martes, 21 de febrero de 2017

Fuck context

El pasado 19 de febrero las autoridades municipales de Aculco colocaron la primera piedra de un edificio de nueva planta que albergará el Centro de Atención Ciudadana y Protección Civil, una obra que se realizará con recursos federales en la que se invertirán 40 millones de pesos.

Aunque esta obra se construirá fuera del perímetro determinado en la declaratoria de Aculco como parte del Camino Real de Tierra Adentro y sitio del Patrimonio Mundial de la UNESCO, y por tanto no está sujeta a la reglamentación y restricciones que rigen en aquellas (o más bien dicho, deberían regir), me parece importante hacer algunas observaciones personales. Porque, de entrada, el hecho de que sólo se cuide la arquitectura de una zona limitada del pueblo resulta francamente deplorable, pues en lugar de extender hacia las afueras los valores reconocidos de un casco histórico con valor patrimonial, se piensa en esos suburbios como algo de segunda clase, en donde cabe cualquier bodrio arquitectónico. Que es, lamentablemente, el caso de este nuevo edificio.

Debo decir primero que para mis comentarios me baso solamente en las fotografías publicadas por el propio Ayuntamiento, en el que se observan unos renders de las fachadas del edificio impresas en una lona. Sin embargo, no creo que se necesiten muchas más imágenes para percibir que se trata -por lo menos en lo estético- de un proyecto que no debería tener cabida en Aculco.

Aunque la fachada predominantemente blanca del inmueble podría llamar a engaño, es obvio al observar con cuidado el proyecto que el autor desdeñó por completo la tradición constructiva aculquense, lo mismo en las formas que en los volúmenes, colores y materiales. Su estilo, que intenta ser moderno, en realidad pareciera creación de la década de 1990. Esa especie de contrafuerte negro aparentemente sin función que se desprende de la fachada principal, y el gran ventanal enmarcado en rojo brillante de la planta alta resultan tan forzados e innecesarios como estridentes. Los enormes letreros a izquierda y derecha que incluyen el escudo municipal son el complemento perfecto para una obra que en lugar de tratar de ganarse serenamente un lugar, parece gritar al transeúnte ¡véanme! ¡estoy aquí!, ¡soy nuevo y soy especial!, ¡no me parezco a nadie!, ¡odio a mis padres y abuelos arquitectónicos!, ¡me construyó el gobierno!

Pero si en la fachada principal por lo menos predominan ligeramente los muros sobre los vanos y el color blanco impone algo de contención, parece ser que su fachada lateral se suelta el pelo. ¿Está formada por vidrios polarizados? ¿De veras? ¿O sólo es negra? En cualquier caso, con ella el edificio se convierte en algo digno de, digamos, Toluca (y miren que Toluca es fea). Y está también la plaza o patio que se extiende a su frente, que casi con total certeza terminará por convertirse en estacionamiento, ya lo verán, aunque aquí aparezca libre de autos. Por lo visto, el arquitecto sufre de un horror al vacío (horror que comparte con los arquitectos barrocos, que por lo menos sabían llenar ese vacío con mucho mejor gusto), por lo que ha decidido pavimentar esa plaza con losas de diferentes colores y adornarla al centro con una rosa de los vientos, que desconozco a cuento de qué viene aquí.

Ya se habrán percatado de que no se trata de una gran obra en cuanto a su tamaño (aunque lo que se va invertir en ella haría pensar que es un palacio). Entonces, ¿por qué mi interés en criticarla? Porque se trata muy probablemente de la primera obra gubernamental moderna que con toda franqueza desecha la idea de integrarse con cierta armonía al conjunto urbano de Aculco. Desde la unidad Jorge Jiménez Cantú (de la que foma parte el antiguo mercado, hoy oficinas administrativas, el auditorio y la plaza del Oso Bueno) inaugurado en 1978, pasando por el mercado nuevo, construido en 2009, hasta el reciente Centro de Atención Integral para Mujeres (2016), todas esas obras habían tomado en cuenta en mayor o menor grado la identidad arquitectónica aculquense y se habían incorporado a ella con solvencia. No es el caso de este nuevo edificio, y lo malo es que una vez que se rompen una vez este tipo de límites no escritos, pero aceptados, ya no suelen respetarse nunca más.

