Así ocurrió, por ejemplo, cuando hace unos años se demolió la barda de la esquina de la calle de Riva Palacio con Abasolo.

martes, 4 de abril de 2023

Aculco en el "Atlas de los quesos mexicanos genuinos"

En 2014, el Colegio de Postgraduados de la Universidad Autónoma de Chapingo publicó el Atlas de los quesos mexicanos genuinos. Se trata de una obra colectiva de Abraham Villegas de Gante, Fernando Cervantes Escoto, Alfredo Cesín Vargas, Angélica Espinosa Ortega, Arturo Hernández Montes, Armando Santos Moreno y Ángel Roberto Martínez Campos realizada con enfoque científico (de hecho fue arbitrada por pares académicos), pero su edición fue más allá al darle un diseño atractivo e incluir fotografías que ilustran la producción de los quesos mexicanos y el medio del que proviene cada variedad. Dada la fama que tiene nuestro pueblo en la producción quesera, naturalmente no podía quedar fuera de un libro de este tipo.

Pero, para empezar, ¿a qué se refieren los autores con el término "queso genuino"? Lo responden en las primeras páginas de la obra: Un queso genuino artesanal incorpora elementos vinculados a diferentes recursos que se pueden encontrar en el territorio donde se produce, como los siguientes:

• Un saber-hacer tradicional, patrimonializado en el sentido de que se transmite dentro de una comunidad “localizada”. Este saber-hacer puede generar propiedades organolépticas (es decir, percepctibles por los sentidos) específicas.

• Una reputación vinculada a una región reconocida como productora de un queso particular, con determinada calidad (sensorial y/o identitaria), la cual torna intransferible al saber-hacer, territorializándolo.

• Una calidad de leche y de microflora láctica vinculada con los recursos naturales y con un saber-hacer ganadero. En conjunto con esas prácticas se origina una serie de otros bienes que tienen características patrimoniales: paisajes, cultura, organización social, etcétera.

• Una cultura de producción y uso del queso. Saberes relacionales que permiten el buen funcionamiento de la cadena productiva.

Dos fueron los quesos de Aculco elegidos por los autores para incluirlos como quesos genuinos en el atlas: el queso tipo oaxaca y el queso molido. Aunque incluyeron también el queso ranchero, lo hicieron con la variedad que se produce en Jilotepec. Les comparto aquí las páginas que hablan de estos productos.

 

QUESO TIPO OAXACA DE ACULCO, ESTADO DE MÉXICO

Como vemos aquí, la conclusión sobre el queso tipo Oaxaca de Aculco no es muy halagadora: "Este producto no es completamente artesanal y sí muy heterogéneo en su elaboración. Entre queserías y al interior de cada una existe variabilidad en el proceso, como por ejemplo en lo que respecta a la materia prima, al no exigir las características adecuadas de la leche, la cual generalmente presenta adulteraciones, lo que provoca que haya variación en la concentración de los sólidos útiles (proteína y grasa). Esto contribuye también a obtener características diferentes en cada proceso".

Vayamos ahora al queso molido de Aculco.

 

QUESO MOLIDO DE ACULCO, ESTADO DE MÉXICO

Las conclusiones aquí son mucho mejores: "El queso molido es un producto artesanal por su proceso; se elabora en una zona específica, es decir, es típico de la comunidad de Aculco. Se produce en baja escala, lo que contrasta con otros de mayor demanda. No obstante lo anterior, el queso molido es un producto reconocido y valorado por su proceso, vínculo con el territorio, y características fisicoquímicas y sensoriales; esto lo convierten en un producto con potencial de diferenciación y con ciertas ventajas en el mercado".

Para quien quiera conocer completo el Atlas de los quesos mexicanos genuinos, lo puede descargar desde esta liga.<>

viernes, 31 de marzo de 2023

Fragmentos de la historia otomí de Aculco

A lo largo de los tres siglos del virreinato, se escribieron en Aculco innumerables documentos en lengua otomí adaptada al alfabeto latino. Desafortunadamente no muchos sobrevivieron en el pueblo hasta nuestros días. El principal corpus de esta clase lo conforman los libros sacramentales de la parroquia de san Jerónimo, que entre 1606 y 1640 utilizaron casi excluivamente esa lengua. Los documentos del cabildo indígena, que debieron formar un acervo aún más amplio, temporalmente más extenso y mucho más variado en sus temas, escrito también en otomí, se perdieron desafortunadamente antes de 1819, lo que nos privó de conocer con más detalle la vida civil del pueblo en aquellos siglos.