No se trata, por cierto, de una discusión sobre la modernidad, pues incluso en los lineamientos sobre intervención en edificios o conjuntos históricos las normas de la UNESCO señalan que las construcciones nuevas que se integren a ellos deben llevar el sello de su tiempo, sin tratar de aparecer como obra de siglos anteriores. Se trata de una discusión sobre identidad arquitectónica y respeto a un contexto reconocido por su valor. Rem Koolhas, arquitecto holandés, pronunció alguna vez una frase que se volvió famosa "fuck context" ("a la chingada el contexto", diríamos en México), refiriéndose justamente a que su obra no tenía por qué respetar contexto previo alguno. Con este nuevo Centro de Atención Ciudadana y Protección Civil, las autoridades municipales de Aculco han lanzado su particular ¡fuck the context!, y lo terrible es que ese contexto que han mandado a la chingada no es cualquier cosa, sino un sitio del Patrimonio Mundial de la UNESCO. En fin, si no era esa su intención, aún hay tiempo de rectificar: por ahora sólo se ha colocado la primera piedra de ese lamentable edificio.

jueves, 9 de febrero de 2017

Las restauraciones que quizá no llegarán

En julio pasado publiqué en este blog una entrada que titulé "Nerviosismo: las obras de restauración que no empiezan". Decía entonces que el Municipio de Aculco había resultado favorecido en el concurso convocado en 2015 por el Fondo de Apoyo a Comunidades para la Restauración de Monumentos Históricos y Bienes Artísticos de Propiedad Federal (FOREMOBA), para que se llevaran a efecto los trabajos de restauración de la torre de la parroquia, así como de la cubierta de la capilla de Santiago Oxthoc Toxhié, como puede verse aquí. Que el FOREMOBA, organismo que forma parte de la Secretaría de Cultura, había depositado ya al Ayuntamiento los fondos que le correspondían para ambas obras (ya que el municipio también aporta recursos). Y que, pese a ello, dichas obras no habían iniciado todavía. Pues bien, ya transcurrió prácticamente un año desde que el Ayuntamiento recibió los fondos, seis meses desde que echamos en falta estos trabajos y todavía no ocurre nada.

Me sorprende realmente la forma descuidada con la que el Ayuntamiento ha abordado este problema, cuando se ha mostrado muy activo en otras iniciativas benéficas para Aculco, pero que considero de menor trascendencia. Porque es en realidad ya un problema, pues no se trata de dineros propios, sino de fondos federales que no le pertenecen al municipio y que de no ejercerse para lo que están destinados deben ser devueltos a la Federación, intereses incluidos, como manda la ley. Peor aún, si vemos las cosas con una perspectiva más amplia: en el concurso convocado por el FOREMOBA en 2016, Aculco, que contaba con un buen historial por las etapas de restauración que se han llevado a cabo en la parroquia de san Jerónimo, fue nuevamente favorecido, esta vez para trabajos de conservación de las cubiertas del antiguo Hotel de Diligencias (o mesón) de Arroyo Zarco; sin embargo, hasta el momento los fondos correspondientes -según me informan- están listos pero han sido retenidos mientras no se inicien las obras anteriores. Es decir, ya no son sólo dos proyectos de restauración los que están en riesgo, sino también un tercero. Y, además, estos malos antecedentes necesariamente tendrán que influir en los próximos concursos del FOREMOBA, que son sumamente competidos.

Sinceramente no sé en qué acabará esto. Pero sí quiero decirles que resulta de lo más lamentable para la conservación del patrimonio de nuestro municipio que, una vez que se había hallado el camino para restaurarlo poco a poco, de manera cuidadosa, sean ahora las propias autoridades municipales las que parecen estar cerrando esa ruta. Sin intención alguna de conflicto con nuestras autoridades, creo que merecemos cuando menos una buena explicación.

martes, 31 de enero de 2017

El molino de Arroyozarco en venta

Esta mañana, por pura casualidad, me he venido a enterar que la antigua fábrica de hilados y tejidos "El Progreso" -que todos conocemos mejor como El Molino de Arroyozarco- está en venta. De este edificio del siglo XIX ya he hablado varias veces en este blog, por ejemplo de su uso como locación cinematográfica a principios de la década de 1970, de la existencia de una antigua pintura que mostraba la fachada que da a la presa, de la intención de su propietario de convertirlo en hotel, e incidentalmente, muchas veces más.

Ahora que cambiará de manos, ¿qué será de este antiguo molino y fábrica? ¿Su nuevo propietario lo rescatará de la ruina o, por lo menos, lo mantendrá decorosamente en pie como hasta ahora lo han hecho sus dueños? ¿Estamos ante el inicio o el fin de una historia? Imposible saberlo. Aquí les comparto las fotografías con las que se anuncia su venta, algunas de ellas muy notables pues permiten tener una visión de conjunto de este interesante y valioso inmueble. Si quieren saber el precio (e irse de espaldas) pueden seguir esta liga: http://www.sothebysrealty.com/spu/venta/detalle/180-l-4307-xz9k48/rancho-el-molino-arroyo-zarco-mx.

http://www.sothebysrealty.com/spu/venta/detalle/180-l-4307-xz9k48/rancho-el-molino-arroyo-zarco-mx

sábado, 28 de enero de 2017

Los poemas que Antonio de P. Moreno escribió en Arroyozarco en 1887

Antonio de P. Moreno (1848-1920) fue un escritor poblano, hoy prácticamente olvidado, que congració su labor literaria con el comercio y el periodismo en las publicaciones La Voz de México, El Centinela católico, La Voz de Guadalupe y el Boletín mariano. Su obra poética y dramática tiene mérito (sin que deje de ser un poeta menor), pero su cercanía a la Iglesia y a la prensa católica en tiempos sucesivos del triunfo liberal, del positivismo porfiriano y del anticlericalismo revolucionario, le significaron el ser relegado entre los escritores mexicanos del romanticismo y el modernismo.
Pero lo curioso para este blog es que Moreno firmó algunos de sus poemas en la hacienda de Arroyozarco, en 1887. Se trata de tres poemas numerados como XIII, XIV y XV en la serie que él llamó sus Ensayos líricos (1906), y que sin duda se adscriben por época y estilo al movimiento romántico, si bien

El primero de ellos es un canto a la omnipresencia de Dios, en la que aparecen ciertas alusiones que podrían referirse a la capilla de Arroyozarco. Vayamos a él:

XIII.

Ya es tiempo, ven al valle
antes que la campana tañidora
anuncie lá oración.
Antes que el ruido de la selva calle
y se acerque el silencio de la hora
que se consagra a ¡Dios!

El blanco campanario
se pierde entre la bruma perezosa,
se apaga lento el sol.
Mientras los fieles llegan al Santuario
contemplemos la luz esplendorosa
en que se mira a ¡Dios!

Oramos vida mía,
al pie de la magnífica montaña
con fervorosa voz;
oye el himno que se alza de la umbría
y en el postrer vislumbre que la baña
va su acento hasta ¡Dios!

Mira el santuario inmenso
del Señor de la tierra y los espacios,
del Divino Hacedor.
Nuestras plegarias suben como incienso
del campo de la choza y los palacios,
donde quiera está ¡Dios!

Arroyozarco, 1887.