Sin embargo, hay un tercer acervo de papeles otomíes de Aculco, poco conocido y menos estudiado. Se trata de los documentos que por azares del destino terminaron en el Archivo General de la Nación (AGN) formando parte principalmente de expedientes relacionados con pleitos de tierras, todos ellos del siglo XVIII. No son ciertamente abundantes, menos de una decena de documentos distintos, pero guardan sin duda muchos detalles de la historia aculquense hasta ahora ignorados. La gran dificultad para sacar provecho de ellos es la propia lengua en que se hallan escritos, pues el otomí de tiempos coloniales es complicado y los hablantes actuales tienen problemas para comprenderlo.

Pero el acervo existe y en el futuro alguien podrá entenderlo, no tengo dudas de ello. Además, gracias al Repositorio Filológico Mesoamericano podemos consultarlo ya en línea, con imágenes digitalizadas y mejoradas para facilitar la lectura. Ahí aparecen estos papeles perfectamente catalogados y lo que les muestro aquí son simplemente las ligas para accder a ellos.

 

1. Petición de tierras por María Juana (1707)

Para ver el documento completo, pincha aquí.

 

2. Documentos que presentan información y pruebas respecto al pleito que sigue el pueblo de Santa Ana Motlahata [Matlavat] (1760)

Para ver el documento completo, pincha aquí.

 

3. Petición que presenta la comunidad de Santa Ana Motlahata [Matlavat] (1776)

Para ver el documento completo, pincha aquí.

 

4. Amparo de posesión que otorgan las autoridades, amparando la entrega de tierras que se hizo con la testificación de Benito Gabriel (1774)

Para ver el documento completo, pincha aquí.

 

5. Información que rinde Benito Gabriel sobre la nulidad de una posesión y el amparo que solicitan las autoridades (1773)

Si quieres ver el documento completo, pincha aquí.

 

6. Petición presentada por Matías de los Ángeles (1770)

Si quieres ver el documento completo pincha aquí.

 

7. Certificado de la información presentada por Benito Gabriel (1774)

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8. Posesión con la información que rinde Benito Gabriel y Mateo Gerónimo de una tierra a Salvador Pablo (1773)

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9. Dos posesiones de tierras, una a favor de Mateo Gerónimo y otra para Manuel Bartolomé (1773)

Si quieres ver el documento completo pincha aquí.

 

Hasta aquí los documentos del AGN que el Repositorio Filológico Mesoamericano pone a disposición de todos los que quieran adentrarse en este pasado en gran medida desconocido de Aculco, su raíz primera, su raíz otomí. Seguramente podré aprovecharlos, aunque muy limitadamente por mi escasísimo conocimiento del otomí. Pero quizá entre los lectores del blog existe algún verdadero hablante de esta lengua que quiera y pueda vencer la barrera del idioma y de los siglos para develarnos ese pasado. Ojalá sea así.

viernes, 24 de marzo de 2023

¿Aculquense, aculqueño, aculteco?

Quizá los lectores de este blog se habrán preguntado alguna vez cuál es la manera más correcta de llamar a las personas originarias de Aculco, es decir su gentilicio. También habrán notado que yo uso invariablemente el término "aculquense" (que me parece un poco solemne), si bien lo hago más por costumbre que por haberlo pensado seriamente o por seguir alguna norma. Pero incluso podríamos preguntarnos, ¿vale el mismo gentilicio para los que nacieron en el pueblo de Aculco de Espinosa que para los que son nacidos en otra de las comunidades dentro del territorio del municipio de Aculco? Es un tema interesante y vale la pena revisarlo un poco.