El segundo poema resulta más enigmático. Se trata al pincipio -o eso parece- de un poema amoroso, en el que llama a la amada a observar "el infinito" "desde el valle" para casi enseguida ponerse a lamentar la lejanía de su tierra. El canto, que inició con alusiones a la nostalgia y su hastío, concluye señalando la ingratitud, ausencia y olvido del "mundo falaz" que, lejos, quizá ya los olvidó. Creo que también se puede reconocer en esa mención el sentimiento de soledad y lejanía que llenaría a cualquier visitante que por entonces reposara en Arroyozarco, ya en tiempos en que el Camino Real de Tierra Adentro había decaído mucho por la construcción del ferrocarril. Este es el poema:

XIV.

Ven a mi lado amante compañera
de esta mi soledad; tu amor bendito
al pie de los altares, cura mi alma
de su triste nostalgia y de su hastío.

Ven, la tarde está bella: entrelazada
tu mano con mi mano, en un suspiro
confundamos el alma y desde el valle
contemplemos los dos ¡el infinito!

¡Qué lejos nos hallamos de la tierra
donden viven tus padres; mis amigos,
los seres que nos aman y que amamos,
los recuerdos de seres que perdimos!

¿Nos habrán olvidado?
—No....
—¡Quién sabe!
¡Tiene el mundo falaz tantos desvíos...
Hay tal ingratitud, que no es extraño
ver juntos á la ausencia y al olvido!

Arroyozarco, 1887.


El tercero de los poemas de Antonio de P. Moreno firmados en Arroyozarco es el más largo y quizá debido a ello es más notoria la variedad de asuntos por los que va pasando, variedad que a ratos parece más bien anarquía o falta de enfoque en un solo tema. Sus versos describen primero "la azul corriente del manso río" (acaso el propio arroyo Zarco), un lago (posiblemente la presa del Molino), las aves, la arboleda, la noche, el cielo, para llegar finalmente tras mucho esperar al asunto principal de la composición: la noticia de que será padre y el agradecimiento a Dios por la paternidad. Debo decir que entre sus poemas éste es el que menos me gusta, debido al exceso de adjetivos, lo común de sus figuras poéticas pero sobre todo por lo empalagoso que resulta; algo que además parecen subrayar sus estrofas siete versos, más apropiadas bajo mi punto de vista para tratar temas más directos. En fin, como en todo, hay cosas rescatables, es el caso de esos versos que dicen "y ya el silencio / impone sus tristezas / al pensamiento.


XV.

Sobre la azul corriente
del manso río
airoso se desliza
leve barquillo;
Huye rápido, vuela
y se oculta jugando
con la arboleda.

Retrátase la luna
sobre las ondas
que besan la ribera
de junco y rosas;
Y parecen sus rayos
diamantina cascada
que adorna el lago.

Los ánades ligeros
siguen la estela
que el juguetón barquillo
bogando deja,
Mientras la golondrina
con sus inquietas alas
el agua riza.

La noche paso a paso
se va extendiendo
y de astros luminosos
se llena el cielo;
su fulgor plateado
el azul tornasola
del ancho espacio,

¿Ves cuál llegan las sombras

esposa mía
tras la flotante gasa
de la neblina?
mira los horizontes
que el crepúsculo ornaba
con sus fulgores,

apenas se distinguen
cual cinta obscura,
que el crespón de la noche
aleja o nubla,
y ya el silencio
impone sus tristezas
al pensamiento.

Penetremos al bosque;
Dame la mano,
y hablaremos cariñosos
pero muy bajo,
para que el sueño
de las aves y flores
no perturbemos.

¡Cuántas noches como ésta
vida de mi alma,
pasamos en un tiempo
sin esperanza!
¿Te acuerdas amor mío
de tantos sufrimientos
como tuvimos?

¡Ah! pero ahora
mi bien amado,
¿quién dicha tan completa
podrá quitarnos,
si Dios ha unido
en uno, en uno solo
nuestro destino?

Pero te callas, tiemblas
y no respondes
del corazón que es tuyo
a los transportes!
¿qué hay en tu pecho
que te obligue a que guardes
hondo silencio?

Dímelo por tu vida
que ya me matan
la duda, loa temores
y la esperanza.
Mi pecho late ansioso...
Nada me ocultes, nada;
Dímelo todo.

Conque es verdad, mi vida
que ya soy...
—¡Calla!
—¿Por qué, si el gozo inunda
de dicha mi alma,
si Dios ha bendecido
con otro nuevo lazo
nuestro cariño?

Ahora que la selva
duerme tranquila,
y cual faro divino
la luna brilla,
arrodillémonos
ante la omnipotencia
de Dios Eterno.

Las oraciones puras
son, vida mía,
del corazón creyente
la voz sentida.
Bendita, sí, la mano,
que concede a los hombres
tesoros tantos

Nuestra dicha es completa;
ya somos padres.
¡Qué goce, que ventura
tan inefables!
De hoy más la vida
será para nosotros
Una armonía.

Senda hermosa de flores
cual paraíso
que un ángel embellezca
con su cariño.
Mar tranquilo sin olas,
donde la fe del alma
nunca zozobra.

Arroyozarco, 1887.

sábado, 24 de diciembre de 2016

La Navidad de 1944 en Arroyozarco

En dos ocasiones en este blog me he aprovecahdo de los textos que escribió la española María José de Chopitea en su novela Sola, acerca de la vida de un personaje suyo durante algunos meses en la década de 1940 en Arroyozarco. No entraré esta vez en explicaciones acerca de quién fue esta escritora exiliada, ni de las razones por las que llegó a ese sitio de nuestro municipio, ni de por qué sus narraciones tienen mucha verosimilitud y en cierta medida se pueden tomar como autobiografía. Si quieren enterarse y conocer incluso algunas fotografías de Chopitea, pueden leer en este mismo blog los textos El ejido de Arroyozarco en la década de 1940 (versión novelada) y Las fiestas patrias de septiembre de 1944.

En esta ocasión, simplemente, y para acompañar estas fiestas decembrinas, quiero presentarles la sentida estampa navideña en Arroyozarco que ella traza en sus páginas:

Llevaba yo un mes de convivencia con Raquel cuando recibí, antes de lo que imaginaba, la noticia del nacimiento de un hijo de Cecilia. Le envié un nuevo giro y junté ropita nueva y usada para el recién nacido. También procuré animar a la joven madre y a las gentes que la rodeaban escribiéndoles cartas cariñosas, con el corazón abierto a los sentimientos más nobles y puros de que yo era capaz.

El día 24 de diciembre; me puse en camino hacia Arroyozarco, cargando conmigo un montón de obsequios humildes y sencillos para festejar allí la Navidad.

Encontré a Cecilia en casa de don Sebastián, atendida por la esposa de éste. Su estado físico era lamentable: me dijeron que tenía la fiebre puerperal. El niño tenía veinte días de vida y parecia un gatito recién nacido; lloraba en forma exasperante.

Al poco rato de mi llegada, varias mujeres me llamaron aparte:

-Se nos vió muy mala; no la dábamos por viva. Es un milagro que la madre y el niño no hayan muerto.

-Fíjese, señorita, que cúando le acercamos al niño para que le dé el pecho, ella lo tira.

-Sí; como lo oye; esta chamaca no le hace caso, lo tiene aborrecido.

No pude creer eso último. Después de hablar con ella y examinarle los senos les demostré que otra causa era la de aquella actitud. ¡Pobre madre primeriza!, tenía los pezones llagados; había en ellos focos infecciosos. Además, cuando la fiebre era excesiva, perdía la razón. El niño tenía las nalguitas escoriadas y el ombligo mal ligado y purulento. Necesitaba mayores cuidados y, sobre todo, nutrirse de otra leche que la materna, pues la que a duras penas lograba darle su madre -mordiéndose los labios y soltando quejidos desgarradores- le hacía más daño que bien. Sugerí que le dieran leche de burra y se lanzaron en su búqueda.

-Ni una desgraciada burra ha parido por estos contornos -me dijo uno de tantos emisarios fracasados.