El Bando Muncipal de Aculco, en su artículo séptimo, señala que oficialmente "el gentilicio por el cual se conocerá a los habitantes del municipio es 'Aculquense', identidad que se adquiere por el afecto a los símbolos, cultura y sentimiento de pertenencia a Aculco". El bando añade que tal calidad es otorgada tanto a los nacidos en el municipio, como a los hijos de padre o madre originarios del lugar, a los mexicanos de otro origen que se avecinden por más de tres años y también, mediante previo acuerdo del Ayuntamiento, a los extranjeros naturalizados mexicanos que establezcan residencia en el lugar. Tenemos pues que, por ley, el gentilicio "aculquense" corresponde a los habitantes del municipio, no necesariamente a los de su cabecera municipal.

Esta palabra "aculquense", es un híbrido náhuatl-castellano que aglutina el nombre del pueblo con el sufijo -ense. Se formó tardíamente, tal vez en cierta medida por influencia del gentilicio estatal, "mexiquense". Mexiquense, debemos recordarlo, apenas fue aprobado como oficial para el Estado de México en 1985, pues hasta entonces la entidad no tenía un gentilicio claro. Muchos originarios del estado solían decir antes de esos años que eran "doblemente mexicanos", por ser nativos de México-país y México-estado. Pero ciertamente los nacidos en la Ciudad de México -y con mayor razón- podían disputarles esa ingeniosa adscripción.

En fin, fue el escritor Mario Colín quien propuso el gentilicio "mexiquense" en un debate con la Academia Mexicana de la Lengua, que proponía el menos eufónico "mexicanense". Luego, el gobernador Alfredo del Mazo González lo utilizó en 1981 en su discurso de toma de posesión y, como decía arriba, en 1985 se oficializó. Y de ahí alguien seguramente concluyó que, como la palabra México tiene la misma terminación que Aculco, era conveniente copiar la terminación para llegar a "aculquense". Pero pensemos en que habría sido igualmente válido asumir la terminación del gentilicio "mexicano", aunque nos habría dado el feo término "aculcano".

Ahora bien, los gentilicios son quizá las palabras más irregulares de toda la lengua española. Existen ciertas reglas, pero hay tantas excepciones por el uso, la costumbre, el contexto o la temporalidad, que resulta imposible discutir si un gentilicio está o no bien compuesto. Comento esto porque, en sentido estricto, cuando el nombre de un lugar termina en español en -co o en -ca, en su gentilicio regular, si adopta el sufijo -ense, la c debería mantenerse y no cambiarse por qu. Es decir, de México debía derivarse "mexicense", de Aculco, lo correcto sería "aculcense". Incluso se ha usado en latín el gentilicio relacionado aculcensis para nombrar una especie en 1857, el "pino de Aculco" (Pinus aculcensis), si bien se refiere a otro lugar del mismo nombre situado en San Rafael, en las faldas de los volcanes del Valle de México, y no a nuestro Aculco.

De hecho, este gentilicio "aculcense" fue recogido por uno de los libros que primero trató el tema: Gentilicios del Estado de México, de Daniel Huacuja, publicado en 1968 en la Biblioteca Enciclopédica del Estado de México dirigida por Mario Colín. Pero su autor dio como válidos no sólo "aculquense" y "aculcense", sino también el de "aculqueño". Porque ha sido también habitual en nuestro país que a ciertos lugares terminados en -co se les asigne el gentilicio terminado en -eño, como sucede con Acapulco-acapulqueño. A diferencia de "aculcense", que nunca he oído en el habla común, "aculqueño" sí es bastante usado para referirse a lo que proviene de nuestro pueblo: hay una tienda de quesos llamada "La Aculqueñita", una tortería "La Aculqueña" en El Colorado, platillos como la "cazuelita aculqueña" del restaurante La Terraza, etcétera.

Pero además, "aculqueño" es el gentilicio hasta ahora más antiguamente documentado, pues en 1810 se usó en su versión femenina en el panfleto anónimo titulado el El anti-Hidalgo, en el que el autor imagina al cura de Dolores, diríamos ahora, "a salto de mata" tras su derrota en la Batalla de Aculco, “viviendo en las cuevas de los montes como bestias, y al modo de las bestias”, andando a cuatro pies “parte por necesidad rusoyana y parte por necesidad aculqueña”.