-Probaremos de darle leche condensada -comenté, como dando una solución, y añadí: -Es necesario reanimar a la madre y al hijo para que puedan ir a México.

-Nomás que le bajen las calenturas, señorita. Es muy larga la caminata; no vaya a perder la razón y se tire del tren la pobrecita.

-Con la inyección que le puse y la que le pondré mañana, y con estas medicinas que va a tomar durante unos días, ya verán cómo se pone en condiciones para el viaje.

- Y aluego se va y se lleva al niño... Ni ellos ni asté ya se acordarán de este rincón del mundo, y nosotros que los queremos tanto...

-Pero, doña Casimira, no llore usted, en México nos tendrán a sus órdenes para cuando vayan. Además, nosotros vendremos por aquí: ¡A poco es cuestión de decirnos adiós? Nada de esto; quedamos para siempre amigos; yo los quiero a ustedes mucho. Conque, ¡a secar estas lágrimas!

Con la ayuda de varios chiquillos, procedí a instalar un gracioso "nacimiento". Las figuritas que traje de México eran muy sencillas -todas de barro-; pero guardaban cierta proporción unas con otras. En pocas horas, la estancia se llenó de olor a heno y pino y, no obstante la sencillez con que fue montado; todos alabaron la destreza. Mayores y niños desfilaron por allí, contentos de verme de nuevo e ilusioandos por aquel pesebre tan novedoso para ellos.

A medianoche la campana de la capillita Se soltó a los aires y me dejé llevar hasta allí para tomar parte en los rezos. Era Nochebuena.

Desde que tengo uso de razón no recuerdo haber vivido una Navidad igual a otra. Mi memoria alcanza a recordar cuando mis abuelos fueron el centro de toda fiesta familiar. Era aquella época de la opulencia y la alegría. Al siguiente año mi abuela faltó. Después, el rostro -surcado de arrugas- de mi venerable abuelo ya no estaba con nosotros. Al otro año yo preguntaba: "¿y papá? ¿Por qué no está con nosotros mi papayet..." Una Navidad vivida en Suiza ha surgido siempre sobre todas las demás. No obstante hallarme, entonces, lejos de los míos y de mi patria, ese dolor fué un incentivo sentimental para gozarme en él. Maman suisse me prodigó tantos cariños y atenciones y, entre todos, le dieron a la fiesta un sabor tan nuevo para mí, tan lleno de paz y belleza, que puedo decir fue la Navidad más bonita de todas. De las vividas en México, la única que recuerdo es la de ese año en Arroyozarco, por la sencillez del ambiente, por ser todo parecido al espíritun humilde de la verdadera natividad de Jesús. Un nuevo niño venido al mundo se hallaba allí: el niño de Cecilia, envuelto en pobres pañales, al lado de su madre pálida y ojerosa. Ambos eran atendidos por la caridad de aquellas gentes que generosamente le dieron posada. En aquel verdadero "pesebre" convivían perros y agtos; había una gallina con sus polluelos corriendo por el suelo; cerca de la destartalada cama se oía el rebuzno de un jumento y el relincho de los caballos. El canto de los gallos y la luna desnuda de nubes daban al ambiente el verdadero encanto de una Nochebuena.

Al día siguiente, yo debía partir para México. No podía permanecer en Arroyozarco, pues el deber me llamaba a cumplir con mi trabajo.

Naturalmente Sola es una novela y la verosimilitud de muchos de sus pasajes no significan plena veracidad. Por ejemplo, ese indicio de que los "nacimientos" no entraban dentro del cuadro de costumbres tradicionales para la Navidad en estas tierras puede ser cierto, aunque por lo tardío de la fecha -mediados del siglo XX- lo más probable es que la tradición fuera muy conocida, aunque quizá no se pusiera en práctica con mucha amplitud.

Y aunque rastrear personajes de novela puede parecer ocioso, me puse a buscar en los registros de bautizos de Polotitlán (a donde, según esta historia, fue llevado a bautizar el hijo de Cecilia) un caso que encajara con el que relata Chopitea. Hay en efecto, un bautizo el 24 (no el 25) de diciembre de 1944 de una niña (no niño), nacido el 4 de diciembre como informa Chopitea, hijo de una mujer llamada Cecilia Becerril. ¿Sería esta niña, por lo menos en parte, el personaje de esta historia, el bebé desprotegido que duerme casi en un pesebre en una Nochebuena arroyozarqueña? Quizá nadie pueda decirlo.

jueves, 22 de diciembre de 2016

-¿Qué marca? -Pues las horas.

El chiste que sirve de título a este post es sin duda alguna bastante malo. Pero da pie a una cuestión que quizá pocos de nosotros nos hemos llegado a preguntar: ¿de qué marca es la maquinaria del reloj público de Aculco, colocada en su torre en 1904?

La respuesta seguramente se halla en las propias entrañas del reloj, pero también en la publicidad que la casa que lo fabricó, Hauser Zivy y Compañía, publicaba en la prensa mexicana a fines del porfiriato. Como se puede observar en el siguiente inserto que se publicó en el diario El País el 29 de febrero de 1908 y en que señalaba la ubicación de más de un centenar de sus máquinas, el reloj de Aculco figuraba entre ellas.

La firma Hauser Zivy y Compañía es mejor conocida como la Joyería La Esmeralda, cuyo edificio sede en la esquina de Madero e Isabel la Católica en la Ciudad de México existe todavía. Fue fundada en 1864 por las familias Hauser y Zivy, judíos alsacianos que emigraron a México, pero desde 1905 quedó en manos de sus parientes, la framilia Bloch.

Como se advierte en la publicidad, el reloj de Aculco resulta ser hermano de otros muy significativos. Por ejemplo, el ya desaparecido de Palacio Nacional, el que todavía existe en la antigua Basílica de Guadalupe, el del Museo de Geología, etcétera. Aunque con plena certeza el reloj aculquense debió ser uno de los modelos más modestos (una sola carátula, una sola campana), sin duda se trata de un aparato de buena calidad que para fortuna nuestra -y requieriendo reparaciones relativamente frecuentes- permanece aún y es uno de los símbolos del pueblo, tanto por su presencia como por su entrañable y sencillísimo repicar al señalar las horas.

ACTUALIZACIÓN: 24 DE ENERO DE 2017

Gracias a la generosidad de un buen amigo de este blog, quien me compartió estas fotografías de la maquinaria del reloj de Aculco, esta entrada queda completa. Como se puede observar, la maquinaria sigue siendo aquella de 1904 y conserva incluso la marca de sus fabricantes. ¡Gracias por tu aportación, amigo!

Vale la pena compartirles también la interesante descripción que este buen amigo hace del interior de la torre del reloj:

Al interior es muy pequeño pues los muros de cantera blanca son gruesos, sin ningun tipo de acabado; el espacio podría ser de aproximadamente de 1x1 metro. Para llegar a la maquina hay que subir varios escalones empotrado en la pared, de hierro, que sin equivocarme no son los originales a la contrucción. Una vez en la máquina (que está situada en la parte posterior a la carátula y cubierta con un tipo casco de lamina que no aparece en las fotos), el sentimiento al estar enfrente de ella es indescriptible, al verla trabajar con un sencillo y complejo a la vez sistema de engranajes, que se mueve por la acción del desenrollo del cable de los pesos (a los cuales hay que darles cuerda, es decir, enrollar nuevamente el cable), que hace que todos los engranajes se muevan al parejo. En una de las fotos observarás un alambre, debajo del relieve de un león. Este alambre se conecta con otro, que llega hasta la parte superior de la torre, por fuera, que acciona la campana (la cual no conozco aun) cada 15 minutos. De la máquina sale una especie de varila que llega a la caratula con otros engranes y un contrapeso donde se observa la viga que la sostiene, la cual sin equivocarme puede ser del mismo tiempo de la construccion. Así como esa viga, el techo de la torre aún conserva las vigas -tan sólo se removio una, sustituida por una de metal, si mal no recuerdo cuando se le hizo la intervencion donde eliminaron los remates de barro negro.