Falta en este breve texto hablar sobre cuál sería el gentilicio para Aculco usando solamente la gramática náhuatl, ya que la palabra proviene de esa lengua. La regla es que los topónimos que terminan en -co mudan para su gentilicio esta terminación por -catl para el singular y -ca para el plural. Así, de México, se deriva mexícatl y mexica (los gentilicios que usamos normalmente para referirnos a los antiguos mexicanos). De Aculco, tendríamos acúlcatl y aculca, palabras que ciertamente no suenan demasiado bien. Incluso hay quien ha propuesto como gentilicio náhuatl el de "acultécatl" y su castellanizacíon la de "aculteca" o "aculteco", aunque sólo los topónimos terimnados en -tlan, -la o -lan adquieren esa forma (como Tlaxcala-tlaxcalteca), de modo que sería el gentilicio de Acula, no de Aculco.

Sobre el gentilicio otomí derivado del nombre de Aculco en esa lengua, Antamehe, no tengo información alguna.

En conclusión, ¿qué gentilicio debería usarse para la gente de Aculco?

Por lo que hemos visto aquí es un tema altamente discutible. En mi opinión, muy personal, pienso que deberíamos distinguir entre dos gentilicios: uno para los originarios del municipio, a los que creo correcto llamarles "aculquenses" como indica el Bando municipal, y otro para definir a quienes provienen específicamente del pueblo Aculco de Espinosa, donde se puede aprovechar el gentilicio documentado históricamente de "aculqueño". Quizá algunos piensen que es una absurda complicación, pero ampliar el vocabulario de esta manera permite añadir matices que de otra manera requieren de largas explicaciones. Así, desde ahora me propongo distinguir en mis textos lo aculquense-municipal de lo aculqueño-cabecera. Veremos si el tiempo y el uso lo aprueban o lo rechazan.

miércoles, 22 de marzo de 2023

Don Antonio Magos Bárcena y Cornejo, cacique otomí de Aculco

Varias veces han aparecido en este blog los nombres de don Lucas y don Antonio Magos Bárcena y Cornejo: padre e hijo que vivieron en el siglo XVIII y formaban parte de la vieja nobleza otomí. Porque, contra lo que a veces se supone, el gobierno novohispano respetó los estratos más elevados de la pirámide social de los pueblos indígenas -especialmente de aquellos que colaboraron en la Conquista, como tlaxcaltecas y otomíes- y a esos nobles indios los premió con tierras, exenciones de impuestos e incluso escudos de armas. Estos nobles, llamados casi siempre "caciques" o "principales", continuaron siendo la clase gobernante de los pueblos de indios hasta la promulgación de la Constitución de Cádiz de 1812, ley que al igualar a españoles con los naturales dejó de limitar la participación criolla y mestiza en los Ayuntamientos de los pueblos.

Como los indígenas nobles estaban exentos del tributo, algunos eran ricos y en general gozaban de privilegios, no era raro que algunos españoles buscaran emparentar con ellos. Así, en el siglo XVIII muchos de esos caciques eran ya más bien mestizos, pero reclamaban celosamente su condición indígena para mantener su posición en las comunidades que habitaban. El propio don Antonio Magos se casó en sus dos matrimonios con mujeres españolas. Por estas y otras razones solía haber disputas acerca de quién era o no un indio "principal". Así sucedió, por ejemplo, con los hermanos Juan y Basilio García de la Cruz en la década de 1720, quienes lograron retirar sus nombres de los padrones de indios tributarios alegando que descendían del cacique don Nicolás de San Luis, conquistador de Querétaro. Sin embargo, don Lucas Magos, como parte del cabildo indígena de Aculco, protestó y exigió que los hermanos García continuaran pagando el tributo que les correspondía; argumentaba que don Nicolás no había dejado herederos, por lo que nadie podía reclamar su legado. Los Garcías se defendieron mostrando una reliquia familiar: una vieja copia de la confirmación de don Nicolás en 1557 como "Capitán de los Chichimecas" (Peter B. Villella, Indigenous Elites and Creole Identity in Colonial Mexico, 1500–1800, Nueva York, Cambridge University Press, 2016, p. 165-166).