lunes, 19 de diciembre de 2016

El almenado perdido de la parroquia de Aculco

Como se puede observar en un dibujo acuarelado de 1838 -localizado en la Universidad de Texas en Austin- del que muchas veces me he servido en este blog para mostrar aspectos de la arquitectura de Aculco, la nave del templo parroquial estuvo coronada antiguamente por almenas, esos salientes verticales que inmediatamente solemos relacionar con los castillos medievales. Las almenas, no obstante, no se restringieron al medioevo europeo, sino incluso en el México colonial fueron sumamente abundantes, especialmente en el siglo XVI. De ello dan testimonio innumerables iglesias y conventos de esa centuria en todo el territorio de nuestro país.

Aunque varios historiadores del arte mexicano se dejaron llevar por el aspecto guerrero que las almenas y otros elementos arquitectónicos daban a los antiguos monasterios novohispanos, hasta el punto de adjudicarles la denominación de "conventos-fortaleza" e imaginar que habían sido construidos en efecto para defenderse de un ataque de indígenas sublevados, en realidad su presencia tuvo un carácter más ornamental y simbólico. De hecho, como han observado muchos expertos, las almenas de los conventos difícilmente habrían ayudado a presentar una defensa efectiva ante un ataque por su ubicación irregular, pequeño tamaño y poca solidez.

En las cercanías de Aculco quedan algunos ejemplos de templos almenados. Uno es la capilla del pueblo de San Agustín, Jilotepec, otro, la iglesia de San Francisco Soyaniquilpan (aunque algo modificado) e incluso dentro de la jurisdicción municipal y parroquial está la antigua capilla de Santa Ana Matlavat, con su ábside almenado. También existen varios atrios adornados con almenas, como el de Jilotepec y el de Tepeji del Río. Aunque pocos y aislados, tenemos también el ejemplo de almenas aplicadas a la antigua arquitectura civil en las haciendas de Arroyozarco y Ñadó, y en el panteón municipal.

Pero para buscar un ejemplo realmente parecido al almenado que tuvo la parroquia San Jerónimo Aculco hay que ir un poco más lejos, al convento franciscano de Tula, o mejor aún, al agustino de Ixmiquilpan, ambos en el estado de Hidalgo. Al contemplar este último es posible tener una idea muy cercana al aspecto que debió guardar el templo de Aculco cuando estaba almenado, incluso en el ábside poligonal tan parecido al aculquense.

El almenado de la parroquia de Aculco desapareció con toda seguridad entre 1843 y 1848, cuando la cubierta de viguería fue reemplazada por la bóveda que existe actualmente y el presbiterio se cubrió con la cúpula. Pese a ello, quedan aún algunos vestigios del pretil sobre el que se erguían las almenas: en la esquina sur de la fachada se ve aún el inicio del mismo, que señala además la antigua altura de las azoteas, en tanto que en la fachada norte, a espaldas de la torre, existe todavía un tramo algo maltratado de dicho pretil. Quizá, incluso, el pretil que corona el ábside, circunvalando la actual cúpula, es tambien parte del original.

Y bien, ¿a qué época corresponderían dichas almenas? Aunque su desaparición, la destrucción asi completa del pretil y la reconstrucción completa de las cubiertas hacen muy difícil averiguarlo, considero que la existencia de ciertos vestigios del siglo XVI o principios del XVII ayudan a suponer que databan también de esos tiempos. Así, en cuanto a la época de construcción de sus muros y remates, y al aspecto que guardó hasta mediados del siglo XIX, el templo de Aculco bien pudo haberse inscrito bajo la denominación, equivocada como ya vimos, pero sugestiva, de "convento-fortaleza". Hoy, aunque sus gruesos muros siguen siendo los mismos, perdió con el almenado ese aire militar que tuvo durante, quizá, 250 años.