Algo sobre don Lucas y don Antonio he esbozado ya en mis textos, en particular el tema de la mina que poseyeron, así como su participación en la transformación humana y urbana de Aculco, cuando participaron en la venta a españoles de numerosos solares y casas del pueblo. Ventas que volvieron al lugar un asentamiento dominado por criollos y mestizos, y ya no el pueblo de indios había sido por tres siglos. Pero hace poco hallé un texto de Felipe Canuto Castillo titulado "La adquisición, disposición y defensa de la tierra. El caso de los nobles otomíes de Xilotepec en el siglo XVIII", que resume muy bien el papel de don Antonio y creo importante compartirlo en este blog:

 

Este noble [don Antonio Magos Bárcema y Cornejo] gozaba de poder, prestigio e influencia en su pueblo, por tanto, participaba en las decisiones concernientes a él y se valía de su estatus para obtener beneficios. Don Antonio Magos era originario y vecino de San Jerónimo Aculco. En 1758 ocupaba el cargo de gobernador y en 1760 el de alcalde de los naturales. Dada su condición nobiliaria recibió instrucción escolar; en los expedientes donde se le menciona que era sumamente capaz e inteligente en el idioma castellano, lo hablaba perfectamente y lo sabía leer y escribir; “no necesita[ba] de intérprete” en los procesos, aunque en ocasiones estaba presente alguno de ellos para dar fe del acto que se celebraba.

Su padre fue don Lucas Magos Bárcena y Cornejo (1), cacique y principal de la provincia de Xilotepec, y su madre doña Pascuala de la Cruz y Mota. Este noble indio llegó a acumular una gran cantidad de bienes, pues según se señala, poseía varias propiedades de tierra, mayores y menores, milpas y solares “en términos de toda la dicha provincia”. Según declaró don Antonio Magos, “por propios [derechos] de cacicazgo soy dueño y poseedor de varias tierras que por bienes patrimoniales obtengo habidas desde mis antepasados”, con lo cual se deduce que tanto él como su progenitor las habían heredado a través de esta institución. En su testamento hizo una relación extensa de las propiedades que recibió de su progenitor.

Don Antonio Magos se casó por primera vez con doña María Efigenia de Burgos, española (2), vecina de la jurisdicción de San Juan del Río. Su segunda esposa fue doña Inés Gertrudis Sánchez de la Mejorada, española también, y con ella no tuvo hijos, pero adoptaron a José Joaquín y María Josefa. De su primer matrimonio nació un hijo llamado José Antonio, “mestizo de calidad”, quien a su vez estaba casado con doña María Antonia de Miranda, española. Uno de los aspectos que destaca en lo que se conoce de la biografía de don Antonio Magos es que parece haber comprendido y actuado de acuerdo con la lógica imperante en su tiempo, a la manera española, respecto de la tierra y su posesión como un bien del cual se podía disponer según conviniera y que generaba riqueza, pues se le menciona en varios documentos notariales comprando, vendiendo o dando permiso a su esposa para que pudiera proceder una venta, como sucedió en 1759 cuando don Manuel Sánchez de la Mejorada, primo de doña Inés, le compró un solar.

Los caciques y los principales disponían de los bienes de la comunidad según les parecía conveniente, pero siempre en el marco de la legalidad y dando visos de que la transacción se hacía por el bien del pueblo. En uno de estos casos, don Antonio Magos y don Manuel de la Cruz, quienes en 1760 fungían como alcaldes primero y segundo de los naturales de Aculco, respectivamente, procedieron a la venta de un solar, “que por común poseen en este pueblo”, de 30 varas de largo y 22 de ancho, fronterizo a la plaza principal, con el argumento de que el dinero que obtuvieran se emplearía para suplir ciertas necesidades y comprar algunos objetos que requería la comunidad.

Para proceder según la ley presentaron tres testigos españoles, entre ellos don Manuel Sánchez (cuñado de don Antonio Magos), quienes dijeron que sabían que por causa del precio alto del maíz en ese tiempo los indios se encontraban en la pobreza y no tenían “lo preciso” para la comunidad ni para satisfacer los gastos de la parroquia; además, señalaron que el solar que se pretendía vender era infructífero, tepetatoso y que “no les sirve de cosa alguna y ni les ha servido” y “nunca jamás” habían tenido provecho de él; por tanto, con la venta a “alguna persona española” podrían obtener dinero para cubrir sus necesidades y sería “de mucho lucimiento y se adelantará el comercio en beneficio de los naturales”.

El solar se vendió en veintidós pesos a don Antonio Morales, español, “con quien tienen celebrado pacto de venderle las varas de tierra de dicho solar”. Estuvieron presentes en el acto don Agustín Magos, don José Magos (¿parientes de don Antonio?), don Manuel Díaz de Tapia, don Agustín de los Ángeles y don Juan García, caciques de Aculco, quienes habían sido alcaldes y oficiales de república; junto con don Antonio Magos y don Manuel de la Cruz se presentaron “en nombre de su común por quien prestan voz y caución”. Todos eran “muy capaces e inteligentes en castellano [...] los más lo hablan, entienden, saben leer y escribir”.

Pero no fue la única ocasión que los caciques y principales de Aculco vendieron un solar que tenían “por propio de la comunidad”; dado que contaban con otro de 24 varas de latitud por 22 de fondo, también procedieron a su venta argumentando, de igual manera, que el terreno era tepetatoso e infructífero y necesitaban el dinero, puesto que por “la carencia y precio subido del maíz padecían algunas necesidades el común de los indios”; además, debían cubrir los gastos de la parroquia y el real tributo. La propiedad pasó a manos de don José Francisco García, español, en “venta real para ahora y para siempre jamás”, en veinte pesos, “por haberse apreciado [en esta cantidad] por peritos”.

Un modo como obtuvo tierras don Antonio Magos fue a través de una “donación” que le hicieron los alcaldes, oficiales y principales de Aculco. Un solar de 26 varas en cuadro de tamaño (que era lo que quedaba después de la venta en partes del terreno “que tenían por propio de la comunidad” en la plaza principal y colindaba con la parroquia) le fue concedido en 1764 para que dispusiera de él “a su arbitrio y voluntad”. Debido a que “por verse urgido” y “porque verdaderamente no lo era, ni es, de ningún valor a él, ni a la república [de indios]”, lo vendió en 1766 a don Antonio Morales en veinticinco pesos. Cuando se realizó la venta, éste ya tenía casa en el terreno, pero por seguridad pidió escritura del mismo.

En diciembre de ese mismo año, don Antonio Magos obtuvo autorización para vender un solar de 30 varas en cuadro que pertenecía a don Lorenzo de los Ángeles, su tío, quien falleció en Huayacocotla en 1721. Don Antonio compró éste y otros “solaritos” al albacea, el bachiller don Bernardino Pablo López, quien era cura del pueblo citado. Para acreditar la propiedad no presentó las escrituras correspondientes (que se escribían en otomí en ese tiempo, según consta en los expedientes consultados), sólo una carta escrita por el mencionado párroco, en 1744, que contenía una copia del testamento, pero ésta no estaba firmada. Sin embargo, dado que legalmente se le otorgó la posesión de las tierras, procedió a venderlas en veinticinco pesos a don Ramón y don Salvador de Morales, vecinos de este pueblo (lo cual había realizado de facto en 1764). El primero de ellos ya tenía una casa construida allí.

“Entre otros pedazos de tierras que hubo y compró de los bienes que que-daron por fin y muerte de Don Lorenzo de los Ángeles”, don Antonio Magos poseía un solar de 30 varas en cuadro, al lado norte de la iglesia de Aculco, el cual vendió a don José de Legorreta, vecino del partido, en cuarenta y cinco pesos (en el expediente aparece testada la cantidad de treinta). Para llevar a cabo la transacción presentó la misma carta y el testamento simple, sin firmar, hechos por el bachiller mencionado. También en este caso, ya había hecho el trato hacía más de un año y sólo se hizo la escritura de la venta para darle legalidad.

Don Antonio Magos necesitaba urgentemente dinero y se vio precisado a vender parte de sus bienes, entre ellos varios solares heredados por su padre que “quedaron en este pueblo”, los cuales “compuso [su padre] con su Majestad”. Uno de ellos era un terreno baldío que se encontraba entre su casa y la de don José de Alcántara (la de éste se encontraba en un sitio que le había comprado con anterioridad), y dado que no le era “de ninguna utilidad” la vendió a éste mismo en ochenta y cuatro pesos; las medidas de la propiedad eran 28 brazas frente a la plaza y “de fondo todo lo que cómodamente pueda ocupar”. También tenía el cacique otro “pedacillo de sitio que en el mismo solar quedó baldío”, el cual vendió al citado don José en veintidós pesos y cuatro reales. Para seguir en la misma tónica, también hacía más de un año que habían hecho el trato y recibido el dinero, y sólo dieron validez jurídica al trato.

El cacique don Antonio Magos estaba cercano a la muerte debido a una gra ve enfermedad que padecía desde hacía largo tiempo y a su “avanzada edad" (3); por tanto, quería dejar sin pendientes a sus herederos y determinó acerca de estos asuntos. Uno de ellos era una deuda que había contraído en 1752 con la cofradía de la Soberana Virgen de la Concepción, fundada por españoles, cuando le fue entregado en “depósito irregular” dinero perteneciente a la mencionada institución.

En 1767 don Antonio Magos solicitó licencia para vender medio sitio de tierra y media caballería, que había heredado de su padre en Aculco como parte del cacicazgo, que estaban afectos y gravados en cuatrocientos veintiún pesos (que debía a la cofradía), además de los réditos que había acumulado en más de cinco años. Debido a esta situación, el cacique dispuso que se vendieran las tierras mencionadas a Miguel de la Cueva, español vecino del pueblo y mayordomo (de la cofradía), a quien le debía también más de trescientos pesos que le había prestado “para socorrer sus urgencias” debido a sus distintas enfermedades. De acuerdo con lo dispuesto en el testamento del cacique, llevado a cabo después de su muerte, se determinó que se pagara a sus acreedores y “habiendo cantidad sobrante se adjudique al hijo legítimo y heredero forzoso”.

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El caso de don Antonio Magos, quien en ocasiones actuaba en conjunto con los caciques y principales de Xilotepec, muestra cómo para los nobles indios la tierra se había convertido en un medio de producción que generaba riqueza que podía acumularse. Las frases “[la tierra] no les sirve de cosa alguna y ni les ha servido” o “porque verdaderamente [la tierra] no lo era, ni es, de ningún valor a él, ni a la república [de indios]” evidencian el carácter utilitario que le daban. No se descarta que haya habido presiones por parte de vecinos españoles para apropiarse de los terrenos y que las compras sólo fueran para dar visos de legalidad a un despojo, pues de otra manera no hubieran adquirido supuestos sitios infructíferos y tepetatosos. Debido a las irregularidades que se presentaron durante la Colonia en diversas partes de la Nueva España, se considera que la venta de tierras por parte de los caciques es un capítulo oscuro, ya que a veces la documentación no aclara la naturaleza de las propiedades y bienes del cacique; además, en ocasiones las pertenencias del cacicazgo se vendían sin las formalidades de la ley.

 

NOTAS:

(1) En el testamento de doña María González de la Cruz que presentó Margarita Villafranca como prueba de su “entroncamiento” con don Juan Bautista de la Cruz se menciona como testigo a don Lucas Magos Bárcena y Cornejo. El documento data de 1678. Aún no tengo los datos para afirmar si este cacique (que fungía como gobernador ese año, según el testamento) es el padre de don Antonio Magos, si es un homónimo o si es uno de los anacronismos de las falsificaciones de Pedro Villafranca.

(2) Los matrimonios de don Antonio Magos con doña Efigenia y doña Inés son de los muchos que se realizaron entre nobles indígenas de la provincia de Xiquipilco y españoles.

(3) Don Antonio Magos murió antes del cinco de agosto de 1769, pues en esta fecha sus herederos y albaceas se presentaron ante las autoridades para disponer de los bienes “que quedaron por fin y muerte” del cacique y “cumplir la última voluntad de dicho difunto”.

 

Tomado de: Felipe Canuto Castillo, "La adquisición, disposición y defensa de la tierra. El caso de los nobles otomíes de Xilotepec en el siglo XVIII". Estudios de cultura otopame 9, UNAM, IIA, México, 2014, p. 65-84.